Demi y Grier
estaban tan absortos que no vieron a Niall hasta que no causó un pequeño
estrépito acercando una silla al reservado y sentándose a horcajadas entre
ellos. Los dos lo miraron, sorprendidos.
A Demi le dio un
vuelco el corazón, pero trató de disimular. Estaba furioso, muy furioso.
—¿Qué he hecho ahora?
—le preguntó con estudiada despreocupación. Niall la miraba encolerizado.
—¿Qué le has dicho
a Tippy? Estaba llorando cuando me fui.
Aquella pregunta
directa la dejó turbada, y no pudo reaccionar. A Cash, en cambio, le llameaban
los ojos.
—Demi no le ha
dicho nada. Se acercó y empezó a tontear conmigo, y le di un corte —dijo Cash—.
No me gustan las modelos. Si estaba disgustada, ha sido por mi culpa, así que
no acuses a Demi.
Niall enmarcó las
cejas.
—¿Qué tienes en
contra de ella?
—No es nada personal.
Se quedó mirando a
Cash con abierta curiosidad.
—He tenido que
traerla de regreso a su hotel. No podía trabajar. El ayudante de dirección está
furioso.
—Vaya, lo siento
por él —dijo Cash sin emoción en la voz—. Puedes decirle de mi parte que no
inflo los egos de niñas mimadas de ninguna edad —se puso en pie—. Demi, te
llevaré al rancho. Quiero investigar esa pista.
Demi se puso en
pie, atrapada entre el enojo de Cash y la agitación de Niall, sin ninguna
salida a la vista. Lamentaba no haber viajado a Jacobsville en su camioneta.
—Puedes volver
conmigo —dijo Niall—, y ahorrarle el viaje a Cash.
«Estupendo», pensó.
«No me quedarán pulmones cuando llegue. Se me inundarán con ese perfume caro de
Tippy». Seguramente, el vehículo de Niall apestaba a él.
—No me importa
llevarla —insistió Cash. Niall se aproximó un poco a él, sin pestañear. Llevaba
su sombrero de ala ancha inclinado sobre la frente, y todas las líneas tensas
de su cuerpo reflejaban agresividad. Estaba buscando pelea.
Cash lo sabía, y
tuvo suficiente sentido común para no permitir que la situación se les fuera de
las manos.
—Está bien —dijo de
buen grado—. Demi, te llamaré la próxima semana y alquilaremos una película en
mi día libre.
—Estupendo —dijo,
sonriéndole—. Gracias por el almuerzo.
Cash se encogió de
hombros.
—Me lo he pasado
bien. Hasta pronto, Niall.
Niall asintió y
Cash lo rodeó con indiferencia, como si no percibiera la clara amenaza de la
postura de Niall.
Demi sabía que
estaba furioso. Imaginaba que se debía a lo que Cash le había dicho a su
modelo. Recogió su bolso y se lo echó al hombro.
Niall se volvió
hacia ella y la miró con desaprobación.
—Podrías haberte
cambiado de ropa en lugar de venir así a la ciudad.
—Si no te gusta
cómo estoy, entonces, ve tú a mover el ganado, a recorrer la cerca, a revisar
los abrevaderos, a echar heno, a limpiar los establos, a...
Niall levantó una
mano y suspiró con enojo.
—Sé que necesitamos
más mano de obra. No me gusta que tengas que trabajar.
—Soy la hija de un
ranchero —le recordó—. No estoy haciendo nada que no haya hecho desde que papá
me montó sobre un caballo por primera vez.
Niall contempló sus
grandes ojos castaños y reparó en los círculos que los bordeaban, en las nuevas
arrugas de tensión de su rostro.
—Te están poniendo
de los nervios, ¿verdad? —le preguntó. Demi no tuvo que preguntarle a qué se
refería.
—No he podido
cambiarme de ropa porque tenían bloqueada la entrada de mi dormitorio —dijo con
rotundidad—. Ya había puesto furioso al ayudante de dirección dejando mis
libros sobre la mesa de la cocina. Tuve que guardarlos en la camioneta hasta
que rodaron la escena. Es mi casa y tengo que pedir permiso para usar el cuarto
de baño. ¡Por supuesto que me están poniendo de los nervios! —inspiró
despacio—. Pero necesitamos el dinero, así que no importa.
Niall se dio la
vuelta y salió del local. Ella lo siguió a su todoterreno negro. Esperó a que
los dos estuvieran montados, con el cinturón abrochado, para arrancar y seguir
hablando.
—Sí, necesitamos el
dinero —reconoció en voz baja—. Detesto tener que recordarlo, pero es cierto.
Quiero que termines tus estudios antes de que busques un trabajo —le lanzó una
mirada elocuente—. Deberías estar yendo a fiestas, bailando y divirtiéndote,
como otras jóvenes de tu edad, en lugar de hacer las tareas más sucias del
rancho.
—Ya veo —asintió—.
Me estás animando a que cometa adulterio para poder sacarme una pensión cuando
te divorcies de mí.
Niall vaciló y,
después, rompió a reír.
—Ya recuperaré el
tiempo perdido cuando tengamos la anulación. Mientras tanto, saldré con Cash en
plan tranquilo.
—¿Lo es?
Volvió la cabeza
hacia él.
—¿Qué es qué?
—Lo tuyo con Cash.
Tranquilo.
—Cash es mi amigo, Niall
—le dijo—. Sé que crees que estoy asquerosamente chapada a la antigua, pero
hice una promesa y pienso guardarla hasta que ya no haga falta.
Niall detestaba el
placer que le producía aquella afirmación. Debería darle igual que saliera con
hombres. Él quería su libertad. Ni siquiera Tippy era un riesgo en ese sentido.
Demi, en cambio, sí. Lo iluminaba por dentro. Cuando estaba sombrío, ella
lograba animarlo con una pulla, una sonrisa, y ese humor extravagante que la
caracterizaba. Nunca había conocido a nadie que lo hiciera sentirse... entero.
La idea de perder todo aquello por culpa de otro hombre lo inquietaba. Seguía
soñando con ella envuelta en un negligé rojo...
Se desembarazó de
la idea. No pensaba abrir esa caja de Pandora. Recordó algo que había dicho Cash
antes de irse.
—¿Qué pista quería
seguir Cash?
—Ni idea —dijo Demi
con resuelta despreocupación—, Sacó un bloc, anotó algo y dijo que tenía que
seguir una pista.
—Ah.
-¿Sigues sin creer
que envenenaron a nuestro novillo?
Niall asintió y la
miró.
—Dile a Nick que
arranque esos tréboles que han causado el cólico. Si vamos a alimentar al
ganado con hierba, tiene que ser solo eso, hierba.
—Lo haré —dijo Demi,
y guardó silencio, deseando poder hablar con él como hablaba con Cash, sin que
desechara sus ideas como si fueran motas de polvo.
—¿Por qué crees que
lo envenenaron? —preguntó
Niall de repente.
Demi quería
contárselo todo: las cercas cortadas, las vacas preñadas que habían estado a
punto de perderse, lo que Hob le había contado, lo que ella le había contado a
Cash, el toro muerto de Fred Brewster... Pero no tenía pruebas, y no quería
sentirse vigilada cada vez que saliera a caballo sola por el rancho. Podía
investigar ella sola aquellos incidentes, no eran nada del otro mundo. Además, Niall
ya tenía demasiados problemas en la cabeza con ese asesinato brutal que estaba
resolviendo. Sabía que había visto a la víctima, y eso debía de haberlo
afectado.
—Por algo que oí,
nada más —dijo pasado un minuto—. Seguramente, no eran más que rumores
relacionados con los hermanos Clark. No caen muy bien por aquí.
—Y que lo digas
—corroboró, distraído. Tomó la carretera del rancho levantando polvo—. Los han
despedido de media docena de trabajos en este último año. No se quedan mucho
tiempo en el mismo sitio.
—¿De dónde son?
—preguntó Demi con curiosidad.
—No tengo ni idea.
Quizá pudiera
comprobarlo ella misma. Jugó con el botón de la ventanilla.
—¿Todavía tienes
esa pistola de imitación de calibre 45 que dispara balas del 22?
—Sí, ¿por qué?
—¿Qué tal si la
limpias y me buscas un poco de munición? Tengo ganas de practicar el tiro al
blanco.
—¿Porqué?
—Hoy estás lleno de
preguntas.
—Y tú corta de
respuestas.
—Cash se ofreció a
enseñarme.
—Podría enseñarte
yo —replicó Niall, un poco tenso—.
Tengo más puntería que él.
—Lo sé, pero
últimamente estás tan ocupado... —lo vio frenar ante el enorme camión que
bloqueaba la entrada y rodearlo por la hierba—. Yo no sé hacer eso —comentó, e
hizo una mueca al ver la zanja que esquivaron por solo cuatro centímetros—. Me
caería a la zanja si lo intentara.
—Con esa actitud,
sin duda —dijo Niall, y detuvo la camioneta ante el porche delantero. Estaba
desierto, para variar—. ¿Por qué odia Cash a las modelos? —preguntó de pronto.
Demi vaciló, pero
su lealtad a Niall era más fuerte que su lealtad a Cash.
—Su madrastra era
modelo —le dijo—. Y rompió a la familia.
—Un duro golpe.
Demi asintió.
—Tan duro como él
—bromeó.
Niall no sonrió.
Alargó la mano y tiró de un mechón de pelo rubio que había escapado de la
trenza de Demi. Lo giró en tomo al pulgar y lo observó. Demi escrutó despacio
sus ojos negros.
—Mi calidad de vida
disminuiría sin ti —barbotó—. Aunque te casaras con una imponente modelo de
fama mundial.
Niall enarcó las
cejas.
—¿Casarme?
—Cierto, es una
palabra sucia. Dios quiera que nunca te pongas un anillo que no esté unido a
una granada o algo así —puso la mano en el tirador de la puerta, con intención
de salir, pero Niall deslizó los dedos detrás de la nuca de Demi y atrajo su
rostro con suavidad, pero con firmeza, hacia él.
—Ya estoy casado
—susurró, y unió sus labios firmes a los de ella con fiereza durante un momento
fugaz. La soltó y se apeó del vehículo mientras ella todavía se estaba
recuperando de la sorpresa.
Niall abrió la
puerta de Demi y le puso las manos en la cintura para ayudarla a bajar. La
sostuvo delante de él durante unos segundos cargados de intensidad.
—No te encapriches
mucho con Grier. No estaremos casados mucho más tiempo, pero seguiré
sintiéndome responsable de ti. Grier es un hombre difícil. Tiene un pasado
turbio del que no puedo hablarte. Tendrías más oportunidades domesticando a un
lobo.
La parte de que no
seguirían casados mucho más tiempo era inquietante. Demi intentó no reaccionar.
¿Qué estaba diciendo? Algo sobre Grier...
—Cash es mi amigo
—le dijo. Niall inspiró hondo.
—Y mío. Más o
menos. Pero... no te acerques demasiado a él. No es lo que parece.
Demi le sonrió.
—De acuerdo.
Niall la miró a los
ojos con vacilación, bajó la vista a sus labios y la desvió. La zarandeó con
mucha suavidad, antes de soltarla.
—También me
preocupa que estés sola en el rancho, con Maude y los chicos como única
compañía. No estaría mal que Cash te enseñara a tirar al blanco. Nadie sabe más
de armas que él —elevó la barbilla—. Bueno, excepto yo —añadió con una voz
grave y dulce que acarició la espalda de Demi como si fuera terciopelo. Su
poderoso cuerpo se puso ligeramente rígido—. Demi, ¿seguro que no quieres que
te enseñe yo? —preguntó de improviso.
—No quiero robarte
tu tiempo libre, Niall —dijo, sin darle importancia—. Trabajas bastante y te
mereces un poco de relax.
—¿Intentas decirme
algo? —inquirió con curiosidad.
—En realidad, no.
Salvo que sé que te gusta pasar tus ratos libres con la señorita Moore.
La miró con ojos
entornados.
—¿Estás celosa?
—preguntó con voz suave, lenta, como si acabara de considerar esa posibilidad. Demi
contuvo el aliento. Tenía el corazón desbocado, y no podía arriesgarse a
delatar sus sentimientos. No quería atraparlo haciéndolo sentir lástima por
ella.
—Es un matrimonio
de conveniencia, Niall, tú mismo
lo has dicho. Puedes hacer lo que quieras —añadió con franqueza—. Deja que sea
Cash quien me ense- ñe a usar una pistola. Le gusta estar conmigo.
En aquel momento,
la pausa fue larga e intensa. Niall no dijo nada más, pero respiraba de forma
tan controlada que Demi adivinó que estaba furioso. No entendía por qué. Era
evidente que estaba colado por Tippy Moore, ¿por qué le importaba que recibiera
lecciones de Cash? Quizá fuera un comportamiento típicamente varonil. Había
tantos rituales masculinos que las mujeres nunca acababan de comprender...
—No voy a entrar
—dijo Niall con aspereza—. Te veré la próxima semana.
—Claro. Gracias por
traerme.
Demi no volvió la
cabeza mientras subía al porche. Entró directamente por la puerta principal y
tropezó con un cable, cayó de cabeza contra una silla y echó a perder una
escena que estaban rodando.
—¡Genial! ¡Era la
toma número dieciséis! —masculló, encolerizado, el ayudante de dirección, Gary
Mays, mientras la estrella, Ranee Wayne y dos actores secundarios se lo
quedaban mirando—. ¡Mujer torpe y estúpida!
Demi se incorporó
con la ayuda de un cámara y se enderezó enseguida. Se acercó con paso enérgico
al ayudante de dirección y lo traspasó con la mirada.
—¡Escúcheme bien,
tirano idiota e irascible! ¡Este es mi salón! Llevo días caminando con pies de
plomo, tratando de no estorbar, y no es culpa mía que esta casa parezca un
campo de minas con tanto cable. ¡No había ningún letrero que avisara que
estaban rodando! Y hábleme con educación cuando se dirija a mí, ¿me ha
entendido?
El ayudante de
dirección profirió una exclamación y empezó a farfullar mientras los actores,
el técnico de sonido, el cámara y los ayudantes reían de forma ruidosa. Demi
oyó otra carcajada a su espalda, grave, lenta y apreciativa.
—Tiene
temperamento, Gary —le dijo Niall al ayudante de dirección—. No conviene
sacarla de sus casillas.
—Ya veo —Gary rio,
pero sin humor—. Disculpe, señorita Lovato —murmuró a regañadientes; ella
asintió con rigidez—. La próxima vez pondremos un cartel — añadió, y se dio la
vuelta.
Demi miró a Niall
con curiosidad, porque la sorprendía que hubiera entrado en la casa. No sabía
que la había visto caer y que había entrado corriendo para cerciorarse de que
no se había hecho daño. En aquellos momentos la estaba mirando con un extraño
fulgor en sus ojos negros.
—¿Estás bien? —le
preguntó Niall en voz baja, y se acercó para observarla. Ella asintió, sintiéndose
halagada por su preocupación.
—Un poco
desconcertada, nada más. Tropecé con la luz.
Niall también
asintió. Pero la manera en que la miraba en aquellos momentos era diferente.
Nueva. En absoluto familiar.
Demi se quedó
pensando en aquella mirada toda la noche, sin llegar a entenderla.
Tippy Moore seguía
furiosa y no era muy diplomática. A la mañana siguiente, estaba esperando a Demi
antes de que encendieran los generadores.
—Dile a ese... a
ese patético policía de pueblo que me pondré los zapatos que me apetezcan
—masculló con mirada llameante. Demi abrió los ojos de par en par.
—¿Perdón?
—Por supuesto que
sé andar con tacones —prosiguió Tippy, sin arredrarse—. Y le prohibo que me
dirija la palabra a partir de este momento, nunca más. Solo estaba siendo
amable con él. ¡A saber por qué!
Demi seguía
demasiado sorprendida para contestar; la modelo estaba hecha una furia.
—¡Y no estaba
tonteando con él! —continuó diciendo Tippy Moore—. Solo intentaba ser educada.
Hizo que me sintiera como un caso de sarampión. ¡Pues no estoy interesada en
ningún poli paleto, cuando puedo tener al hombre que se me antoje! ¡Díselo!
La reacción de la
mujer a la actitud de Cash le resultaba curiosa, por decir algo.
—A Cash no le
gustan las mujeres —dijo Demi, tratando de suavizar el golpe. No podía
explicarle la reacción de Cash, no le correspondía a ella hacerlo.
—Tú le gustas —fue
la áspera réplica de Tippy, seguida de una mirada que decía claramente: «A
saber por qué».
—Solo soy una
ranchera —dijo Demi con suavidad—. No me pongo ropa bonita, ni coqueteo, ni lo
amenazo de ninguna manera. Somos amigos.
La modelo seguía
enojada.
—Apuesto a que de
pequeña te malcriaron —masculló distraídamente—. Estaban pendientes de ti a
todas horas y te daban todo lo que querías. La niña de papá — añadió con
sarcasmo
Demi se puso tensa.
—En un rancho no se
malcría a nadie, señorita Moore —replicó con frialdad—. No hay tiempo. Todo el
mundo contribuye, o el negocio se va a la ruina.
—¿Por qué pasa Niall
tanto tiempo aquí? —preguntó de improviso. Demi enarcó las cejas.
—Es el dueño de la mitad del rancho. Entre los dos lo
dirigimos, y los únicos ingresos que entran son los de Niall... y lo que
recibiremos por dejarlos rodar aquí la película.
—Entonces, es por
eso... —murmuró Tippy despacio, y se sonrojó—. Pensaba que los Rangers de Texas
ganaban mucho dinero. Son especiales.
—Más de lo que se
imagina —le espetó Demi, defendiendo a su marido— Pero no ganan sueldos de
príncipe, y un rancho de ganado acarrea muchos gastos.
—¿Y por qué no
vende su parte?
—Porque yo no puedo
permitirme comprársela — respondió Demi con rotundidad—. Puede que esto no le
parezca gran cosa, pero lleva en mi familia, y en la de Niall, más de un siglo.
Ni él ni yo lo venderíamos a no ser que estuviéramos muriéndonos de hambre.
—No es más que un
trozo de tierra con un poco de hierba encima.
Demi entornó los
ojos con frialdad.
—La familia es
importante; la tradición, también. El deber, el honor, y la responsabilidad. El
dinero, no —añadió con rotundidad, y con desprecio inconfundible en la voz,
mientras miraba a la modelo de arriba abajo de forma ofensiva. Tippy levantó el
mentón con altivez.
—¿Estás enamorada
de Niall?
—Es mi socio —dijo Demi
con aspereza.
—Me alegro. No te
hagas ilusiones con Niall —añadió Tippy—. Tengo planes para él.
—¿Para qué? ¿Para
que haga de criado suyo? —preguntó Demi, demasiado enojada para escoger mejor
las palabras—. ¿O solo colecciona a hombres y los valora por los regalos que le
hacen? Supongo que una mujer como usted nunca podría conformarse con un solo
hombre.
Tippy se quedó
helada, y se puso en jarras.
—¡No sabes nada de
mí!
—¡Ni usted de mí!
—fue la respuesta—. No vuelva a darme avisos sobre Niall. Nos conocemos desde
que yo llevaba zapatos de charol. No crea que lo arrancará de mi vida por una
amistad de unas cuentas semanas, señorita Moore. Puede que lo distraigan una
cara y una figura bonitas, pero no es tonto. Puede ver la fealdad que se esconde tras el resplandor.
Tippy se quedó sin
aliento. Después, sonrió con frialdad.
—Si esto es un concurso,
ya lo has perdido —le dijo con suavidad, pero lanzando fuego por sus ojos
verdes—. Niall hará lo que yo quiera. Estáis apurados de dinero, ¿verdad?
Entonces, ¿cómo ha podido comprarme esto?
La modelo levantó
la mano y le enseñó un anillo de esmeralda que debía de costar cientos, si no
miles, de dólares. Demi sintió náuseas. Niall no era dado a comprar regalos a
las mujeres, salvo en Navidad, y siempre era algo útil, no frivolo. A Demi le
había regalado una chaqueta de cuero el año anterior. Para comprar algo tan
caro como aquel anillo debía de estar locamente enamorado.
Demi no dijo nada
más. Tenía el corazón hecho añicos. Bajó los ojos y se dio la vuelta; regresó a
la casa con la espalda bien recta.
Detrás de ella, la
pelirroja hizo una mueca y apretó sus hermosos labios. En el fondo, le dolía
ver a la joven alejarse con su acerado orgullo visible en su porte rígido.
Interrumpieron el
rodaje al cabo de unos días para trasladar el equipo a la ciudad y filmar allí
durante una semana. Demi podía disfrutar de la casa temporalmente... salvo por
los materiales que habían dejado y que tenía que sortear.
Niall no regresó
hasta el miércoles siguiente, y lo hizo con Tippy. Demi acababa de ensillar su
yegua, y la estaba sacando del granero cuando detuvieron el coche delante del
porche. Había guardado un rifle en la funda que colgaba de la perilla. Iba
vestida con botas, chaqueta y pantalones vaqueros, y un Stetson negro viejo
bien calado en lo alto de su rubia cabeza.
—¿Adonde vas? —le
preguntó Niall, mientras ayudaba a Tippy a bajar del todoterreno. La modelo
llevaba un vestido verde de seda que parecía sencillo y debía de costar un
riñon. Comparada con Demi, parecía una reina. El vestido hacía juego con el
anillo de esmeralda y diamantes que Niall le había comprado. Los destellos que
despedía herían a Demi en el corazón.
—Voy a recorrer la
cerca —le dijo con voz inexpresiva. No añadió que habían cortado otra
alambrada. Nick acababa de llamarla por el móvil para contárselo. La estaba
esperando con dos de los vaqueros.
—¿En pleno día?
—preguntó Niall, con el ceño fruncido—. Hemos venido a almorzar. Acompáñanos.
—Podéis almorzar
con Maude —le dijo, y montó ágilmente sobre la silla— Tengo trabajo que hacer.
—¿Por qué no estás
hoy en clase? —insistió Niall, molesto por su actitud sombría.
—Mi profesora de
matemáticas tiene a su hijo enfermo, y el de inglés anuló la clase para ir a un
funeral.
Niall reparó en el
rifle y frunció el ceño.
—¿Y esa arma?
Demi tomó las
riendas en sus manos enguantadas y lo miró con enojo. Tippy estaba de pie junto
a él, muy cerca.
—Siempre llevo un
rifle —dijo—. Los hombres han visto un lobo —mintió.
—No puedes matarlo
—dijo Niall con aspereza—. Va en contra de la ley.
—Lo sé —replicó con
acritud—, pero puedo asustarlo con un par de tiros si amenaza al ganado.
—¿Has comido?
Dios, era
insistente.
—He desayunado —le
dijo—. De todas formas, no suelo
almorzar. Tengo que irme.
Hizo girar a su
caballo, sin saludar ni mirar a Tippy, y se alejó antes de que Niall pudiera
decir nada más.
—No me gusta
—masculló—. Le pasa algo. La noto rara.
La modelo se colgó
de su brazo y forzó una sonrisa.
—Me encantaría
comer algo, Niall —le dijo—. Vamos. Las adolescentes son muy volubles. Yo lo
era, a su edad.
—Demi tiene veinte
años. Casi veintiuno.
Aquello fue una
sorpresa; Tippy la había tomado por una jovencita. Vio a su rival con nuevos
ojos. El anillo que llevaba la había hecho sufrir. Claro que a ella no debería
importarle...
— Aún es muy joven
— insistió —. Está en la edad en que se olvida con facilidad —añadió, más por
su propio beneficio que el de él—. Vamos. Dame de comer.
Niall estaba viendo
a Demi alejarse a caballo, y se sentía vacío. No lo había mirado a los ojos. No
le había sonreído. Y ¿por qué necesitaba un rifle? ¿Por qué iba a revisar la
cerca ella sola?
Quería respuestas.
En cuanto dejara a Tippy en la localización de Jacobsville en la que estaban
rodando, regresaría para sonsacárselas a Demi.
Demi encontró a su
capataz, Nick, y a Brad, uno de sus tres hombres de media jomada, arrodillados
junto a un toro en el pasto en que habían cortado la cerca.Temiendo lo peor,
desmontó y se arrodilló junto al animal. Era un toro Hereford, el mejor que
tenía. Estaba muerto.
—¡Maldita
sea!—masculló.
—Lo siento —le dijo
Nick—. Pensaba que estos toros estarían a salvo. Debería haberlo visto venir.
—No es culpa tuya,
Nick. Pero esta vez, quiero respuestas. Quiero que venga el veterinario
enseguida, y que tome una muestra de sangre. Si ha sido envenenado, como los
demás, quiero pruebas. Dejaré las clases y buscaré un trabajo para pagar sus
honorarios, si hace falta.
—Lo llamaré ahora
mismo —la tranquilizó Nick.
Demi dio una palmadita
al toro en la cabeza, sintiendo deseos de llorar. Había albergado tantos planes
para él en su nuevo programa de cruces... Se lo veía tan indefenso, tan
vulnerable...
Se levantó y se
acercó a la alambrada. El método con que la habían cortado era el mismo que el
de las dos cercas anteriores. La misma persona. Suspiró con furia e impotencia.
Alguien intentaba retirarlos del negocio. Tenía que ser Jack Clark, pero ¿cómo
podía demostrarlo?
Nick se guardó el
teléfono y se acercó a ella.
—El veterinario ha
dicho que vendrá a eso de las cinco. Me llamará cuando salga para acá.
Deberíamos sacar fotografías de la cerca cortada —añadió—. He guardado los
otros alambres, como me pediste. Y deberías contárselo a Niall o, al menos, a
la policía local —dijo con firmeza—. Es peligroso que cabalgues por aquí fuera
tú sola, aunque lleves rifle.
Demi sabía que
tenía razón, pero le dolía reconocerlo. Además, no iba a hacer lo que Nick le
pedía.
—A partir de ahora,
revisaré la cerca con uno de los hombres —mintió con convicción.
—Bien —Nick la
acompañó a su yegua—. Traeré una película y usaré la cámara del barracón para
sacar fotografías del cuerpo.
—Oye, Nick. Niall
ya tiene bastantes problemas con el caso que está resolviendo en Victoria. No
quiero que lo preocupemos con esto.
—Es dueño de la mitad del rancho —le recordó el
capataz con firmeza—. Tiene derecho a saber lo que está pasando.
—Se lo conté hace
varias semanas, pero no quiso escucharme —replicó Demi—. Cree que me lo estoy
inventando para llamar la atención. Además, está tan embelesado con esa modelo
pelirroja que ni siquiera me oye... —tragó saliva—. Lo siento. Tiene muchas
cosas en la cabeza. Yo, también.
Nick la miró con
compasión, pero estaba preocupado, y se notaba.
—Si me pregunta, Demi,
tendré que decírselo.
Ella se encogió de
hombros.
—Haz lo que debas,
Nick. Pero solo si te pregunta. ¿Trato hecho?
—Trato
hecho—sonrió.
—Y quiero saber qué
dice el veterinario.
—Por supuesto.
Hizo girar a su montura y cabalgó de regreso al
rancho. Pero, a mitad de camino, desmontó bajo un nogal y se sentó al pie del
árbol. No pensaba volver hasta que Niall y su novia no hubieran terminado el
almuerzo y se hubieran ido. El día iba de mal en peor, pensó con desolación.
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