miércoles, 15 de mayo de 2013

El Secreto De Niall-Capitulo 14


Capítulo 14
El muchacho estaba en el ejército y salía con Demi. Niall se sintió incómodo tratando de sacarle información. Se preguntó si Caleb estaría seriamente interesado en Demi, pero no tenía derecho a preguntárselo. Ella estaba revisando unas facturas. Niall la observó en silencio con una mezcla de curiosidad y celos.
Demi necesitó unos minutos para calmarse los nervios, pero lo consiguió. Alzó los ojos cuando Niall se acercó al mostrador.
—El pedido llegará el viernes —dijo con el tono más profesional y educado que fue capaz de articular—. Pero si quieres puedo decirle al señor Mannheim que llame para que lo envíen antes.
—No hace falta —aseguró Niall con brusquedad y tratando de no mirarla directamente a los ojos. Demi tenía el rostro sonrojado y sin duda se sentía inquieta. Debido seguramente al joven que estaba en el mostrador, pensó él molesto—. De acuerdo, entonces vendré a principios de la semana que viene, o enviaré a alguien.
Se despidió de Caleb con una inclinación de cabeza y salió del almacén sin mirar a Demi.
Caleb apretó los labios y se dio cuenta de que ella se había sonrojado.
—Así que es él —murmuró—. Parece que muerde más de lo que puede masticar.
—¿Qué quieres decir?
—Nada —respondió el joven, pensando para sus adentros que Niall parecía un hombre que había olvidado más cosas sobre las mujeres de las que Demi llegaría a saber sobre los hombres.
Taggert tenía un aspecto demasiado sofisticado para ser ganadero, y sin duda estaba acostumbrado a dar órdenes. Demi era demasiado joven y muy poco sofisticada.
—¿Qué me dices de lo del cine? —Le preguntó cambiando de tema—. Hoy estrenan tres películas.
Fueron a la única sala de multicines del pueblo. Escogieron una película de dibujos animados que les gustó mucho. Demi se quedó preocupada dejando a su madre y a Selene solas, pero la señora Lovato se negó a que sacrificara su noche. Cuando Caleb la llevó después a casa, se despidió de ella con un beso en la mejilla.
—Eres una gran chica, Demi. Ojalá…
—Sí, ojalá —respondió ella leyéndole el pensamiento—. Pero a veces la vida tiene otros planes. ¿Cuándo tienes que volver a incorporarte al servicio?
—Dentro de una semana, pero mi tía tiene cada minuto de mi tiempo planificado —Caleb se puso muy serio—. Si alguna vez necesitas ayuda, confío en que me la pidas. Haré lo que pueda por ti.
Demi le sonrió.
—Lo sé. Gracias, Caleb. Yo te diría lo mismo, pero no sé en qué podría ayudarte.
—Te enviaré mi dirección —dijo él—. Puedes enviarme esa foto para tranquilizar a mi amigo.
—Lo haré, no lo dudes —aseguró Demi riéndose.
—Te llamaré antes de irme. Cuídate.
—Tú también.
Caleb se marchó de allí en su camioneta. Demi se acercó despacio al porche y entró en casa. Aún no había entrado al salón cuando se dio cuenta de que una de las voces que se escuchaban era la de un hombre.
Niall Taggert la miró desde el sofá, donde estaba sentado con su madre. Se dio cuenta de que la señora Lovato sonreía de manera misteriosa.
—El señor Taggert ha venido a ver cómo me encontraba. ¿No es un encanto? —le preguntó a su hija.
—Sí, lo es —contestó Demi con educación.
—¿Te has divertido? —le preguntó Niall. No sonreía.
—Sí —respondió ella—. Era una película de dibujos animados.
—Para niños —murmuró él. Algo en sus ojos azules provocó que a Demi le diera un vuelco el corazón.
—Todos somos niños en el corazón. Seguro que se refería a eso, ¿verdad, señor Taggert? —preguntó la señora Lovato con dulzura.
—Por supuesto —se apresuró a responder él sonriéndole—. A mí también me gustan.
—Caleb va a telefonearnos antes de marcharse al extranjero —le comentó Demi a su madre.
—Es un muchacho muy amable —aseguró la señora Lovato sonriendo—. ¿Le gustaría tomar algo de beber, señor Taggert? Demi podría hacer café.
Niall consultó su reloj.
—Tengo que irme. Pero gracias de todas maneras. Sólo quería asegurarme de que estaba bien —le dijo a la señora sonriendo—. El… amigo de Demi mencionó que iba a llevarla al cine, así que pensé que se quedaría aquí sola.
Demi le dirigió una mirada heladora.
—Le dejé a mi madre el móvil por si ocurría cualquier cosa —dijo con sequedad.
—Sí, así es —se apresuró a añadir la señora Lovato—. Me cuida mucho. Yo insistí en que saliera con Caleb. Hace dos o tres años que Demi no sale de noche.
Niall se revolvió incómodo.
—Ella no quiere dejarme nunca sola —continuó la señora Lovato—. Pero no es justo para ella. Es demasiada responsabilidad para su edad.
—Nunca me ha importado —la interrumpió su hija—. Te quiero.
—Ya lo sé, cariño, pero deberías conocer a jóvenes agradables. Algún día te casarás y tendrás hijos. No puedes pasarte toda la vida pegada a una anciana enferma y a una niña.
—Por favor —dijo Demi herida—. No quiero pensar en casarme hasta dentro de muchos años.
El rostro de la señora Lovato reflejaba su preocupación.
—No tendrías por qué haberte quedado sola para afrontar esto —se lamentó—. Si al menos tu padre hubiera… Bueno, nosotras no pudimos hacer nada.
—Acompañaré al señor Taggert a la puerta —se ofreció Demi. Parecía dispuesta a arrastrarlo hasta la puerta antes de permitir que su madre siguiera haciéndole pasar semejante vergüenza.
—¿Me marcho? —preguntó Niall.
—Parece que sí —respondió Demi echándose a un lado y señalando la puerta de entrada con la cabeza.
—En ese caso, buenas noches —dijo él sonriéndole a la señora Lovato—. Espero que sepa que puede llamarme cuando necesite ayuda. No estoy en el ejército, pero también puedo ser útil.
—Por aquí, señor Taggert —lo interrumpió Demi con énfasis agarrándolo firmemente del brazo.
—Buenas noches, señor Taggert —se despidió su madre—. Gracias por venir.
—De nada —Niall siguió a Demi hasta el porche. Ella cerró la puerta y Niall alzó las cejas—. ¿Por qué cierras? ¿Es que vas a darme un beso de buenas noches y no quieres que tu madre lo vea?
Ella se sonrojó.
—¡No te besaría por nada del mundo!
Niall jugueteó con el sombrero de ala ancha que tenía entre las manos.
—Ese soldado parece un buen chico —comentó—. Responsable. No muy maduro todavía, pero ya crecerá.
Demi sentía deseos de golpearlo.
—Pertenece a uno de los cuerpos de élite del ejército —le recordó—. Ha participado en misiones en el extranjero.
Niall alzó las cejas.
—¿Ese es uno de los requisitos que les pides a los hombres con los que sales? ¿Qué sepan esquivar balas?
—¡Yo nunca he dicho nada semejante! —exclamó ella.
—Puede ser una buena habilidad, esquivar objetos… Quiero decir, si eres de esas mujeres a las que le gusta arrojar sartenes y cosas así a los hombres.
—Yo nunca le he lanzado nada a un hombre —afirmó Demi tajante—. Pero si quieres entrar en mi cocina, podría hacer una excepción contigo.
Niall sonrió. Estaba seguro de que no le hablaba así a su amigo el soldado. Demi tenía agallas, y a él le gustaba comprobar qué era capaz de hacerla enfadar.
—¿Qué clase de olla estás pensando en tirarme? —la retó.
—Cualquiera hecha de acero —murmuró Demi—. Aunque seguro que me la abollas.
—No tengo la cabeza tan dura.
Niall dio un paso para acercarse y observó divertido su reacción. Estaba claro que la ponía nerviosa.
Se puso el sombrero en la cabeza y lo echó hacia atrás. Puso uno de sus largos brazos alrededor de la cintura de Demi y la atrajo hacia sí.
—Tienes valor —murmuró con la vista clavada en su dulce boca—. No te arredras ante los problemas ni las responsabilidades. Eso me gusta.
—No… no deberías abrazarme así —protestó ella débilmente.
—¿Por qué no? Eres suave y dulce y me gusta cómo hueles —Niall comenzó a inclinar la cabeza—. Creo que también me va a gustar tu sabor.
Niall no necesitaba un manual para darse cuenta de lo inocente que era. Le encantaba el modo en que lo agarraba, casi con miedo, y lentamente apoyó la boca contra los labios ligeramente abiertos y cálidos de Demi.
—Nada fuerte —susurró mientras su boca jugueteaba con la suya—. Todavía es muy pronto para eso. Relájate. Tú relájate, Demi. Es como bailar despacio.
La boca de Niall cubrió la suya suavemente, abriéndole despacio los labios, tentándolos para permitir una lenta incursión. Las manos de Demi se relajaron y dejaron de agarrarle los brazos con tanta fuerza mientras el ritmo lento comenzaba a aumentar los latidos de su corazón y su respiración sonaba áspera y agitada. Niall era muy bueno haciendo aquello, pensó algo mareada. Sabía perfectamente cómo hacer que se estremeciera de emoción. Jugueteaba con su labio inferior, mordisqueándolo y lamiéndolo hasta que ella se puso de puntillas y exhaló un gemido de frustración, buscando más pasión.
Niall le mordió el labio inferior.
—Quieres más, ¿verdad, cariño? —le susurró con voz ronca—. Yo también. Aguanta.
Demi le deslizó las manos por los anchos hombros mientras hundía la boca en la suya con avidez. Abrió los labios con un estremecimiento, cerrando los ojos.
Era una sensación tan dulce que Demi gimió ante la ardiente pasión que encendía en ella. Nunca había sentido cómo su cuerpo se estremecía de aquella manera cuando un hombre la abrazaba. Nunca la habían besado tan apasionadamente y con tanta sabiduría. Rodeó con más fuerza el cuello de Niall con los brazos mientras él la apretaba poderosamente contra su cuerpo, como si también hubiera perdido el control.
Un minuto más tarde, Niall recuperó la cordura. Demi sólo tenía diecinueve años. Trabajaba para él, aunque ella no lo supiera. Pertenecían a mundos completamente distintos. ¿Qué diablos estaba haciendo?
Se apartó bruscamente de ella. Los ojos azules le brillaban de emoción y le temblaban ligeramente las manos cuando trató de recuperar el control de la respiración. Los celos que sentía por el soldado lo habían colocado en la posición que había intentado evitar al marcharse del pueblo durante el fin de semana. Ahora tenía que apechugar con las consecuencias.
Demi se quedó donde estaba mirándolo con ojos soñadores y el rostro sonrojado por el placer de aquel impetuoso intercambio.
—Esto ha sido un error —dijo Niall con brusquedad soltándola.
—¿Estás seguro? —preguntó ella mareada.
—Sí, lo estoy.
—Entonces, ¿por qué lo has hecho? —quiso saber Demi.
Tenía que pensar en una respuesta adecuada, y el cerebro no le funcionaba del todo bien. La había apartado de sí en su último encuentro y se sintió culpable por ello. Ahora no sabía cómo salir de aquella situación.
—Quién sabe —dijo con pesadumbre—. Tal vez sea la luna llena.
Ella lo miró con gesto sombrío.
—No hay luna llena. Está en cuarto creciente.
—La luna es la luna —respondió Niall con obstinación.
—Esa es tu excusa y te agarras a ella —aseguró Demi.
Niall se la quedó mirando. Le remordía la conciencia.
—Tienes diecinueve años, Demi —dijo finalmente—. Yo tengo treinta y uno.
Ella parpadeó.
—¿Qué me quieres decir con eso?
—Te quiero decir que eres demasiado joven para mí. Y no sólo en edad.
Demi alzó las cejas.
—No resulta precisamente fácil adquirir experiencia cuando vives en un pueblo pequeño y tienes que mantener a tu familia.
Niall apretó los dientes.
—No me refiero a eso.
Ella alzó la mano.
—Hoy has tomado demasiado café y la cafeína te ha hecho saltar sobre mujeres que no esperabas.
Niall frunció el ceño.
—No he tomado demasiado café.
—Entonces debe de tratarse de mi excepcional belleza o de mi encanto sin igual —aseguró Demi cruzándose de brazos y esperando a que él saliera con alguna teoría alternativa.
Niall se caló el sombrero hasta los ojos.
—Ha sido como un ramalazo.
—Vaya, es el cumplido más bonito que me han dicho en mi vida —murmuró—. Estabas solo y yo era la única mujer a mano.
—Lo eras —le espetó él.
—¡Vaya! Bueno, también está la señora Harmon, que vive a un kilómetro de aquí.
—¿La señora Harmon?
—Sí. Su marido falleció hace quince años. Tiene cincuenta, pero lleva faldas ajustadas y mucho maquillaje. No está mal.
Niall frunció todavía más el ceño.
—No estoy tan desesperado.
—Debes de estarlo, para ponerte a ligar con niñas de diecinueve años —lo atacó Demi.
—¡No estaba ligando! —aseguró él alzando las manos.
Ella le dirigió una mirada sarcástica.
—Bueno, tal vez sí —reconoció Niall encogiéndose de hombros—. Tengo conciencia. Eso es lo que ocurre.
Así que ésa era la razón por la que la había rechazado en el almacén. Demi sintió que se le animaba el alma. El problema no era que la encontrara poco atractiva; sólo pensaba que era demasiado joven.
—Cumplo veinte el mes que viene —le dijo ella.
No sirvió de mucho.
—Yo cumpliré treinta y dos dentro de dos.
—Bueno, durante un mes tendremos casi la misma edad —bromeó Demi.
Él se rió brevemente.
—Doce años es mucha diferencia.
—No lo es en una visión general —señaló Demi.
Niall no contestó.
—Gracias por pasar a ver cómo estaba mi madre —le dijo ella—. Es muy amable por tu parte.
Él se encogió de hombros.
—Quería comprobar si el soldado te gustaba.
—¿Perdona?
—Ni siquiera te dio un beso de buenas noches.
—Eso es porque está enamorado de la novia de su mejor amigo.
—¿En serio? —preguntó Niall con expresión radiante.
—Yo sólo soy alguien con quien poder hablar de ella —le aseguró—. Y ésa es la razón por la que no salgo mucho, a menos que un hombre quiera hablarme del amor de su vida y pedirme consejo.
Demi se lo quedó mirando unos instantes antes de decir:
—Supongo que tú no tendrás problemas sentimentales, ¿verdad?
—Lo cierto es que sí. Estoy intentando no tener una relación poco adecuada con cierta mujer.
—Oh, ya veo —respondió ella riéndose.
Niall se acercó un poco más y jugueteó con uno de los mechones de su corto cabello.
—Supongo que no le haría daño a nadie si salgo por ahí contigo de vez en cuando. Nada serio —añadió con firmeza—. No estoy buscando una amante.
—Me alegro, porque no tengo intención de serlo —contestó Demi.
—Eso me anima —aseguró él con una sonrisa—. Me alegra ver que tienes suficiente fuerza de voluntad para que no perdamos ninguno la cabeza.
—Tengo a mi madre —replicó Demi—, que te dispararía a los pies si sospechara que me estás llevando a una vida de pecado. Es muy religiosa. Ojalá pudiera hacer algo para ayudarla más.
—Quererla es probablemente lo que más la ayude —aseguró Niall antes de inclinarse y besarla suavemente en los labios—. Hasta mañana.
Comenzó a descender los escalones, se detuvo y se giró para mirarla.
—¿Seguro que lo del soldado no es nada serio?
—Seguro —respondió ella sonriendo.
Niall inclinó el sombrero hacia un lado y sonrió también.
—De acuerdo.

Niall pasó una mala noche recordando lo dulce que era besar a Demi. Llevaba semanas luchando contra aquella atracción, y había terminado perdiendo. Era demasiado joven para él. Lo sabía. Pero por otro lado, era independiente. Fuerte. Acostumbrada a las responsabilidades. Llevaba años siendo la cabeza de familia, la que llevaba el pan a casa.
Y además, Niall se sentía demasiado atraído hacia ella como para dejarla marchar. Se estaba arriesgando. Pero se había arriesgado en otras ocasiones de su vida por mujeres que estaban muy por debajo de Demi. No haría daño a nadie si iba despacio y veía hacia dónde los llevaba aquello. Después de todo, podía marcharse cuando quisiera, se dijo. El problema iba a ser la distancia que los separaba socialmente. Demi no sabía que él había crecido en medio del lujo, que sus padres estaban relacionados con la mayoría de las casas reales de Europa, que su hermano y él se habían hecho famosos en el mundo entero por sus toros de raza. Estaba acostumbrado a alojarse en hoteles de cinco estrellas, a comer en los mejores restaurantes y a viajar en limusinas en cada ciudad que visitaba. Viajaba en primera clase. Tenía mundo y era sofisticado. Demi estaba acostumbrada a un pueblo pequeño. No entendería su mundo. Probablemente no sería capaz de ajustarse a él.
Pero se estaba planteando problemas que todavía no se habían dado. No estaba enamorado de Demi ni sentía la necesidad de correr hacia el altar de su mano, se dijo. Sólo iba a salir con ella un par de veces. Tal vez la besara de vez en cuando. Nada que no pudiera controlar. Le haría compañía mientras montaba el nuevo rancho. Cuando tuviera que marcharse, le diría la verdad. Sonaba sencillo. Era sencillo, se aseguró a sí mismo. No era más que otra chica, otra relación superficial.
La disfrutaría mientras durara.
Se fue a dormir finalmente tras haber resuelto todos los problemas en su cabeza.
Al día siguiente, Niall regresó al almacén con otra lista, esta vez de cosas que iba a necesitar para la casa. Estaba deseando ver a Demi otra vez. El recuerdo de aquel beso le había provocado sueños picantes.
Pero cuando llegó, se encontró con Buck Mannheim en el mostrador. Parecía preocupado. Niall esperó a que el hombre terminara de despachar a un cliente y luego se acercó.
—¿Dónde está Demi? —preguntó.
—Me llamó desde su casa —aseguró Buck consternado—. Su madre se puso muy mal. Tuvieron que llamar a una ambulancia y llevársela a Billings, al hospital más cercano. Demi estaba llorando.
Buck estaba hablando solo, porque Niall ya había salido por la puerta.
Encontró a Demi y a la pequeña Selene en la sala de espera de urgencias, abrazadas y tristes. Cuando lo vieron entrar, las dos corrieron a sus brazos en busca de consuelo.
Niall se sintió raro. Era la primera vez que se sentía importante para alguien que no fuera de su círculo familiar. Se sentía necesitado.
—Cuéntame que ha pasado —susurró al oído de Demi mientras abrazaba a las dos.
Ella se retiró un poco y se limpió los ojos con la manga de la blusa. Estaba claro que no había dormido.
—Tiró su vaso de agua, en caso contrario no me habría dado cuenta de que algo iba mal. Corrí a ver qué había ocurrido y la encontré respirando con dificultad. Estaba tan mal que llamé al doctor Bates a toda prisa. Él envió una ambulancia y se puso en contacto con el equipo de oncólogos del hospital. Llevan con ella dos horas. Nadie nos ha dicho nada. Niall las ayudó a sentarse.
—Quedaos aquí —dijo con dulzura—. Averiguaré qué está ocurriendo.
Demi dudaba mucho de que a un vaquero, aunque fuera capataz, le facilitaran más información que a la propia familia del paciente, pero sonrió.
—Gracias.
Él se giró y avanzó con decisión por el pasillo.

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