Demi no sabía qué
decir ni qué hacer. Se imaginaba siendo esposada y encerrada. Eso le alegraría
el día a Jack Clark, pensó con tristeza.
Inspiró de forma
entrecortada.
—¿Quieres que vaya
a entregarme? —preguntó, solo medio en broma. Cash hablaba con frialdad.
—No. Yo me ocupo de
esto. Te veré dentro de unos minutos—dijo, y colgó.
Demi miró a su
alrededor. Contempló los aparatos y cables que había dejado el personal de
rodaje y se sintió impotente. Niall estaba extasiado con la famosa modelo. El
rancho se iría a pique por falta de capital y de toros sementales. Ella iba a
ir a la cárcel. Profirió una carcajada casi histérica y se preguntó si podría
vender su historia al productor. Sería una película mucho más emocionante que
aquella comedia romántica.
Cash parecía
sentirse complacido de sí mismo cuando entró en el salón. Iba de uniforme,
estaba apuesto y la visita de Clark no lo había afectado lo má smínimo.
Demi, por el
contrario, estaba pálida y preocupada.
—¿Quieres
esposarme? —le preguntó. Cash rio entre
dientes.
—No, quiero café.
Demi entró en la
cocina y dejó que la siguiera.
—¿No vas a
detenerme?
—No —se sentó y
esperó a que ella sirviera café en dos tazones—. ¿Lo has olvidado? Tu rancho
queda fuera de los límites de la ciudad; no estás en mi jurisdicción. Clark lo
sabe; solo quería darte un susto.
—No me dejará en
paz —dijo con preocupación mientras se sentaba junto a él. Cash tomó sus dedos
fríos en la mano.
—Le dije que
cualquier mujer sola, ante un hombre amenazador, tenía derecho a defenderse.
Además, estaba allanando una propiedad privada sin permiso. Él era quien tenía
todas las de perder. No forzó su suerte.
Demi suspiró,
aliviada. Cash la observó en silencio.
—Te da miedo —le
dijo.
—Es vulgar y
ofensivo. Me hacía claras insinuaciones cuando trabajaba en el rancho.
—¿Se lo contaste a Niall?
Demi meció la taza
en las manos.
—Más que nada, eran
desvarios —dijo—. Pensé que podría controlarlos. Le dije a Clark que no me
gustaban sus insinuaciones, y que perdería el trabajo si seguía así.
—¿Funcionó?
—No lo sé, porque
fue antes de que cargara en nuestra cuenta esas botas caras y lo despidiéramos.
—Tiene
antecedentes.
Demi se lo quedó
mirando.
—¿De qué tipo?
—Agresión sexual y
física contra una adolescente, cuando él tenía poco más de veinte años
—contestó—. La chica estuvo a punto de morir de las heridas. Lo denunció a la
policía y testificó en su contra. Cumplió seis años de condena.
—¿Qué fue de la
chica? —preguntó Demi con curiosidad.
—Su familia se
cambió de nombre y se mudó. Nadie sabe adonde fueron.
—¿Y su hermano,
John? —quiso saber Demi.
—John nunca ha
hecho nada que lo haya llevado a la cárcel. Fue acusado de envenenar ganado en
un par de ocasiones, pero no consta que haya hecho daño a ningún ser humano.
Desde que Jack salió de la cárcel, han presentado denuncias contra ellos, pero
no los han detenido.
Demi sentía
escalofríos por la espalda. Tenía las manos heladas.
—¿Te dio Niall esa
pistola? —le preguntó Cash de improviso. Demi parpadeó; estaba pensando en otra
cosa.
—Me la trajo y se
la dejó a Maude.
—Ve a buscarla. Es
mejor arma que un rifle a corta distancia.
Sacó la pistolera
de debajo de la pila y la dejó sobre la mesa. Cash enarcó las cejas.
—Bueno, no es el
primer lugar en que miraría un ladrón—se defendió.
Cash rio entre
dientes. Abrió la pistolera y sacó el arma. Tenía la forma de una Colt de
calibre 45, pero disparaba balas de rifle de calibre 22. El estuche también
contenía una caja de munición.
—Muy bien, vamos.
—¿Adonde? —preguntó
Demi, y se puso en pie.
—Al campo de tiro.
Antes de que anochezca, sabrás manejar esta pistola, y yo me quedaré más
tranquilo. Maude y tú estáis solas en el rancho.
—Iré, pero a partir
del próximo lunes ya no estaremos solas. Vuelve el personal de rodaje —suspiró.
—Yo que tú, me
alegraría de tenerlos aquí —replicó Cash con solemnidad—. Clark no vendrá a
molestarte con el rancho lleno de gente.
—Espero que no —Demi
lo siguió al porche—. ¿Vas a contárselo a Niall?
—Tengo que hacerlo
—dijo Cash con aspereza.
—Pero...
Se dio la vuelta,
con mirada sombría y preocupada.
—La policía
científica ha emitido un informe preliminar sobre la muerte de Hob Downey. Lo
golpearon en la garganta con un objeto pesado, seguramente, la barra que
encontramos junto al cuerpo.
Demi palideció.
—No puedo creer que
Hob haya sido asesinado solo porque vio que estaban cortando mi alambrada.
Cash la ayudó a
subir a la camioneta.
—No es tan
sencillo.
—¿Qué me dices de
Jack Clark? —insistió—. Es el principal sospechoso, ¿no?
—Sí. Pero tiene una
coartada muy sólida durante el intervalo en que murió Downey. De hecho, tiene
una coartada muy sólida todo ese día.
Demi esperó. Cash
subió a la camioneta y se abrochó el cinturón de seguridad.
—Estaba con una
conocida vecina de Victoria, una concejala.
—¿Es un testigo
fiable?
—Sí, por desgracia.
Les dijo a los investigadores que Clark se pasó por su despacho y la invitó a
almorzar. Dijo que quería hablar con ella sobre la compra de unas tierras...
ella tiene negocios inmobiliarios. Lo llevó a ver dos propiedades distintas. Es
extraño, pero no ilegal. Así que Jack Clark no es un sospechoso —dijo con un
hondo suspiro—. Pero no te preocupes, encontraremos al asesino.
—¿Y su hermano
John? —preguntó Demi—. ¿Tiene coartada?
—Estaba con un
compañero en ese rancho de Victoria en el que trabaja.
—No puedo creer que
Clark quisiera que me detuvieras —dijo, y se frotó los brazos.
—Necesitas un
jersey —señaló Cash, fijándose en la camisa de manga larga que Demi llevaba
encima de la camiseta.
—No tengo frío. Es
pensar en lo que podría haber pasado si no hubiera llevado el rifle lo que me
pone la piel de gallina.
Cash no dijo nada.
Se dirigieron al campo de tiro y pasaron dos horas apretando el gatillo. Demi
parecía poseer un talento natural. Era capaz de disparar siempre en el radio
aproximado del torso de un hombre, pero la idea de disparar a un ser humano le
producía náuseas.
—Por eso estás
aprendiendo a disparar como es debido —dijo Cash—. Así puedes elegir dónde
herirlo.
—¿Y si fallo?
Se volvió hacia
ella.
——¿Y si no
disparas?
Pensó en Clark y en
cómo la había mirado, en las cosas que había dicho. Se tragó su orgullo.
—Está bien. Vamos a
intentarlo otra vez.
Le dolían las manos
cuando terminaron, pero manejaba la pistola con más soltura. Cash prometió
llevarla al menos una vez por semana para que ejercitara su puntería. Y, al
final del día, Demi olvidó que Cash no le había prometido no contarle a Niall
lo que estaba pasando.
El equipo de rodaje
regresó al rancho, y el caos volvió a ser la tónica general. Jud se acercó a
ella por detrás justo cuando Demi se apeaba de la camioneta. No sonreía, y la
miraba con semblante homicida.
—Cash te lo ha
contado todo —murmuró Demi con resignación.
—Sí. Cosa que
deberías haber hecho tú, hace tiempo —masculló—. Este rancho también es mío.
Tengo derecho a saber si corre peligro... si tú corres peligro.
—No corro ningún
peligro. Sé disparar una pistola...
—Clark traspasó los
límites del rancho y tú no te diste cuenta hasta que no te salió al paso —la
interrumpió, furioso. ¿Y si él también hubiera ido armado?
—No llevaba
pistola.
—Eso es lo de
menos. ¡Debiste decírmelo!
—¡No me habrías
creído! —le espetó Demi. Empezaba a echar chispas por los ojos, y tenía el pelo
rubio alborotado por el viento—. No quisiste creerme cuando te dije que el toro
había sido envenenado. Decías que estaba celosa de la atención que estabas
prestando al personal de la película. Y también habrías tenido motivos para
acusarme de mentir ahora; habrías dicho que estaba celosa de tu supermodelo.
Niall inspiró
despacio.
—Habría creído un
análisis de sangre del veterinario —declaró.
—Claro, mientras no
tuvieras que creer nada de lo que yo te contara.
—Cash lo sabía todo
—dijo en tono acusador.
—Cierto. No está
suspirando por Tippy Moore, y creería lo que le contara sobre cualquier cosa,
cualquier día —añadió con puro veneno.
Niall entornó los
ojos peligrosamente y se puso rígido.
—Tippy no es asunto
tuyo. No tiene nada que ver con el rancho.
Demi quiso
preguntarle si estaba seguro de eso, puesto que se había gastado un dinero que
no tenía en comprarle joyas caras. Pero no lo hizo. Lo miró con aspereza antes
de darse la vuelta.
—Clark no volverá a
sorprenderme.
—Eso no vale. Maude
no siempre está aquí, y tú te ausentas del rancho durante tus clases.
—Cash me dio su
móvil —añadió, y se lo sacó del bolsillo para enseñárselo—. Puedo llamarlo en
cualquier momento, y vendrá.
La mirada de Niall
resultaba difícil de descifrar.
—Asegúrate de que
uno de los hombres te acompañe cuando revises la cerca, y lleva siempre encima
la pistola que Cash te está enseñando a usar.
Demi se detuvo y se
dio la vuelta.
—¿Qué hombre me
acompañará? Salvo Nick, solo nos quedan tres, y todos de media jomada —dijo con
rotundidad—. Economizar empieza a ser una religión en este rancho. Cuando acabe
el semestre —añadió—, dejaré la escuela y buscaré un trabajo. Estoy cansada de
llevar los mismos vaqueros durante tres años seguidos y de no tener suficiente
dinero para comprarme un vestido nuevo.
Demi vio el rubor
que tino los pómulos de Niall. Pensaba que ella no sabía lo del anillo de
Tippy, y se sentía culpable porque Demi economizaba en todo y él se estaba
gastando sus ahorros comprando anillos caros a su nueva chica.
—La educación es...
—empezó a decir.
—Un lujo, dadas las
circunstancias —replicó Demi, y echó a andar—. Tal como me siento ahora mismo,
podríamos poner a la venta el rancho y olvidarnos de intentar hacer milagros.
¡Estoy harta de apretarme el cinturón!
Entró en la casa en
un remolino de furia. Tippy Moore había abierto la boca para hablar pero la
cerró al instante al ver la mirada furibunda de Demi. Había oído la
conversación, y quería saber más. Pero Demi entró en su cuarto y cerró la
puerta. Niall subió a su todoterreno y salió disparado. Maude, atrapada entre
ambos, se limitó a suspirar y a preparar más café. Nadie quería, pero tenía que
hacer algo.
Como era natural, Demi
no podía quedarse eternamente en su cuarto. Salió para cenar. Se sorprendió al
ver que el personal del rodaje seguía allí, aunque estaba a punto de irse.
Tippy Moore le
dirigió una mirada extraña, como si reparara en lo viejos y gastados que tenía
los vaqueros y la blusa. Se fijó en la pintura descascarillada de las puertas y
en las manchas amarillas del techo del pasillo, rastros de una gotera.
—¿Quería algo,
señorita Moore? —preguntó Demi con brusquedad. Tippy suspiró.
—No sabía que os
fueran tan mal las cosas —empezó a decir.
—Mi rancho no es
asunto suyo -—le espetó Demi.
—Puede que pronto
lo sea —fue la suave réplica. Para enfatizar su afirmación, hizo girar el
anillo de esmeralda y diamantes. Lo llevaba en el dedo anular de la mano
izquierda, el indicado para los anillos de compromiso.
Demi se puso a
morir. De modo que Niall estaba pensando en casarse... Pues sería mejor que
solicitara primero la anulación, pensó con humor negro.
—Sus compañeros se
marchan —le advirtió Demi a la modelo.
—Ah. Niall suele
llevarme a la ciudad —replicó Tippy, casi en un murmullo de placer.
Mientras lo decía, Demi
oyó el familiar sonido del todoterreno de Niall. No dijo nada más. Entro en la
cocina y se entretuvo ayudando a Maude a pelar las patatas, para no tener que
volver a ver a Niall.
Tippy salió a
saludar a Niall, y le rodeó el brazo con sus manos perfectamente cuidadas.
—Empezaba a pensar
que no ibas a venir. Demi se ha pasado la tarde en su habitación, haciendo
pucheros, después de vuestra discusión —añadió en tono frivolo—. Cielos, es
terriblemente inmadura, ¿no?
Niall vaciló, pero
solo un segundo. Salió con Tippy, subió a su vehículo con ella y se alejó.
A partir de aquel
momento, las visitas de Niall coincidieron con el horario de clases de Demi, y
no por casualidad. Era la segunda semana de noviembre, y Demi cumplía veintiún
años el viernes. Desde que estaba casada con Niall, este se había empeñado en
invitarla a cenar el día de su cumpleaños y en hacerle un pequeño regalo...
generalmente, algo práctico, como un programa de ordenador o un CD de audio que
le gustara.
Habían discutido,
pero Demi no esperaba que se olvidara de su cumpleaños, a pesar de las
circunstancias. Tenía un poco de dinero apartado para una emergencia, y lo
empleó para hacer una escapada a los almacenes de Jacobsville. Si Niall podía
comprarle un anillo de esmeralda y diamantes a su novia, Demi tenía derecho a
comprarse un vestido nuevo cada dos años. Escogió uno de color azul pálido que
le caía con airosos pliegues hasta los tobillos; era de cintura ceñida y escote
bajo, y tenía mangas cortas abullonadas y un enorme pañuelo a juego. Se dejaría
el pelo suelto, pensó, y se lo rizaría para que le quedara perfecto en su única
noche al año con Niall.
Pero llegó el
viernes y seguía sin tener noticias de él. Salió antes de clase para poder
recordarle que era su cumpleaños, por si acaso lo había olvidado, pero Niall no
se presentó en el rancho aquel día. Tippy Moore, tampoco.
Era demasiada
coincidencia. Con Maude mirándola con preocupación a corta distancia, Demi se
acercó a Gary Mays, el ayudante de dirección, y le preguntó directamente dónde
estaba Tippy.
—En Victoria, con Niall
—dijo con velado sarcasmo—. Iban a celebrar la jubilación de un compañero
ranger, y Tippy se ofreció a acompañarlo. Según he oído, los solteros del
cuerpo no cabían en sí de puro gozo —añadió—. Al parecer, Niall estaba
encantado de que Tippy quisiera acompañarlo.
—Gracias —dijo Demi
con una débil sonrisa.
—¿No dijo Niall
nada sobre Demi? —preguntó Maude. Gary estaba estudiando el guión con el
regidor.
Frunció el ceño.
—¿Por qué iba a
hacerlo? —preguntó en tono distraído. Demi se alejó.
—Por nada.
—Demi... —empezó a
decir Maude, llena de compasión callada.
—Estoy bien, Maude
—le aseguró, y forzó una sonrisa—. Me enviará una tarjeta, o algo así.
Recorrió el pasillo
hasta su habitación sin decir nada más. Estaba furiosa y al borde del llanto.
Esa modelo estaba echando a perder su vida, su futuro, todas sus esperanzas.
Quería romper algo pero ¿de qué serviría? Si a Niall le importaba tanto Tippy
que había olvidado que Demi cumplía veintiún años, no le quedaba ninguna
esperanza.
Y no tardó en
comprender que Niall no tenía intención de invitarla a cenar. Ni siquiera la
llamó para felicitarla, ni para preguntarle qué planes tenía para su
cumpleaños.
Grier se acercó en
su enorme camioneta negra a primera hora de la tarde, cuando el personal de
rodaje ya se había despedido hasta el lunes siguiente. Se le notaba
consternado, e hizo una mueca al ver a Demi salir al porche a recibirlo.
Demi veía las malas noticias en su rostro.
—Adelante, suéltalo
—dijo con una sonrisa medio sentida—. Ya veo que no te mueres por contármelo.
—¿Tienes café? —le
preguntó Cash.
—Posponerlo tampoco
servirá, pero sí, tengo café. Pasa —lo condujo al interior de la casa, por el
pasillo, hasta la cocina—. Maude va a pasar la noche con su hermana, así que
estaba haciendo la cena. Nada del otro mundo, solo una tortilla. ¿Quieres
compartir?
—No he comido nada
desde las once de esta mañana —murmuró Cash, y se sentó a horcajadas en una
silla—. Si no te molesta la compañía, me encantaría.
Demi sonrió y, en
aquella ocasión, fue una sonrisa sincera.
—Haré unas tostadas
de canela para acompañar a la tortilla.
Cash esperó a que
hubieran terminado aquella comida frugal para hablar. Demi acababa de rellenar
las tazas de café y le había añadido leche en la de él. Llevaba demasiado
tiempo removiéndolo. Demi apoyó la barbilla en las manos y se lo quedó mirando
de manera significativa. Cash frunció el ceño.
—Está bien, ahí va.
Niall va a llevar a Tippy a una fiesta de jubilación esta noche, en Victoria—.
Pensé que debías enterarte por mí antes de que te lo dijera otra persona.
—Ya lo sabía, Cash
—dijo Demi—. Me lo dijo el ayudante de dirección.
—Lo siento, pequeña
—suspiró.
—Es la primera vez
en cinco años que se olvida de mi cumpleaños. Me compré un vestido nuevo, solo
para ponérmelo esta noche. Hoy cumplo veintiuno —dijo despacio.
—¿En serio?
—preguntó, sorprendido—. ¿Y Niall ha salido con Tippy?
—Supongo que se le
ha olvidado —rio Demi—. Últimamente, ha estado mucho tiempo con ella... Nadie
diría que es un hombre casado, ¿verdad? Es normal que no quiera llevarme a
ninguna fiesta —racionalizó—. Todavía soy pequeña, como tú mismo has dicho.
Preferirá ir con una mujer bonita, sofisticada y famosa, para presumir ante sus
amigos, y no con una pueblerina poco femenina que no sabe qué cubierto usar.
—No eres pueblerina
—dijo Grier con firmeza—. Oye, no te lo tomes como algo personal —cruzó sus
largas piernas y se apoyó en el respaldo de la silla, con el café en la mano—.
No debería habértelo dicho. Puede que no te hubieras enterado de otra manera.
—¿Si no se lo
hubiera preguntado a Mays, quieres decir? ¿Crees que Tippy no disfrutará
restregándomelo el próximo lunes, cuando vuelva al rancho para el rodaje?
—preguntó—. Al menos, ahora no me tomará por sorpresa.
—Si quieres ir a la
fiesta, puedo llevarte —le dijo Cash con una sonrisa traviesa—. Solía trabajar
con el compañero que se ha jubilado, y también estoy invitado.
Demi le devolvió la
sonrisa. La idea era tentadora. Pero, aunque Niall jugara con su corazón, Demi
era incapaz de avergonzarlo de aquella manera, después de todo lo que había
hecho por ella a lo largo de los años.
—No —dijo, y movió
la cabeza—. No participo en esa clase de juego. No soy una persona muy
vengativa.
—Lo sé —dijo Cash
con aspereza—. Por eso cuesta hacerte daño.
Demi observó su
hermoso rostro con una sonrisa.
—Eres un buen
hombre, Cash Grier —dijo con suavidad. Él enarcó las cejas, y Demi vio un
destello en sus ojos.
—¿Sabes? Creo que
me han llamado de todo menos eso.
—Bueno... —suspiró Demi—.
Ahora tengo veintiún años, Niall y yo podremos pedir discretamente la
anulación, y nadie sabrá nunca que hemos estado casados. Yo me quedaré con mi
mitad del rancho, y él con su libertad. Así podrá casarse con su mujer ideal
pelirroja.
Grier la observó
con disimulo y pensó que, de estar en el lugar de Niall, la libertad sena lo
último que desearía. Aquella joven menuda tenía un corazón enorme, y no se daba
aires ni usaba ardides de ningún tipo. Era sincera, valiente y atenta.
Lamentaba que hubiera tanta diferencia de edad entre ellos.
—¿Por qué estás tan
taciturno? —le preguntó. Cash la observó con mirada entornada.
—Estaba deseando
ser más joven.
Demi sonrió sin
astucia.
—¿Ah, sí? ¿Por qué?
Cash rio. Demi no
era consciente de su propio atractivo.
—Por nada. No era
más que un pensamiento fugaz —echó un vistazo al laborioso reloj que llevaba en
la muñeca izquierda—. Tengo algunas cosas que hacer antes de que acabe mi tumo,
a las cinco —frunció el ceño—. Has dicho que Maude se ha ido a casa de su
hermana. ¿Quién se quedará aquí contigo?
—Nadie, por
supuesto. Pero Maude regresará mañana a primera hora.
A Cash no le hacía
gracia. Niall estaba siendo descuidado, y más después de las amenazas de Jack
Clark.
—Estás preocupado
—dijo Demi—. ¿Porqué?
Se sentía reacio a
contárselo, y se notaba.
—Jack Clark ha
jurado delante de, al menos, un testigo que piensa hacerte pagar caro que lo
hayas amenazado con un rifle.
—¿No se ha
conformado con denunciarme? —bromeó.
—No tiene gracia, Demi
—dijo Cash.
—No, pero ahora
mismo no es más que otra gota en el charco de mi miseria —le dijo—.Últimamente,
mi vida no es un camino de rosas.
—Quiero que te
vuelvas obsesiva con la seguridad, que cierres puertas y ventanas por la noche,
aunque Maude esté aquí. Si algún vehículo extraño se acerca a la puerta,
asegúrate de que sabes quién es antes de abrir. No te separes de esa pistola.
Tienes ayudantes en el rancho, ¿no?
Demi sentía débiles
las rodillas. Nunca había tenido que preocuparse de los intrusos. Vivía en una
vieja casa victoriana de largas ventanas y escasa seguridad. Contempló la
pistola que estaba sobre la mesa.
—Ahora mismo,
tenemos a tres vaqueros a tiempo parcial —murmuró—. Y Nick, nuestro capataz. Niall
lo contrató —alzó la mirada—. Trabajó de policía en Georgia cuando salió de la
academia, antes de trasladarse a Texas, y tiene muy buena puntería.
—Me alegro. Eso me
tranquiliza un poco. ¿Estarán aquí este fin de semana?
Demi parpadeó.
—Algunos. Nick,
desde luego. No suele salir mucho.
Cash no parecía muy
convencido. Apuró su café y se puso en pie. Sacó una tarjeta, le dio la vuelta
sobre la mesa, se sacó un bolígrafo del bolsillo de la camisa y anotó un número
en el dorso. Se la pasó a Demi.
—Es el número de mi
otro móvil. Lo llevo siempre encima, y nunca apagado —añadió con solemnidad—.
Si me necesitas, sea de día o de noche, llámame. Aunque esté fuera de servicio,
como mínimo podré hacer que la policía de Jacobsville venga aquí en un tiempo
récord de tres minutos, si yo tardo un poco más, ¿entendido?
La conmovió aquel
gesto. Sabía que Grier tenía fama de no trabar amistad fácilmente. En su nuevo
cargo de subjefe de policía, ya estaba haciéndose enemigos en el ayuntamiento
por su actitud firme con los delincuentes de drogas. Pero Demi lo adoraba. Era como su familia. Ya había hecho más por
ella que cualquiera, salvo Niall. Le sonrió con afecto.
—Gracias, Cash
—dijo en voz baja—. Lo digo en serio.
Cash echó a andar
hacia la puerta con ella detrás. La abrió y se dio la vuelta, y su silueta
quedó recortada contra el atardecer.
—Feliz cumpleaños, Demi
—dijo con suavidad, y se inclinó para besarla en la mejilla—. Siento que no
vaya a ser más feliz.
Demi le sonrió.
—Hay un par de
películas nuevas que hace tiempo que quiero ver. Creo que me haré el regalo de
ir al cine.
—¿Sola? ¿De noche?
—Cash vaciló—. Oye, hace años que no voy al ballet —dijo de improviso—. Hay uno
en Houston, y puedo conseguir entradas con muy poca antelación. Llévame contigo
en tu fiesta de cumpleaños. Te invitaré a cenar.
A Demi se le
iluminó el rostro.
—¿En serio? ¿No
tienes planes para esta noche?
Cash rompió a reír.
—No tengo planes
para ninguna noche —le confesó—. Últimamente, tengo problemas con... las
mujeres. Soy demasiado brusco para la mayoría.
—No es cierto —la
mirada de Demi se suavizó—. Me encanta salir contigo, aunque sea a pescar o a
tomar una hamburguesa.
El cambio que se
operó en él fue sorprendente. Prácticamente, se sonrojó. Carraspeó.
—Bueno, entonces,
decidido. Iremos al ballet, y así podrás ponerte tu vestido nuevo. Te recogeré
a las cinco y media.
Demi sonrió de
oreja a oreja.
— ¡ Estaré lista! ¡
Gracias, Cash!
Este se encogió de
hombros.
—No podemos
permitir que una joven como tú cumpla los veintiuno y no lo celebre, ¿no?
—dijo, y se marchó.
Así que, en lugar de
quedarse en casa lamentándose porque Niall no quisiera sacarla a cenar el día
de su cumpleaños, Demi se vistió para Grier. Cuando se miró en el espejo, tuvo
que reconocer que no tenía mal aspecto. El suave vestido azul realzaba su
figura, y podía cubrirse las mangas abollonadas que sostenían el corpiño de
escote bajo con el vaporoso pañuelo a juego. Los tacones altos arqueaban sus
bonitos pies de forma sugerente, y le gustaba que el vestido le llegara a los
talones. Era perfecto para el ballet. Como toque final, se hizo un sofisticado
recogido.
Lo que más la
entristecía era que Niall ni siquiera la hubiera llamado para felicitarla. Cada
cinco minutos, salía a mirar si parpadeaba la luz del contestador, por si acaso
no había oído el teléfono. Pensó en descolgar y en comprobar que daba señal,
pero le pareció demasiado infantil. Si Niall no quería felicitarle el
cumpleaños más importante de su vida, allá él. Saldría con Grier y se lo
pasaría en grande.
Le hacía gracia, y
la complacía, que un hombre como Grier quisiera pasar una tarde aburrida con
una chica como ella cuando podría haber salido con cualquier mujer de su
elección. Era muy atractivo y, si no se equivocaba, muy experimentado con las
mujeres.
Se presentó la hora
en punto, luciendo un traje oscuro, y con el pelo ondulado suelto, en lugar de
recogido en su acostumbrada coleta, con el bigote y la perilla perfectamente
recortados. El pelo le caía a la altura del cuello y realzaba su musculosa
garganta. Tenía un aire europeo, y la camisa blanca y la corbata azul discreta
que llevaba contrastaban con su tez cetrina. Los zapatos negros estaban tan
brillantes que reflejaban el techo del porche.
—Vaya —dijo Demi
con suavidad, porque nunca lo había visto tan elegante. Él sonrió tímidamente.
—Gracias. Tú
tampoco estás nada mal —enfatizó el cumplido con la mirada, que deslizó por su
figura como la pincelada de un artista—. ¿Estás lista?
—Solo tengo que
cerrar la puerta con llave —lo hizo, y se reunió con él en los peldaños.
—¿Y las ventanas?
—Están bien
cerradas —le aseguro—. Y, hablando de seguridad, espero que vayas armado,
porque no tengo dónde llevar la pistola.
—No encontrarás un
policía en todo el país que no viaje armado. En estos tiempos, no.
—Me lo imaginaba.
—¿Te ha llamado Niall?
—le preguntó Cash mientras la ayudaba a subir a la camioneta.
—No —dijo Demi con
rotundidad—. Pero no importa.
Por supuesto que le
importaba, pensó Cash; no podía ocultar su decepción. Puso en marcha la enorme
camioneta negra.
—Va a ser una
velada memorable —le dijo—. Esta noche interpretan El pájaro de fuego. Tengo buenos asientos, a pesar de haberlos
reservado a ultima hora.
—¿El pájaro de fuego?.
—De Stravinski
—contestó Cash—, un compositor moderno. Compuso la música del ballet. ¿Quieres
que te hable de él de camino a Houston?
—¿Lo harías?
—preguntó Demi, sinceramente curiosa. Cash rio entre dientes.
—Me encantaría.
El tema los ocupó
durante todo el trayecto al teatro en el que se ponía en escena el ballet.
El público llevaba
mil atuendos distintos, desde trajes de fiesta a vaqueros y camisetas, así que Demi
se sintió cómoda con su vestido. Grier y ella tenían asientos en las primeras
filas, y la belleza de la obra la embelesó, así como la música sensual que
interpretaba la orquesta.
Sorprendió a Grier
mirándola en una ocasión, y le sonrió. Él le devolvió la sonrisa, complacido
por que estuviera disfrutando del ballet.
Demi contempló a las bailarinas deslizarse por el
escenario con sus exquisitos trajes de baile, dando brincos y haciendo piruetas
de puntillas, a la luz cambiante de los focos. Era admirable. Nunca había visto
nada igual. Como le diría a Grier más tarde, le parecía estar viendo un cuadro
de Degas cobrando vida.
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