Por sorprendente
que pareciera, Cash Grier decidió acompañar a Niall a Nueva York. Demi y Maude
se despidieron de Niall en el porche delantero. El embarazo estaba muy
avanzado, y Demi había decidido no ir al estreno. Tampoco quería que Niall se
fuera sin ella, pero había agotado todas las excusas para retenerlo. Todavía no
había oído ninguna declaración de amor de sus labios, y seguía temiendo que
estuviera con ella por el bebé. ¿Y si al viajar a Nueva York descubría que a
quien amaba realmente era a Tippy?
—Volveré pasado
mañana —susurró Niall, y se inclinó para besarla con ternura—. No tengas el
bebé hasta que no haya vuelto —añadió con humor tierno.
—Haré lo que pueda.
No vuelvas a... enredarte con Tippy —barbotó, y se sonrojó.
Niall frunció el
ceño. ¿Acaso Demi aún no sabía lo que sentía por ella?
—Vas a perder el
avión —dijo Maude en tono preocupado—. No corras.
—Sí, mamá —bromeó Niall.
Dio a Demi un último beso y subió a su camioneta. Arrancó y salió disparado.
—Nunca me escucha
—masculló Maude.
—No correrá —la
consoló Demi, y sonrió—. Ven. Vamos a tomar un poco de leche caliente y a hablar
de los partos.
—Está bien, cariño
—dijo Maude—. Si no hay más remedio...
El estreno fue una
función de gala. Tippy Móore hizo honor a su celebridad y apareció
resplandeciente, luciendo un vestido de terciopelo negro y un collar y
pendientes de diamantes. Entró en el teatro del brazo del actor principal.
Ranee Wayne, con el director, Joel, y la esposa de este.
Cash y Niall tenían
asientos cerca de la primera fila, y vieron la película con sincero interés.
Las risas reverberaban en los asientos con las réplicas irónicas de Tippy y del
vaquero, quienes acabaron abrazándose apasionadamente en un charco de barro al
descubrir que sus dos mundos podían fundirse.
El público ovacionó
al director y a los actores. Tippy tenía lágrimas en los ojos. Su futuro
profesional en el celuloide estaba casi asegurado.
Se reunió con Niall
y con Cash cuando salían del teatro, abrazó a Niall con afecto, pero se mostró
reticente y nerviosa con Cash.
—Has estado
sensacional —le dijo Niall con una sonrisa—. Va a ser un bombazo.
—¿Tú
crees?—preguntó en tono esperanzado.
—¿Está aquí tu
hermano? —preguntó Cash de improviso
—¿Mi hermano?
Pues... sí —balbució Tippy. Se dio la vuelta y le hizo una seña a un muchacho
de aspecto agradable y pelo moreno. Iba trajeado. Llevaba un corte de pelo muy
convencional y parecía el típico alumno de una escuela militar hasta que, de
cerca, se apreciaba la viveza de sus ojos verdes oscuros.
—Has estado muy
bien, hermanita —dijo, y le dio un golpe de cadera juguetón—. ¡No has
tartamudeado en ninguna frase!
—Cuidado con lo que
dices, amiguito —lo regañó, y rio con ganas mientras lo abrazaba—. Rory, te
presentoa
Niall Horan. Es un ranger de Texas amigo
mío. Él y su mujer van a tener su primer hijo dentro de muy poco — añadió, para
asegurarse de que Rory comprendía la naturaleza de la relación.
—Encantado de
conocerlo —dijo Rory, y estrechó la mano de Niall—. He leído mucho sobre los
Rangers de Texas desde que Tippy me habló de usted —añadió con entusiasmo—.
¡Hasta hay varias páginas Web de los Rangers en Internet!
—Sí, son muy
instructivas —rio Niall—. Yo también me alegro de conocerte.
—Y este es... Cash
Grier —dijo Tippy, indicando a Cash con la cabeza—. Es subjefe de la policía de
Jacobsville, Texas, donde se rodó la película.
Rory se quedó
mirando al hombre de la coleta un largo momento. Parecía abrumado.
—Tippy me ha
hablado mucho de usted. Eh... Men- cioné su nombre a nuestro comandante en
jefe. Lo conoce. Dice que estuvieron juntos en Iraq —contuvo el aliento—. Dice
que usted es el hombre más valiente que conoce, que lo atraparon y
torturaron...
—¡Rory! —exclamó
Tippy, horrorizada. El rostro de Cash se había endurecido. Sus ojos brillaban
como diamantes negros.
—Lo siento —dijo
Rory. Se acercó, otra vez inquieto—, Se ha convertido en una especie de héroe
para mí. Estoy metiendo la pata porque no mido las palabras. Creo que es un
hombre estupendo, señor. Un soldado de verdad.
Cash inspiró con
brusquedad y bajó la mirada. No le gustaba recordar su cumplimiento del deber
en Oriente Medio, ni lo que había hecho o le habían hecho allí. El chico estaba
caminando sobre huesos rotos y ni siquiera se daba cuenta.
—Rory, ¿por qué no
vas al restaurante con Joel y con su esposa? Yo iré enseguida —se apresuró a
decir Tippy, tratando de aliviar la tensión.
—Sí —dijo Rory,
dolido y avergonzado. Pero justo cuando se daba la vuelta, una mano grande y
fuerte se posó sobre su hombro y lo retuvo.
—La sinceridad es
una virtud poco valorada —le dijo Cash al chico—. Dices lo que piensas. Yo
tampoco me ando por las ramas. No me gusta recordar la Tormenta del Desierto
—añadió en voz baja—. Sobreviví. Los siete hombres que me acompañaban, no. Y
también eran buenos soldados.
Rory inspiró con
brusquedad.
—Me alegro de que
no se haya enfadado, señor.
—Cash —lo corrigió,
y logró sonreír para el chico—. Y yo me alegro de que hayamos hablado.
—¡Y yo! —sonrió
Rory, nuevamente un muchacho, y se sonrojó un poco antes de lanzar una mirada a
Niall y a su hermana y echar a andar hacia Joel Harper.
—A veces es un poco
bocazas —murmuró Tippy, preocupada por la mirada que había visto en Cash—.
Espero que no te haya ofendido.
Cash se encogió de
hombros.
—Todo el mundo me
ofende, por norma, pero me gustan los niños con agallas. Será un buen soldado —
añadió en voz baja. Tippy forzó una sonrisa.
—Gracias.
Cash elevó la
barbilla y la expresión de su mirada cambió de improviso.
—De modo que le has
hablado de mí, ¿eh
Tippy se puso
encamada. Era una reacción tan insólita en una modelo internacional y estrella
de cine naciente que Niall enarcó las cejas. A Cash empezaban a centellearle
los ojos. Hasta rio.
Tippy emitió un
gemido de impaciencia y volvió la cabeza hacia la acera.
—Hay una fiesta
organizada para el equipo en un restaurante cercano, pero podéis quedaros y
venir a casa con nosotros, si queréis —añadió, habiéndole deliberadamente a Niall.
—Bueno... —empezó a
decir, al mismo tiempo que el móvil de Grier comenzaba a vibrar
incontroladamente en su bolsillo. Este frunció el ceño, se lo sacó y lo abrió.
Parecía costarle
trabajo oír a su interlocutor. Se dio la vuelta y se tapó el oído que no tenía
pegado al aparato.
—Está bien, cálmate
—dijo con suavidad—. Ahora, cuéntame lo que ha pasado.
Cash asintió, miró
a Niall, hizo una mueca y dijo algo en un murmullo.
—Es Maude
—anunció—. Ha estado intentando localizarte en tu móvil pero debes de haberte
quedado sin batería. Por eso me ha llamado a mí. Demi se ha caído. La han
llevado al hospital...
Estaba hablando
solo; Niall ya estaba en la acera, llamando a un taxi. Cash miró a Tippy.
—Lo siento, tenemos
que irnos —dijo en tono de disculpa—. ¿Puedo venir a visitarte en otro momento?
—añadió para sorpresa de Tippy.
Se le iluminó el
rostro.
—¡Sí! Cuando
quieras —barbotó. Cash sonrió sinceramente.
—Entonces, hasta
pronto. Despídete de Rory de mi parte.
Tippy asintió. Cash
se reunió con Niall, a quien veía gesticular con impaciencia, y subió al taxi
pocos segundos antes de que el vehículo saliera disparado. Niall estaba
demasiado preocupado para despedirse de Tippy con la mano. No le llegaba la
camisa al cuerpo; estaba aterrado. Demi había sufrido un accidente.
—¿Y el bebé?
—preguntó.
—Maude no sabía
nada todavía —le dijo Cash, que también estaba preocupado—. Iremos directamente
al hospital. Oye, los bebés están envueltos por el líquido amniótico —añadió
con suavidad—. No es fácil que se hagan daño.
—¿Y tú qué sabes de
bebés? —le espetó Niall. Cash volvió la cara.
—Hace años, estuve
a punto de tener uno —masculló—. No te molestes en preguntarme nada más —añadió
al ver que Niall abría la boca—. No hablo de esto con nadie.
Niall no sabía qué
decir, así que calló. Pero aquella revelación le daba que pensar.
El viaje de vuelta
se hizo interminable. Cuando llegaron al hospital, Niall en su todoterreno y
Cash en su camioneta, dejaron los vehículos de cualquier manera y entraron
corriendo en urgencias.
—Demi Lovato... Horan
—balbució Niall ante el mostrador, con mirada aterrada—. Ha ingresado por una
caída. Está embarazada. Soy su marido.
—Ah... Señor Horan
—la recepcionista se lo quedó mirando un momento y él contuvo el aliento,
aterrorizado. Después, la joven sonrió—. Ya la han trasladado a una habitación.
Un segundo... —pulsó unos números y habló con otra persona—. Habitación 211
—añadió—. Es por ahí... ¡Enhorabuena!
El pánico le
impidió oír la última palabra. Los dos estaban corriendo, contraviniendo las
normas del hospital. Cuando llegaron a la habitación, empujaron la puerta al
unísono y se detuvieron en seco al ver la escena que los aguardaba.
Demi estaba tumbada
en la cama con una criatura minúscula en los brazos, dándole el pecho. Miró a Niall
con el corazón en la mano.
—¡Cariño!
Niall apenas podía
verla a través del velo de humedad de sus ojos. Avanzó, estupefacto, sin
reparar en Maude, ni en uno de los hermanos Hart, una mujer que no reconocía en
aquel momento y una enfermera. Tocó la carita tan cercana a la piel suave de Demi
y contempló sus grandes ojos oscuros. Le tocó el rostro con una mano un poco
trémula.
—Lo único que
sabíamos era que te habías caído — susurró—. Tenía tanto miedo...
—Estoy bien, el
bebé también...
La estaba besando
con ansia, y un gemido entrecortado brotó de sus labios antes de que levantara
la cabeza.
—Te quiero —susurró
Niall con aspereza—. ¡Si te hubiera pasado algo...!
—No me ha pasado
nada —replicó Demi, abrumada por su mirada, por sus palabras—. Nunca me habías
dicho que me querías —murmuró.
—Siempre he querido
hacerlo —repuso Niall, más calmado, y sonrió—. ¿De verdad estás bien?
—En realidad, no
fue una caída. Estaba colgando las cortinas en el cuarto del bebé y me torcí la
espalda. Pensé que me había matado y resultó que estaba de parto—señaló la
criatura diminuta que tenía en los brazos—. ¿Quieres conocer a tu hijo?
Niall contuvo el
aliento.
—Un niño.
Demi asintió.
—Y una niña —dijo
una voz grave desde la ventana.
Cash estaba inclinado
sobre un moisés y movía el dedo meñique con una sonrisa de oreja a oreja.
—¿Qué? —exclamó Jud
Demi frunció los
labios con picardía.
—Estabas tan
preocupado por mí que temía decirte que eran gemelos —confesó, sonriendo—.
Quería darte una sorpresa —hizo una mueca burlona—. ¡Sorpresa!
—Gemelos. Un niño y
una niña —Niall estaba atónito. Se le nublaron los ojos y tuvo que secarse las
lágrimas antes de que pudiera verlo cualquiera.
Cash sostenía a la
niña en sus poderosos brazos y emitía sonidos «antigrierianos» mientras hablaba
con ella.
—Eh, devuélveme a
mi hija —le dijo Niall con un ceño burlón. Cash parecía abatido.
—¿No puedo quedarme
con esta? —preguntó—. Yo no tengo ningún bebé, y tú tienes dos. ¿Te parece
justo?
Niall rompió a
reír, lo mismo que Demi, al ver el semblante de Cash. Este se acercó y le pasó
a Niall la niña con suavidad, contemplándola con ternura.
—Se parece a su
madre —le dijo a Niall y, fugazmente, la tristeza se reflejó en sus rasgos,
pero la borró enseguida.
—Sí, se parece a
ella —dijo Niall con voz ronca, y se inclinó para besar la minúscula frente—.
¡Dos! Demi estaba enorme, pero no se me ocurrió pensar...
Demi reía de puro
deleite mientras contemplaba a aquellos dos hombres grandes y fuertes haciendo
tonterías a una niña minúscula. No hacía falta preguntarse si la iban a mimar.
Y decían que los hombres solo querían hijos... ¡Ja!
—¿Nombres?
—preguntó una voz profunda desde el fondo de la habitación. Era el apuesto Leo
Hart, con su esposa Janie, los dos sonrientes—. ¿Habéis escogido alguno?
—Jessamina para la
niña —dijo Demi con orgullo—. La
llamaremos Jessie. Y...
—Y Jared para
nuestro hijo —la interrumpió Jud con suavidad—. Por mi tatarabuelo, Jared Horan,
que fue ranger y un famoso abogado de San Antonio a principios del siglo
veinte.
—Bueno, enhorabuena
otra vez. Y, ahora, será mejor que nos marchemos —dijo Leo—. Tenemos que
pasarnos a ver a Rey y a Meredith. Han tenido una niña, Celina, a la vez que
vosotros.
—Felicítalos de
nuestra parte —les dijo Demi.
La pareja asintió,
sonrió y salió de la habitación.
Cash seguía
contemplando a la niña que Niall sostenía en los brazos. Niall hizo una mueca y
se la pasó.
—Puedes sostenerla,
imagino —dijo con un suspiro—. Pero recuerda de quién es.
Cash le sonrió,
bromista.
—Puede vivir
contigo, pero yo seré su padrino — dijo, y empezó a hacer muecas a la
pequeñina—. Papá Cash va a enseñarte a pelear con los puños y a usar golpes
relámpago en asaltos de operaciones especiales.
Maude emitió un
gemido de puro horror, Demi rompió a reír.
—Está bromeando,
Maude.
—No, no bromea
—murmuró Niall con ironía.
Cash no les
prestaba atención, cautivado como estaba por la alegría de ser padrino por
primera vez.
Cuando se quedaron
solos, Niall se sentó al lado de la cama y tomó la mano de Demi.
—Dos bebés —dijo,
todavía estupefacto—. No puedo creerlo. Maude no me había dicho nada.
—La hice jurar que
guardaría el secreto. A ella y al ginecólogo —añadió con una débil sonrisa—. Ya
tenías bastantes preocupaciones con el juicio de Clark y los cambios de
nuestras vidas. Además, estoy sana y no corría peligro. Te lo habría dicho si
hubiera sido un riesgo, en serio.
El caso Clark había
salido en la prensa nacional, en particular, porque Clark había sido juzgado y
condenado a cadena perpetua, sin esperanza de libertad condicional, por
asesinato. Niall, Demi y Cash habían testificado en su contra.
—No pasa nada —la tranquilizó.
—¿Qué tal fue el
estreno?
Niall rio entre
dientes.
—El estreno no ha
sido tan interesante como lo que pasó después —le dijo—.Tippy y Cash causaron
sorpresa.
—¿Ah, sí? —preguntó
felizmente, olvidado su último temor secreto de que la modelo le robara a Niall.
—Al parecer, a su
hermano le habló mucho más de Cash que de mí, y el niño lo dijo —sonrió—. Cash
no cabía en sí de satisfacción cuando recibimos la llamada de Maude.
—Vaya.
Niall dio la vuelta
a la mano de su esposa y la miró.
—Demi —dijo, usando
el diminutivo por primera vez en sus vidas—. Cash estaba enamorado de ti.
Ella cerró los
dedos dentro de su mano.
—Habría dado lo
mismo, porque yo llevo casi toda la vida enamorada de ti.
Niall se sonrojó.
—Yo he estado
enamorado de ti desde que nos casamos. Pero eras tan joven que tenía miedo.
Demi le dio un
apretón.
—Temías que
acabaría como tu madre. Pero, cariño, a ella le gustaban las aventuras y las
fiestas —le recordó—. A mí me gusta el ganado y el rancho. Nada de lo que el
mundo puede ofrecerme podría compararse con lo que tengo contigo. Y ahora,
nuestros hijos. El trato con los japoneses nos está reportando cifras de seis
ceros, el rancho está prosperando. Nick está asumiendo la función de gerente y
mejorando nuestros materiales
instalaciones... ¡y a ti te han ofrecido un ascenso a teniente! Y todo
esto en un solo año.
—Es estupendo,
supongo. Pero no querría trabajar en San Antonio—añadió en voz baja. La miró —.
¿Qué opinas?
—Opino que debes
hacer lo que quieras—sonrió Demi. Niall frunció el ceño.
—¿Aunque tenga que
seguir siendo sargento?
—Aun así —contestó
con suavidad. Niall frunció los labios.
—Existe otra
alternativa.
—¿Cuál?
—A Chet Blake le
han ofrecido un trabajo en El Paso. Tiene familia allí y quiere aceptarlo —alzó
la mirada—. Cash ocuparía su puesto, y dejaría una vacante.
Demi contuvo el
aliento.
— ¡Estás pensando
en ocuparla!
—Sí. Es un poco más
tranquilo que la labor de ranger, pero me gustaría estar en casa el mayor
tiempo posible, contigo y con los niños. Además, conozco a casi todos los
hombres del cuerpo —se encogió de hombros—. Cash va a ser el padrino de nuestros
hijos, y ya no siento celos de él. Bueno, no mucho —puntualizó—, ¿Qué te
parece?
La mirada de Demi
se suavizó.
—Daría cualquier
cosa por tenerte cerca a todas horas —susurró—, pero jamás te habría pedido...
Niall se levantó,
se inclinó y la besó con pasión, disfrutando de la fuerza con que ella le
rodeaba el cuello.
Demi le devolvió el
beso con la misma entrega, con lágrimas resbalando por sus mejillas. Parecía un
sueño hecho realidad. Jacobsville era una ciudad estupenda para trabajar como
policía. Seguiría disfrutando del desafío que constituía ser agente de la
autoridad, pero correría menos riesgos. Era importante desde que tenían hijos.
Un sonoro carraspeo
interrumpió el beso. Levantaron la cabeza al mismo tiempo y la volvieron hacia
la puerta. En el umbral estaba una enfermera con dos bebés en los brazos.
—Lo siento, señor Horan,
pero está atrasando la cena de los pequeños, y tienen hambre.
Niall rio entre
dientes y se apartó.
—Lástima que no
puedas ayudar —bromeó Demi mientras se incorporaba y se desabrochaba el camisón
de hospital.
—Soy demasiado
plano —señaló con una sonrisa.
La enfermera rio
mientras depositaba a Jessamina en los brazos de Demi y a Jared, en los de Niall.
Este meció a su hijo mientras Demi le daba el pecho a la niña. La enfermera los
dejó solos, sonriendo con melancolía mientras salía y cerraba la puerta.
—Gemelos al primer
intento. No sé —dijo Niall en tono pensativo pasado un momento.
—¿Qué no sabes,
cariño? —preguntó Demi, sonriendo.
—Si sería el negligé
rojo —repuso con picardía. Ella rio porque, efectivamente, se había quedado
embarazada en Japón.
—Quizá fuera el té
verde —replicó, juguetona.
Niall contempló a
su hijo con mirada serena y tierna.
—Fuera lo que
fuera, doy gracias a Dios —murmuró, y tocó la mejilla del pequeño con el dedo.
Demi repitió
aquellas palabras en silencio, observando la expresión de su marido con deleite
casi doloroso. Nunca había imaginado a Niall haciendo de padre. De pronto,
resultaba imposible verlo de otra manera. Era algo innato en él.
Demi estaba
haciendo un repaso de su vida, recordando la horrible paliza que había
propiciado su boda con Niall, los largos años de anhelo no correspondido, las
fechorías de los hermanos Clark, la maravillos pasión de Niall en Navidad, la
angustia de los mese siguientes, la herida de bala que había estado a punto de
matarla, el viaje a Japón, los celos y, por fin, la unión de sus vidas. El
dolor había sido casi insoportable en algunos momentos. Pero, mientras
contemplaba alternativamente a sus hijos y a su marido, se le ocurrió pensar
que la felicidad siempre tenía un precio. Para quienes se atrevían a pagarlo,
la recompensa era formidable.
—Te noto pensativa
—murmuró Niall.
Demi lo miró a los
ojos con asombro callado y suspiró de felicidad.
—Sí. Me estaba
acordando de una cosa que leí una vez, sobre las personas que viven
calladamente en la orilla y nunca saborean la vida porque temen adentrarse en
aguas más profundas. O algo así. Estaba pensando que pagamos por lo que recibimos
en la vida, de una forma u otra. Y que el mayor placer nace del mayor dolor.
Niall asintió
despacio.
—Te entiendo.
—Y estaba pensando
—añadió con una sonrisa— que ha merecido la pena sufrir lo que he sufrido.
—Sí. Somos ricos, y
no precisamente de dinero, ¿verdad, cielo?
Demi sonrió. Notó
la manita de Jessamina en su piel y le acarició su minúscula cabeza con amor.
—Más ricos que los
piratas
Niall rompió a
reír. Oyó a su hijo emitir un sonido se
llevó su cabecita a los labios para besarlo con ternura
Demi apoyó la
mejilla en la coronilla de su hija y cerró los ojos. No tenía palabras para
expresar la felicidad que sentía.
FIN