Capítulo 15
Demi se giró y vio al mismísimo Caleb
acercándose hacia ellos con su uniforme completo, con botas militares y boina.
Estaba muy guapo.
—Caleb —dijo Demi con afecto
acercándose a saludarlo—. ¿Cómo has sabido que estábamos aquí?
Él la abrazó suavemente.
—Tengo una prima que trabaja aquí.
Recordó que había ido a verte y que te apellidabas Lovato. ¿Cómo está tu madre?
—Acaba de salir de la operación. El
pronóstico es bueno. Niall averiguó que había un fondo que lo paga todo, ¿no es
increíble? ¡No sabía que hubiera programas así aquí!
Caleb sabía que no los había. Miró a Niall
y, a pesar de la expresión antipática que tenía, le sonrió. Fue lo
suficientemente rápido para darse cuenta de que Niall había intercedido de
manera muy generosa por la madre de Demi y que no quería que nadie lo supiera.
—Es muy amable por tu parte haber
hecho eso por ellas —aseguró diciéndole a Niall con los ojos cosas que Demi no
vio.
Niall se relajó un poco. Tal vez el
muchacho fuera competencia, pero tenía el corazón en su sitio. Demi le había
dicho que era un amigo, pero a Caleb debía de importarle mucho ella para haber
ido directo al hospital cuando se enteró de lo de su madre.
—Son buena gente —se limitó a decir.
—Sí, lo son —reconoció Caleb. Se giró
para mirar a Demi mientras Niall se quedaba enfurruñado.
—Gracias por venir a vernos —le dijo
ella.
—Ojalá pudiera quedarme —respondió
Caleb—, pero tengo que reincorporarme a mi misión. Voy camino al aeropuerto.
—Que tengas un buen vuelo de regreso
—le dijo Demi—. Y cuídate.
—Lo mismo digo. Y no te olvides de
enviarme esa fotografía.
—No lo olvidaré. Hasta pronto, Caleb.
—Hasta pronto —se inclinó para darle
un beso en la mejilla, sonrió a regañadientes a Niall y se marchó.
—¿Qué fotografía? —preguntó con
agresividad.
—No es para él —dijo Demi, encantada
de verlo celoso—. Es para que la vea su mejor amigo.
Niall no se quedó muy convencido. Pero
justo cuando iba a empezar a preguntarle, entró el cirujano en la sala de
espera con una sonrisa.
Le estrechó la mano a Niall y se giró
hacia Demi.
—Tu madre está muy bien. Ahora mismo
se está recuperando y luego la llevaremos a la sala de cuidados intensivos.
Sólo durante un par de días —añadió rápidamente cuando Demi palideció—. Es el
procedimiento normal. Queremos vigilarla día y noche hasta que se estabilice.
—¿Podemos entrar a verla Selene y yo?
—Preguntó Demi—. ¿Y Niall? —añadió señalando hacia el hombre que tenía al lado.
El cirujano vaciló.
—¿Has visto alguna vez a alguien que
acaba de salir de una operación, muchacha? —le preguntó con cariño.
—Bueno, sí, al tío abuelo Jack… aunque
sólo lo vi de reojo. ¿Por qué?
—Los pacientes recién operados están blancos
como la cera. Tienen tubos por todas partes y están conectados a máquinas.
Puede impresionar si no estás preparada para ella.
—Mamá vivirá gracias a usted —dijo Demi
sonriendo—. Seguro que estará guapísima. Las máquinas no me importan, la ayudan
a vivir, ¿verdad?
El cirujano también sonrió. Su
optimismo resultaba contagioso.
—De acuerdo. Os dejaré pasar cinco
minutos, no más —afirmó—. Os avisaré en cuanto la traslademos a la unidad de
cuidados intensivos.
—Gracias de todo corazón —dijo Demi.
—Es mi trabajo —respondió el cirujano.
—Debe de ser el trabajo más
gratificante del mundo —insistió ella—. Yo nunca le he salvado la vida a nadie,
pero debe de ser maravilloso.
Cuando el cirujano se hubo marchado, Niall
la miró muy serio.
—Yo salvé la vida de un hombre en una
ocasión.
—¿Ah, sí? ¿Cómo fue? —preguntó Demi.
—Le lancé un bate de béisbol y fallé.
—¡Oh, tonto! —Demi lo rodeó con sus
brazos y apoyó la cabeza en su pecho—. Eres maravilloso.
Él le acarició el oscuro cabello.
Selene sonreía por encima de la cabeza de su hermana con expresión feliz. A
pesar del dramatismo de la situación, aquél era uno de los mejores días de la
vida de Niall. Nunca se había sentido tan necesario.
A Demi se le permitió entrar en la
unidad de cuidados intensivos el tiempo necesario para ver a su madre y
quedarse un instante a su lado. Niall estaba a su lado. Demi se sentía algo
insegura a pesar de las esperanzas que le habían dado, y se agarró de la mano
de Niall como si tuviera miedo de caerse sin su apoyo.
Se quedó mirando la blanca e inmóvil
figura que había sobre la cama. Las máquinas soltaban pitidos. El respirador
automático emitía extraños sonidos mientras insuflaba aire en el inmóvil cuerpo
de su madre. Su pecho subía y bajaba muy despacio.
—Está viva —susurró Niall—. Se va a
poner bien y volverá a casa convertida en una persona diferente.
Demi lo miró con los ojos llenos de
lágrimas.
—Es sólo que… la quiero mucho.
Niall sonrió con ternura y la besó en
la frente.
—Ella también te quiere, cariño. Se va
a poner bien.
Demi exhaló un suspiro y trató de
controlar sus emociones. Se secó las lágrimas.
—Sí.
Se acercó más a la cama y se inclinó
sobre su madre. Recordó que cuando era niña había tenido un virus que la dejó
débil y casi deshidratada. Su madre había estado a su lado en la cama dándole
líquidos durante todo el día. Le ponía paños húmedos y le susurraba que la
quería mucho, que todo iba a salir bien.
—Todo va a salir bien, mamá —susurró
besándole la pálida frente—. Te queremos mucho y pronto volverás a casa.
La señora Lovato no respondió, pero
movió la mano casi imperceptiblemente. Niall apretó la mano de Demi.
—¿Has visto eso? —le preguntó con una
sonrisa—. Te ha oído.
—Claro que sí —respondió la joven.
Tres días más tarde, la señora Lovato
estaba incorporada en la cama comiendo gelatina. Estaba débil y dolorida, pero
sonreía.
—¿No te lo había dicho? —La reprendió Niall—.
Es demasiado fuerte como para que una cosita menor como una operación acabe con
ella.
La señora Lovato le sonrió.
—Has sido muy bueno con nosotras, Niall
—dijo. Su voz resultaba todavía algo ronca debido a la respiración artificial,
pero sonaba alegre—. Demi me ha hablado del palacio al que las has llevado a
Selene y a ella.
—No es ningún palacio —bromeó él—. No
es más que un lugar para dormir. Pero ser atento va con el cargo —aseguró
metiéndose las manos en los bolsillos—. Formo parte de la familia. Ella lo dijo
—concluyó señalando a Demi.
—Es verdad —reconoció ella.
Niall la miró de un modo que la hizo
sonrojarse. Entonces él disimuló su turbación soltando una risa nerviosa.
Durante las semanas que siguieron, Niall
dividió su tiempo entre los tratamientos de la señora Lovato en Billings y la
creciente responsabilidad del nuevo rancho, que ya estaba comenzando a tomar
forma. La cuadra ya estaba levantada, con sus relucientes pasillos de ladrillo
y los establos con puertas de metal. El corral tenía vallas blancas
entrelazadas con cables eléctricos ocultos. Los pastos se habían sembrado con
unas semillas antiguas de hierba con las que Niall estaba experimentando. El
precio del maíz estaba por las nubes debido a la subida de los carburantes. Los
rancheros buscaban nuevas formas de alimentar a sus ganados, así que utilizaban
semillas de praderas tradicionales junto con suplementos vitamínicos. Niall
había mandado construir un gigantesco silo de hormigón para guardar el grano
que recolectaran a finales de verano. Reformar por completo aquel lugar era un
trabajo monumental. Niall delegaba todo lo que podía, pero había decisiones que
debía tomarlas él.
Por otra parte, se puso en marcha el
juicio contra Bill Tarleton. Se llevaron a cabo las investigaciones previas por
parte tanto del fiscal del distrito como del abogado defensor de oficio. Demi
fue interrogada por ambas partes. Sus preguntas la hicieron sentirse inquieta y
nerviosa. El abogado defensor parecía creer que ella se le había insinuado al
señor Tarleton. Eso le dolió.
Se lo contó a Niall cuando pasó el
viernes por la noche después de cenar por su casa para ver cómo seguía la
señora Lovato. No había pasado por el almacén en toda la semana debido a sus
compromisos en el rancho.
—Me dejará como una fulana barata
delante del tribunal —protestó—. Eso dejará mal también a mi madre y a Selene.
—Decir la verdad no dejará mal a
nadie, querida —protestó la señora Lovato. Estaba sentada en el salón cosiendo.
Un gorro tejido le cubría la cabeza. El pelo había comenzado a caérsele por la
radioterapia, pero no había permitido que eso la hundiera. Tejió una docena de
gorros en diferentes colores y estilos.
—Deberías escuchar a tu madre —estuvo
de acuerdo Niall—. No dejes que se salga con la suya, Demi. No fue culpa tuya.
—El abogado hizo que pareciera que sí.
El ayudante del fiscal del distrito que me entrevistó me preguntó qué clase de
ropa llevaba a trabajar y le dije que pantalones vaqueros y camisa, y de las
largas. Él sonrió y me dijo que no habría importado ni aunque llevara biquini.
Dijo que el señor Tarleton no tenía por qué hacerme sentir incómoda en mi lugar
de trabajo, independientemente de la ropa que llevara.
—Me gusta ese ayudante del fiscal —aseguró
Niall—. Tiene mucha energía. Algún día terminará en el puesto de fiscal
general. Dicen que tiene el récord de condenas en los dos años que lleva en el
circuito judicial.
—Espero que haga sentir al señor
Tarleton tan incómodo como el abogado de oficio me hizo sentir a mí —aseguró Demi
dolida. Se frotó los brazos desnudos, como si pensar en el juicio le hiciera
sentir frío—. No sé si voy a ser capaz de sentarme delante de un jurado y
contar lo que ocurrió.
—Piensa que la mayoría de los miembros
del jurado será seguramente gente que conoces de toda la vida —la interrumpió
la señora Lovato.
—Esa es otra —suspiró Demi—. El
abogado defensor está intentando que el juicio se celebre en Billings, porque
dice que el señor Tarleton no podría tener un juicio justo aquí.
Niall frunció el ceño. Eso cambiaba
las cosas. Pero él testificaría, igual que Demi. Con suerte, Tarleton se llevaría
su merecido. Niall sabía a ciencia cierta que si él no hubiera intervenido, las
cosas habrían ido más lejos.
—El día que ese hombre llegó al
pueblo, fue un día aciago para Hollister —aseguró la señora Lovato—. Demi
llegaba a casa todos los días sintiéndose muy triste.
—Deberías haber llamado al dueño y
haberte quejado —intervino Niall.
Ella torció el gesto.
—No me atreví. El dueño no me conocía
mucho, y temía que creyera que me estaba inventando cuentos del señor Tarleton
porque quería quedarme con su puesto de trabajo.
—Ya está hecho, pero tú no eres así, Demi
—insistió Niall—. Él habría investigado y lo hubiera sabido.
Ella suspiró.
—Ahora ya esa agua pasada —replicó con
tristeza—. Sé que llevarlo ante los tribunales es lo correcto. Pero, ¿y si sale
libre y va a por mí, o a por mamá o Selene en busca de venganza? —preguntó
horrorizada.
—Si lo hace, será la peor decisión de
su vida, te lo prometo —aseguró Niall. Sus ojos azules brillaban peligrosamente—.
Y en cuanto a lo de salir sin cargos, si eso llegara a ocurrir por algún
milagro, presentarías una demanda civil contra él por daños y perjuicios y yo
te la financiaría.
—Supe que eras un buen hombre desde la
primera vez que te vi —aseguró la señora Lovato.
Demi le sonreía. Se sentía protegida y
segura. Se sonrojó cuando Niall se giró para mirarla con una expresión tan
intensa que le dio un vuelco al corazón.
—¿Por qué tiene que ser tan complicada
la vida? —preguntó transcurridos unos instantes.
Niall se encogió de hombros.
—Me supera, cielo —respondió
poniéndose de pie sin darse cuenta de que aquella palabra cariñosa había vuelto
a hacer sonrojar a Demi—. Pero así son las cosas. Tengo que volver al rancho —dijo
consultando el reloj—. Mañana me pasaré otra vez por aquí. Podemos ir a ver una
película si te apetece.
Demi sonrió.
—Me encantaría —miró a su madre y
vaciló.
—Tengo teléfono móvil —señaló la
señora Lovato—. Y Selene está aquí.
—Fuiste al cine con ese soldado y no
pusiste tantos inconvenientes —murmuró Niall.
La señora Lovato sonrió. Aquello eran
celos. Demi pareció darse también cuenta, porque se le iluminaron los ojos.
—No estoy poniendo inconvenientes —aseguró
ella—. Y me encanta ir al cine.
—De acuerdo —dijo entonces Niall—.
Estaré aquí sobre las seis. El restaurante chino que acaban de abrir tiene muy
buena comida. Podría traer algo y que cenáramos aquí antes de irnos.
Ellas vacilaron antes de aceptar.
Había hecho tanto ya por la familia…
—Es comida china, no joyas —dijo él—.
Gano un buen sueldo y no bebo, no fumo, no juego ni voy con mujeres de mala
reputación.
La señora Lovato y Demi sonrieron.
—De acuerdo —dijo la joven—. Pero
cuando me haga rica y famosa por mis habilidades como dependienta, te lo
devolveré todo.
Niall se rió.
—Trato hecho.
La comida china consistió en una gran
cantidad de platos, muchos de los cuales podían guardarse en la nevera y así
tendrían comida para las tres durante el fin de semana. Sabían que Niall lo
había hecho adrede, pero no volvieron a quejarse. Tenía un gran corazón y
quería ayudarlas.
Después de cenar, Niall ayudó a Demi a
subir a la cabina de su camioneta y después entró él. Todavía había algo de
luz, pero el sol comenzaba a ponerse formando un haz de brillantes colores. Era
como una sinfonía de rojos, naranjas y amarillos contra la silueta de las
montañas en la distancia.
—Esto es precioso —dijo Demi
observando el atardecer—. No me gustaría vivir en ningún otro lugar.
Niall la miró. Sentía nostalgia de
Medicine Ridge de vez en cuando, pero a él también le gustaba Hollister. Era un
lugar pequeño y acogedor con gente amable y rodeado de campo abierto. Se podía
conducir durante kilómetros y kilómetros sin cruzarse con otro coche o ver
siquiera una casa.
—¿Vamos a ir a las multisalas del
pueblo? —le preguntó a Niall.
Él sonrió como un niño.
—No —contestó—. He encontrado un
motocine al aire libre justo a las afueras del pueblo. El dueño lo reinauguró
hace apenas un mes. Dijo que era el cine al que él iba de pequeño y que ya era
hora de devolverlo a la vida. No sé si será capaz de mantenerlo abierto durante
mucho tiempo, pero pensé que podíamos echarle un vistazo.
—Guau —exclamó Demi—. He leído sobre
ellos en las novelas.
—Yo también, pero nunca he estado en
uno. Nuestro tío solía hablar de ellos. Este está en medio de un prado de
vacas. El ganado pasta por ahí.
Ella se rió encantada.
—Estás viendo una película con las
ventanillas abiertas y una vaca mete la cabeza en tu coche —dijo.
—No me sorprendería.
—Me gustan las vacas. No me
importaría.
—A mí tampoco. He estado toda mi vida
rodeado de ganado —aseguró Niall satisfecho—. Me gustan mucho los animales. En
el rancho vamos a tener también caballos. Puedes venir a montar cuando quieras
y llevarte a Selene.
—Tengo que enseñarle a montar —dijo Demi—.
Nunca ha subido a un caballo, y a mí también tendrás que darme algunas clases.
Hace mucho que no monto.
Niall la miró con cariño.
—Me encantaría.
El motocine estaba en un prado despejado
que había a un par de kilómetros de la autopista. Había una marquesina con el
nombre de la película que iban a poner. Era de ciencia ficción, sobre un
carguero espacial y su valiente tripulación que se enfrentaba a un malvado
imperio tecnológico. Siguieron por una polvorienta carretera rodeada de árboles
hasta llegar al prado. Había espacio para unos veinte coches, y ya había seis
frente a la gran pantalla en blanco. Un adolescente que se parecía mucho al
dueño del cine, al que Niall conocía, y que probablemente fuera su hijo, vendía
las entradas.
Niall detuvo la camioneta en un
espacio que había libre, apagó el motor y miró a su alrededor divertido.
—Lo único que falta es un puesto de
bebidas y pizzas y un cuarto de baño —murmuró—. Tal vez lo ponga si el motocine
tiene éxito.
—Se está bien así, sin todo eso —aseguró
ella mirando a su alrededor.
—Sí, es verdad.
Niall bajó las dos ventanillas y
estiró la mano hacia el altavoz que tenía al lado. Lo encendió y subió el
volumen justo cuando se iluminaba la pantalla con los mensajes de bienvenida.
—¡Esto es estupendo! —se rió Demi
encendiendo el altavoz de su lado.
—¿Verdad que sí?
Niall dejó el sombrero en la parte de
atrás de la camioneta, se desabrochó el cinturón de seguridad y luego hizo lo
mismo con el de Demi antes de pasarle el largo brazo por la espalda y apoyarle
la mejilla en el pelo.
—¿No estamos mejor así? —murmuró
sonriendo.
Ella le colocó una mano en la pechera
de la camisa mientras se acurrucaba en él con un suspiro.
—Mucho mejor.
La primera parte de la película fue
divertidísima. Pero no la vieron terminar. Niall había mirado el rostro feliz
de Demi bajo la parpadeante luz de la pantalla y el deseo creció en él como una
marea ardiente. Había pasado bastante tiempo desde que sintió la suave boca de Demi
bajo sus labios, y tenía hambre de ella. Desde que la conocía no había vuelto a
sentir el más mínimo interés por otras mujeres. Sólo estaba Demi.
Le agarró suavemente del pelo para
girarle la cara hacia la suya.
—¿Esto es todo lo que quieres, Demi? —le
preguntó con dulzura—. ¿Vivir en un pueblo pequeño y trabajar en un almacén de
piensos? ¿No echarás de menos saber lo que es ir a la universidad o trabajar en
una gran ciudad y conocer gente sofisticada? —le preguntó con solemnidad.
Los ojos de Demi buscaron los suyos.
—¿Y por qué iba a desear eso? —le
preguntó con genuino interés.
—Eres muy joven, y esto es lo único
que conoces.
—El señor Barten, que lleva el
concesionario de coches, nació en Hollister y nunca en toda su vida ha salido
del condado —le contó—. Está casado con la señorita Jane desde que él tenía
dieciocho años y ella dieciséis. Tienen cinco hijos.
Niall frunció el ceño.
—¿Qué intentas decirme?
—Te estoy contando cómo vive la gente
aquí —contestó Demi con sencillez—. No tenemos gustos extravagantes. Somos
gente de pueblo. Nos casamos. Tenemos hijos. Nos hacemos viejos viendo crecer a
nuestros nietos. Luego nos morimos. Nos entierran aquí. Tenemos un campo
precioso por el que podemos pasear y en el que pasta el ganado. Tenemos arroyos
claros y sin contaminar y cielos azules. Nos sentamos en el porche cuando
oscurece a escuchar el canto de los grillos en verano. Si alguien enferma, los
vecinos acuden en su ayuda. Si alguien muere, consuelan a los familiares. Aquí
en Hollister tenemos todo lo que necesitamos y queremos.
Demi inclinó la cabeza hacia un lado.
—¿Qué puede ofrecernos una ciudad en
comparación con todo eso? —añadió.
Niall se la quedó mirando sin hablar.
Nunca había visto las cosas de aquella manera. A él le encantaba Medicine Ridge,
pero había ido a la universidad en el Este y había viajado por todo el mundo.
Tenía opciones. Demi no. Por otro lado, las razones que había expuesto para
explicar por qué era feliz donde vivía resultaban muy maduras. En el ambiente
de Niall había gente que ni siquiera sabía quién era ni dónde estaba su lugar.
—¿En qué estás pensando? —le preguntó Demi.
—En que eres un alma madura dentro de
un cuerpo joven —respondió él.
Ella se rió.
—Eso me dice mi madre todo el rato.
—Y tiene razón. Así que eres feliz
viviendo aquí. ¿Y si obtuvieras una beca y pudieras ir a la universidad a
estudiar lo que quisieras?
—¿Y quién se ocuparía de mamá y de
Selene?
—La mayoría de las mujeres estarían
más interesadas en su carrera profesional que en estar atadas a responsabilidades
familiares.
—Ya me he dado cuenta —suspiró Demi—.
Una noche vi una entrevista en la televisión a una mujer de éxito. Se había
cambiado tres veces de ciudad en un solo año en busca de un trabajo que la
satisficiera. Estaba divorciada y tenía un hijo de ocho años. Yo me pregunté
qué le parecería a él haber estado en tres escuelas diferentes en un mismo año
para que ella pudiera sentirse satisfecha.
Niall frunció el ceño.
—Los niños se adaptan.
—Por supuesto que sí —replicó Demi—.
La mayoría se adapta a vivir sólo con uno de sus padres porque mucha gente se
divorcia, o se adaptan a formar de repente parte de la familia de otra persona.
Se adaptan a que sus padres trabajen sin parar y estén demasiado cansados para
jugar con ellos o para hablar cuando salen del colegio. Se les anima también a
participar en todo tipo de actividades extra escolares, y así tienen béisbol,
fútbol y teatro cuando no están estudiando.
Demi se acercó más a Niall.
—Entonces, ¿cuándo tienen los padres
tiempo de llegar a conocer a sus hijos? Hoy en día todo el mundo está muy
ocupado. He leído que hay niños que incluso tienen que mandarles mensajes de
texto a sus padres para quedar con ellos.
Niall suspiró.
—Supongo que a mi hermano y a mí nos
protegieron de todo eso. Nuestro tío nos mantuvo siempre cerca del rancho.
Practicábamos deporte y teníamos muchas tareas que hacer en el rancho. No
contábamos con teléfonos móviles ni coche. Siempre comíamos juntos y la mayoría
de las noches nos entreteníamos con algún juego de mesa o salíamos fuera con
los telescopios a observar las estrellas. Tampoco era un gran aficionado a las
actividades extraescolares. Decía que eran una mala influencia, porque en
nuestro colegio había niños de la ciudad que, según él, tenían una moralidad
escandalosa.
Demi se rió.
—Eso era lo que decía mamá de algunos
niños de mi clase —torció el gesto—. Supongo que he estado muy protegida. Tengo
teléfono móvil, pero no sé cómo mandar mensajes de texto.
—Yo te enseñaré —aseguró él con una
sonrisa—. Envío muchos.
—Seguro que tu teléfono hace muchas
cosas más aparte de llamar.
—Tiene Internet, películas, música,
deportes y correo electrónico.
—¡Vaya! El mío sólo sirve para llamar.
Niall se rió. Estaba completamente
fuera del mundo. Pero le encantaba que fuera así. Se le borró la sonrisa del
rostro al mirar sus dulces ojos.
—Supongo que el futuro no ofrece
garantías —dijo como para sí mismo mientras se inclinaba despacio—. Llevo aquí
cinco minutos sentado recordando lo dulces que resultan tus labios bajo mi
boca, Demi —susurró mientras la entreabría—. Te deseo como un muchacho.
Mientras hablaba, la colocó sobre su
regazo y la besó con pasión lenta y creciente. Le desabrochó los botones de la
blusa y deslizó una mano dentro de su sujetador con una maestría que la dejó
sin respiración.
Le acarició el duro pezón con
movimientos lentos y seductores mientras se alimentaba de su boca, hasta que la
hizo gemir y arquearse contra él.
Demi sentía que le ardía la piel. Se
moría porque Niall le quitara la blusa y todo lo que llevaba debajo. Quería
sentir sus labios. Era una locura. Podía escuchar el latido de su propio
corazón, sentir el deseo que iba creciendo en su cuerpo virgen. Nunca antes
había deseado a un hombre. Ahora lo deseaba a él con un abandono que
contradecía todos los razonamientos de protesta de su cuerpo. Niall alzó la
cabeza, frustrado, y miró a su alrededor en la oscuridad. La escena de la
pantalla no proyectaba mucha luz. Nadie podría verlos. Volvió a inclinar la
cabeza y subió el sujetador y la camisa de Demi hasta la barbilla. Sus ojos
dieron con sus senos y se estremeció de deseo al contemplarlos.
Ella se inclinó débilmente,
animándolo. Niall se metió muy despacio uno de sus pechos en la boca, tirando
suavemente de él mientras su lengua exploraba el duro pezón hasta arrancarle a Demi
un gemido.
Aquel sonido lo animó. Su boca se
volvió más brusca. El brazo que tenía detrás de Demi se volvió de acero.
Deslizó la mano libre por su vientre desnudo hasta la apertura de los
pantalones vaqueros. Estaba tan excitado que se le olvidó incluso donde
estaban.
Hasta que notó algo húmedo y áspero en
la cara.
Niall tardó un minuto en darse cuenta
de que no era, no podía ser, la boca de Demi. Estaba muy húmeda. Hizo un
esfuerzo por levantar la cabeza y abrió los ojos. La enorme cabeza de una vaca
se asomaba por la ventanilla abierta de la camioneta.
Lo estaba lamiendo.
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