Capítulo 12
Demi se quedó con el puesto de
ayudante del encargado del almacén de piensos.
Buck bromeaba con ella y le hacía
sentirse tan a gusto como si estuviera en casa. Durante la segunda semana de
trabajo, pidió permiso para llevar a Selene con ella los sábados por la mañana.
Su madre había tenido un par de días malos, explicó, y no tenía fuerzas para
cuidar de Selene. A Buck le pareció bien. Pero cuando Niall entró en el almacén
y vio a la niña, no le gustó.
—Este es un lugar peligroso para una
cría —le dijo a Demi con cariño—. Si se cae una brida de la pared, por ejemplo,
podría hacerle daño.
—No había pensado en ello —Demi se
quedó mirándolo.
—Y luego están los pesticidas —añadió Niall—.
Si se abre uno de los sacos con los que juega, le puede entrar en los ojos y en
la boca. No me importa que esté aquí, pero búscale algo que hacer en el
mostrador. Que no ande por aquí, ¿vale?
—Sabes mucho de niños —aseguró Demi
inclinando la cabeza hacia un lado.
—Tengo sobrinas de la edad de Selene —le
contó Niall mientras veía cómo Selene se subía a una silla para alcanzar el
mostrador—. Echo de menos tener una familia —añadió en voz baja—. Nunca
encontré el momento de relajarme y pensar en algo permanente.
—¿Por qué no? —preguntó Demi con
curiosidad.
Los claros ojos de Niall buscaron los
suyos.
—Por la presión del trabajo, supongo
—respondió con vaguedad—. Quería dejar mi marca en el mundo. La ambición y la
vida familiar no casan muy bien.
—Ya lo entiendo —dijo Demi
sonriéndole—. Querías ser algo más que un vaquero.
—Algo así —mintió Niall alzando las
cejas.
La marca a la que se refería era la de
crear con su hermano un ganado purasangre que se conociera en todo el mundo.
Los Horan se habían ganado esa reputación, pero Niall había tenido que
sacrificarse pasándose la vida de una feria de ganado a otra, llevando consigo
los mejores ejemplares del rancho. Cuantos más premios ganaran sus toros, más
dinero podían pedir por su progenie.
—Ahora eres capataz —continuó Demi—.
¿Puedes llegar más alto?
—Claro —respondió él sonriendo—. Hay
varios capataces, y por encima de ellos está el encargado del rancho. Hay
capataces que se ocupan de la producción de grano y, otros, de la inseminación
de las vacas.
—Oh —Demi parecía incómoda.
—Es parte del protocolo del rancho
—continuó Niall con una sonrisa—. Ya no se hace como antes, de manera natural.
Tenemos que asegurarnos la descendencia.
Demi sonrió a su vez con timidez.
—Gracias por no explicarlo con crudeza
—le dijo—. El mes pasado vino un ranchero que quería unos pañales para su
perra, que estaba en celo —se sonrojó un tanto—. Le pareció divertido que me
incomodara su manera de hablar de ello. Niall la miró a los ojos.
—Demi, no tienes por qué aguantar que
ningún hombre te hable de un modo que te avergüence. Si un cliente utiliza un
lenguaje rudo, ve a ver a Buck. Si no lo encuentras, llámame.
—Nunca pensé que… Quiero decir, eso
parecía formar parte del trabajo —aseguró—. El señor Tarleton era peor que los
clientes. Solía intentar averiguar la talla de mi… de mi…—Demi apartó la mirada—.
Ya sabes.
—Por desgracia, sí —respondió él con
sequedad.
Demi se rascó un codo y alzó la vista
para mirarlo como si fuera un gatito curioso.
—Iba a dejar el trabajo —recordó con
una risa nerviosa—. Incluso había hablado con mamá de ello. Pensé incluso que
si tenía que ir y volver todos los días a Billings, lo haría. Eso fue antes de
que la gasolina subiera más de cuatro dólares el litro —concluyó con una mueca.
—Eso me recuerda que ahora vamos a
añadir un plus para gasolina a la nómina —dijo Niall con una sonrisa.
—¡Qué amable por vuestra parte!
—Por supuesto. Yo soy muy amable —Niall
frunció los labios—. Esa es una de mis grandes cualidades. Aparte de ser un
gran conversador y un excelente jugador de póquer.
Observó la reacción de Demi, que no
parecía haberlo captado.
—¿He mencionado que además los perros
me adoran?
Entonces ella se río con timidez.
—Estás bromeando, ¿verdad?
—Lo intento.
Demi sonrió. Eso hizo que sus ojos
verdes y su rostro se iluminaran.
—Debes de tener muchas
responsabilidades, teniendo en cuenta todo el trabajo que están haciendo en tu
rancho —aseguró ella—. Seguro que no tienes tiempo para nada.
Niall no tenía mucho tiempo libre,
pero no podía decirle a ella por qué. De hecho, el tiempo que llevaba en
Hollister, aunque fuera trabajando, era como unas vacaciones, teniendo en
cuenta la carga que llevaba encima cuando estaba en casa.
—Bueno, un hombre debe tener
aspiraciones para resultar interesante —aseguró mirándola—. ¿Cuáles son tus
metas profesionales?
Ella parpadeó mientras pensaba.
—No tengo ninguna en realidad. Lo que
deseo es cuidar de mamá todo lo que pueda, criar a Selene, asegurarme de que
tiene una buena educación y ahorrar para enviarla a la universidad.
Niall frunció el ceño. Las metas de Demi
incluían ayudar a los demás, no avanzar ella. Él no había pensando nunca en el
bienestar de alguien que no fuera el suyo. Y Demi era demasiado joven para ser
tan generosa, aunque fuera de pensamiento.
Joven. Tenía diecinueve años. Niall
frunció todavía más el ceño mientras observaba aquel rostro aniñado. La encontraba
muy atractiva. Tenía un gran corazón, una bonita sonrisa, bella figura y un
gran sentido común. Pero su edad lo golpeaba en las entrañas cada vez que
pensaba en Demi como parte de su vida. No se atrevía a tener una relación con
ella.
—¿Qué ocurre? —preguntó Demi, que
había percibido algo extraño.
Niall cambió el peso de un pie a otro.
—Estaba pensando en una cosa —le dijo
mirando a Selene—. Tienes demasiadas responsabilidades para una chica de tu
edad.
—¡Como si no lo supiera! —Demi se rió
suavemente.
Niall entornó los ojos.
—Supongo que eso dificulta tu vida
social. Con los hombres, me refiero —añadió odiándose a sí mismo por tener
aquella curiosidad.
Ella se rió otra vez.
—En el pueblo sólo hay un par de
hombres que no tengan esposa o novia, y huyen de mí. Uno de ellos vino
directamente a decirme que yo llevaba demasiado equipaje siquiera para una
cita.
—¿Y tú qué respondiste? —preguntó Niall
alzando las cejas.
—Que quería a mi madre y a Selene, y
que cualquier hombre que estuviera interesado en mí tendría que aceptarlas
también a ellas. Eso no le gustó —añadió parpadeando—. Así que decidí que sería
como el llanero solitario.
—¿Enmascarada y misteriosa? —bromeó Niall.
—¡No! —Se rió Demi—. Me refiero a que
me quedaría sola. Bueno, con mi familia —miró hacia Selene, que estaba sacando
en silencio los paquetes de semillas de una caja que acababa de llegar. Los
ojos de Demi se enternecieron—. Es muy inteligente. Tiene paciencia y es muy
tranquila, nunca monta una rabieta. Creo que podría llegar a ser científica.
Tiene una personalidad introspectiva y es muy cuidadosa con lo que hace.
—Piensa antes de actuar—tradujo Niall.
—Exactamente. Yo tengo tendencia a
precipitarme sin pensar en las consecuencias —añadió Demi riéndose—. Selene no.
Ella es más analítica.
—Ser impulsivo no es algo
necesariamente malo —remarcó Niall.
—Puede serlo —insistió Demi—. Pero
estoy trabajando en ello. Tal vez dentro de unos años aprenda a mirar antes de
saltar. ¿Cómo van las cosas en el rancho Bradbury? —preguntó alzando la vista para
mirarlo.
—Ya tenemos levantada la estructura de
la cuadra —respondió—. También han venido los fontaneros y los electricistas.
—Sólo tenemos un par de ellos aquí en
el pueblo —señaló Demi—. Y normalmente están muy ocupados.
—Tuvimos que traer personal de
Billings —dijo Niall—. Hay mucho trabajo. Al mismo tiempo está la reforma de la
casa y la construcción del establo. Hay que levantar la valla, comprar
equipamiento agrícola… Es una tarea monumental.
—Tu jefe debe de ser muy rico si puede
permitirse todo eso en estos momentos de crisis —comentó Demi.
—Lo es —confesó Niall—. Pero el rancho
será autosuficiente cuando hayamos terminado. Vamos a utilizar paneles solares
y molinos de viento para conseguir energía.
En aquel momento apareció Selene
corriendo con una libreta y un lápiz.
—Disculpe —le dijo educadamente a Niall
antes de girarse hacia su hermana—. Al teléfono hay un hombre que quiere hacer
un pedido.
—Iré ahora mismo a tomar nota. Selene,
éste es Niall Taggert. Es capataz de un rancho.
Selene alzó la vista para mirarlo y
sonrió. Le faltaba un diente delantero, pero era muy mona.
—Cuando sea mayor voy a ser piloto de
combate —afirmó la niña.
—¿Ah, sí? —preguntó Niall alzando las
cejas.
—Sí. Vino una señora a ver a mamá, es
enfermera. Su hija es piloto de combate y vuela en aviones muy grandes.
—El mundo ha cambiado mucho —aseguró Demi
riéndose.
—Así es.
Niall apoyó una rodilla en el suelo
delante de Selene para poder mirarla a los ojos.
—¿Y qué clase de avión te gustaría
pilotar? —preguntó sin tomársela demasiado en serio. La niña le puso una mano
en el hombro. Tenía los ojos azules muy abiertos y muy decididos.
—Me gustan los F-22 —aseguró con
convicción—. ¿Sabías que pueden sostenerse en el aire sin moverse?
Niall estaba fascinado. No estaba
seguro de saber siquiera de qué clase de avión militar se trataba.
—No —confesó—. No lo sabía.
—Vi un programa de televisión que
explicaba cómo los construyen. Y también salieron en una película sobre unos
robots que llegaban a nuestro planeta y fingían ser coches. Creo que los F-22
son preciosos —concluyó con expresión soñadora.
—Confío en que llegues a pilotar uno
de ellos —le dijo.
La niña sonrió.
—Primero tengo que hacerme mayor
—aseguró—. ¡Demi! —Exclamó entonces conteniendo el aliento—. ¡Ese hombre sigue
al teléfono!
—Ya voy, ya voy —respondió su hermana
con una mueca.
—¿Volverás por aquí a vernos?
—preguntó Selene cuando Niall se puso de pie.
—Creo que sí.
—¡Muy bien! —Selene sonrió y corrió
detrás del mostrador, donde Demi estaba al teléfono.
Niall fue en busca de Buck. Sin duda,
el mundo había cambiado mucho.
Tarleton fue llevado ante el juez bajo
la acusación de acoso sexual. Se declaró inocente. El juez declaró libertad
bajo fianza de cinco mil dólares. El acusado y su abogado protestaron. Tarleton
no tenía tanto dinero, así que tendría que esperar el juicio en la cárcel. La
idea no le resultaba en absoluto agradable.
Demi se enteró de lo sucedido y se
sintió culpable. A pesar de todos sus fallos, Tarleton tenía una esposa cuyo
único error había sido sin duda escoger mal a su marido. Le parecía injusto que
tuviera que sufrir igual que el acusado.
Así se lo dijo a Niall cuando este
apareció por el almacén a finales de la siguiente semana.
—¿Preferirías que lo hubieran dejado
libre para que fuera detrás de otra joven con resultados tal vez más trágicos?
—le preguntó él.
Demi se sonrojó.
—No, por supuesto que no.
Niall alzó la mano y le acarició la
mejilla con la yema de los dedos.
—Tienes un gran corazón, Demi —dijo
con voz profunda y dulce—. Mucha gente podría utilizar tu compasión en tu
contra.
Ella lo miró con curiosidad,
estremeciéndose ante el leve contacto de sus dedos sobre la piel.
—Supongo que habrá gente así
—reconoció—. Pero la mayoría es buena y no quiere herir a los demás.
Él se rió con frialdad.
—¿Eso crees?
La expresión de Niall daba a entender
cosas que ella supo leer fácilmente.
—Alguien te ha hecho daño —adivinó
manteniéndole la mirada—. Una mujer. Fue hace mucho tiempo. Nunca hablas de
ello. Te lo guardas dentro y lo utilizas para mantener al mundo a una distancia
prudencial.
Niall torció el gesto.
—No me conoces —dijo a la defensiva.
—No debería —reconoció ella—. Pero te
conozco.
—No me lo digas —murmuró él con
sarcasmo—. Sabes leer la mente.
Demi negó con la cabeza.
—Sé leer las arrugas.
—¿Cómo dices?
—Las líneas de expresión de tu ceño
son más profundas que las de la sonrisa —le dijo sin querer confesarle que en
su familia eran clarividentes para no asustarlo—. La tuya es una sonrisa
social. La dejas en la puerta cuando regresas a casa.
Niall entornó los ojos y no dijo nada.
Demi era increíblemente perceptiva para ser tan joven.
Ella dejó escapar un suspiro.
—Vamos, dilo. Dime que me ocupe de mis
propios asuntos. Lo intento, pero me molesta ver que la gente es desgraciada.
—Yo no soy desgraciado —aseguró él con
ímpetu—. Soy muy feliz.
—Si tú lo dices…
Niall le lanzó una mirada llena de
ira.
—El hecho de que una mujer me haya
engañado no significa que sea material de desecho.
—¿Cómo te engañó?
No había hablado de ello en años, ni
siquiera con Gil. Por un lado no le gustaba que aquella jovencita, una
desconocida, metiera las narices en su vida. Y, por otro, tenía ganas de hablar
de ello, de impedir que aquella herida se hiciera más grande en su interior.
—Se convirtió en mi prometida mientras
vivía con otro hombre en Colorado.
Demi no dijo nada. Se limitó a mirarlo
como un gato curioso, esperando.
—Estaba tan enamorado de ella que no
sospeché nada. Ella se iba algunos fines de semana con una amiga y yo me
quedaba viendo películas o trabajando en casa. Un fin de semana que no tenía
nada que hacer me acerqué a Red Lodge, donde ella dijo que se estaba alojando
en un motel con su amiga para practicar la pesca con mosca —Niall suspiró—. Red
Lodge no es muy grande y vive del turismo. Al final resultó que su amiga era un
amigo millonario y que compartían habitación. No olvidaré su cara de asombro
cuando bajaron las escaleras y me encontró sentado en el recibidor.
—¿Qué te dijo? —preguntó Demi.
—Absolutamente nada. Se mordió el
labio y fingió no conocer al otro hombre. Él estaba furioso y yo me sentía como
un estúpido. Volví a casa. Ella me llamó y trató de hablar conmigo, pero yo me
negué. Hay cosas que no necesitan explicación.
No añadió que, además, había
contratado un detective privado para averiguar todo lo posible sobre aquella
mujer. No era la primera vez que mantenía una red de ricos admiradores. Desde
el principio fue por el dinero de Niall. Él no tenía tanto dinero como el
millonario con el que había ido a pescar, así que se había estado trabajando al
millonario mientras dejaba a Niall hirviendo a fuego lento en el quemador de
atrás. Al final los había perdido a los dos, como se merecía. Pero la
experiencia había hecho que Niall desconfiara de todas las mujeres. Seguía
pensando que sólo lo querían por su dinero.
—¿El otro hombre era rico? —preguntó Demi.
—Asquerosamente rico —respondió él
apretando los labios.
Ella le rozó la parle delantera de la
camisa con un gesto tímido y vacilante.
—Lo siento —le dijo—. Pero en cierto
modo tienes suerte de no ser rico —añadió.
—¿Y eso?
—Bueno, no tendrás nunca que
preocuparte de que las mujeres te busquen por tu dinero —aseguró con inocencia.
—No hay mucho que buscar —dijo Niall
con aire ausente.
Estaba concentrado en el modo en que
lo estaba rozando. Ella no parecía ser siquiera consciente, pero su cuerpo
temblaba por el placer que le estaba proporcionando.
—Estás de broma, ¿verdad? —le preguntó
riéndose—. Eres muy guapo. Defiendes a la gente débil. Te gustan los niños. Y
los perros te adoran —añadió traviesa recordando la broma que le había hecho—.
Y, además, deben de gustarte los animales, porque trabajas con ganado.
Mientras hablaba, Demi había puesto la
otra mano sobre su pecho y le acariciaba con indolencia el ancho torso. El
cuerpo de Niall estaba comenzando a responder a sus caricias de un modo
profundo. Sus ojos azules brillaron con un deseo contenido. Entonces le agarró
las manos con brusquedad y se las apartó.
—No hagas eso —le pidió con sequedad
sin pensar en cómo iba a afectarla eso a ella. Pero corría el peligro de perder
el control. Deseaba estrecharla entre sus brazos, apretarla contra sí y besar
aquella boquita hasta hacerla gemir bajo sus labios.
Ella se apartó, avergonzada de su
propia osadía.
—Lo siento —murmuró sonrojándose—. Lo
siento mucho. No estoy acostumbrada a tratar con hombres. Quiero decir, que
nunca había hecho algo así… lo siento.
Demi se dio la vuelta y salió
corriendo de regreso al mostrador. Una vez allí, descolgó el teléfono para
llamar a un cliente y avisarle de que había llegado su pedido. Así Niall
pensaría que estaba ocupada.
Él maldijo entre dientes. No había
sido su intención hacer que se sintiera como una descarada con su comentario,
pero lo cierto era que le estaba llegando al corazón. La deseaba. Era cálida y
compasiva y tenía un cuerpo menudo y excitante. Niall tenía que salir de allí.
Se dio la vuelta y se marchó del almacén. Debería haberse disculpado por ser
tan brusco, pero sabía que nunca conseguiría explicarse sin contarle la verdad.
No podía hacerlo. Demi era demasiado joven para él. Tenía que marcharse una
temporada del pueblo.
Dejó a Cari Baker, antiguo capataz de
Bradbury, al cargo del rancho mientras él iba a pasar el fin de semana en
Medicine Ridge.
Su hermano mayor, Gil, lo recibió en
la puerta con un cálido abrazo.
—Entra —dijo con una sonrisa—. Te
hemos echado de menos.
—¡Tío Niall!
Bess y Jenny, las hijas del anterior
matrimonio de Gil, corrieron por el vestíbulo para darle un beso.
—¡Oh, tío Niall, cuánto te hemos
echado de menos! —exclamó Bess, la mayor, colgándosele del cuello.
—Sí, es verdad —la secundó Jenny
besándole la mejilla.
—¿Nos has traído un regalo? —preguntó
Bess. Niall sonrió.
—¿No lo hago siempre? Mirad en la
bolsa que hay al lado de mi maleta.
Las niñas corrieron hacia la bolsa,
encontraron los regalos envueltos y los destrozaron literalmente para abrirlos.
Eran dos animales de peluche con un código de barras que permitía a los niños
entrar en una página Web en la que podían vestir a sus mascotas y vivir
aventuras con ellos.
—¡Mascotas virtuales! —exclamó Bess
abrazando su labrador negro.
Jenny tenía un collie. Lo estrechó
contra sí.
—¡Las hemos visto en televisión!
—¿Podemos utilizar el ordenador, papá?
—Suplicó Bess—. Por favor…
—¿Utilizar el ordenador? —Preguntó
Kasie, la mujer de Gil, con una sonrisa—. ¿En qué andáis ahora, niñas? —añadió
deteniéndose para abrazar a Niall antes de apoyarse con cariño contra su
marido.
—¡Es una mascota virtual, Kasie! —exclamó
Bess enseñándole la suya—. Nos las ha traído el tío Niall.
—¡Yo tengo un collie, como Lassie!
—Necesitamos el ordenador —insistió
Bess.
—Entonces, lo encenderé —dijo Kasie—.
Venid conmigo, niñas. ¿Vas a quedarte un tiempo? —le preguntó a Niall.
—El fin de semana —respondió Niall
sonriendo a las niñas—. Necesitaba un respiro.
—Era de esperar —aseguró Gil—. Te has
echado una buena encima. ¿Seguro que no quieres más ayuda?
—Me está yendo bien. Sólo ha surgido
una pequeña complicación.
Kasie llevó a las niñas al despacho de
Gil, donde estaba el ordenador. Cuando ya no podían oírlos, Gil se giró hacia
su hermano.
—¿Qué clase de complicación? —le
preguntó a Niall.
—Una chica.
Los claros ojos de Gil brillaron.
—Ya era hora.
Niall negó con la cabeza.
—No lo entiendes. Tiene diecinueve
años.
Gil se limitó a sonreír.
—Kasie tenía veintiuno recién
cumplidos, y yo no soy mucho mayor que tú. La edad no tiene nada que ver.
Niall sintió como si le hubieran
quitado un peso de encima.
—No tiene mundo.
Gil se rió.
—Mejor todavía. Ven a tomar un café y un trozo de tarta y cuéntamelo
todo.
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