miércoles, 15 de mayo de 2013

El Secreto De Niall-Capitulo 17


Capítulo 17
—Demi —dijo Niall con la voz ronca por el deseo.
Ella abrió los ojos.
—¿Qué?
—Mira por la ventanilla.
Ella giró la cabeza y se cruzó con la mirada de la vaca.
—¡Ah! —exclamó.
Niall rompió a reír. Le bajó la blusa y el sujetador y se incorporó, pasándose una mano por el pelo.
—Dios santo, me preguntaba por qué sentía el pelo tan mojado.
Ella se abrochó el sujetador. Se sentía avergonzada y al mismo tiempo le hacía gracia. La vaca se había retirado de la ventanilla, pero seguía mirándolos.
—Menos mal que éste era un lugar íntimo —bromeó Niall estirándose la camisa con un suspiro—. Supongo que no está tan mal que nos hayan interrumpido —añadió sonriendo al ver el rostro sonrojado de Demi—. Las cosas se estaban poniendo demasiado intensas.
Niall no parecía en absoluto avergonzado, pero ella no había llegado nunca antes tan lejos con un hombre. Se sentía incómoda por no haberle negado un acceso tan íntimo a su cuerpo. Y no podía olvidar hacia dónde se dirigía la otra mano justo en el momento en que apareció la vaca.
—No te preocupes —le dijo Niall con dulzura al ver su expresión—. Ha sido todo absolutamente natural.
—Supongo que tú… lo haces constantemente —insinuó.
Niall se encogió de hombros.
—Antes sí. Pero desde que te conozco, no he deseado hacerlo con nadie más.
Desde luego, sonaba sincero. Demi alzó la mirada con creciente esperanza.
—¿De verdad?
Niall entrelazó los dedos con los suyos.
—Hemos vivido situaciones muy intensas juntos en muy poco tiempo. El ataque de Tarleton, la recaída de tu madre, los tratamientos contra el cáncer… —Niall la miró a los ojos—. Dijiste que era parte de la familia, y así es como me siento. Cuando estoy contigo me siento en casa —miró hacia sus manos entrelazadas—. Quiero que siga siendo así —dijo con vacilación—. Quiero que estemos juntos. Quiero que, a partir de ahora, formes parte de mi vida.
Dejó escapar un largo suspiro antes de añadir:
—Me muero por tenerte.
Demi se sintió incómoda por el modo en que lo dijo. No comprendía que Niall no se hubiera comprometido nunca antes con ninguna otra mujer en su vida, ni siquiera con las que había tenido relaciones íntimas.
—Quieres acostarte conmigo —le espetó ella con brusquedad.
Niall le pasó un pulgar por los fríos dedos.
—Lo quiero todo contigo —aseguró—. Eres demasiado joven, pero mi hermano se casó con una mujer diez años menor que él y son absolutamente felices. Puede funcionar. Supongo que depende de la mujer, y ya hemos dicho que eres muy madura para tu edad.
—Tú no estás precisamente en la tercera edad, Niall —replicó Demi, que seguía teniendo curiosidad por lo que había sugerido—. Y eres muy atractivo. Hasta los bovinos se sienten atraídos por ti.
Niall clavó la vista en ella.
—No me mires así —se rió Demi—. Era a ti a quien estaba besando la vaca.
Niall se tocó el pelo y dio un respingo.
—Dios sabe dónde ha metido la boca.
Ella volvió a reírse.
—Bueno, al menos tiene buen gusto.
—Gracias —Niall retiró un paño rojo del salpicadero y se secó el pelo allí donde la vaca se lo había chupado. Seguía mirando a Demi—. No comprendes lo que te estoy diciendo, ¿verdad?
—La verdad es que no —confesó ella.
—Supongo que no me estoy expresando con claridad —murmuró—. Pero es que no había hecho esto nunca.
—¿Pedirle a alguien que viva contigo?
Niall la miró a los ojos.
—Pedirle a alguien que se case conmigo, Demi.
Ella dejó escapar el aliento que estaba conteniendo. Se lo quedó mirando fijamente. Durante un minuto se preguntó si no estaría soñando. Pero Niall seguía sin apartar la vista de ella. Estaba esperando.
Demi empezó a hablar pero se detuvo, confundida.
—Yo…
—Si hay algún mal hábito mío que te disguste, intentaré cambiar —murmuró sonriendo porque no le había dicho que no.
—Oh, no, no es eso. Es que yo… tengo muchas responsabilidades —comenzó a decir nerviosa.
Entonces Niall recordó lo que le había contado algún tiempo atrás. Los pocos hombres con los que había salido le habían dicho que no querían implicarse sentimentalmente con una mujer con tantas cargas familiares.
Niall sonrió.
—A mí me encantan tus responsabilidades —aseguró—. Tu madre y tu hermana son ya como parte de mi familia —se encogió de hombros—. Así tendré más familiares dependientes de mí —la miró con picardía—. No tendré que pagar tantos impuestos.
Demi se rió en voz alta. No se sentía intimidado. No le importaba. Le echó los brazos al cuello y lo besó con tanta pasión que Niall se olvidó de lo que habían estado hablando y la besó hasta que se quedaron sin aire.
—Pero seguiré trabajando —aseguró Demi sin aliento con los ojos brillándole como ascuas—. No voy a quedarme sentada y a permitir que tú nos mantengas a las tres. Yo cargaré con mi parte de responsabilidad —se rió sin darse cuenta de la repentina quietud de Niall ni de su expresión de culpabilidad—. Será divertido labrarnos un futuro juntos. Los momentos difíciles son los que unen a la gente.
—Demi, hay algunas cosas de las que tendremos que hablar —comenzó a decir.
—Muchas cosas —reconoció ella apoyando la mejilla contra su pecho—. Nunca imaginé que quisieras casarte conmigo. Intentaré ser la mejor esposa del mundo. Y además, como también me gustan los caballos y el ganado, te ayudaré con las tareas del rancho.
Le estaba partiendo el corazón y no se daba cuenta. Él le había mentido. No había pensado en las consecuencias. Debería haber sido sincero con ella desde el principio. Pero entonces se dio cuenta de que Demi nunca se le habría acercado si él hubiera entrado en el almacén de piensos siendo quien era. La joven que adoraba al capataz de un rancho daría un paso atrás y miraría con desprecio al millonario ganadero que entraría en un almacén a comprar cualquier cosa que se le antojara sin mirar siquiera el precio. Aquél era un pensamiento muy desagradable. Como mínimo, Demi se sentiría traicionada. Y tal vez llegara incluso a pensar que estaba jugando con ella.
Niall le pasó la mano por el suave cabello.
—Bueno, podemos esperar un día más —murmuró besándole la frente—. Hay tiempo de sobra para discusiones serias —le alzó la boca hacia la suya—. Esta noche acabamos de prometernos y lo estamos celebrando. Ven.
Cuando regresaron a casa, los dos estaban despeinados y con las bocas hinchadas. Demi no había sido tan feliz en su vida.
Niall se consoló diciéndose que todavía tenía tiempo para contarle a Demi la verdad. No tenía modo de saber que Bill Tarleton y su abogado acababan de presentarse ante el juez del distrito en el juzgado de Billings en una vista para solicitar que se desestimaran todos los cargos contra él. La razón de aquella petición, aseguró el abogado, era que el testigo que debía declarar contra Tarleton tenía una relación sentimental con la presunta víctima, y que no se trataba en realidad de ningún vaquero, sino de un adinerado ganadero de Medicine Ridge. La defensa argüía que aquella nueva información cambiaba la naturaleza de la acusación de un delito a un acto de celos. Se trataba de un hombre rico acusando a un hombre pobre porque estaba celoso de las atenciones que le dedicaba a su novia.
El fiscal del distrito, que también estaba presente en la vista, arguyó que aquella nueva información no suponía ninguna diferencia en el cargo principal, que era el de acoso sexual y agresión. Un médico del pueblo declararía sobre la condición física de la joven tras el ataque. El defensor público arguyó que él había visto el informe del médico y que sólo se decía que la joven tenía unas marcas rojas y algunos cardenales, nada más. Eso no podía considerarse como lesiones provocadas durante un ataque sexual, así que lo único que tal vez podía alegarse era agresión.
El juez tomó el caso en consideración y prometió tomar una decisión en el plazo de una semana. Entretanto, el ayudante del fiscal del distrito que llevaba el caso se presentó el lunes siguiente en casa de Demi para hablar con ella. Se llamaba James Addy.
—El señor Tarleton alega que el señor Horan exageró los cargos por culpa de los celos debido a la atención que le prestaba a usted —aseguró Addy en tono profesional abriendo el maletín en la mesa del comedor mientras Demi lo observaba boquiabierta.
—¿El señor Horan? ¿Quién es ése? —preguntó confundida—. Fue Niall Taggert quien me rescató. El señor Tarleton me besó y estaba tratando de forzarme. Grité pidiendo ayuda y el señor Taggert entró en aquel momento en el almacén y me ayudó. No conozco a ningún señor Horan.
El abogado se la quedó mirando.
—¿No sabe quién es Niall Horan? —le preguntó asombrado—. Su hermano y él son los dueños del rancho de Medicine Ridge. Es mundialmente famoso por su cría de toros. Aparte de eso, poseen muchas tierras no sólo en Montana, sino en los estados adyacentes, incluidas propiedades inmobiliarias. Sus padres son dueños de la cadena de revistas Sportsman. Es una de las familias más ricas del país.
—Sí —dijo Demi haciendo un esfuerzo por comprender de qué iba todo aquello—. He oído hablar de ellos. Pero, ¿qué tienen que ver con Niall Taggert, excepto que son sus jefes? —preguntó con inocencia.
El abogado terminó por rendirse. La joven no sabía quién era de verdad su pretendiente. Una mirada a su alrededor bastó para que se hiciera una idea de su situación económica. Sería muy raro que un millonario estuviera realmente interesado en una mujer tan pobre. Al parecer, Horan había estado jugando con ella. Addy frunció el ceño. Era un juego muy cruel.
—Su nombre completo es Niall Taggert Horan —dijo con tono amable—. Es el hermano pequeño de Gil Horan.
Demi palideció completamente. Había soñado con compartir su vida con Niall, trabajando para construir algo juntos. Pero él era millonario. La clase de hombre que se movía en altas esferas y tenía dinero a espuertas. Estaba allí supervisando la construcción de un nuevo rancho que añadir a su imperio. Demi estaba a mano y se había divertido con ella, la había engañado. No había dicho nunca la verdad, ni siquiera cuando le pidió que se casara con él.
Demi tenía ganas de vomitar. No sabía qué hacer.
¿Y cómo iba a contarles a su madre y a Selene la verdad? Se cruzó de brazos y se quedó quieta como una piedra, rogándole en silencio al abogado con sus ojos verdes que le dijera que todo era mentira, una broma.
Pero no lo era. Addy torció el gesto.
—Lo siento mucho —dijo de corazón—. Creí que sabía usted la verdad.
—Hasta ahora no —dijo Demi en voz muy baja. Cerró los ojos. El dolor era insoportable. El mundo se derrumbaba a su alrededor.
Addy dejó escapar un suspiro.
—Señorita Lovato, odio tener que preguntarle esto, pero, ¿de verdad hubo agresión?
Demi parpadeó antes de mirarlo fijamente. ¿Cómo podía preguntarle eso?
—El señor Tarleton me besó y trató de forzarme. Yo me resistí. Él estaba furioso, me agarró con fuerza y me tiró al suelo. En ese momento, el señor Taggert… —se detuvo y tragó saliva—, el señor Horan vino en mi ayuda. Apartó de encima de mí al señor Tarleton y luego llamó a la policía.
El abogado parecía preocupado.
—La llevaron al médico. ¿Cómo la encontró?
—Bueno, tenía algunos cardenales y estaba magullada. Tenía la blusa rota. Supongo que no había muchas pruebas físicas, pero me había asustado. Estaba disgustada y lloraba.
—Señorita Lovato, ¿hubo auténtico ataque sexual?
Demi comprendió entonces lo que quería decirle.
—Oh… Bueno, no. Me besó y trató de tocarme, pero no intentó quitarme más ropa, si eso es a lo que se refiere.
—A eso me refiero —Addy se reclinó en la silla—. No podemos juzgar a alguien por agresión sexual sólo por un beso no deseado. Podemos acusarlo de acoso sexual y de cualquier contacto que no haya sido deseado. Sin embargo, la ley prevé que, si lo condenan, la sentencia máxima será de seis meses de cárcel o el pago de una multa que no superará los quinientos dólares. Si en el transcurso de ese contacto sexual el agresor provoca daños corporales, pueden caerle cuatro años de cárcel. En este caso, sin embargo, le pedirán a usted que muestre las heridas resultantes de ese beso no deseado. Sinceramente —añadió—, no creo que dadas las circunstancias ningún jurado considere que un contacto no deseado y unos cardenales basten para condenar a un hombre a cadena perpetua.
Demi suspiró.
—Sí. Parece un tanto drástico incluso para mí. ¿Es cierto que no tiene ninguna condena anterior? —preguntó con curiosidad.
El abogado negó con la cabeza.
—Descubrimos que lo habían acusado de acoso sexual en otra ciudad, pero lo declararon inocente, así que no hubo condena.
Demi estaba cansada de todo aquel asunto. Cansada de hablar del acoso de Tarleton, cansada de tener que seguir recordándolo. Si insistía en que lo procesaran por atacarla, no podía proporcionar ninguna prueba real. El abogado de Tarleton la destrozaría en la tribuna de los testigos y volvería a sentirse humillada. Pero por muy terrible que fuera, era peor pensar en presentarse ante un tribunal y pedir que metieran a un hombre de por vida en la cárcel porque había intentado besarla. El abogado tenía razón: aunque Tarleton había intentado atacarla sexualmente, lo único que había conseguido era besarla y magullarla un poco. Eso era desagradable y repugnante, pero no un crimen terrible. Y, sin embargo, Demi odiaba la idea de que no lo condenaran.
Estuvo a punto de protestar. Había sido algo más que un zarandeo. El hombre había intentado llegar mucho más lejos, y lo había intentado con otra pobre chica que se sintió demasiado avergonzada como para llevarlo ajuicio. Demi tenía agallas. Podía hacerlo.
Pero entonces se le pasó por la cabeza un pensamiento aterrador: si Niall Taggert Horan era llamado a declarar por parte de la acusación, aquello se convertiría en un circo mediático. Él era famoso. Su presencia en el juicio atraería a la prensa. Habría equipos de televisión, cámaras, reporteros… Se emitiría a nivel nacional. Su madre sufriría por ello. Y Selene también. Si fuera por ella, se arriesgaría. Pero no podía hacerlo por su madre, que todavía seguía con su tratamiento contra el cáncer y no debía sufrir ningún tipo de estrés en aquellos momentos. Demi alzó los hombros.
—Señor Addy, el juicio se convertirá en un circo mediático si el señor… Horan es llamado a declarar, ¿verdad? Hablarán de mi madre y de Selene en esos horribles programas de cotilleo si sale a la luz que yo soy pobre y Niall rico, y que en medio hay una historia de agresión sexual. Piense en cómo harán que suene. Es la clase de historia a la que cierto tipo de prensa le encantaría echar el guante. El nombre de Niall garantizará que a la gente le interese lo que ocurra.
Addy vaciló.
—Eso no habría que tomarlo en consideración.
—Mi madre tiene cáncer de pulmón —respondió ella con firmeza—. Acaba de pasar por una operación muy peligrosa y está recibiendo quimio y radioterapia. No puede sufrir más estrés del que ya ha vivido. Si existe la más mínima posibilidad de que este juicio provoque ese tipo de publicidad, no puedo arriesgarme. Así que, ¿qué puedo hacer?
El señor Addy consideró la pregunta.
—Creo que podemos negociar para que lo acusen de ataque sexual con la condena más leve. Sé que no es perfecto —aseguró—. Seguramente tendrá que pagar la multa y pasar un tiempo muy reducido en la cárcel. Pero al menos tendrá antecedentes penales y cualquier otra agresión futura acabaría con él. Tiene un abogado de oficio, pero parece ansioso de evitar pasar más tiempo en la cárcel a la espera del juicio. Creo que estará de acuerdo con que lo acusen de un delito menor. Sobre todo considerando quién es el testigo. Cuando piense en las consecuencias de intentar ensuciar el buen nombre de Niall Horan y en los abogados que éste podría contratar durante el juicio, creo que accederá.
Demi pensó en ello, y en el trauma de pasar por un juicio con toda la prensa delante. Al menos de esa forma Tarleton tendría antecedentes penales y eso podría bastar para que no intentara futuros ataques contra otras mujeres.
—De acuerdo —dijo—. Siempre y cuando no salga impune.
—Oh, no lo hará, señorita Lovato —aseguró Addy con solemnidad—. Eso se lo prometo. Pero si prefiere mantenerse firme en la acusación original, yo iré a por él a pesar de los obstáculos. ¿De verdad quiere llegar a este acuerdo?
Demi sonrió con tristeza.
—La verdad es que no. Me gustaría que pagara por lo que hizo. Pero tengo que pensar en mi madre. Esta es la única manera de hacerle pagar por lo que ocurrió sin hacer daño a mi familia. Si se llega a celebrar el juicio con toda la prensa presente, puede que salga absuelto debido a la publicidad. Usted mismo ha dicho que ya estaban intentando hacer que parezca que Niall estaba celoso y por eso montó todo este escándalo, porque es rico y poderoso. Sé que los Horan pueden permitirse los mejores abogados, pero tampoco sería justo ponerlos en esa situación. El señor Horan tiene dos sobrinas pequeñas —Demi torció el gesto—. Usted sabe que el sistema legal no siempre es justo.
Addy sonrió.
—Estoy de acuerdo.
—Confío en estar haciendo lo correcto —dijo Demi con un suspiro—. Si sale libre y vuelve a hacerle daño a otra mujer porque yo me eché para atrás, no me lo perdonaría nunca.
El abogado la miró durante un instante.
—No se está echando usted atrás, señorita Lovato. Se está comprometiendo. Tal vez parezca que Tarleton se ha salido con la suya, pero no es verdad.
Demi sonrió.
—De acuerdo entonces.
Addy cerró el maletín y se puso de pie. Extendió la mano para estrechar la de Demi.
—Tendrá antecedentes penales —le prometió—. Si intenta volver a hacer algo parecido en Montana, le prometo que se pasará mucho tiempo viendo el mundo a través de los barrotes de su celda —aseguró.
—Gracias, señor Addy.
—Le haré saber cómo van las coscas. Buenas noches.
Demi lo vio salir con mirada pensativa. La señora Lovato salió de su dormitorio envuelta en un chal, pálida y débil.
—¿Podrías darme un poco de zumo de piña, cariño? —le preguntó forzando una sonrisa.
—Por supuesto —Demi corrió a buscárselo—. ¿Te encuentras bien? —le preguntó preocupada.
—Sólo un poco revuelta. No hay nada de qué preocuparse, es normal con este tratamiento. Por suerte, terminará dentro de unas semanas —frunció el ceño—. ¿Qué ocurre? ¿Quién era ese hombre con el que estabas hablando?
—Vamos, vuelve a la cama —Demi se acercó a ella y la ayudó a meterse en la cama. Luego la tapó y le dio a beber un poco de zumo. Se sentó a su lado—. Era uno de los ayudantes del fiscal del distrito, el señor Addy. Ha venido a hablar del señor Tarleton. Quiere que lleguemos a un acuerdo para que no terminemos yendo ajuicio.
La señora Lovato frunció el ceño.
—Es culpable de acoso. Te atacó. Debería pagar por ello.
—Y pagará. Tendrá que pasar tiempo en la cárcel y pagar una multa —respondió Demi endulzando la respuesta—. Tendrá antecedentes penales. Pero yo no tendré que sufrir la humillación del interrogatorio de su abogado.
La señora Lovato bebió el zumo. Pensó en lo que supondría un juicio de ese tipo para Demi. Suspiró.
—De acuerdo, cariño. Si tú estás satisfecha, yo también —sonrió—. ¿Has sabido algo de Niall? Dijo que me traería chocolate cuando volviera.
Demi vaciló. No podía contárselo a su madre. Al menos por el momento.
—No sé nada de él —dijo.
—No tienes buen aspecto…
—Estoy bien —mintió Demi sonriendo—. Ahora, vuelve a la cama. Voy a preparar la ropa de Selene para mañana.
—De acuerdo, cariño —su madre se acomodó en las almohadas—. Eres demasiado buena conmigo, Demi. Cuando me pueda levantar, quiero que vayas a muchos sitios con Niall. Voy a recuperarme gracias a él y a esos médicos de Billings. Por fin podré cuidar de mí misma y de Selene, y tú podrás vivir tu vida.
—No digas eso —la regañó Demi—. Te quiero. Nada de lo que haga por ti y por Selene es una carga para mí.
—Sí, pero hasta el momento has tenido una familia que te ataba —dijo la señora Lovato con dulzura—. Hemos limitado tu vida social.
—Mi vida social es perfecta, gracias.
Su madre sonrió.
—Seguro. Pero espera a que vuelva Niall. Tiene una sorpresa para ti.
—¿Ah, sí?
Demi se preguntó si la sorpresa sería lo que el abogado acababa de contarle. Estaba demasiado afectada como para que le importara, pero no podía demostrarlo. Su madre estaba emocionada. Sería una crueldad acabar con sus esperanzas y revelarle la verdad sobre aquel hombre al que su madre idealizaba.
—Sí. Pero no te desveles. Tienes mala cara.
—Sólo estoy cansada. Hemos estado metiendo sacos muy grandes en el almacén —mintió con una sonrisa—. Buenas noches, mamá.
—Buenas noches, querida. Que duermas bien.
Como si fuera tan fácil, pensó mientras cerraba la puerta. Se metió en la cama y lloró hasta quedarse dormida.

Niall apareció un día después en el almacén. Regresaba de un inesperado viaje de negocios a Colorado. Vio a Demi tras el mostrador y se acercó a ella con una sonrisa radiante.
Demi alzó la vista y lo miró, y a juzgar por la expresión de su rostro. Niall supo que todo había terminado. Estaba incómoda y nerviosa y no se atrevía a mirarlo a los ojos.
Niall no se molestó en hacer las preguntas preliminares. Entornó los ojos con gesto furioso.
—¿Quién te lo ha contado? —preguntó.
Ella dejó escapar un suspiro. Niall le daba miedo con aquella expresión. Ahora que sabía quién era de verdad, se sentía intimidada. Aquel hombre podía ir donde quisiera, comprar lo que le viniera en gana, hacer lo que le placiera. Estaba a años luz de ella, que vivía en una casa que tenía goteras en el tejado. Era como un desconocido. El vaquero sonriente y amable se había convertido en alguien completamente distinto.
—Ha sido el ayudante del fiscal del distrito —dijo con tono débil—. Vino a verme. El señor Tarleton tenía pensado insinuar que estabas celoso de él y que me obligaste a poner una denuncia.
Niall explotó.
—¡Traeré abogados capaces de encerrarlo para el resto de su miserable vida! —exclamó con rabia.
—¡No! —Demi tragó saliva—. No, por favor. Piensa en lo que supondría para mi madre si una manada de reporteros viniera a cubrir la historia por… por ser tú quien eres —consiguió decir—. El estrés le dificulta mucho las cosas.
Niall la miró con intensidad.
—No había pensado en eso —dijo en voz baja—. Lo siento.
—El señor Addy dice que el señor Tarleton accederá probablemente a declararse culpable del cargo de acoso sexual —Demi suspiró—. Eso supone una multa y un tiempo de cárcel. El señor Addy estaba dispuesto a procesarlo por cargos más duros, pero tendría que haber pruebas de que hizo algo más que besarme.
Niall frunció el ceño. Sabía a qué se refería. Era poco probable que un jurado condenara a nadie por acoso sexual y agresión, y era imposible demostrar que Tarleton quería llegar mucho más lejos. Eso le hizo enfadar. Quería que aquel hombre fuera a prisión. Pero la señora Lovato tendría que pagar el precio. Dado lo delicado de su condición, probablemente la mataría ver a Demi pasar por el trago del juicio. El nombre de Niall garantizaría el interés de la prensa. En cualquier caso, tendría unas palabras con el señor Addy. Demi no tenía por qué enterarse.
—¿Cómo está tu madre? —le preguntó.
—Bastante bien —respondió ella con tono forzado—. Los tratamientos la han dejado un poco anémica y débil y tiene náuseas, aunque le dan medicinas para paliarlas.
No añadió que pagarlas la estaba llevando a la bancarrota. Ya había empeñado el reloj y la pistola de su abuelo para llegar a fin de mes. Pero no pensaba admitirlo.
—Le he traído unos bombones —le dijo Niall sonriendo—. Le gusta el chocolate holandés.
Demi lo miraba con los ojos muy abiertos.
—La mimas demasiado —respondió.
Él se encogió de hombros.
—¿Y qué? Soy rico. Puedo mimar a la gente si quiero.
—Ya, pero…
—Si tú fueras rica y yo no, ¿vacilarías en hacer todo lo que pudieras por mí si yo tuviera problemas?
—Por supuesto que no —le aseguró.
—Entonces, ¿por qué debería importarte si mimo a tu madre? Y menos ahora, que lo ha pasado tan mal.
—No me importa. Eso sólo que…
Se detuvo de golpe. Demi palideció al darse cuenta de pronto de todo lo que Niall había hecho por ellas.
—¿Qué ocurre? —preguntó él.
—No había ningún fondo para pagar la operación ni los tratamientos —dijo con voz rota—. ¡Tú lo pagaste! ¡Tú lo pagaste todo!

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