miércoles, 15 de mayo de 2013

El Secreto De Niall-Capitulo 16


Capítulo 15
Demi se giró y vio al mismísimo Caleb acercándose hacia ellos con su uniforme completo, con botas militares y boina. Estaba muy guapo.
—Caleb —dijo Demi con afecto acercándose a saludarlo—. ¿Cómo has sabido que estábamos aquí?
Él la abrazó suavemente.
—Tengo una prima que trabaja aquí. Recordó que había ido a verte y que te apellidabas Lovato. ¿Cómo está tu madre?
—Acaba de salir de la operación. El pronóstico es bueno. Niall averiguó que había un fondo que lo paga todo, ¿no es increíble? ¡No sabía que hubiera programas así aquí!
Caleb sabía que no los había. Miró a Niall y, a pesar de la expresión antipática que tenía, le sonrió. Fue lo suficientemente rápido para darse cuenta de que Niall había intercedido de manera muy generosa por la madre de Demi y que no quería que nadie lo supiera.
—Es muy amable por tu parte haber hecho eso por ellas —aseguró diciéndole a Niall con los ojos cosas que Demi no vio.
Niall se relajó un poco. Tal vez el muchacho fuera competencia, pero tenía el corazón en su sitio. Demi le había dicho que era un amigo, pero a Caleb debía de importarle mucho ella para haber ido directo al hospital cuando se enteró de lo de su madre.
—Son buena gente —se limitó a decir.
—Sí, lo son —reconoció Caleb. Se giró para mirar a Demi mientras Niall se quedaba enfurruñado.
—Gracias por venir a vernos —le dijo ella.
—Ojalá pudiera quedarme —respondió Caleb—, pero tengo que reincorporarme a mi misión. Voy camino al aeropuerto.
—Que tengas un buen vuelo de regreso —le dijo Demi—. Y cuídate.
—Lo mismo digo. Y no te olvides de enviarme esa fotografía.
—No lo olvidaré. Hasta pronto, Caleb.
—Hasta pronto —se inclinó para darle un beso en la mejilla, sonrió a regañadientes a Niall y se marchó.
—¿Qué fotografía? —preguntó con agresividad.
—No es para él —dijo Demi, encantada de verlo celoso—. Es para que la vea su mejor amigo.
Niall no se quedó muy convencido. Pero justo cuando iba a empezar a preguntarle, entró el cirujano en la sala de espera con una sonrisa.
Le estrechó la mano a Niall y se giró hacia Demi.
—Tu madre está muy bien. Ahora mismo se está recuperando y luego la llevaremos a la sala de cuidados intensivos. Sólo durante un par de días —añadió rápidamente cuando Demi palideció—. Es el procedimiento normal. Queremos vigilarla día y noche hasta que se estabilice.
—¿Podemos entrar a verla Selene y yo? —Preguntó Demi—. ¿Y Niall? —añadió señalando hacia el hombre que tenía al lado.
El cirujano vaciló.
—¿Has visto alguna vez a alguien que acaba de salir de una operación, muchacha? —le preguntó con cariño.
—Bueno, sí, al tío abuelo Jack… aunque sólo lo vi de reojo. ¿Por qué?
—Los pacientes recién operados están blancos como la cera. Tienen tubos por todas partes y están conectados a máquinas. Puede impresionar si no estás preparada para ella.
—Mamá vivirá gracias a usted —dijo Demi sonriendo—. Seguro que estará guapísima. Las máquinas no me importan, la ayudan a vivir, ¿verdad?
El cirujano también sonrió. Su optimismo resultaba contagioso.
—De acuerdo. Os dejaré pasar cinco minutos, no más —afirmó—. Os avisaré en cuanto la traslademos a la unidad de cuidados intensivos.
—Gracias de todo corazón —dijo Demi.
—Es mi trabajo —respondió el cirujano.
—Debe de ser el trabajo más gratificante del mundo —insistió ella—. Yo nunca le he salvado la vida a nadie, pero debe de ser maravilloso.
Cuando el cirujano se hubo marchado, Niall la miró muy serio.
—Yo salvé la vida de un hombre en una ocasión.
—¿Ah, sí? ¿Cómo fue? —preguntó Demi.
—Le lancé un bate de béisbol y fallé.
—¡Oh, tonto! —Demi lo rodeó con sus brazos y apoyó la cabeza en su pecho—. Eres maravilloso.
Él le acarició el oscuro cabello. Selene sonreía por encima de la cabeza de su hermana con expresión feliz. A pesar del dramatismo de la situación, aquél era uno de los mejores días de la vida de Niall. Nunca se había sentido tan necesario.
A Demi se le permitió entrar en la unidad de cuidados intensivos el tiempo necesario para ver a su madre y quedarse un instante a su lado. Niall estaba a su lado. Demi se sentía algo insegura a pesar de las esperanzas que le habían dado, y se agarró de la mano de Niall como si tuviera miedo de caerse sin su apoyo.
Se quedó mirando la blanca e inmóvil figura que había sobre la cama. Las máquinas soltaban pitidos. El respirador automático emitía extraños sonidos mientras insuflaba aire en el inmóvil cuerpo de su madre. Su pecho subía y bajaba muy despacio.
—Está viva —susurró Niall—. Se va a poner bien y volverá a casa convertida en una persona diferente.
Demi lo miró con los ojos llenos de lágrimas.
—Es sólo que… la quiero mucho.
Niall sonrió con ternura y la besó en la frente.
—Ella también te quiere, cariño. Se va a poner bien.
Demi exhaló un suspiro y trató de controlar sus emociones. Se secó las lágrimas.
—Sí.
Se acercó más a la cama y se inclinó sobre su madre. Recordó que cuando era niña había tenido un virus que la dejó débil y casi deshidratada. Su madre había estado a su lado en la cama dándole líquidos durante todo el día. Le ponía paños húmedos y le susurraba que la quería mucho, que todo iba a salir bien.
—Todo va a salir bien, mamá —susurró besándole la pálida frente—. Te queremos mucho y pronto volverás a casa.
La señora Lovato no respondió, pero movió la mano casi imperceptiblemente. Niall apretó la mano de Demi.
—¿Has visto eso? —le preguntó con una sonrisa—. Te ha oído.
—Claro que sí —respondió la joven.

Tres días más tarde, la señora Lovato estaba incorporada en la cama comiendo gelatina. Estaba débil y dolorida, pero sonreía.
—¿No te lo había dicho? —La reprendió Niall—. Es demasiado fuerte como para que una cosita menor como una operación acabe con ella.
La señora Lovato le sonrió.
—Has sido muy bueno con nosotras, Niall —dijo. Su voz resultaba todavía algo ronca debido a la respiración artificial, pero sonaba alegre—. Demi me ha hablado del palacio al que las has llevado a Selene y a ella.
—No es ningún palacio —bromeó él—. No es más que un lugar para dormir. Pero ser atento va con el cargo —aseguró metiéndose las manos en los bolsillos—. Formo parte de la familia. Ella lo dijo —concluyó señalando a Demi.
—Es verdad —reconoció ella.
Niall la miró de un modo que la hizo sonrojarse. Entonces él disimuló su turbación soltando una risa nerviosa.

Durante las semanas que siguieron, Niall dividió su tiempo entre los tratamientos de la señora Lovato en Billings y la creciente responsabilidad del nuevo rancho, que ya estaba comenzando a tomar forma. La cuadra ya estaba levantada, con sus relucientes pasillos de ladrillo y los establos con puertas de metal. El corral tenía vallas blancas entrelazadas con cables eléctricos ocultos. Los pastos se habían sembrado con unas semillas antiguas de hierba con las que Niall estaba experimentando. El precio del maíz estaba por las nubes debido a la subida de los carburantes. Los rancheros buscaban nuevas formas de alimentar a sus ganados, así que utilizaban semillas de praderas tradicionales junto con suplementos vitamínicos. Niall había mandado construir un gigantesco silo de hormigón para guardar el grano que recolectaran a finales de verano. Reformar por completo aquel lugar era un trabajo monumental. Niall delegaba todo lo que podía, pero había decisiones que debía tomarlas él.
Por otra parte, se puso en marcha el juicio contra Bill Tarleton. Se llevaron a cabo las investigaciones previas por parte tanto del fiscal del distrito como del abogado defensor de oficio. Demi fue interrogada por ambas partes. Sus preguntas la hicieron sentirse inquieta y nerviosa. El abogado defensor parecía creer que ella se le había insinuado al señor Tarleton. Eso le dolió.
Se lo contó a Niall cuando pasó el viernes por la noche después de cenar por su casa para ver cómo seguía la señora Lovato. No había pasado por el almacén en toda la semana debido a sus compromisos en el rancho.
—Me dejará como una fulana barata delante del tribunal —protestó—. Eso dejará mal también a mi madre y a Selene.
—Decir la verdad no dejará mal a nadie, querida —protestó la señora Lovato. Estaba sentada en el salón cosiendo. Un gorro tejido le cubría la cabeza. El pelo había comenzado a caérsele por la radioterapia, pero no había permitido que eso la hundiera. Tejió una docena de gorros en diferentes colores y estilos.
—Deberías escuchar a tu madre —estuvo de acuerdo Niall—. No dejes que se salga con la suya, Demi. No fue culpa tuya.
—El abogado hizo que pareciera que sí. El ayudante del fiscal del distrito que me entrevistó me preguntó qué clase de ropa llevaba a trabajar y le dije que pantalones vaqueros y camisa, y de las largas. Él sonrió y me dijo que no habría importado ni aunque llevara biquini. Dijo que el señor Tarleton no tenía por qué hacerme sentir incómoda en mi lugar de trabajo, independientemente de la ropa que llevara.
—Me gusta ese ayudante del fiscal —aseguró Niall—. Tiene mucha energía. Algún día terminará en el puesto de fiscal general. Dicen que tiene el récord de condenas en los dos años que lleva en el circuito judicial.
—Espero que haga sentir al señor Tarleton tan incómodo como el abogado de oficio me hizo sentir a mí —aseguró Demi dolida. Se frotó los brazos desnudos, como si pensar en el juicio le hiciera sentir frío—. No sé si voy a ser capaz de sentarme delante de un jurado y contar lo que ocurrió.
—Piensa que la mayoría de los miembros del jurado será seguramente gente que conoces de toda la vida —la interrumpió la señora Lovato.
—Esa es otra —suspiró Demi—. El abogado defensor está intentando que el juicio se celebre en Billings, porque dice que el señor Tarleton no podría tener un juicio justo aquí.
Niall frunció el ceño. Eso cambiaba las cosas. Pero él testificaría, igual que Demi. Con suerte, Tarleton se llevaría su merecido. Niall sabía a ciencia cierta que si él no hubiera intervenido, las cosas habrían ido más lejos.
—El día que ese hombre llegó al pueblo, fue un día aciago para Hollister —aseguró la señora Lovato—. Demi llegaba a casa todos los días sintiéndose muy triste.
—Deberías haber llamado al dueño y haberte quejado —intervino Niall.
Ella torció el gesto.
—No me atreví. El dueño no me conocía mucho, y temía que creyera que me estaba inventando cuentos del señor Tarleton porque quería quedarme con su puesto de trabajo.
—Ya está hecho, pero tú no eres así, Demi —insistió Niall—. Él habría investigado y lo hubiera sabido.
Ella suspiró.
—Ahora ya esa agua pasada —replicó con tristeza—. Sé que llevarlo ante los tribunales es lo correcto. Pero, ¿y si sale libre y va a por mí, o a por mamá o Selene en busca de venganza? —preguntó horrorizada.
—Si lo hace, será la peor decisión de su vida, te lo prometo —aseguró Niall. Sus ojos azules brillaban peligrosamente—. Y en cuanto a lo de salir sin cargos, si eso llegara a ocurrir por algún milagro, presentarías una demanda civil contra él por daños y perjuicios y yo te la financiaría.
—Supe que eras un buen hombre desde la primera vez que te vi —aseguró la señora Lovato.
Demi le sonreía. Se sentía protegida y segura. Se sonrojó cuando Niall se giró para mirarla con una expresión tan intensa que le dio un vuelco al corazón.
—¿Por qué tiene que ser tan complicada la vida? —preguntó transcurridos unos instantes.
Niall se encogió de hombros.
—Me supera, cielo —respondió poniéndose de pie sin darse cuenta de que aquella palabra cariñosa había vuelto a hacer sonrojar a Demi—. Pero así son las cosas. Tengo que volver al rancho —dijo consultando el reloj—. Mañana me pasaré otra vez por aquí. Podemos ir a ver una película si te apetece.
Demi sonrió.
—Me encantaría —miró a su madre y vaciló.
—Tengo teléfono móvil —señaló la señora Lovato—. Y Selene está aquí.
—Fuiste al cine con ese soldado y no pusiste tantos inconvenientes —murmuró Niall.
La señora Lovato sonrió. Aquello eran celos. Demi pareció darse también cuenta, porque se le iluminaron los ojos.
—No estoy poniendo inconvenientes —aseguró ella—. Y me encanta ir al cine.
—De acuerdo —dijo entonces Niall—. Estaré aquí sobre las seis. El restaurante chino que acaban de abrir tiene muy buena comida. Podría traer algo y que cenáramos aquí antes de irnos.
Ellas vacilaron antes de aceptar. Había hecho tanto ya por la familia…
—Es comida china, no joyas —dijo él—. Gano un buen sueldo y no bebo, no fumo, no juego ni voy con mujeres de mala reputación.
La señora Lovato y Demi sonrieron.
—De acuerdo —dijo la joven—. Pero cuando me haga rica y famosa por mis habilidades como dependienta, te lo devolveré todo.
Niall se rió.
—Trato hecho.

La comida china consistió en una gran cantidad de platos, muchos de los cuales podían guardarse en la nevera y así tendrían comida para las tres durante el fin de semana. Sabían que Niall lo había hecho adrede, pero no volvieron a quejarse. Tenía un gran corazón y quería ayudarlas.
Después de cenar, Niall ayudó a Demi a subir a la cabina de su camioneta y después entró él. Todavía había algo de luz, pero el sol comenzaba a ponerse formando un haz de brillantes colores. Era como una sinfonía de rojos, naranjas y amarillos contra la silueta de las montañas en la distancia.
—Esto es precioso —dijo Demi observando el atardecer—. No me gustaría vivir en ningún otro lugar.
Niall la miró. Sentía nostalgia de Medicine Ridge de vez en cuando, pero a él también le gustaba Hollister. Era un lugar pequeño y acogedor con gente amable y rodeado de campo abierto. Se podía conducir durante kilómetros y kilómetros sin cruzarse con otro coche o ver siquiera una casa.
—¿Vamos a ir a las multisalas del pueblo? —le preguntó a Niall.
Él sonrió como un niño.
—No —contestó—. He encontrado un motocine al aire libre justo a las afueras del pueblo. El dueño lo reinauguró hace apenas un mes. Dijo que era el cine al que él iba de pequeño y que ya era hora de devolverlo a la vida. No sé si será capaz de mantenerlo abierto durante mucho tiempo, pero pensé que podíamos echarle un vistazo.
—Guau —exclamó Demi—. He leído sobre ellos en las novelas.
—Yo también, pero nunca he estado en uno. Nuestro tío solía hablar de ellos. Este está en medio de un prado de vacas. El ganado pasta por ahí.
Ella se rió encantada.
—Estás viendo una película con las ventanillas abiertas y una vaca mete la cabeza en tu coche —dijo.
—No me sorprendería.
—Me gustan las vacas. No me importaría.
—A mí tampoco. He estado toda mi vida rodeado de ganado —aseguró Niall satisfecho—. Me gustan mucho los animales. En el rancho vamos a tener también caballos. Puedes venir a montar cuando quieras y llevarte a Selene.
—Tengo que enseñarle a montar —dijo Demi—. Nunca ha subido a un caballo, y a mí también tendrás que darme algunas clases. Hace mucho que no monto.
Niall la miró con cariño.
—Me encantaría.
El motocine estaba en un prado despejado que había a un par de kilómetros de la autopista. Había una marquesina con el nombre de la película que iban a poner. Era de ciencia ficción, sobre un carguero espacial y su valiente tripulación que se enfrentaba a un malvado imperio tecnológico. Siguieron por una polvorienta carretera rodeada de árboles hasta llegar al prado. Había espacio para unos veinte coches, y ya había seis frente a la gran pantalla en blanco. Un adolescente que se parecía mucho al dueño del cine, al que Niall conocía, y que probablemente fuera su hijo, vendía las entradas.
Niall detuvo la camioneta en un espacio que había libre, apagó el motor y miró a su alrededor divertido.
—Lo único que falta es un puesto de bebidas y pizzas y un cuarto de baño —murmuró—. Tal vez lo ponga si el motocine tiene éxito.
—Se está bien así, sin todo eso —aseguró ella mirando a su alrededor.
—Sí, es verdad.
Niall bajó las dos ventanillas y estiró la mano hacia el altavoz que tenía al lado. Lo encendió y subió el volumen justo cuando se iluminaba la pantalla con los mensajes de bienvenida.
—¡Esto es estupendo! —se rió Demi encendiendo el altavoz de su lado.
—¿Verdad que sí?
Niall dejó el sombrero en la parte de atrás de la camioneta, se desabrochó el cinturón de seguridad y luego hizo lo mismo con el de Demi antes de pasarle el largo brazo por la espalda y apoyarle la mejilla en el pelo.
—¿No estamos mejor así? —murmuró sonriendo.
Ella le colocó una mano en la pechera de la camisa mientras se acurrucaba en él con un suspiro.
—Mucho mejor.
La primera parte de la película fue divertidísima. Pero no la vieron terminar. Niall había mirado el rostro feliz de Demi bajo la parpadeante luz de la pantalla y el deseo creció en él como una marea ardiente. Había pasado bastante tiempo desde que sintió la suave boca de Demi bajo sus labios, y tenía hambre de ella. Desde que la conocía no había vuelto a sentir el más mínimo interés por otras mujeres. Sólo estaba Demi.
Le agarró suavemente del pelo para girarle la cara hacia la suya.
—¿Esto es todo lo que quieres, Demi? —le preguntó con dulzura—. ¿Vivir en un pueblo pequeño y trabajar en un almacén de piensos? ¿No echarás de menos saber lo que es ir a la universidad o trabajar en una gran ciudad y conocer gente sofisticada? —le preguntó con solemnidad.
Los ojos de Demi buscaron los suyos.
—¿Y por qué iba a desear eso? —le preguntó con genuino interés.
—Eres muy joven, y esto es lo único que conoces.
—El señor Barten, que lleva el concesionario de coches, nació en Hollister y nunca en toda su vida ha salido del condado —le contó—. Está casado con la señorita Jane desde que él tenía dieciocho años y ella dieciséis. Tienen cinco hijos.
Niall frunció el ceño.
—¿Qué intentas decirme?
—Te estoy contando cómo vive la gente aquí —contestó Demi con sencillez—. No tenemos gustos extravagantes. Somos gente de pueblo. Nos casamos. Tenemos hijos. Nos hacemos viejos viendo crecer a nuestros nietos. Luego nos morimos. Nos entierran aquí. Tenemos un campo precioso por el que podemos pasear y en el que pasta el ganado. Tenemos arroyos claros y sin contaminar y cielos azules. Nos sentamos en el porche cuando oscurece a escuchar el canto de los grillos en verano. Si alguien enferma, los vecinos acuden en su ayuda. Si alguien muere, consuelan a los familiares. Aquí en Hollister tenemos todo lo que necesitamos y queremos.
Demi inclinó la cabeza hacia un lado.
—¿Qué puede ofrecernos una ciudad en comparación con todo eso? —añadió.
Niall se la quedó mirando sin hablar. Nunca había visto las cosas de aquella manera. A él le encantaba Medicine Ridge, pero había ido a la universidad en el Este y había viajado por todo el mundo. Tenía opciones. Demi no. Por otro lado, las razones que había expuesto para explicar por qué era feliz donde vivía resultaban muy maduras. En el ambiente de Niall había gente que ni siquiera sabía quién era ni dónde estaba su lugar.
—¿En qué estás pensando? —le preguntó Demi.
—En que eres un alma madura dentro de un cuerpo joven —respondió él.
Ella se rió.
—Eso me dice mi madre todo el rato.
—Y tiene razón. Así que eres feliz viviendo aquí. ¿Y si obtuvieras una beca y pudieras ir a la universidad a estudiar lo que quisieras?
—¿Y quién se ocuparía de mamá y de Selene?
—La mayoría de las mujeres estarían más interesadas en su carrera profesional que en estar atadas a responsabilidades familiares.
—Ya me he dado cuenta —suspiró Demi—. Una noche vi una entrevista en la televisión a una mujer de éxito. Se había cambiado tres veces de ciudad en un solo año en busca de un trabajo que la satisficiera. Estaba divorciada y tenía un hijo de ocho años. Yo me pregunté qué le parecería a él haber estado en tres escuelas diferentes en un mismo año para que ella pudiera sentirse satisfecha.
Niall frunció el ceño.
—Los niños se adaptan.
—Por supuesto que sí —replicó Demi—. La mayoría se adapta a vivir sólo con uno de sus padres porque mucha gente se divorcia, o se adaptan a formar de repente parte de la familia de otra persona. Se adaptan a que sus padres trabajen sin parar y estén demasiado cansados para jugar con ellos o para hablar cuando salen del colegio. Se les anima también a participar en todo tipo de actividades extra escolares, y así tienen béisbol, fútbol y teatro cuando no están estudiando.
Demi se acercó más a Niall.
—Entonces, ¿cuándo tienen los padres tiempo de llegar a conocer a sus hijos? Hoy en día todo el mundo está muy ocupado. He leído que hay niños que incluso tienen que mandarles mensajes de texto a sus padres para quedar con ellos.
Niall suspiró.
—Supongo que a mi hermano y a mí nos protegieron de todo eso. Nuestro tío nos mantuvo siempre cerca del rancho. Practicábamos deporte y teníamos muchas tareas que hacer en el rancho. No contábamos con teléfonos móviles ni coche. Siempre comíamos juntos y la mayoría de las noches nos entreteníamos con algún juego de mesa o salíamos fuera con los telescopios a observar las estrellas. Tampoco era un gran aficionado a las actividades extraescolares. Decía que eran una mala influencia, porque en nuestro colegio había niños de la ciudad que, según él, tenían una moralidad escandalosa.
Demi se rió.
—Eso era lo que decía mamá de algunos niños de mi clase —torció el gesto—. Supongo que he estado muy protegida. Tengo teléfono móvil, pero no sé cómo mandar mensajes de texto.
—Yo te enseñaré —aseguró él con una sonrisa—. Envío muchos.
—Seguro que tu teléfono hace muchas cosas más aparte de llamar.
—Tiene Internet, películas, música, deportes y correo electrónico.
—¡Vaya! El mío sólo sirve para llamar.
Niall se rió. Estaba completamente fuera del mundo. Pero le encantaba que fuera así. Se le borró la sonrisa del rostro al mirar sus dulces ojos.
—Supongo que el futuro no ofrece garantías —dijo como para sí mismo mientras se inclinaba despacio—. Llevo aquí cinco minutos sentado recordando lo dulces que resultan tus labios bajo mi boca, Demi —susurró mientras la entreabría—. Te deseo como un muchacho.
Mientras hablaba, la colocó sobre su regazo y la besó con pasión lenta y creciente. Le desabrochó los botones de la blusa y deslizó una mano dentro de su sujetador con una maestría que la dejó sin respiración.
Le acarició el duro pezón con movimientos lentos y seductores mientras se alimentaba de su boca, hasta que la hizo gemir y arquearse contra él.
Demi sentía que le ardía la piel. Se moría porque Niall le quitara la blusa y todo lo que llevaba debajo. Quería sentir sus labios. Era una locura. Podía escuchar el latido de su propio corazón, sentir el deseo que iba creciendo en su cuerpo virgen. Nunca antes había deseado a un hombre. Ahora lo deseaba a él con un abandono que contradecía todos los razonamientos de protesta de su cuerpo. Niall alzó la cabeza, frustrado, y miró a su alrededor en la oscuridad. La escena de la pantalla no proyectaba mucha luz. Nadie podría verlos. Volvió a inclinar la cabeza y subió el sujetador y la camisa de Demi hasta la barbilla. Sus ojos dieron con sus senos y se estremeció de deseo al contemplarlos.
Ella se inclinó débilmente, animándolo. Niall se metió muy despacio uno de sus pechos en la boca, tirando suavemente de él mientras su lengua exploraba el duro pezón hasta arrancarle a Demi un gemido.
Aquel sonido lo animó. Su boca se volvió más brusca. El brazo que tenía detrás de Demi se volvió de acero. Deslizó la mano libre por su vientre desnudo hasta la apertura de los pantalones vaqueros. Estaba tan excitado que se le olvidó incluso donde estaban.
Hasta que notó algo húmedo y áspero en la cara.
Niall tardó un minuto en darse cuenta de que no era, no podía ser, la boca de Demi. Estaba muy húmeda. Hizo un esfuerzo por levantar la cabeza y abrió los ojos. La enorme cabeza de una vaca se asomaba por la ventanilla abierta de la camioneta.
Lo estaba lamiendo.

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