sábado, 13 de abril de 2013

♡Tierra De Pasiones-Adaptacion Diall-Capitulo 20♡


El bar y sala de fiestas Shea's estaba situado a kilómetro y medio de Jacobsville, en la carretera de Victoria. Era un local ruidoso los fines de semana, pero no un antro de perversión, como Niall pensaba. Solían tener dos porteros. Uno se había roto el brazo en una caída, así que aquella noche Tiny estaba manteniendo el orden él solo. No era difícil. Tiny era un gigante forzudo de naturaleza dulce y atenta personalidad. Pero podía ser persuasivo cuando los clientes se desmadraban, y cortaba por lo sano cualquier indicio de disturbio.
Demi le contó todo aquello a Cash cuando se sentaron en una de las pequeñas mesas de madera, mientras esperaban a que los atendieran.
—Disturbio —repitió Cash con una lenta sonrisa—. Hablas como un policía.
—La culpa la tiene Niall —dijo con un suspiro—. Es imposible que no se te pegue la jerga cuando tratas con agentes de la autoridad.
Cash rio entre dientes, jugando con su servilleta.
—¿Seguro que no le importa que salgas conmigo?
Demi frunció los labios.
—Creo que un poco. Es muy convencional.
Cash enarcó las cejas.
—¿Estamos hablando del mismo Niall Horan? —preguntó de buen grado—. ¿El que esposó juntos a una prostituta y al anterior alcalde de Jacobsville cuando los sorprendió en un burdel, y se encargó de que alguien diera el chivatazo a la prensa?
Demi carraspeó.
—Trabajaba de policía por aquel entonces...
—¿Y el que persiguió a un conductor hasta Houston para ponerle una multa por exceso de velocidad?
Demi movió una mano con incomodidad.
—¿Y el que cerró a cal y canto los billares de Jacobsville hasta que el dueño prometió dejar de servir cerveza a menores de edad?
—Sí —suspiró Demi—. Supongo que antes era menos convencional que ahora. Cree que no debe avergonzar a los Rangers. La cifra exacta va cambiando, pero este año solo hay ciento tres rangers en el mundo.
La miró con regocijo.
—Lo sé. Yo también he sido ranger.
—¿En serio? —Demi abrió los ojos de par en par. Cash asintió.
—De hecho, estuve trabajando con Niall una temporada. Le enseñé esos golpes de artes marciales que emplea con tanta elocuencia últimamente.
—¡Caramba! —exclamó Demi, claramente impresionada.
—No pongas esa cara —murmuró Cash—. Me sacarás los colores.
Ella ladeó la cabeza al recordar una anécdota sobre él.
—¿Y a ti te extraña que Niall no sea muy convencional? Oí decir que usaste la cámara de tu coche patrulla para grabar a una pareja que estaba en el asiento trasero de un vehículo aparcado...
Cash rio entre dientes.
—No era la cámara del coche patrulla, sino la mía. Y grabé a dos agentes de policía local a los que conocía. Los hice prometer que se comportarían con más decoro antes de darles la única copia de la cinta.
—Serías un enemigo temible —señaló Demi. Cash asintió, pero no sonrió.
A su alrededor, la orquesta estaba tocando las primeras notas. Estaba formada por dos guitarras, un violín y un teclado.
—Hola, ¿qué os apetece tomar? —les preguntó la camarera, una mujer madura.
—Pizza y cerveza —le dijo Grier.
—Pizza y café —pidió Demi.
—¿No quieres cerveza? —preguntó la mujer.
—Todavía no soy mayor de edad. Y mi... tutor — escogió la palabra con cuidado—, es ranger.
—Eres Demi —dijo la mujer al momento, y rio—, Me encapriché con Niall cuando éramos jóvenes, pero él estaba saliendo con esa joven de Victoria. Rompieron por su trabajo, ¿no?
Demi asintió.
—Hay mujeres que no soportan el peligro.
—A ti no parece molestarte —dijo la camarera, con la lengua en la mejilla, mirando a Grier con atención. Se alejó para pedir la comida.
Demi rio entre dientes al ver la mirada curiosa de Grier.
—No, no soy gallina —corroboró—. A veces, me preocupo, pero no mucho. Niall sabe cuidarse solo. Y tú también, imagino
—Bastante bien —asintió Grier
El local se estaba llenando cuando Demi y Grier terminaron la pizza y apuraron sus bebidas. La música era agradable, pensó Demi, viendo a las parejas bailar las danzas folclóricas en la pista.
—Dan cursos de danzas folclóricas en el centro cultural —le comentó Demi a Grier—. Pero a mí no se me dan bien—. Prefiero los ritmos latinos, pero nunca he conocido a nadie que sepa bailarlos, salvo por Matt Caldweil. Y ahora está casado.
Grier estaba sonriendo de oreja a oreja.
—La modestia me impide decirte que gané un premio en un concurso de tango cuando estaba en Argentina.
Ella lo miraba conteniendo la respiración.
—¿Sabes bailar el tango? ¿Qué haces ahí sentado? ¡Vamos! —le dio la mano y lo arrastró a la pista. Se acercó al jefe de la banda.
—Sammy, ¿sabes tocar música latina de cualquier clase? —le preguntó al joven, uno de sus antiguos compañeros de colegio. Este rio entre dientes.
—¡Pues claro! —indicó a sus compañeros que dejaran de tocar y habló unos segundos con ellos. El teclista sonrió de oreja a oreja y se dispuso a ajustar su instrumento. Empezó a tocar un animado ritmo latino.
El público despejó la pista, previendo algo especial.
—Más vale que seas bueno —le dijo Demi a Cash con una sonrisa—. No es fácil complacer a este público. No les importa abuchear a las parejas que se creen buenos bailarines. Matt Caldweil y su mujer, Leslie, son una leyenda. 
 —No me abuchearán —le prometió Cash. Le sujetó la cintura y la mano derecha con una soltura profesional. Marcó el ritmo con la cabeza y, después, empezó a hacerla girar con una facilidad devastadora.
Demi lo seguía con mucho esfuerzo. Un compañero del colegio, hijo de inmigrantes hispanos, le había enseñado varios bailes latinos, y le había asegurado que se le daban bien. Pero Grier la superaba en habilidad. Se fijó en sus pasos y lo imitó con un talento natural. A mitad de la canción, Demi ya estaba incorporando pasos y movimientos propios. Cuando la orquesta fu bajando el ritmo, el público se lo marcaba con las palmas de las manos.
Cash la hizo dar vueltas hacia él y la inclinó hacia atrás sobre el brazo como punto final. Todo el mundo aplaudió. Volvió a enderezarla, la atrajo con otro giro y los dos se inclinaron. Demi estaba sin resuello. Cash respiraba como si tal cosa.
La condujo a la mesa riendo entre dientes.
—A ver si Caldweil supera eso —masculló. Demi rio, casi jadeando por el esfuerzo.
—Estoy en baja forma —murmuró—. Tendré que salir de casa más a menudo.
—Vaya, chicos, ¡habéis estado estupendos! —dijo la camarera al pasar junto a su mesa—. ¿Queréis otra ronda?    
—Gracias —dijo Grier, y le pasó su botellín vacío.
—Yo también —añadió Demi, y acercó su taza al borde de la mesa.
—Enseguida vuelvo —prometió la mujer con una sonrisa.
—¿Y Niall? ¿Sabe bailar? —preguntó Cash.
—Solo si alguien le dispara a los pies.
—No lo verán mis ojos.
—Ahora que dices eso —dijo Demi, y se inclinó hacia delante—. Necesito que me aconsejes. Estoy casi segura de que alguien ha envenenado a uno de nuestros novillos. Niall no me cree.
Cash era todo oídos.
—Cuéntame.
—Compramos un toro joven Salers a principios de septiembre. Los Hart tienen un novillo Salers de dos años, y Leo Hart iba a comprarle otro a Fred Brewster, uno que era hijo del mismo semental que el nuestro.
Pero han encontrado al toro de Fred muerto en un pasto hace poco, porque Leo Hart llamó a Niall interesándose por el nuestro. El nuestro murió antes que el de Fred, por eso nos limitamos a enterrarlo con una pala mecánica que nos prestaron.
—¿No pedisteis que le hicieran la autopsia?
Demi hizo una mueca.
—Cash, el año pasado nos iba de perlas. Pero hemos tenido inundaciones en primavera y en verano y, para colmo, los precios de la carne han caído. Ahora mismo, todo lo que ganamos se va en pagar mis estudios y el apartamento que Niall tiene en Victoria. Vendemos ganado para pagar gastos extras, y compramos pienso cuando no tenemos suficiente forraje para alimentar al ganado —tenía la mirada turbia—. Son tiempos difíciles. Ya sabes.
Cash no lo sabía. Tenía una pequeña fortuna guardada en bancos extranjeros. La había amasado en los comienzos de su profesión, cuando realizaba misiones secretas de alto riesgo para diversos gobiernos. No lo proclamaba a los cuatro vientos, pero podría haberse jubilado hacía tiempo. Tener un trabajo convencional mantenía afinado su instinto y le permitía ocultar su verdadera situación económica. Y su verdadera formación.
—En cualquier caso —prosiguió Demi—, Niall dice que no revisé el pasto antes de llevar allí a los toros, así que se atracaron de tréboles y les dio un cólico. Como no usamos antibióticos como prevención, y tampoco podemos comprar aceites vegetales con ese fin, Niall dice que el tanino de los tréboles es lo que ha provocado el cólico —suspiró con impaciencia—. Sé cómo alternar pastos tan bien como él, y no soy tan tonta como para dejar novillos vulnerables en un pasto sin darles antes de comer heno o forraje. Y los toros Hereford estaban allí al mismo tiempo, los cuatro. ¡Ellos no tuvieron cólicos!
—¿No se lo has dicho a Niall?
Demi asintió.
—Debe de pensar que los Salers tienen un gen especial que provoca cólicos —murmuró con irritación. Cash intentó no reír y fracasó—. En cualquier caso, ocurrió justo después de que despidiéramos a ese tal Clark —añadió—. Jack Clark. Tiene un hermano, John. Son personajes poco recomendables y, según he oído, los despiden a menudo. Echamos a Jack por robarnos con los encargos de compra. Debió de pensar que no los revisábamos. Se compró unas botas de doscientos dólares en la Westem Shop y las cargó a nuestra cuenta con una orden de compra fotocopiada. Las devolvió, así que no lo denunciamos. Pero lo despedimos de todas formas.
—Ahora está trabajando para Duke Wright —dijo Cash—. Conduce el camión del ganado.
—Pues ya puede Duke vigilarlo bien —comentó Demi—. Uno de nuestros nuevos ayudantes ha dicho que hubo sospechas de que los hermanos Clark habían envenenado ganado en un rancho del que uno de ellos fue despedido hace un par de años. Nuestro vaquero trabajaba con ellos por aquella época.
Cash la observaba con atención.
—Esto es serio. ¿Estás segura de que Niall no te cree?
—No le he contado esto último porque hace solo unos días que lo sé —reconoció—. Tampoco le dije que encontramos la alambrada cortada en el pasto.
—Yo que tú se lo contaría todo. Un hombre que envenena a novillos indefensos acaba envenenando a gente, si se le presenta la oportunidad.
Demi asintió con un suspiro.
—Les he dicho a los chicos que vigilen el ganado, y yo misma recorro la cerca cuando vuelvo de la escuela.
—¿Sola?
Se lo quedó mirando sin comprender.
—Pues claro que sola —dijo con aspereza—. Soy una mujer hecha y derecha. No necesito niñera.
—No lo decía por eso —repuso Cash—. No me hace gracia que nadie vaya a pastos lejanos desarmado y sin compañía. No llevas pistola, ¿no?
—Debería, ¿verdad? —rio con nerviosismo—. A veces tengo una estúpida pesadilla de que me disparan e intento alcanzar a Niall y decírselo, pero que él no puede oírme.
—Ve con alguien la próxima vez que revises la alambrada —la persuadió—. No corras riesgos.
—No los correré —le prometió, pero sin comprometerse a ir acompañada. Tenía una escopeta de calibre 28, regalo de Niall. Podía llevarla consigo cuando recorriera la cerca. Lo que Cash decía tenía sentido. Si un hombre no dudaba en envenenar a un toro indefenso, nada lo detendría de intentar matar a una mujer joven.
Por fortuna, la camarera regresó con el café y la cerveza en ese momento y lo distrajo. Esperaron a que se fuera para retomar la conversación.
—¿Quieres que le hable a Niall del toro? —preguntó. Demi lo negó con la cabeza.
—No servirá de nada. Cuando se hace una composición de lugar, no hay quien se la cambie —tocó su taza y advirtió que estaba ardiendo. Retiró los dedos—. De todas formas, estos días está distraído. Los de la compañía de cine vendrán este fin de semana, incluidos los protagonistas —miró a Cash—. Imagino que todo el mundo ha oído hablar de Tippy Moore.
—La Luciérnaga de Georgia —afirmó Cash. Se le endureció el rostro y se le heló la mirada.
—¿La conoces? —preguntó Demi, perpleja.
—No me gustan las modelos —dijo, y tomó un buen sorbo de cerveza. Demi aguardó, porque no quería indagar, pero la expresión de Cash resultaba turbadora. Este dejó el botellín sobre la mesa, vio cómo ella lo miraba y rio—. Nunca presionas, ¿no? Esperas, y dejas que la gente hable, si quiere.
Demi sonrió con nerviosismo.
—Supongo que sí.
Cash se recostó en la silla.
—Mi madre murió cuando tenía nueve años —le contó—. Me quedé con ella en el hospital tanto tiempo como me dejaron. Mis hermanos eran muy pequeños, y mi padre... —vaciló—. Mi padre —repitió, con desprecio en la voz—, estaba colado por otra mujer y no podía apartarse de ella. Solía torturar a mi madre diciéndole lo joven y hermosa que era su amante, y cómo iba a casarse con ella en cuanto mi madre dejara de ser un obstáculo. Estuvo enferma durante mucho tiempo pero, cuando mi padre inició su amorío, se rindió. Cuando murió, él estaba demasiado ocupado con su querida para preocuparse por ella. Solo vino una vez al hospital, para disponer que trasladaran el cuerpo a la funeraria. Su amante era una modelo de poca monta, veinte años más joven que él, y lo tenía hechizado. Tres días después del funeral, se casó con ella y la trajo a casa —tomó la cerveza y bebió de nuevo. Tenía la mirada perdida- Nunca he aborrecido tanto a un ser humano, ni antes ni después.
—La llevó a tu casa demasiado pronto —adivinó Demi.
—Siempre habría sido demasiado pronto —repuso Cash con rotundidad—. Mi madrastra tiró a la basura las cosas de mi madre en cuanto puso el pie en la casa, todas las fotografías, todas sus manualidades... hasta vendió sus joyas, riéndose —entornó los ojos—. Ese mismo año, mi padre me envió a la escuela militar. Nunca regresé a casa, ni siquiera cuando él recuperó la cordura, con ocho años de retraso, e intentó persuadirme para que volviera.
Había hombres que detestaban el contacto físico cuando contaban episodios dolorosos. Demi cubrió la mano de Cash con la suya, cosa que nunca había hecho con Niall. Grier lanzó una mirada a aquella pequeña mano con sobresalto pero, pasados unos segundos, cerró los dedos en torno a los de Demi. Eran dedos fuertes y cortos, y le habrían hecho daño si los hubiera flexionado un centímetro más. Demi vio que no llevaba joyas salvo por un reloj de plata de aspecto laborioso. Ningún anillo.
—Yo perdí a mi madre el año que acabé el instituto —le dijo—. Era mayor que tú, pero me dolió lo mismo. Pero yo tenía a Niall, y a Maude —añadió con una sonrisa—. Vino al rancho cuando yo no era más que un bebé, para ayudar a mi madre, que estaba muy frágil. Ha sido como una segunda madre para mí.
—Tiene mucho sentido del humor —dijo en tono pensativo, y dio la vuelta a la mano de Demi para estudiar las pequeñas cicatrices—. ¿Qué haces con las manos? —preguntó con curiosidad.
—Arreglar cercas, arreos, echar el lazo a los temeros, recibir mordiscos de caballos, subir a los árboles...
Cash rio entre dientes.
—Te había imaginado como una niña buena que iba a la escuela y dejaba que Niall hiciera todo el trabajo duro.
—Ni hablar —resopló Demi—. Ningún hombre va a mantenerme mientras yo me quedo de brazos cruzados, leyendo revistas o pintándome las uñas. Soy una socia en toda regla.
—Niall no me parecía el tipo de hombre que tolera trabajar con una mujer—murmuró con ironía.
—¿Por qué no iba a tolerarme? Soy buena en lo que hago, mejor que él, y lo sabe. Además, yo no sé nada sobre ventas. Esa es su especialidad. Ah, y paga las facturas. Además, sabe cocinar y limpiar la casa mejor que yo. Si alguna vez se casa de verdad, su mujer será muy afortunada —añadió en tono distraído, detestando pensar que Niall iba a pedir la anulación el mes siguiente, justo cuando Tippy Moore estaría accesible.
—Te noto preocupada.
Demi se encogió de hombros.
—Tippy Moore es hermosa y famosa en todo el mundo —dijo sin pensar— Niall se animó mucho cuando supo que iba a protagonizar la película. Nunca ha estado con mujeres como esa. Es hijo de un sacerdote, y bastante convencional en algunos sentidos.
—Crees que ella lo cautivará.
Lo miró a los ojos.
—No soy ninguna belleza. Me he criado en el campo. Sé manejar los ordenadores y el ganado, pero no puedo competir con una famosa modelo experta en las artes de la seducción. Atraerá a los hombres como moscas, ya lo verás.
—A mí no —repuso Cash con fluidez—. Soy inmune a ella.
—Niall no lo será —señaló Demi con preocupación.
—Niall es un hombre hecho y derecho, y sabe cuidarse solo —Cash estaba recordando viejos tiempos, y no quería desilusionar a Demi reconociendo que Niall tenía muy pocos problemas atrayendo a mujeres hermosas. No era un casanova, pero era apuesto, seguro de sí, y un conquistador agresivo con las mujeres a las que deseaba. Pero no se lo dijo a Demi, porque se habría venido abajo. Se preguntó si se daba cuenta de lo mucho que reflejaba lo que sentía por Niall cuando hablaba de él.
—Supongo que sí —murmuró Demi, y tomó un sorbo de café—. Ojalá no hiciera falta tener al equipo de rodaje vagando por todo el rancho —añadió con impaciencia—. Pero nos han ofrecido una pequeña fortuna, y necesitamos tanto el dinero que no podemos negamos —suspiró—. Ese viejo dicho es cierto, ¿verdad? Todo el mundo tiene un precio. Yo creía no tenerlo, pero quiero reemplazar a ese toro Salers —movió la cabeza—. Pagué cinco mil dólares por él. Si Clark lo envenenó, y encuentro la manera de demostrarlo, lo demandaré las veces que haga falta, aunque tenga que llegar al Tribunal Supremo. Puede que no recupere mis cinco mil, pero me daré el gusto de todas formas.
Cash rio entre dientes.
—Me gusta tu estilo, Demi Lovato.
Ella le sonrió por encima de la taza de café.
—Si reúno pruebas, ¿lo detendrás por mí?
—Por supuesto —se puso serio—. Pero no vayas por ahí sola buscando problemas.
—Yo no. Soy muy precavida.
Cash lo dudaba, pero no iba a discutir.
—¿Te atreves a volver a la pista?
—¡Por supuesto!
Cash le sonrió y le dio la mano para sacarla a bailar. El director de la banda, al verlos, interrumpió la balada country que estaban interpretando y empezó a tocar un chachachá. Todo el mundo rio, incluida la pareja de baile de aquella noche.

El sábado por la mañana, a primera hora, el director, el ayudante de dirección, el director de fotografía, el cámara, el técnico de sonido, dos técnicos más y las estrellas de cine se acercaron por la carretera de acceso del rancho en un enorme Ford Expedition.
Niall había llegado un minuto antes. Demi y Maude salieron al porche a recibirlos. Maude llevaba un viejo vestido de trabajo, y estaba despeinada. Demi se había puesto unos vaqueros y una camisa de algodón, y se había recogido el pelo en una trenza. Aun así, cuando vio a la pelirroja apeándose del vehículo, se le cayó el alma a los pies.
No fue ninguna ayuda que Niall echara a andar en ínea recta hacia ella, sin ni siquiera dirigir una última mirada a Demi, para ayudarla a descender del elevado asiento posterior poniéndole las manos en su cintura de avispa. La modelo rio, y parecía el tintineo de una campanilla de plata. Tenía una sonrisa perfecta... dientes blancos y labios rojos y sensuales. Su figura también lo era. Llevaba un largo vestido verde con vuelo que se adhería a las líneas esbeltas y elegantes de su cuerpo. Niall la estaba observando con intensa admiración, como nunca había mirado a la insípida y menuda Demi. Peor aún, la modelo estaba fascinada, y coqueteaba con él como si le fuera la vida en ello.
—Es una actriz —comentó Maude, poniéndole la mano en el brazo a modo de consuelo—. No encajaría aquí, ni querría hacerlo, así que no pongas esa cara de condenada a muerte.
Demi rio con nerviosismo.
—Eres un cielo—susurró.
—Además de bonita —bromeó Maude con una amplia sonrisa—. Entraré a preparar una jarra de café y a partir un poco de bizcocho. Pueden pasar a tomar algo cuando quieran.
— ¡Demi! —la llamó Niall con aspereza.
Demi lanzó una mirada de pesar a Maude y bajó los peldaños con su acostumbrado paso desinhibido. Se detuvo junto a Niall para que este hiciera las presentaciones.
—Les presento a Demi Lovato. Es copropietaria del rancho. Demi, estoy seguro de que te acuerdas de Joel Harper, el director —dijo, y presentó al hombre de corta estatura, gafas y gorra de béisbol, quien sonrió y asintió—. Este es Ranee Wayne, el protagonista — dijo del hombre alto y apuesto de pelo rubio y bigote—. Gary Mays, el ayudante del director —prosiguió, presentándole a un hombre más joven que no ocultaba su fascinación por la modelo—. Y Tippy Moore —añadió en un tono diferente, con la mirada clavada en la pelirroja de ojos verdes, que dedicó una mirada fugaz a Demi y, al no considerarla rival para ella, procedió a sonreír a Niall con alegría.
—Encantada de conocerlos —dijo Demi con educación.
—Igualmente. Estamos listos para empezar a rodar el lunes —le dijo Harper a Niall—. Solo tenemos que precisar algunos detalles técnicos...
—Si quieren saber algo del ganado... —empezó a decir Demi.
—Le preguntaremos a Niall —concluyó la modelo en tono ronco y altivo— Sabrá más que tú —añadió con deliberada grosería. Demi echaba fuego por los ojos.
—Me he criado aquí... —empezó a decir.
—Niall, me encantaría ver ese enorme toro del que nos has hablado —lo engatusó la modelo. Se colgó del brazo de Niall con sus esbeltas manos y se alejó con él.
Demi se quedó inmóvil, viendo cómo Niall avanzaba obedientemente hacia el enorme granero en compañía de Tippy, Joel Harper y su séquito. Se sentía ultrajada. A fin de cuentas, era socia de pleno derecho del rancho. Claro que la consideraban demasiado joven para tomar grandes decisiones, y Niall se había quedado tan prendado de la pelirroja que no le importaba que la hubieran humillado en su propia casa.
Se lo quedó mirando con enojo hasta que los cascos de un caballo captaron su atención. Nick Bates, el capataz, se acercó a ella, con su figura alta y ágil encorvada sobre la silla.
—¿Qué ocurre? —le preguntó Demi.
—He estado persiguiendo vacas —masculló el capataz en tono sombrío—. Un idiota ha cortado la cerca, y se han escapado cinco. Las hemos guiado a otro pasto, y he venido en busca de la camioneta y de alambre para arreglar la cerca.
—¡No serán las vacas preñadas! —exclamó Demi, preocupada. El capataz asintió.
—Pero están bien. Les dije a los chicos que las condujeran al pasto de al lado del granero, por si las moscas.
—¿Sabes quién ha sido? —quiso saber Demi.
—Ninguno de mis hombres —le aseguró Nick, con ojos brillantes en su rostro curtido y delgado—. Me he pasado por la parcela de Hob Downey para hablar con él. Se pasa la vida en la mecedora del porche; pensé que podía haber visto a alguien.           
—¿Y qué te ha dicho? —lo apremió Demi.
—Que esta mañana ha visto una camioneta junto a la cerca. Era vieja, negra, con una franja roja, y tenía los costados vallados, como si la usaran para trasladar ganado. Por lo visto, se apearon dos hombres, y uno de ellos hizo como que estaba arreglando la cerca. Hob les gritó desde el porche. Vacilaron, pero al ver un coche patrulla en la carretera, subieron a la camioneta y se alejaron corriendo. Era una abertura pequeña, lo bastante ancha para que pasara una vaca, pero poco visible de lejos.
Demi se acercó al caballo, preocupada y pensativa.
—Quiero que llames a Duke Wright y le preguntes si tiene una camioneta negra con una franja roja, y le preguntes quién la conducía esta mañana.
Nick se apoyó en la perilla de la silla de montar y la miró a los ojos.
—Sospechas de alguien.
—Sí, pero no voy a darte nombres, ni a contarte lo que sé. Baja de ahí.
Nick enarcó las cejas.
—¿Por qué?
—No quiero entrar en el granero a ensillar a Mick. El personal de rodaje está ahí dentro ahora mismo, y me ponen nerviosa.
Nick desmontó con fluidez.
—¿Adonde vas?
—A ver cómo está cortada la alambrada.
—Ya te he dicho...
—No lo entiendes —dijo Demi, acercándose—. La cerca del pasto en el que murió el Salers también había sido cortada, ¿recuerdas? No se lo mencioné a Niall, y lo arreglamos, pero me fijé en cómo la habían cortado. No hay dos personas que hagan las cosas de la misma manera. Yo puedo saber si ha sido Maude o Niall quien ha abierto una lata de refresco solo por cómo dejan la lengüeta. Sé cómo cortaron la cerca la primera vez.
—Entiendo. ¿Quieres que Denny y yo saquemos el camión y te sigamos?
Demi lo negó con lacabeza y montó con elegancia sobre la silla.
—No soy una nena —dijo, y dio una palmada al cuello rojizo del caballo, sonriendo. Después, reparó en el rifle que sobresalía de la funda sujeta a la silla—. ¿Te importa si me llevo esto?
—En absoluto. Recuerda que hay que tomar medidas de precaución. ¿Está Niall ahí dentro? —preguntó de improviso, señalando el granero con la cabeza.
—Sí, así que será mejor que vayas directamente al cobertizo de las herramientas. Ojos que no ven, corazón que no siente.
Nick empezó a replicar, pero ella ya se estaba alejando.
En realidad, Demi no necesitaba echar un vistazo a la cerca para saber que Jack Clark había estado en el rancho haciendo de las suyas. Quizá solo hubiera querido soltar las reses, o quizá su intención había sido robarlas. De todas formas, Demi necesitaba alejarse de Niall y de los demás. Con un poco de suerte, ya se habrían ido cuando volviera. Además, no le iría mal comprobar que su teoría era correcta. Si reunía pruebas contra Clark, Cash se ocuparía de detenerlo.
Recordó la expresión de los ojos negros de Niall mientras ayudaba a Tippy Moore a apearse del vehículo, y cómo la había conducido al granero después de que la modelo hubiera despreciado a Demi. Niall ni siquiera se había dado cuenta del desplante. Demi tenía el corazón encogido. Justo como había temido, la llegada de la modelo marcaba un cambio crucial en su vida. Deseaba poder dar marcha atrás al reloj. Nada volvería a ser lo mismo.

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