miércoles, 15 de mayo de 2013

El Secreto De Niall-Capitulo 12


Capítulo 12
Demi se quedó con el puesto de ayudante del encargado del almacén de piensos.
Buck bromeaba con ella y le hacía sentirse tan a gusto como si estuviera en casa. Durante la segunda semana de trabajo, pidió permiso para llevar a Selene con ella los sábados por la mañana. Su madre había tenido un par de días malos, explicó, y no tenía fuerzas para cuidar de Selene. A Buck le pareció bien. Pero cuando Niall entró en el almacén y vio a la niña, no le gustó.
—Este es un lugar peligroso para una cría —le dijo a Demi con cariño—. Si se cae una brida de la pared, por ejemplo, podría hacerle daño.
—No había pensado en ello —Demi se quedó mirándolo.
—Y luego están los pesticidas —añadió Niall—. Si se abre uno de los sacos con los que juega, le puede entrar en los ojos y en la boca. No me importa que esté aquí, pero búscale algo que hacer en el mostrador. Que no ande por aquí, ¿vale?
—Sabes mucho de niños —aseguró Demi inclinando la cabeza hacia un lado.
—Tengo sobrinas de la edad de Selene —le contó Niall mientras veía cómo Selene se subía a una silla para alcanzar el mostrador—. Echo de menos tener una familia —añadió en voz baja—. Nunca encontré el momento de relajarme y pensar en algo permanente.
—¿Por qué no? —preguntó Demi con curiosidad.
Los claros ojos de Niall buscaron los suyos.
—Por la presión del trabajo, supongo —respondió con vaguedad—. Quería dejar mi marca en el mundo. La ambición y la vida familiar no casan muy bien.
—Ya lo entiendo —dijo Demi sonriéndole—. Querías ser algo más que un vaquero.
—Algo así —mintió Niall alzando las cejas.
La marca a la que se refería era la de crear con su hermano un ganado purasangre que se conociera en todo el mundo. Los Horan se habían ganado esa reputación, pero Niall había tenido que sacrificarse pasándose la vida de una feria de ganado a otra, llevando consigo los mejores ejemplares del rancho. Cuantos más premios ganaran sus toros, más dinero podían pedir por su progenie.
—Ahora eres capataz —continuó Demi—. ¿Puedes llegar más alto?
—Claro —respondió él sonriendo—. Hay varios capataces, y por encima de ellos está el encargado del rancho. Hay capataces que se ocupan de la producción de grano y, otros, de la inseminación de las vacas.
—Oh —Demi parecía incómoda.
—Es parte del protocolo del rancho —continuó Niall con una sonrisa—. Ya no se hace como antes, de manera natural. Tenemos que asegurarnos la descendencia.
Demi sonrió a su vez con timidez.
—Gracias por no explicarlo con crudeza —le dijo—. El mes pasado vino un ranchero que quería unos pañales para su perra, que estaba en celo —se sonrojó un tanto—. Le pareció divertido que me incomodara su manera de hablar de ello. Niall la miró a los ojos.
—Demi, no tienes por qué aguantar que ningún hombre te hable de un modo que te avergüence. Si un cliente utiliza un lenguaje rudo, ve a ver a Buck. Si no lo encuentras, llámame.
—Nunca pensé que… Quiero decir, eso parecía formar parte del trabajo —aseguró—. El señor Tarleton era peor que los clientes. Solía intentar averiguar la talla de mi… de mi…—Demi apartó la mirada—. Ya sabes.
—Por desgracia, sí —respondió él con sequedad.
Demi se rascó un codo y alzó la vista para mirarlo como si fuera un gatito curioso.
—Iba a dejar el trabajo —recordó con una risa nerviosa—. Incluso había hablado con mamá de ello. Pensé incluso que si tenía que ir y volver todos los días a Billings, lo haría. Eso fue antes de que la gasolina subiera más de cuatro dólares el litro —concluyó con una mueca.
—Eso me recuerda que ahora vamos a añadir un plus para gasolina a la nómina —dijo Niall con una sonrisa.
—¡Qué amable por vuestra parte!
—Por supuesto. Yo soy muy amable —Niall frunció los labios—. Esa es una de mis grandes cualidades. Aparte de ser un gran conversador y un excelente jugador de póquer.
Observó la reacción de Demi, que no parecía haberlo captado.
—¿He mencionado que además los perros me adoran?
Entonces ella se río con timidez.
—Estás bromeando, ¿verdad?
—Lo intento.
Demi sonrió. Eso hizo que sus ojos verdes y su rostro se iluminaran.
—Debes de tener muchas responsabilidades, teniendo en cuenta todo el trabajo que están haciendo en tu rancho —aseguró ella—. Seguro que no tienes tiempo para nada.
Niall no tenía mucho tiempo libre, pero no podía decirle a ella por qué. De hecho, el tiempo que llevaba en Hollister, aunque fuera trabajando, era como unas vacaciones, teniendo en cuenta la carga que llevaba encima cuando estaba en casa.
—Bueno, un hombre debe tener aspiraciones para resultar interesante —aseguró mirándola—. ¿Cuáles son tus metas profesionales?
Ella parpadeó mientras pensaba.
—No tengo ninguna en realidad. Lo que deseo es cuidar de mamá todo lo que pueda, criar a Selene, asegurarme de que tiene una buena educación y ahorrar para enviarla a la universidad.
Niall frunció el ceño. Las metas de Demi incluían ayudar a los demás, no avanzar ella. Él no había pensando nunca en el bienestar de alguien que no fuera el suyo. Y Demi era demasiado joven para ser tan generosa, aunque fuera de pensamiento.
Joven. Tenía diecinueve años. Niall frunció todavía más el ceño mientras observaba aquel rostro aniñado. La encontraba muy atractiva. Tenía un gran corazón, una bonita sonrisa, bella figura y un gran sentido común. Pero su edad lo golpeaba en las entrañas cada vez que pensaba en Demi como parte de su vida. No se atrevía a tener una relación con ella.
—¿Qué ocurre? —preguntó Demi, que había percibido algo extraño.
Niall cambió el peso de un pie a otro.
—Estaba pensando en una cosa —le dijo mirando a Selene—. Tienes demasiadas responsabilidades para una chica de tu edad.
—¡Como si no lo supiera! —Demi se rió suavemente.
Niall entornó los ojos.
—Supongo que eso dificulta tu vida social. Con los hombres, me refiero —añadió odiándose a sí mismo por tener aquella curiosidad.
Ella se rió otra vez.
—En el pueblo sólo hay un par de hombres que no tengan esposa o novia, y huyen de mí. Uno de ellos vino directamente a decirme que yo llevaba demasiado equipaje siquiera para una cita.
—¿Y tú qué respondiste? —preguntó Niall alzando las cejas.
—Que quería a mi madre y a Selene, y que cualquier hombre que estuviera interesado en mí tendría que aceptarlas también a ellas. Eso no le gustó —añadió parpadeando—. Así que decidí que sería como el llanero solitario.
—¿Enmascarada y misteriosa? —bromeó Niall.
—¡No! —Se rió Demi—. Me refiero a que me quedaría sola. Bueno, con mi familia —miró hacia Selene, que estaba sacando en silencio los paquetes de semillas de una caja que acababa de llegar. Los ojos de Demi se enternecieron—. Es muy inteligente. Tiene paciencia y es muy tranquila, nunca monta una rabieta. Creo que podría llegar a ser científica. Tiene una personalidad introspectiva y es muy cuidadosa con lo que hace.
—Piensa antes de actuar—tradujo Niall.
—Exactamente. Yo tengo tendencia a precipitarme sin pensar en las consecuencias —añadió Demi riéndose—. Selene no. Ella es más analítica.
—Ser impulsivo no es algo necesariamente malo —remarcó Niall.
—Puede serlo —insistió Demi—. Pero estoy trabajando en ello. Tal vez dentro de unos años aprenda a mirar antes de saltar. ¿Cómo van las cosas en el rancho Bradbury? —preguntó alzando la vista para mirarlo.
—Ya tenemos levantada la estructura de la cuadra —respondió—. También han venido los fontaneros y los electricistas.
—Sólo tenemos un par de ellos aquí en el pueblo —señaló Demi—. Y normalmente están muy ocupados.
—Tuvimos que traer personal de Billings —dijo Niall—. Hay mucho trabajo. Al mismo tiempo está la reforma de la casa y la construcción del establo. Hay que levantar la valla, comprar equipamiento agrícola… Es una tarea monumental.
—Tu jefe debe de ser muy rico si puede permitirse todo eso en estos momentos de crisis —comentó Demi.
—Lo es —confesó Niall—. Pero el rancho será autosuficiente cuando hayamos terminado. Vamos a utilizar paneles solares y molinos de viento para conseguir energía.
En aquel momento apareció Selene corriendo con una libreta y un lápiz.
—Disculpe —le dijo educadamente a Niall antes de girarse hacia su hermana—. Al teléfono hay un hombre que quiere hacer un pedido.
—Iré ahora mismo a tomar nota. Selene, éste es Niall Taggert. Es capataz de un rancho.
Selene alzó la vista para mirarlo y sonrió. Le faltaba un diente delantero, pero era muy mona.
—Cuando sea mayor voy a ser piloto de combate —afirmó la niña.
—¿Ah, sí? —preguntó Niall alzando las cejas.
—Sí. Vino una señora a ver a mamá, es enfermera. Su hija es piloto de combate y vuela en aviones muy grandes.
—El mundo ha cambiado mucho —aseguró Demi riéndose.
—Así es.
Niall apoyó una rodilla en el suelo delante de Selene para poder mirarla a los ojos.
—¿Y qué clase de avión te gustaría pilotar? —preguntó sin tomársela demasiado en serio. La niña le puso una mano en el hombro. Tenía los ojos azules muy abiertos y muy decididos.
—Me gustan los F-22 —aseguró con convicción—. ¿Sabías que pueden sostenerse en el aire sin moverse?
Niall estaba fascinado. No estaba seguro de saber siquiera de qué clase de avión militar se trataba.
—No —confesó—. No lo sabía.
—Vi un programa de televisión que explicaba cómo los construyen. Y también salieron en una película sobre unos robots que llegaban a nuestro planeta y fingían ser coches. Creo que los F-22 son preciosos —concluyó con expresión soñadora.
—Confío en que llegues a pilotar uno de ellos —le dijo.
La niña sonrió.
—Primero tengo que hacerme mayor —aseguró—. ¡Demi! —Exclamó entonces conteniendo el aliento—. ¡Ese hombre sigue al teléfono!
—Ya voy, ya voy —respondió su hermana con una mueca.
—¿Volverás por aquí a vernos? —preguntó Selene cuando Niall se puso de pie.
—Creo que sí.
—¡Muy bien! —Selene sonrió y corrió detrás del mostrador, donde Demi estaba al teléfono.
Niall fue en busca de Buck. Sin duda, el mundo había cambiado mucho.

Tarleton fue llevado ante el juez bajo la acusación de acoso sexual. Se declaró inocente. El juez declaró libertad bajo fianza de cinco mil dólares. El acusado y su abogado protestaron. Tarleton no tenía tanto dinero, así que tendría que esperar el juicio en la cárcel. La idea no le resultaba en absoluto agradable.
Demi se enteró de lo sucedido y se sintió culpable. A pesar de todos sus fallos, Tarleton tenía una esposa cuyo único error había sido sin duda escoger mal a su marido. Le parecía injusto que tuviera que sufrir igual que el acusado.
Así se lo dijo a Niall cuando este apareció por el almacén a finales de la siguiente semana.
—¿Preferirías que lo hubieran dejado libre para que fuera detrás de otra joven con resultados tal vez más trágicos? —le preguntó él.
Demi se sonrojó.
—No, por supuesto que no.
Niall alzó la mano y le acarició la mejilla con la yema de los dedos.
—Tienes un gran corazón, Demi —dijo con voz profunda y dulce—. Mucha gente podría utilizar tu compasión en tu contra.
Ella lo miró con curiosidad, estremeciéndose ante el leve contacto de sus dedos sobre la piel.
—Supongo que habrá gente así —reconoció—. Pero la mayoría es buena y no quiere herir a los demás.
Él se rió con frialdad.
—¿Eso crees?
La expresión de Niall daba a entender cosas que ella supo leer fácilmente.
—Alguien te ha hecho daño —adivinó manteniéndole la mirada—. Una mujer. Fue hace mucho tiempo. Nunca hablas de ello. Te lo guardas dentro y lo utilizas para mantener al mundo a una distancia prudencial.
Niall torció el gesto.
—No me conoces —dijo a la defensiva.
—No debería —reconoció ella—. Pero te conozco.
—No me lo digas —murmuró él con sarcasmo—. Sabes leer la mente.
Demi negó con la cabeza.
—Sé leer las arrugas.
—¿Cómo dices?
—Las líneas de expresión de tu ceño son más profundas que las de la sonrisa —le dijo sin querer confesarle que en su familia eran clarividentes para no asustarlo—. La tuya es una sonrisa social. La dejas en la puerta cuando regresas a casa.
Niall entornó los ojos y no dijo nada. Demi era increíblemente perceptiva para ser tan joven.
Ella dejó escapar un suspiro.
—Vamos, dilo. Dime que me ocupe de mis propios asuntos. Lo intento, pero me molesta ver que la gente es desgraciada.
—Yo no soy desgraciado —aseguró él con ímpetu—. Soy muy feliz.
—Si tú lo dices…
Niall le lanzó una mirada llena de ira.
—El hecho de que una mujer me haya engañado no significa que sea material de desecho.
—¿Cómo te engañó?
No había hablado de ello en años, ni siquiera con Gil. Por un lado no le gustaba que aquella jovencita, una desconocida, metiera las narices en su vida. Y, por otro, tenía ganas de hablar de ello, de impedir que aquella herida se hiciera más grande en su interior.
—Se convirtió en mi prometida mientras vivía con otro hombre en Colorado.
Demi no dijo nada. Se limitó a mirarlo como un gato curioso, esperando.
—Estaba tan enamorado de ella que no sospeché nada. Ella se iba algunos fines de semana con una amiga y yo me quedaba viendo películas o trabajando en casa. Un fin de semana que no tenía nada que hacer me acerqué a Red Lodge, donde ella dijo que se estaba alojando en un motel con su amiga para practicar la pesca con mosca —Niall suspiró—. Red Lodge no es muy grande y vive del turismo. Al final resultó que su amiga era un amigo millonario y que compartían habitación. No olvidaré su cara de asombro cuando bajaron las escaleras y me encontró sentado en el recibidor.
—¿Qué te dijo? —preguntó Demi.
—Absolutamente nada. Se mordió el labio y fingió no conocer al otro hombre. Él estaba furioso y yo me sentía como un estúpido. Volví a casa. Ella me llamó y trató de hablar conmigo, pero yo me negué. Hay cosas que no necesitan explicación.
No añadió que, además, había contratado un detective privado para averiguar todo lo posible sobre aquella mujer. No era la primera vez que mantenía una red de ricos admiradores. Desde el principio fue por el dinero de Niall. Él no tenía tanto dinero como el millonario con el que había ido a pescar, así que se había estado trabajando al millonario mientras dejaba a Niall hirviendo a fuego lento en el quemador de atrás. Al final los había perdido a los dos, como se merecía. Pero la experiencia había hecho que Niall desconfiara de todas las mujeres. Seguía pensando que sólo lo querían por su dinero.
—¿El otro hombre era rico? —preguntó Demi.
—Asquerosamente rico —respondió él apretando los labios.
Ella le rozó la parle delantera de la camisa con un gesto tímido y vacilante.
—Lo siento —le dijo—. Pero en cierto modo tienes suerte de no ser rico —añadió.
—¿Y eso?
—Bueno, no tendrás nunca que preocuparte de que las mujeres te busquen por tu dinero —aseguró con inocencia.
—No hay mucho que buscar —dijo Niall con aire ausente.
Estaba concentrado en el modo en que lo estaba rozando. Ella no parecía ser siquiera consciente, pero su cuerpo temblaba por el placer que le estaba proporcionando.
—Estás de broma, ¿verdad? —le preguntó riéndose—. Eres muy guapo. Defiendes a la gente débil. Te gustan los niños. Y los perros te adoran —añadió traviesa recordando la broma que le había hecho—. Y, además, deben de gustarte los animales, porque trabajas con ganado.
Mientras hablaba, Demi había puesto la otra mano sobre su pecho y le acariciaba con indolencia el ancho torso. El cuerpo de Niall estaba comenzando a responder a sus caricias de un modo profundo. Sus ojos azules brillaron con un deseo contenido. Entonces le agarró las manos con brusquedad y se las apartó.
—No hagas eso —le pidió con sequedad sin pensar en cómo iba a afectarla eso a ella. Pero corría el peligro de perder el control. Deseaba estrecharla entre sus brazos, apretarla contra sí y besar aquella boquita hasta hacerla gemir bajo sus labios.
Ella se apartó, avergonzada de su propia osadía.
—Lo siento —murmuró sonrojándose—. Lo siento mucho. No estoy acostumbrada a tratar con hombres. Quiero decir, que nunca había hecho algo así… lo siento.
Demi se dio la vuelta y salió corriendo de regreso al mostrador. Una vez allí, descolgó el teléfono para llamar a un cliente y avisarle de que había llegado su pedido. Así Niall pensaría que estaba ocupada.
Él maldijo entre dientes. No había sido su intención hacer que se sintiera como una descarada con su comentario, pero lo cierto era que le estaba llegando al corazón. La deseaba. Era cálida y compasiva y tenía un cuerpo menudo y excitante. Niall tenía que salir de allí. Se dio la vuelta y se marchó del almacén. Debería haberse disculpado por ser tan brusco, pero sabía que nunca conseguiría explicarse sin contarle la verdad. No podía hacerlo. Demi era demasiado joven para él. Tenía que marcharse una temporada del pueblo.
Dejó a Cari Baker, antiguo capataz de Bradbury, al cargo del rancho mientras él iba a pasar el fin de semana en Medicine Ridge.
Su hermano mayor, Gil, lo recibió en la puerta con un cálido abrazo.
—Entra —dijo con una sonrisa—. Te hemos echado de menos.
—¡Tío Niall!
Bess y Jenny, las hijas del anterior matrimonio de Gil, corrieron por el vestíbulo para darle un beso.
—¡Oh, tío Niall, cuánto te hemos echado de menos! —exclamó Bess, la mayor, colgándosele del cuello.
—Sí, es verdad —la secundó Jenny besándole la mejilla.
—¿Nos has traído un regalo? —preguntó Bess. Niall sonrió.
—¿No lo hago siempre? Mirad en la bolsa que hay al lado de mi maleta.
Las niñas corrieron hacia la bolsa, encontraron los regalos envueltos y los destrozaron literalmente para abrirlos. Eran dos animales de peluche con un código de barras que permitía a los niños entrar en una página Web en la que podían vestir a sus mascotas y vivir aventuras con ellos.
—¡Mascotas virtuales! —exclamó Bess abrazando su labrador negro.
Jenny tenía un collie. Lo estrechó contra sí.
—¡Las hemos visto en televisión!
—¿Podemos utilizar el ordenador, papá? —Suplicó Bess—. Por favor…
—¿Utilizar el ordenador? —Preguntó Kasie, la mujer de Gil, con una sonrisa—. ¿En qué andáis ahora, niñas? —añadió deteniéndose para abrazar a Niall antes de apoyarse con cariño contra su marido.
—¡Es una mascota virtual, Kasie! —exclamó Bess enseñándole la suya—. Nos las ha traído el tío Niall.
—¡Yo tengo un collie, como Lassie!
—Necesitamos el ordenador —insistió Bess.
—Entonces, lo encenderé —dijo Kasie—. Venid conmigo, niñas. ¿Vas a quedarte un tiempo? —le preguntó a Niall.
—El fin de semana —respondió Niall sonriendo a las niñas—. Necesitaba un respiro.
—Era de esperar —aseguró Gil—. Te has echado una buena encima. ¿Seguro que no quieres más ayuda?
—Me está yendo bien. Sólo ha surgido una pequeña complicación.
Kasie llevó a las niñas al despacho de Gil, donde estaba el ordenador. Cuando ya no podían oírlos, Gil se giró hacia su hermano.
—¿Qué clase de complicación? —le preguntó a Niall.
—Una chica.
Los claros ojos de Gil brillaron.
—Ya era hora.
Niall negó con la cabeza.
—No lo entiendes. Tiene diecinueve años.
Gil se limitó a sonreír.
—Kasie tenía veintiuno recién cumplidos, y yo no soy mucho mayor que tú. La edad no tiene nada que ver.
Niall sintió como si le hubieran quitado un peso de encima.
—No tiene mundo.
Gil se rió.
—Mejor todavía. Ven a tomar un café y un trozo de tarta y cuéntamelo todo.

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