lunes, 15 de abril de 2013

♡Tierra De Pasiones-Adaptacion Diall-Capitulo 31♡


Aunque a regañadientes, Niall regresó a su apartamento de Victoria cuando Demi pudo valerse por sí misma en el rancho. Estaba otra vez trabajando, ya que la comisión que había investigado el tiroteo había juzgado correcto su proceder durante el mismo. Con la ayuda de Nick, había perfilado planes nuevos para el rancho, había comprado materiales, había contratado a un trabajador de jornada completa, y organizado los horarios de trabajo con la máxima eficacia.
El rancho estaba progresando, gracias a la inyección de dinero que había supuesto el rodaje. Otra compañía cinematográfica les había hecho una oferta para un nuevo rodaje al año siguiente. Demi gimió, pero Niall hizo promesas de construir un granero nuevo y de hacer mejoras en la casa, y acabó cediendo. Además, no sería hasta el próximo otoño. Podían pasar muchas cosas en ese intervalo de tiempo, se dijo Demi. Quizá, ni ella estaría allí por aquel entonces.
Mientras tanto, la compañía japonesa se había puesto en contacto con Demi y con Niall para organizar su viaje a Osaka. Demi intentó rehuir el compromiso, alegando que tenía mucho trabajo en el rancho, pero Niall le aseguró que Nick era perfectamente capaz de supervisar las tareas, y que todavía faltaban semanas para que nacieran los temeros. No tenía excusa, le espetó, a no ser que se sintiera reacia a separarse de Cash Grier, añadió con fría amargura.
Cash se había convertido en el colchón de seguridad de Demi. Lo mantenía entre Niall y ella porque no quería que Niall se comprometiera a seguir casado por gratitud o culpabilidad. Sabía que quería hacerlo; lo conocía muy bien. Niall estaba admirado porque ella hubiese intentado sacrificar su vida por salvarlo. No lograba olvidarlo, por mucho que lo intentara, y se lo mencionaba con frecuencia.
Pero Demi no logró eludir el viaje a Japón. Hasta Maude secundó a Niall e insistió en que lo acompañara.
—Todavía estoy débil por la convalecencia —protestó Demi la víspera del viaje. Niall la observaba con un semblante casi doloroso y taciturno que empezaba a resultar familiar.
—Lo sé —le dijo con suavidad—. Pero será una nueva experiencia para ti. Necesitas cambiar de aires, alejarte del rancho.
—Alejarme de Cash, quieres decir —repuso Demi con una larga mirada. Él apretó los dientes. Oír su nombre era una provocación.
—No te separas de él desde que has vuelto a casa —señaló.
Demi le dio la espalda, cansada de la pelea. Cash y ella eran amigos, nada más. Pero su relación impedía que a Niall lo abrumara la deuda que creía tener con ella.
—En las mismas circunstancias, habrías hecho lo mismo que yo, y lo sabes —dijo Demi en voz baja, contemplando el pasto por la ventana—. Estás exagerando lo ocurrido, Niall, y no es necesario.
Sintió el calor que despedía su cuerpo detrás de ella, y su aliento en el pelo de la sien.
—Aceptaste una bala que iba dirigida a mí —dijo Niall con aspereza—. ¿Cómo quieres que me lo tome? —sus manos grandes la sujetaron por los hombros y la hicieron volverse con mucha suavidad para mirarla a los ojos—. Yo doy un paso hacia ti y tú retrocedes dos — reflexionó en voz alta—. ¿Eres la misma mujer que no podía acercarse bastante a mí en Nochebuena?
Demi se sonrojó.
—¡Cómo te atreves a mencionar eso! —le espetó.
—Y ni siquiera habías bebido —añadió con regocijo indulgente.
Demi miraba a todas partes menos a sus ojos.
—Fue un error, tú mismo lo dijiste.
—Dije muchas cosas —se evadió Niall.
—Sí, y ahora estás diciendo mucho más, y no deberías —se desasió para explicarse mejor—. Mira, quieres el divorcio. No hay problema. Podrás casarte con Tippy Moore y yo seguiré con Cash hasta que decida si quiere o no vivir en Jacobsville el resto de su vida.
Niall se preguntó si Demi sabría lo que le dolía escuchar afirmaciones como aquella. No estaba interesado en Tippy Moore, pero la fascinación de ella por Cash lo había impulsado a fingir interés, por orgullo herido. Cash era todo lo que la mayoría de los hombres deseaban ser: apuesto, encantador, culto y temerario. No había un juez de paz en todo Texas que no reconociera su nombre. Él, en cambio, tenía una educación corriente y algunos estudios universitarios, pero no estaba a la altura de Cash intelectualmente, y lo sabía. Tampoco era culto, ni hablaba media docena de idiomas.
Peor aún, sabía lo que Cash sentía por Demi y que, a la menor oportunidad, se casaría con ella sin titubear.
Niall empezaba a darse cuenta de que la indiferencia y el rechazo con los que había tratado a Demi para mantenerla a distancia habían hecho mella en ella. Se había convencido de que lo hacía por su bien, para que fuera libre e inocente y pudiera tomar las riendas de su vida en cuanto anularan el matrimonio. Pero no era cierto. No había querido ataduras. No podía evitar recordar que su madre había abandonado a su padre por otro hombre. Ella había sido como Demi, inocente, se había casado muy joven, y no había tenido experiencia del mundo ni de otros hombres salvo por su marido. No lo sorprendía, pensando como un adulto, que la hubieran tentado otros hombres.
Había albergado visiones de Demi haciendo lo mismo que su madre, corriendo a los brazos de otro por curiosidad tras años de matrimonio, y eso lo había asustado. Había dado la espalda a los ojos ávidos de Demi, a sus sueños de una vida con él. De pronto, él quería recuperar todo aquello, pero ella no. Se mostraba más distante y reservada que nunca. Empezaba a temer que fuera demasiado tarde. Incluso él, con su enorme confianza en sí mismo, se sentía inseguro ante la amenaza que representaba Cash Grier.
—Te he dicho hasta la saciedad que nunca quise casarme con Tippy —masculló—. Pero no quieres escucharme.
Porque no había dejado de decir que se iba a casar con ella hasta que le habían disparado, pensó Demi, pero estaba harta de discutir.
—Si no puedo librarme del viaje, será mejor que haga las maletas —dijo con un hondo suspiro—. Trece horas de avión. Estaré echando espuma por la boca antes de que lleguemos a California.
Niall la miró con aire mundano.
—Ya se nos ocurrirá alguna manera de matar el tiempo. Como ir juntos al aseo...
Demi tardó un momento en comprender lo que estaba diciendo. Lo miró con furia.
—¡No pienso hacer el amor contigo en el aseo de un avión!
—¿Ni siquiera si te compro un negligé rojo? —preguntó Niall con suavidad.
Maude se detuvo en el umbral con un pie en el aire. Carraspeó, bajó el pie y estuvo a punto de salir corriendo hacia la cocina.
Niall no dijo nada; estaba riendo con ganas. Demi emitió un sonido ronco y gutural y se refugió lo antes posible en su habitación.

El viaje fue largo, y Demi pasó un poco de miedo porque nunca había viajado en avión. La clase turista era ruidosa, pero Niall y Demi se habían negado a permitir que la empresa japonesa les comprara los billetes en clase preferente. Ya se sentían bastante mal por haber aceptado la invitación. El avión estaba atestado y costaba trabajo relajarse, pero la perspectiva de visitar un país extranjero fascinaba a Demi.
Almorzaron en el avión y, poco después, las noches de insomnio pasaron factura y Demi se quedó dormida. Cuando quiso darse cuenta, Niall la estaba despertando con un beso.
El contacto de sus labios fue electrizante, tanto que Demi tuvo que contenerse para no devolverle aquella tierna caricia.
—¿Ya hemos llegado? —susurró. Niall sonrió.
—Mira por el cristal, cielo.
Demi levantó la pantalla. Sabía que durante el resto de su vida recordaría aquella primera e increíble imagen de la costa japonesa: montañas verdes perdiéndose entre las nubes; rocas afiladas irguiéndose contra el océano. Parecía un trozo de paraíso.
—Caramba —susurró, embelesada.
—Yo también me sentí así la primera vez que lo ví —le dijo Niall en voz baja. Había viajado a Japón por motivos de trabajo hacía años, cuando los Rangers de Texas colaboraban con la Interpol—. No se puede describir; hay que verlo.
—Sí —suspiró Demi con placer—. Es muy hermoso.
Niall estaba observando el perfil de Demi, grabándose su imagen.
—Mucho—susurró.
El aeropuerto de Kansai era enorme, una sinfonía de metal y cristal, y costaba trabajo orientarse en él. Demi se puso un poco nerviosa cuando pasaron el control de pasaportes. Todo era tan distinto...
Pero sus preocupaciones no tardaron en desaparecer. En aduanas los aguardaban el señor Kosugi y su socio, el señor Nasagi, junto con varios colegas.
—Confío en que hayan tenido un vuelo agradable — dijo el señor Kosugi, todo sonrisas, e hizo una seña a un compañero para que les llevara las maletas.
—Maravilloso. Nunca olvidaré la primera vista de su hermoso país —dijo con voz ronca, devolviéndole la sonrisa.
—Su esposa es muy diplomática, señor Horan —rio el señor Kosugi. Niall le pasó una mano por los hombros y la apretó contra él.
—Es mi brazo derecho —susurró, y sonrió.

Los condujeron a un hotel de Osaka que tenía una preciosa vista del río y de la ciudad, y se pasaron a recogerlos a las seis para llevarlos a cenar a un célebre restaurante. Sonrieron con tolerancia al ver a Demi forcejear con los palillos. Ella no quería decirles que Cash había intentado enseñarla, pero que había fracasado estrepitosamente. Niall los usaba como un nativo, y aprovechó la oportunidad para enseñarle a Demi a manejarlos.
—¿Lo ves? —dijo con suavidad—. No es difícil.
—Gracias.
Niall mantuvo la mirada en su rostro mientras ella tomaba una angula a la plancha y se la metía en la boca. Llevaba un nuevo vestido plateado de finos tirantes que Niall había insistido en comprarle antes del viaje. La melena rubia le caía suavemente sobre los hombros y llevaba minúsculos zapatos blancos de tacón con una tira en el tobillo. Niall la encontraba hermosa, y apenas podía apartar los ojos de ella.
—Mañana los llevaremos a Kioto, a uno de los restaurantes de nuestra cadena —dijo el señor Kosugi—, y a la granja en la que criamos el ganado, para enseñarles las instalaciones. Y, de paso, ¿les apetecería ver un castillo?
Demi soltó los palillos.
—¿Un auténtico fuerte samurai? —exclamó. ¿Con suelos de ruiseñor?
Fue el tumo del señor Kosugi de mostrarse sorprendido.
—¿Ha oído hablar del «suelo del ruiseñor», señora Niall? —preguntó. A ella le encantaba que la llamaran por su nombre de casada. Sonrió.
—Me encantan las películas extranjeras. He visto todos los filmes de samurais que hay en el mercado. ¡Me encantaría ver el fuerte!
El señor Kosugi estaba impresionado.
—Entonces, visitaremos el castillo de Nijo, que data de 1603. Vendré a buscarlos mañana después del desayuno. Digamos, ¿a las nueve en punto?
—Perfecto —dijo Demi con un suspiro, y Niall sonrió al ver su entusiasmo.

Niall y Demi compartían la misma habitación de hotel de camas dobles, pero Demi apenas reparó en la intimidad que aquello representaba. Estaba tan agotada que, nada más ponerse el camisón de algodón, se quedó dormida. A la mañana siguiente, Niall, completamente vestido, la despertó y esperó a que se pusiera la ropa de calle para poder bajar a desayunar.
El señor Kosugi y su grupo se presentaron puntualmente a recogerlos. Demi se sorprendía de su propia vitalidad, a pesar del calor inusual que hacía. Iban a desplazarse a Kioto en el famoso tren bala, y la estación de Osaka en la que lo tomaron la fascinó. Tenía distintos niveles e incluía el centro comercial en el que se había rodado una escena de Black Rain. Disfrutaba con cada nueva experiencia, del trato cálido de los japoneses y de la jovial costumbre de sonreír
Cuando llegaron a Kioto, Demi observó a Niall con disimulo. Se lo veía más relajado que nunca. Caminaba entre los japoneses con pasos largos, y sus botas llamaban la atención tanto como su Stetson.
Salieron de la estación y se trasladaron en un monovolumen a la granja de los Kosugi. Allí les enseñaron las instalaciones y los familiarizaron con los modernos métodos de crianza que seguían. A Demi y a Niall les gustó lo que vieron, y lo dijeron. Cuando regresaron al monovolumen, les dieron toallas blancas enrolladas en plástico para refrescarse la cara. Hacía un calor asfixiante.
El conductor los llevó al castillo de Nijo, residencia de los sogunes Tokugawa, y atravesaron el foso y los exquisitos jardines hasta llegar al castillo propiamente dicho. Se componía de diversas habitaciones de un solo nivel, separadas por puertas corredizas y circundadas por un pasillo de madera. El pasillo emitía un sonido parecido al canto de un pájaro cuando se caminaba sobre él. Les enseñaron la estructura inferior del piso, y vieron los clavos y piezas de metal que, colocados estratégicamente, «cantaban» al entrar en contacto entre ellos con cada pisada. El «suelo del ruiseñor», como se lo llamaba, era una forma melódica de impedir que un ninja o soldado enemigo sorprendiera a los samurais. Demi llevaba una cámara, y la señora Kosugi sacó fotos de ella con Niall. Demi se alegraba... ¡Podía ser la última vez que viera a Niall antes del divorcio!
Tras la visita al castillo, los llevaron al restaurante del señor Kosugi para un almuerzo tardío. La comida estaba deliciosa, sobre todo la carne, que rivalizaba con la famosa ternera Kobe de Japón. El señor Kosugi empleaba técnicas similares de crianza, como la de masajear al ganado. El ganado importado de los Horan se criaría de la misma manera. Tomaron un plato de carne de ternera con fideos que estaba delicioso.
Demi empezaba a defenderse mejor con los palillos desde que Niall la había enseñado. No había podido hacerse a ellos cuando Cash intentó aleccionarla. Cometió el error de mencionarlo mientras levantaba los fideos con pericia y se los llevaba a la boca.
Niall había estado extravertido y sonriente todo el día. Pero, a la mención de Cash, se enfrió. Hasta su apetito pareció mermar. Hizo esfuerzos por ser educado con sus anfitriones pero, después de la sobremesa, del viaje de regreso en tren a Osaka y el trayecto en ferry hasta el hotel, su amabilidad se fue a pique. En cuanto se quedó a solas con Demi en la habitación del hotel, estalló.
—Debería haberme quedado en casa y haber dejado que Cash te acompañara —dijo con furia apenas contenida—. Hasta sabe hablar japonés, ¿no?
Demi se puso rígida.
—Sí, con bastante fluidez —replicó, lanzando fuego con la mirada. Se echó la melena hacia atrás, alborotada como la tenía por el viento. Con pantalones de pinzas de color beige y una blusa estampada de flores, estaba esbelta, limpia y muy bonita.
Niall se dio la vuelta y avanzó hacia ella de forma tan repentina que a Demi se le paró el corazón. Llevaba los pantalones de vestir azules de todo el día, pero se había quitado la chaqueta, la corbata y el sombrero y se había desabrochado los primeros botones de la camisa. El vello oscuro que cubría su pecho musculoso quedaba expuesto con claridad, y Demi estaba recordando lo que había sentido estando abrazada a él en la oscuridad.  
—Pero Cash no ha hecho el amor contigo —exclamó Niall con brusquedad, inclinándose sobre ella—. ¡Y no lo hará!
Demi se lo quedó mirando con perplejidad.
—Tú no me deseas... —empezó a decir.
Niall alargó las manos y la atrajo hacia él con suavidad, envolviéndola con su figura musculosa.
—Estamos ciegos, sordos, mudos e insensibles de cuello para abajo, ¿no? —preguntó con humor negro mientras apretaba sus caderas contra las de ella.
Ella notó vividamente la ironía de aquella afirmación. Niall estaba completamente excitado y apenas la había tocado. Demi tragó saliva. Estaba recordando un placer tan intenso que era casi agonía, y sonidos casi inhumanos que habían emergido de su garganta.
Lo empujó con suavidad.
—No, Niall —dijo con voz ronca—. Estás disgustado por todo lo que ha pasado, nada más. Se te pasará.
—He sido noble desde que te llevaron al hospital — masculló—. Estoy harto. No como, no duermo, ni siquiera puedo trabajar. Te recuerdo gimiendo en mi oído mientras te hacía mía —se inclinó sobre su boca—. No lograbas saciarte de mí. No lograbas acercarte bastante a mí. La expresión de tu cara cuando te llené... Agonizo cada vez que lo revivo. ¿Y crees que se me pasará?      
Demi estaba perdiendo terreno. Su cuerpo empeza ba a reaccionar a la proximidad de Niall: sus senos ya estaban presionando el tórax de Niall, sus piernas la estaban acercando a su magnífica virilidad. Lo sentía en tomo a ella y lo deseaba con locura.
Demi observó con sensación de horror cómo deslizaba sus propias manos dentro de la camisa de Niall, pero no tenía poder para detenerlas. Elevó su rostro hacia él y vio en sus ojos negros el mismo deseo incontrolable y desesperado.
—Esta vez, no pienso apagar la luz, Demi — dijo mientras se inclinaba y la levantaba del suelo—. Y lo que voy a hacer te va a encantar.
Niall abrió la boca sobre los labios entreabiertos de Demi. Fue como una explosión de gozo dentro de ella. Para vergüenza suya, no articuló la menor protesta. Se aferró a él, respondiendo al ansia feroz de la boca de Niall con una pasión frenética, restregando su cuerpo contra el de él y gimiendo de forma lastimera.
Cuando acabaron tumbados en la cama, a ella ya no le quedaban palabras. Estaba tan impaciente por eliminar obstáculos como él, y respiraba con dificultad, jadeaba, en el silencio absoluto de la habitación.
—Vamos a cenar... con los Kosugi —dijo Demi con voz ahogada mientras Niall la despojaba de sus pantalones de vestir y le sacaba la blusa por la cabeza.
—Dentro de dos horas —susurró él con aspereza, deslizando las manos hacia su ropa interior con mortal eficiencia—. Con un poco de suerte, todavía podrás andar para entonces...
Demi gimió bajo la fuerte presión de los labios de Niall. Este se abría paso por su cuerpo, eliminando obstáculos con poca finura y mucha impaciencia. Por fin, quedaron entrelazados sobre las sábanas, en una maraña de miembros desnudos.
—Despacio —susurró Niall con voz ronca mientras ella se retorcía bajo la caricia de sus labios en los senos—. Tranquila, nena. No hay prisa. No hace falta.
Ella sollozó, y su voz resonó en la quietud apenas turbada por el suave zumbido del aire acondicionado.
—El servicio de habitaciones —jadeó Demi.
—He cerrado la puerta con llave.
Demi iba a mencionar que tenían una llave maestra, pero Niall la estaba besando en la cara interior de los muslos y ella estaba enloqueciendo de placer. No podía creer que estuviera bullendo de deseo nada más sentir la caricia de Niall.
—Puede que yo... no sea normal —susurró, aferrándose a él.
—¿Porqué?
—Estoy en llamas —rio de forma entrecortada—. Me muero por tenerte. Haría cualquier cosa, cualquier cosa.
—Yo también. Cualquier cosa por complacerte —se tumbó a su lado y tomó su rostro entre las manos para asaltar tiernamente su rostro con caricias—. Ha pasado tanto tiempo, cariño. ¡Tanto!
Su exclamación desembocó en un áspero gemido cuando Demi deslizó las manos por el vello de su torso. Se preguntó si los hombres sentirían lo mismo que las mujeres con las caricias íntimas. Decidida a averiguarlo, se inclinó sobre el pecho de Niall y lo exploro con la boca, lamiendo los pezones planos masculinos que eran el contrapunto de los de ella.
Niall arqueó la espalda, temblando.
—¿Te gusta? —susurró Demi junto a su clavícula.
—Me encanta —masculló—. Hazlo otra vez.
Demi lo complació, pero cuando deslizó la boca por debajo del ombligo de Niall, este se estremeció de la cabeza a los pies y, de pronto, la colocó bajo su cuerpo y enredó sus piernas con las de ella al tiempo que buscaba su boca
Las manos de Niall estaban entre ellos, desplegando su magia por el cuerpo tenso de Demi, haciéndola retorcerse y gemir con sensaciones deliciosas. Abrió las piernas para dejarlo que la tocara de forma aún más íntima.
Niall levantó la cabeza y la miró a los ojos mientras la acariciaba por entero con lentas y tiernas exploraciones que la ponían frenética de placer.
—Nunca había deseado tanto a nadie —dijo con aspereza. Deslizó una pierna entre las de Demi y la movió, muy despacio, hasta lograr la intimidad total—. No, no levantes la pierna —susurró—. Mueve esta... Así —se estremeció y la miró a los ojos—. Ahora, acércate. Siente cómo te penetro. Despacio, cariño. Despacio. Te gusta, ¿verdad?
—Sí —susurró Demi. Le hundió los dedos en los hombros y lo miró, sintiendo cómo su cuerpo se fundía lentamente con el de él. Pensó que sentiría molestias, si no dolor. Pero ya no existía ninguna barrera, ningún impedimento. Sus ojos castaños reflejaron sorpresa y placer por la facilidad con que la había penetrado.
—Me excitas —masculló Niall, observándola mientras se movía—. Todo en ti me excita. No me hizo gracia tener que apagar la luz la primera vez. Quería ver tu cara, tus ojos, mientras te hacía el amor.
Era una confesión inesperada. Demi se quedó sin aliento y, después, lo exhaló con un sonido gutural cuando Niall se movió y recogió sus piernas entre las de él.
—¿Recuerdas lo que sentiste la otra vez cuándo hicimos esto? —preguntó, con voz grave y sensual, mientras volvía a penetrarla.
—Sí —contestó. Le tocó la cara con las manos, siguió el contomo de su nariz recta, de su boca amplia y sexy, de la barbilla prominente. Jadeó cuando el placer la hizo elevarse hacia él.
—¿Así? —susurró, y volvió a penetrarla, con más seguridad al ver su expresión—. Te gusta, ¿verdad? —elevaba y dejaba caer las caderas, y con cada movimiento lento, jadeaba y se ponía rígido.
Demi le clavaba las uñas en los bíceps, dominada por un éxtasis creciente tan agónico como gozoso.
—¡Niall! —su voz estalló con la tensión y su cuerpo se puso repentinamente rígido. Lo miró a los ojos próxima al pánico—. Por favor, no pares —suplicó con voz rasgada.
—¿Así? —preguntó Niall con impaciencia, y la penetró con más fuerza. Apretó los dientes y cerró los ojos—. Sí, ¡sí! ¡Así...!
Demi estaba moviéndose con él, como si estuviera unida a Niall por unas cuerdas invisibles. Olvidó el pasado, el futuro, el dolor, la incertidumbre. Solo conocía una cosa, la desesperada búsqueda de un placer que estaba prácticamente a su alcance. Se centró en ello con todas sus fuerzas. Jadeaba, igual que él. Su cuerpo temblaba con cada embestida. Tenía la mirada clavada en los ojos negros de Niall mientras su cuerpo buscaba con frenesí la consumación.
—Nunca había sentido nada igual —susurró Niall con voz ronca, mientras su cuerpo empezaba a ser brusco con el de ella. Gimió, y cerró sus enormes manos en torno a la sábana a cada lado de la cabeza de Demi—. ¡No podré aguantar mucho...!
—No pasa nada —susurró Demi con voz aguda, apremiante—. Niall... ¡Niall...!
Niall le mordía la boca a medida que el ritmo se hacía caótico y áspero.
—Sigúeme, nena —susurró dentro de su boca abierta—. ¡Sigúeme...!
El climax la tomó por sorpresa. De pronto, estaba alcanzando una cima imposible. Sollozó como una niña, aferrándose a él, sintiendo que su cuerpo estallaba de gozo mientras se convulsionaba una y otra vez.
Apenas podía verlo en el eco de aquella locura.Tenía los ojos abiertos de par en par, como los labios, y se estremecía en una última agonía de deleite que sacudía su cuerpo con intensidad.
Niall la embistió con violencia y se quedó inmóvil, rígido, y gritó en el calor interminable del estallido de pasión.
—¡Dios...! ¡Dios! —dijo con voz ahogada, temblando—. Nunca ha sido así... ¡Nunca!
Demi lo abrazó, lo acarició, lo consoló mientras él se estremecía de forma incontrolable en sus brazos. Mucho tiempo después, Niall sufrió una convulsión y se dejó caer sobre ella, húmedo y exhausto.
Demi disfrutaba sintiendo su peso en la intimidad de la satisfacción. Le tocó el hombro, la garganta, con los labios. Deslizó las manos por su espalda húmeda, sintiendo el movimiento de sus músculos, notando cómo se estremecía mientras cada minúsculo movimiento de su cuerpo desencadenaba nuevos ecos de placer.
Demi sintió los labios de Niall junto al oído, roncos, cálidos, mientras le acariciaba la cara con la mejilla.
Era el desenlace más tierno que podía haber imaginado después de aquel torrente de pasión. Se aferró a Niall, tratando de respirar con normalidad, todavía íntimamente unida a él, con las piernas entrelazadas, los dos débiles de agotamiento.
Niall levantó la cabeza y la miró a los ojos. La observaba como si hiciera siglos que no la hubiera visto. Acarició el pelo húmedo y alborotado de Demi y, después, deslizó un dedo por sus labios henchidos.
—Soy parte de ti —susurró, y parecía aturdido—. Te siento envolviéndome como seda suave y cálida.
Demi se sonrojó y hundió el rostro en la garganta húmeda de Niall, avergonzada. El enredó los dedos con suavidad en su pelo. Se tumbó de costado, arrastrándola con él. Inspiró hondo.
—¿Te he hecho daño?
—Claro que no.
Niall deslizó una mano al costado en el que Demi había recibido el impacto, a la leve cresta que se había formado allí.
—¿Estás segura?
—El médico dijo que podía volver a la rutina — reflexionó—. Supongo que se refería a... cualquier actividad.
Niall rio junto a su sien.
—Esto no es rutinario —murmuró, y la besó en los labios.
Demi deslizó las manos en tomo al cuello de Niall y apoyó la cabeza en su hombro húmedo con un suspiro trémulo.
—Me da miedo sentirme así.
—Sí —a Niall no le hacía falta preguntar a qué se refería. Le acarició el pelo que le caía por la espalda mientras pensaba en lo a punto que había estado de perderla para siempre. Había sido un idiota. Pero, tal vez, solo tal vez, aún disponía de una oportunidad.
—No has vuelto a decir nada sobre el divorcio — susurró Demi, detestando incluso tener que sacar el tema a colación. Pero todavía se sentía muy vulnerable e insegura con él.
—Le dije a tu amigo Cash que las vacas volarían antes de que te lo diera —dijo con suavidad. Ella se puso rígida.
—¿Qué?
Niall le acarició la espalda, con sus delgadas cicatrices, hasta las caderas, y la acercó a él. Se estremeció al sentir aquel delicioso contacto íntimo, y empezó a moverse de forma involuntaria.
—Si estás dolorida, será mejor que me lo digas ahora —dijo en un tono apenas controlado—. Antes de que me pierda otra vez.
Demi notaba su propia reacción instantánea a la intimidad que estaban compartiendo. Era delicioso sentir cómo su cuerpo se abría a él sin reservas. Levantó una pierna despacio para profundizar la posesión de Niall y lo oyó proferir una exclamación.
—No te lo diría aunque estuviera dolorida —susurró con voz ronca—. Quiero hacerlo otra vez. Te deseo otra vez. Quiero... formar parte... de ti.
Niall emitió un ruido extraño y gutural. Segundos más tarde, estaba besando a Demi en profundidad, moviendo su cuerpo contra el de ella, apretándola con avidez contra el colchón. Nunca había creído posible que un hombre y una mujer compartieran un mismo cuerpo, pero eso era lo que estaban haciendo. Ese fue el último pensamiento que pudo formular antes de volver a perderse en las llamas.

La llevó a la ducha con él, sombrío y silencioso, y la bañó con la misma naturalidad como si llevara haciéndolo toda la vida.
Demi estaba atónita ante aquella repentina intimidad. Apenas se habían tocado desde la Navidad y, de repente, eran amantes. Amantes de verdad.
Niall la besaba con ternura mientras la enjabonaba y aclaraba su cuerpo terso. Acarició sus senos con abrumadora admiración y se los besó antes de pasarle la esponja y persuadirla para que la utilizara.
Eran como niños, se exploraban el uno al otro en silencio, temblando de gozo.
La secó, la envolvió en una toalla y se cubrió con otra. Después, la condujo al secador que había colgado de la pared y lo usó para secarle el pelo.
Era como si el tiempo se hubiera detenido para ellos. Demi no recordaba haberse sentido tan unida a un ser humano en toda su vida. Lo miraba a los ojos con avidez, confiando en ver algo más que el exquisito placer que había visto en ellos tiempo antes.
—¿Qué buscas, Demi? —preguntó Niall con suavidad. Ella bajó la mirada con una rápida sonrisa.
—Nada.
Niall bajó el secador y le levantó la barbilla. Su escrutinio era intenso, y sus ojos negros brillaban con solemnidad.
—No hay mañana, solo ahora. Viviremos día a día hasta que volvamos a casa. ¿De acuerdo?
Demi tragó saliva y lo miró a los ojos.
—Está bien, Niall —susurró. Niall se inclinó y le rozó los labios despacio con los suyos. Después, la condujo al dormitorio y la vistió él mismo, con una ternura nueva que hacía que a Demi se le encogiera el corazón.
Después, no hubo marcha atrás. Se daban la mano cuando paseaban juntos. Niall sonreía a Demi como si nunca hubiese mirado a ninguna otra mujer. Le abría la puerta, caminaba por la calle del lado de la acera, le sacaba la silla para que se sentara... Le regaló el negligé rojo más sexy que Demi había visto nunca y la convenció de que se lo pusiera para él. El resultado era predecible. Todas las noches, Demi dormía en sus brazos, tras una pasión tierna que se hacía más emocionante con cada día que pasaba. Temía regresar al rancho pero, cómo no, el viaje terminó. Embarcaron en un avión con destino a Dallas, y el miedo a perder lo que tenía con Niall la mantuvo callada y distante durante todo el vuelo.
Niall se dio cuenta, y su conclusión fue que Demi se estaba arrepintiendo de su intimidad con él. Se encerró en sí mismo para darle espacio. Y ello, cómo no, convenció a Demi de que Niall empezaba a lamentar lo ocurrido.

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