Aunque a
regañadientes, Niall regresó a su apartamento de Victoria cuando Demi pudo
valerse por sí misma en el rancho. Estaba otra vez trabajando, ya que la
comisión que había investigado el tiroteo había juzgado correcto su proceder
durante el mismo. Con la ayuda de Nick, había perfilado planes nuevos para el
rancho, había comprado materiales, había contratado a un trabajador de jornada
completa, y organizado los horarios de trabajo con la máxima eficacia.
El rancho estaba
progresando, gracias a la inyección de dinero que había supuesto el rodaje.
Otra compañía cinematográfica les había hecho una oferta para un nuevo rodaje
al año siguiente. Demi gimió, pero Niall hizo promesas de construir un granero
nuevo y de hacer mejoras en la casa, y acabó cediendo. Además, no sería hasta
el próximo otoño. Podían pasar muchas cosas en ese intervalo de tiempo, se dijo
Demi. Quizá, ni ella estaría allí por aquel entonces.
Mientras tanto, la
compañía japonesa se había puesto en contacto con Demi y con Niall para
organizar su viaje a Osaka. Demi
intentó rehuir el compromiso, alegando que tenía mucho trabajo en el rancho,
pero Niall le aseguró que Nick era perfectamente capaz de supervisar las
tareas, y que todavía faltaban semanas para que nacieran los temeros. No tenía
excusa, le espetó, a no ser que se sintiera reacia a separarse de Cash Grier,
añadió con fría amargura.
Cash se había
convertido en el colchón de seguridad de Demi. Lo mantenía entre Niall y ella
porque no quería que Niall se comprometiera a seguir casado por gratitud o
culpabilidad. Sabía que quería hacerlo; lo conocía muy bien. Niall estaba
admirado porque ella hubiese intentado sacrificar su vida por salvarlo. No lograba
olvidarlo, por mucho que lo intentara, y se lo mencionaba con frecuencia.
Pero Demi no logró
eludir el viaje a Japón. Hasta Maude secundó a Niall e insistió en que lo
acompañara.
—Todavía estoy
débil por la convalecencia —protestó Demi la víspera del viaje. Niall la
observaba con un semblante casi doloroso y taciturno que empezaba a resultar
familiar.
—Lo sé —le dijo con
suavidad—. Pero será una nueva experiencia para ti. Necesitas cambiar de aires,
alejarte del rancho.
—Alejarme de Cash,
quieres decir —repuso Demi con una larga mirada. Él apretó los dientes. Oír su
nombre era una provocación.
—No te separas de
él desde que has vuelto a casa —señaló.
Demi le dio la
espalda, cansada de la pelea. Cash y ella eran amigos, nada más. Pero su
relación impedía que a Niall lo abrumara la deuda que creía tener con ella.
—En las mismas
circunstancias, habrías hecho lo mismo que yo, y lo sabes —dijo Demi en voz
baja, contemplando el pasto por la ventana—. Estás exagerando lo ocurrido, Niall,
y no es necesario.
Sintió el calor que
despedía su cuerpo detrás de ella, y su aliento en el pelo de la sien.
—Aceptaste una bala
que iba dirigida a mí —dijo Niall con aspereza—. ¿Cómo quieres que me lo tome?
—sus manos grandes la sujetaron por los hombros y la hicieron volverse con
mucha suavidad para mirarla a los ojos—. Yo doy un paso hacia ti y tú
retrocedes dos — reflexionó en voz alta—. ¿Eres la misma mujer que no podía
acercarse bastante a mí en Nochebuena?
Demi se sonrojó.
—¡Cómo te atreves a
mencionar eso! —le espetó.
—Y ni siquiera
habías bebido —añadió con regocijo indulgente.
Demi miraba a todas
partes menos a sus ojos.
—Fue un error, tú
mismo lo dijiste.
—Dije muchas cosas
—se evadió Niall.
—Sí, y ahora estás
diciendo mucho más, y no deberías —se desasió para explicarse mejor—. Mira,
quieres el divorcio. No hay problema. Podrás casarte con Tippy Moore y yo
seguiré con Cash hasta que decida si quiere o no vivir en Jacobsville el resto
de su vida.
Niall se preguntó
si Demi sabría lo que le dolía escuchar afirmaciones como aquella. No estaba
interesado en Tippy Moore, pero la fascinación de ella por Cash lo había
impulsado a fingir interés, por orgullo herido. Cash era todo lo que la mayoría
de los hombres deseaban ser: apuesto, encantador, culto y temerario. No había un
juez de paz en todo Texas que no reconociera su nombre. Él, en cambio, tenía
una educación corriente y algunos estudios universitarios, pero no estaba a la
altura de Cash intelectualmente, y lo sabía. Tampoco era culto, ni hablaba
media docena de idiomas.
Peor aún, sabía lo
que Cash sentía por Demi y que, a la menor oportunidad, se casaría con ella sin
titubear.
Niall empezaba a
darse cuenta de que la indiferencia y el rechazo con los que había tratado a Demi
para mantenerla a distancia habían hecho mella en ella. Se había convencido de
que lo hacía por su bien, para que fuera libre e inocente y pudiera tomar las
riendas de su vida en cuanto anularan el matrimonio. Pero no era cierto. No
había querido ataduras. No podía evitar recordar que su madre había abandonado
a su padre por otro hombre. Ella había sido como Demi, inocente, se había
casado muy joven, y no había tenido experiencia del mundo ni de otros hombres
salvo por su marido. No lo sorprendía, pensando como un adulto, que la hubieran
tentado otros hombres.
Había albergado
visiones de Demi haciendo lo mismo que su madre, corriendo a los brazos de otro
por curiosidad tras años de matrimonio, y eso lo había asustado. Había dado la
espalda a los ojos ávidos de Demi, a sus sueños de una vida con él. De pronto,
él quería recuperar todo aquello, pero ella no. Se mostraba más distante y
reservada que nunca. Empezaba a temer que fuera demasiado tarde. Incluso él,
con su enorme confianza en sí mismo, se sentía inseguro ante la amenaza que
representaba Cash Grier.
—Te he dicho hasta
la saciedad que nunca quise casarme con Tippy —masculló—. Pero no quieres
escucharme.
Porque no había
dejado de decir que se iba a casar con ella hasta que le habían disparado,
pensó Demi, pero estaba harta de discutir.
—Si no puedo librarme
del viaje, será mejor que haga las maletas —dijo con un hondo suspiro—. Trece
horas de avión. Estaré echando espuma por la boca antes de que lleguemos a
California.
Niall la miró con
aire mundano.
—Ya se nos ocurrirá
alguna manera de matar el tiempo. Como ir juntos al aseo...
Demi tardó un
momento en comprender lo que estaba diciendo. Lo miró con furia.
—¡No pienso hacer
el amor contigo en el aseo de un avión!
—¿Ni siquiera si te
compro un negligé rojo? —preguntó Niall con suavidad.
Maude se detuvo en
el umbral con un pie en el aire. Carraspeó, bajó el pie y estuvo a punto de
salir corriendo hacia la cocina.
Niall no dijo nada;
estaba riendo con ganas. Demi emitió un sonido ronco y gutural y se refugió lo
antes posible en su habitación.
El viaje fue largo,
y Demi pasó un poco de miedo porque nunca había viajado en avión. La clase
turista era ruidosa, pero Niall y Demi se habían negado a permitir que la
empresa japonesa les comprara los billetes en clase preferente. Ya se sentían
bastante mal por haber aceptado la invitación. El avión estaba atestado y
costaba trabajo relajarse, pero la perspectiva de visitar un país extranjero
fascinaba a Demi.
Almorzaron en el
avión y, poco después, las noches de insomnio pasaron factura y Demi se quedó dormida.
Cuando quiso darse cuenta, Niall la estaba despertando con un beso.
El contacto de sus
labios fue electrizante, tanto que Demi tuvo que contenerse para no devolverle
aquella tierna caricia.
—¿Ya hemos llegado?
—susurró. Niall sonrió.
—Mira por el cristal,
cielo.
Demi levantó la
pantalla. Sabía que durante el resto de su vida recordaría aquella primera e
increíble imagen de la costa japonesa: montañas verdes perdiéndose entre las
nubes; rocas afiladas irguiéndose contra el océano. Parecía un trozo de
paraíso.
—Caramba —susurró,
embelesada.
—Yo también me
sentí así la primera vez que lo ví —le dijo Niall en voz baja. Había viajado a
Japón por motivos de trabajo hacía años, cuando los Rangers de Texas
colaboraban con la Interpol—. No se puede describir; hay que verlo.
—Sí —suspiró Demi
con placer—. Es muy hermoso.
Niall estaba
observando el perfil de Demi, grabándose su imagen.
—Mucho—susurró.
El aeropuerto de
Kansai era enorme, una sinfonía de metal y cristal, y costaba trabajo
orientarse en él. Demi se puso un poco nerviosa cuando pasaron el control de
pasaportes. Todo era tan distinto...
Pero sus preocupaciones
no tardaron en desaparecer. En aduanas los aguardaban el señor Kosugi y su
socio, el señor Nasagi, junto con varios colegas.
—Confío en que
hayan tenido un vuelo agradable — dijo el señor Kosugi, todo sonrisas, e hizo
una seña a un compañero para que les llevara las maletas.
—Maravilloso. Nunca
olvidaré la primera vista de su hermoso país —dijo con voz ronca, devolviéndole
la sonrisa.
—Su esposa es muy
diplomática, señor Horan —rio el señor Kosugi. Niall le pasó una mano por los
hombros y la apretó contra él.
—Es mi brazo
derecho —susurró, y sonrió.
Los condujeron a un
hotel de Osaka que tenía una preciosa vista del río y de la ciudad, y se
pasaron a recogerlos a las seis para llevarlos a cenar a un célebre
restaurante. Sonrieron con tolerancia al ver a Demi forcejear con los palillos.
Ella no quería decirles que Cash había intentado enseñarla, pero que había
fracasado estrepitosamente. Niall los usaba como un nativo, y aprovechó la
oportunidad para enseñarle a Demi a manejarlos.
—¿Lo ves? —dijo con
suavidad—. No es difícil.
—Gracias.
Niall mantuvo la mirada
en su rostro mientras ella tomaba una angula a la plancha y se la metía en la
boca. Llevaba un nuevo vestido plateado de finos tirantes que Niall había
insistido en comprarle antes del viaje. La melena rubia le caía suavemente
sobre los hombros y llevaba minúsculos zapatos blancos de tacón con una tira en
el tobillo. Niall la encontraba hermosa, y apenas podía apartar los ojos de
ella.
—Mañana los
llevaremos a Kioto, a uno de los restaurantes de nuestra cadena —dijo el señor
Kosugi—, y a la granja en la que criamos el ganado, para enseñarles las
instalaciones. Y, de paso, ¿les
apetecería ver un castillo?
Demi soltó los
palillos.
—¿Un auténtico
fuerte samurai? —exclamó. ¿Con suelos de ruiseñor?
Fue el tumo del
señor Kosugi de mostrarse sorprendido.
—¿Ha oído hablar
del «suelo del ruiseñor», señora Niall? —preguntó. A ella le encantaba que la
llamaran por su nombre de casada. Sonrió.
—Me encantan las
películas extranjeras. He visto todos los filmes de samurais que hay en el
mercado. ¡Me encantaría ver el fuerte!
El señor Kosugi
estaba impresionado.
—Entonces,
visitaremos el castillo de Nijo, que data de 1603. Vendré a buscarlos mañana
después del desayuno. Digamos, ¿a las nueve en punto?
—Perfecto —dijo Demi
con un suspiro, y Niall sonrió al ver su entusiasmo.
Niall y Demi
compartían la misma habitación de hotel de camas dobles, pero Demi apenas
reparó en la intimidad que aquello representaba. Estaba tan agotada que, nada
más ponerse el camisón de algodón, se quedó dormida. A la mañana siguiente, Niall,
completamente vestido, la despertó y esperó a que se pusiera la ropa de calle
para poder bajar a desayunar.
El señor Kosugi y
su grupo se presentaron puntualmente a recogerlos. Demi se sorprendía de su
propia vitalidad, a pesar del calor inusual que hacía. Iban a desplazarse a
Kioto en el famoso tren bala, y la estación de Osaka en la que lo tomaron la
fascinó. Tenía distintos niveles e incluía el centro comercial en el que se
había rodado una escena de Black Rain.
Disfrutaba con cada nueva experiencia, del trato cálido de los japoneses y de
la jovial costumbre de sonreír
Cuando llegaron a
Kioto, Demi observó a Niall con disimulo. Se lo veía más relajado que nunca.
Caminaba entre los japoneses con pasos largos, y sus botas llamaban la atención
tanto como su Stetson.
Salieron de la
estación y se trasladaron en un monovolumen a la granja de los Kosugi. Allí les
enseñaron las instalaciones y los familiarizaron con los modernos métodos de
crianza que seguían. A Demi y a Niall les gustó lo que vieron, y lo dijeron.
Cuando regresaron al monovolumen, les dieron toallas blancas enrolladas en
plástico para refrescarse la cara. Hacía un calor asfixiante.
El
conductor los llevó al castillo de Nijo, residencia de los sogunes Tokugawa, y
atravesaron el foso y los exquisitos jardines hasta llegar al castillo
propiamente dicho. Se componía de diversas habitaciones de un
solo nivel, separadas por puertas corredizas y circundadas por un pasillo de
madera. El pasillo emitía un sonido parecido al canto de un pájaro cuando se
caminaba sobre él. Les enseñaron la estructura inferior del piso, y vieron los
clavos y piezas de metal que, colocados estratégicamente, «cantaban» al entrar
en contacto entre ellos con cada pisada. El «suelo del ruiseñor», como se lo
llamaba, era una forma melódica de impedir que un ninja o soldado enemigo
sorprendiera a los samurais. Demi llevaba una cámara, y la señora Kosugi sacó
fotos de ella con Niall. Demi se alegraba... ¡Podía ser la última vez que viera
a Niall antes del divorcio!
Tras la visita al
castillo, los llevaron al restaurante del señor Kosugi para un almuerzo tardío.
La comida estaba deliciosa, sobre todo la carne, que rivalizaba con la famosa
ternera Kobe de Japón. El señor Kosugi empleaba técnicas similares de crianza,
como la de masajear al ganado. El ganado importado de los Horan se criaría de
la misma manera. Tomaron un plato de carne de ternera con fideos que estaba
delicioso.
Demi empezaba a
defenderse mejor con los palillos desde que Niall la había enseñado. No había
podido hacerse a ellos cuando Cash intentó aleccionarla. Cometió el error de
mencionarlo mientras levantaba los fideos con pericia y se los llevaba a la
boca.
Niall había estado
extravertido y sonriente todo el día. Pero, a la mención de Cash, se enfrió.
Hasta su apetito pareció mermar. Hizo esfuerzos por ser educado con sus
anfitriones pero, después de la sobremesa, del viaje de regreso en tren a Osaka
y el trayecto en ferry hasta el hotel, su amabilidad se fue a pique. En cuanto
se quedó a solas con Demi en la habitación del hotel, estalló.
—Debería haberme
quedado en casa y haber dejado que Cash te acompañara —dijo con furia apenas contenida—.
Hasta sabe hablar japonés, ¿no?
Demi se puso
rígida.
—Sí, con bastante
fluidez —replicó, lanzando fuego con la mirada. Se echó la melena hacia atrás,
alborotada como la tenía por el viento. Con pantalones de pinzas de color beige
y una blusa estampada de flores, estaba esbelta, limpia y muy bonita.
Niall se dio la
vuelta y avanzó hacia ella de forma tan repentina que a Demi se le paró el
corazón. Llevaba los pantalones de vestir azules de todo el día, pero se había
quitado la chaqueta, la corbata y el sombrero y se había desabrochado los
primeros botones de la camisa. El vello oscuro que cubría su pecho musculoso
quedaba expuesto con claridad, y Demi estaba recordando lo que había sentido
estando abrazada a él en la oscuridad.
—Pero Cash no ha
hecho el amor contigo —exclamó Niall con brusquedad, inclinándose sobre ella—.
¡Y no lo hará!
Demi se lo quedó
mirando con perplejidad.
—Tú no me deseas...
—empezó a decir.
Niall alargó las
manos y la atrajo hacia él con suavidad, envolviéndola con su figura musculosa.
—Estamos ciegos,
sordos, mudos e insensibles de cuello para abajo, ¿no? —preguntó con humor
negro mientras apretaba sus caderas contra las de ella.
Ella notó
vividamente la ironía de aquella afirmación. Niall estaba completamente
excitado y apenas la había tocado. Demi tragó saliva. Estaba recordando un
placer tan intenso que era casi agonía, y sonidos casi inhumanos que habían
emergido de su garganta.
Lo empujó con
suavidad.
—No, Niall —dijo
con voz ronca—. Estás disgustado por todo lo que ha pasado, nada más. Se te
pasará.
—He sido noble
desde que te llevaron al hospital — masculló—. Estoy harto. No como, no duermo,
ni siquiera puedo trabajar. Te recuerdo gimiendo en mi oído mientras te hacía
mía —se inclinó sobre su boca—. No lograbas saciarte de mí. No lograbas
acercarte bastante a mí. La expresión de tu cara cuando te llené... Agonizo
cada vez que lo revivo. ¿Y crees que se me pasará?
Demi estaba
perdiendo terreno. Su cuerpo empeza ba a reaccionar a la proximidad de Niall:
sus senos ya estaban presionando el tórax de Niall, sus piernas la estaban
acercando a su magnífica virilidad. Lo sentía en tomo a ella y lo deseaba con
locura.
Demi observó con
sensación de horror cómo deslizaba sus propias manos dentro de la camisa de Niall,
pero no tenía poder para detenerlas. Elevó su rostro hacia él y vio en sus ojos
negros el mismo deseo incontrolable y desesperado.
—Esta vez, no
pienso apagar la luz, Demi — dijo mientras se inclinaba y la levantaba del
suelo—. Y lo que voy a hacer te va a encantar.
Niall abrió la boca
sobre los labios entreabiertos de Demi. Fue como una explosión de gozo dentro
de ella. Para vergüenza suya, no articuló la menor protesta. Se aferró a él,
respondiendo al ansia feroz de la boca de Niall con una pasión frenética,
restregando su cuerpo contra el de él y gimiendo de forma lastimera.
Cuando acabaron
tumbados en la cama, a ella ya no le quedaban palabras. Estaba tan impaciente
por eliminar obstáculos como él, y respiraba con dificultad, jadeaba, en el
silencio absoluto de la habitación.
—Vamos a cenar...
con los Kosugi —dijo Demi con voz ahogada mientras Niall la despojaba de sus
pantalones de vestir y le sacaba la blusa por la cabeza.
—Dentro de dos
horas —susurró él con aspereza, deslizando las manos hacia su ropa interior con
mortal eficiencia—. Con un poco de suerte, todavía podrás andar para
entonces...
Demi gimió bajo la
fuerte presión de los labios de Niall. Este se abría paso por su cuerpo,
eliminando obstáculos con poca finura y mucha impaciencia. Por fin, quedaron
entrelazados sobre las sábanas, en una maraña de miembros desnudos.
—Despacio —susurró Niall
con voz ronca mientras ella se retorcía bajo la caricia de sus labios en los
senos—. Tranquila, nena. No hay prisa. No hace falta.
Ella sollozó, y su voz resonó en la quietud apenas
turbada por el suave zumbido del aire acondicionado.
—El servicio de
habitaciones —jadeó Demi.
—He cerrado la
puerta con llave.
Demi iba a
mencionar que tenían una llave maestra, pero Niall la estaba besando en la cara
interior de los muslos y ella estaba enloqueciendo de placer. No podía creer
que estuviera bullendo de deseo nada más sentir la caricia de Niall.
—Puede que yo... no
sea normal —susurró, aferrándose a él.
—¿Porqué?
—Estoy en llamas
—rio de forma entrecortada—. Me muero por tenerte. Haría cualquier cosa,
cualquier cosa.
—Yo también.
Cualquier cosa por complacerte —se tumbó a su lado y tomó su rostro entre las
manos para asaltar tiernamente su rostro con caricias—. Ha pasado tanto tiempo, cariño. ¡Tanto!
Su exclamación
desembocó en un áspero gemido cuando Demi deslizó las manos por el vello de su torso.
Se preguntó si los hombres sentirían lo mismo que las mujeres con las caricias
íntimas. Decidida a averiguarlo, se inclinó sobre el pecho de Niall y lo
exploro con la boca, lamiendo los pezones planos masculinos que eran el
contrapunto de los de ella.
Niall arqueó la
espalda, temblando.
—¿Te gusta?
—susurró Demi junto a su clavícula.
—Me encanta
—masculló—. Hazlo otra vez.
Demi lo complació,
pero cuando deslizó la boca por debajo del ombligo de Niall, este se estremeció
de la cabeza a los pies y, de pronto, la colocó bajo su cuerpo y enredó sus
piernas con las de ella al tiempo que buscaba su boca
Las manos de Niall
estaban entre ellos, desplegando su magia por el cuerpo tenso de Demi,
haciéndola retorcerse y gemir con sensaciones deliciosas. Abrió las piernas
para dejarlo que la tocara de forma aún más íntima.
Niall levantó la
cabeza y la miró a los ojos mientras la acariciaba por entero con lentas y
tiernas exploraciones que la ponían frenética de placer.
—Nunca había
deseado tanto a nadie —dijo con aspereza. Deslizó una pierna entre las de Demi
y la movió, muy despacio, hasta lograr la intimidad total—. No, no levantes la
pierna —susurró—. Mueve esta... Así —se estremeció y la miró a los ojos—.
Ahora, acércate. Siente cómo te penetro. Despacio, cariño. Despacio. Te gusta,
¿verdad?
—Sí —susurró Demi.
Le hundió los dedos en los hombros y lo miró, sintiendo cómo su cuerpo se
fundía lentamente con el de él. Pensó que sentiría molestias, si no dolor. Pero
ya no existía ninguna barrera, ningún impedimento. Sus ojos castaños reflejaron
sorpresa y placer por la facilidad con que la había penetrado.
—Me excitas
—masculló Niall, observándola mientras se movía—. Todo en ti me excita. No me
hizo gracia tener que apagar la luz la primera vez. Quería ver tu cara, tus
ojos, mientras te hacía el amor.
Era una confesión
inesperada. Demi se quedó sin aliento y, después, lo exhaló con un sonido
gutural cuando Niall se movió y recogió sus piernas entre las de él.
—¿Recuerdas lo que
sentiste la otra vez cuándo hicimos esto? —preguntó, con voz grave y sensual,
mientras volvía a penetrarla.
—Sí —contestó. Le
tocó la cara con las manos, siguió el contomo de su nariz recta, de su boca
amplia y sexy, de la barbilla prominente. Jadeó cuando el placer la hizo
elevarse hacia él.
—¿Así? —susurró, y
volvió a penetrarla, con más seguridad al ver su expresión—. Te gusta, ¿verdad?
—elevaba y dejaba caer las caderas, y con cada movimiento lento, jadeaba y se
ponía rígido.
Demi le clavaba las
uñas en los bíceps, dominada por un éxtasis creciente tan agónico como gozoso.
—¡Niall! —su voz
estalló con la tensión y su cuerpo se puso repentinamente rígido. Lo miró a los
ojos próxima al pánico—. Por favor, no pares —suplicó con voz rasgada.
—¿Así? —preguntó Niall
con impaciencia, y la penetró con más fuerza. Apretó los dientes y cerró los
ojos—. Sí, ¡sí! ¡Así...!
Demi estaba
moviéndose con él, como si estuviera unida a Niall por unas cuerdas invisibles.
Olvidó el pasado, el futuro, el dolor, la incertidumbre. Solo conocía una cosa,
la desesperada búsqueda de un placer que estaba prácticamente a su alcance. Se
centró en ello con todas sus fuerzas. Jadeaba, igual que él. Su cuerpo temblaba
con cada embestida. Tenía la mirada clavada en los ojos negros de Niall
mientras su cuerpo buscaba con frenesí la consumación.
—Nunca había
sentido nada igual —susurró Niall con voz ronca, mientras su cuerpo empezaba a
ser brusco con el de ella. Gimió, y cerró sus enormes manos en torno a la
sábana a cada lado de la cabeza de Demi—. ¡No podré aguantar mucho...!
—No pasa nada
—susurró Demi con voz aguda, apremiante—. Niall... ¡Niall...!
Niall le mordía la
boca a medida que el ritmo se hacía caótico y áspero.
—Sigúeme, nena
—susurró dentro de su boca abierta—. ¡Sigúeme...!
El climax la tomó
por sorpresa. De pronto, estaba alcanzando una cima imposible. Sollozó como una
niña, aferrándose a él, sintiendo que su cuerpo estallaba de gozo mientras se
convulsionaba una y otra vez.
Apenas podía verlo
en el eco de aquella locura.Tenía los ojos abiertos de par en par, como los
labios, y se estremecía en una última agonía de deleite que sacudía su cuerpo
con intensidad.
Niall la embistió
con violencia y se quedó inmóvil, rígido, y gritó en el calor interminable del
estallido de pasión.
—¡Dios...! ¡Dios!
—dijo con voz ahogada, temblando—. Nunca ha sido así... ¡Nunca!
Demi lo abrazó, lo
acarició, lo consoló mientras él se estremecía de forma incontrolable en sus
brazos. Mucho tiempo después, Niall sufrió una convulsión y se dejó caer sobre
ella, húmedo y exhausto.
Demi disfrutaba
sintiendo su peso en la intimidad de la satisfacción. Le tocó el hombro, la
garganta, con los labios. Deslizó las manos por su espalda húmeda, sintiendo el
movimiento de sus músculos, notando cómo se estremecía mientras cada minúsculo
movimiento de su cuerpo desencadenaba nuevos ecos de placer.
Demi sintió los
labios de Niall junto al oído, roncos, cálidos, mientras le acariciaba la cara
con la mejilla.
Era el desenlace
más tierno que podía haber imaginado después de aquel torrente de pasión. Se
aferró a Niall, tratando de respirar con normalidad, todavía íntimamente unida
a él, con las piernas entrelazadas, los dos débiles de agotamiento.
Niall levantó la
cabeza y la miró a los ojos. La observaba como si hiciera siglos que no la
hubiera visto. Acarició el pelo húmedo y alborotado de Demi y, después, deslizó
un dedo por sus labios henchidos.
—Soy parte de ti
—susurró, y parecía aturdido—. Te siento envolviéndome como seda suave y
cálida.
Demi se sonrojó y
hundió el rostro en la garganta húmeda de Niall, avergonzada. El enredó los
dedos con suavidad en su pelo. Se tumbó de costado, arrastrándola con él.
Inspiró hondo.
—¿Te he hecho daño?
—Claro que no.
Niall deslizó una
mano al costado en el que Demi había recibido el impacto, a la leve cresta que
se había formado allí.
—¿Estás segura?
—El médico dijo que
podía volver a la rutina — reflexionó—. Supongo que se refería a... cualquier
actividad.
Niall rio junto a
su sien.
—Esto no es
rutinario —murmuró, y la besó en los labios.
Demi deslizó las
manos en tomo al cuello de Niall y apoyó la cabeza en su hombro húmedo con un
suspiro trémulo.
—Me da miedo
sentirme así.
—Sí —a Niall no le
hacía falta preguntar a qué se refería. Le acarició el pelo que le caía por la
espalda mientras pensaba en lo a punto que había estado de perderla para
siempre. Había sido un idiota. Pero, tal vez, solo tal vez, aún disponía de una
oportunidad.
—No has vuelto a
decir nada sobre el divorcio — susurró Demi, detestando incluso tener que sacar
el tema a colación. Pero todavía se sentía muy vulnerable e insegura con él.
—Le dije a tu amigo
Cash que las vacas volarían antes de que te lo diera —dijo con suavidad. Ella
se puso rígida.
—¿Qué?
Niall le acarició
la espalda, con sus delgadas cicatrices, hasta las caderas, y la acercó a él.
Se estremeció al sentir aquel delicioso contacto íntimo, y empezó a moverse de
forma involuntaria.
—Si estás dolorida,
será mejor que me lo digas ahora —dijo en un tono apenas controlado—. Antes de
que me pierda otra vez.
Demi notaba su
propia reacción instantánea a la intimidad que estaban compartiendo. Era
delicioso sentir cómo su cuerpo se abría a él sin reservas. Levantó una pierna
despacio para profundizar la posesión de Niall y lo oyó proferir una
exclamación.
—No te lo diría
aunque estuviera dolorida —susurró con voz ronca—. Quiero hacerlo otra vez. Te
deseo otra vez. Quiero... formar parte... de ti.
Niall emitió un
ruido extraño y gutural. Segundos más tarde, estaba besando a Demi en
profundidad, moviendo su cuerpo contra el de ella, apretándola con avidez
contra el colchón. Nunca había creído posible que un hombre y una mujer
compartieran un mismo cuerpo, pero eso era lo que estaban haciendo. Ese fue el
último pensamiento que pudo formular antes de volver a perderse en las llamas.
La llevó a la ducha
con él, sombrío y silencioso, y la bañó con la misma naturalidad como si
llevara haciéndolo toda la vida.
Demi estaba atónita
ante aquella repentina intimidad. Apenas se habían tocado desde la Navidad y,
de repente, eran amantes. Amantes de verdad.
Niall la besaba con
ternura mientras la enjabonaba y aclaraba su cuerpo terso. Acarició sus senos
con abrumadora admiración y se los besó antes de pasarle la esponja y
persuadirla para que la utilizara.
Eran como niños, se
exploraban el uno al otro en silencio, temblando de gozo.
La secó, la
envolvió en una toalla y se cubrió con otra. Después, la condujo al secador que
había colgado de la pared y lo usó para secarle el pelo.
Era como si el
tiempo se hubiera detenido para ellos. Demi no recordaba haberse sentido tan
unida a un ser humano en toda su vida. Lo miraba a los ojos con avidez,
confiando en ver algo más que el exquisito placer que había visto en ellos
tiempo antes.
—¿Qué buscas, Demi?
—preguntó Niall con suavidad. Ella bajó la mirada con una rápida sonrisa.
—Nada.
Niall bajó el
secador y le levantó la barbilla. Su escrutinio era intenso, y sus ojos negros
brillaban con solemnidad.
—No hay mañana,
solo ahora. Viviremos día a día hasta que volvamos a casa. ¿De acuerdo?
Demi tragó saliva y
lo miró a los ojos.
—Está bien, Niall
—susurró. Niall se inclinó y le rozó los labios despacio con los suyos.
Después, la condujo al dormitorio y la vistió él mismo, con una ternura nueva
que hacía que a Demi se le encogiera el corazón.
Después, no hubo
marcha atrás. Se daban la mano cuando paseaban juntos. Niall sonreía a Demi
como si nunca hubiese mirado a ninguna otra mujer. Le abría la puerta, caminaba
por la calle del lado de la acera, le sacaba la silla para que se sentara... Le
regaló el negligé rojo más sexy que Demi había visto nunca y la convenció de
que se lo pusiera para él. El resultado era predecible. Todas las noches, Demi
dormía en sus brazos, tras una pasión tierna que se hacía más emocionante con
cada día que pasaba. Temía regresar al rancho pero, cómo no, el viaje terminó.
Embarcaron en un avión con destino a Dallas, y el miedo a perder lo que tenía
con Niall la mantuvo callada y distante durante todo el vuelo.
Niall se dio
cuenta, y su conclusión fue que Demi se estaba arrepintiendo de su intimidad
con él. Se encerró en sí mismo para darle espacio. Y ello, cómo no, convenció a
Demi de que Niall empezaba a lamentar lo ocurrido.
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