lunes, 15 de abril de 2013

♡Tierra De Pasiones-Adaptacion Diall-Capitulo 30♡


Niall estaba sentado en la sala de espera de urgencias cuando Cash Grier entró acompañado de Maude y de Tippy. Niall se había quitado el sombrero y tenía el pelo alborotado. Parecía que hubiera estado cabalgando sobre la muerte. Tenía la camisa blanca y los pantalones oscuros manchados de sangre. Sangre de Demi.
Alzó la mirada cuando se acercaron.
—La están operando —les dijo—. El cirujano es Copper Coltrain.
—Es el mejor de todos —comentó Maude en voz baja.
—En la ambulancia, no paraba de gemir —prosiguió Niall, casi como si estuviera hablando solo—. No podía respirar. Dudé que fuera a llegar aquí con vida —cerró los ojos al sentir la oleada de dolor.
—Las heridas de pecho son temibles —le dijo Cash en voz baja—. Pero la bala la hirió en la parte inferior de la caja torácica, por encima de los intestinos.
Los ojos negros de Niall buscaron consuelo en los del otro hombre. Se relajó, pero no mucho.
—Imagino que la operación durará bastante.
—Tendrán que sacar la bala —gimió Maude.
—Puede que no lo intenten, si es menos traumático dejarla dentro —le dijo Cash—. Cortarán la hemorragia e inflarán el pulmón. Después, todo dependerá de los antibióticos y del descanso.
Maude lanzó una mirada a Niall; estaba desconsolada.
—No llegué a darte el alfiler de corbata que Demi te compró para Navidad —balbució, y las lágrimas empezaron a resbalar por su rostro.
Niall se puso en pie, con el corazón partido, y empezó a dar vueltas por la sala de espera con las manos en los bolsillos.
—Él no le compró ningún regalo a Demi —Maude trató de explicar el repentino alejamiento de Niall—. No debería haberlo mencionado, supongo. Hirió mucho los sentimientos de Demi, sobre todo porque a la señorita Moore le había comprado un anillo de compromiso.
Cash lanzó una mirada despectiva a la modelo pelirroja, que ya estaba atrayendo miradas de interés de otros hombres que se encontraban en la sala de espera. Parecía incomodarla ser el centro de atención. Lanzó una mirada al anillo que llevaba en el dedo e hizo una mueca.
—No es un anillo de compromiso —dijo con incomodidad.
—Niall le dijo a Demi que lo era —replicó Maude sin mirarla.
Tippy enarcó las cejas. Aquello era una novedad. ¿Por qué habría mentido Niall sobre algo así? Entonces, recordó la patraña que le había contado a Demi para intentar deshacerse de su rival. No había sido su intención causar tanto dolor. La angustia de Niall era casi tangible, y le dolía pensar que había hecho desgraciada a Demi. Si la joven moría, tendría que vivir con ese remordimiento. No sería fácil. ¡Qué cobarde se sentía! No valía nada...
—¿Cómo puede estar prometido a tí? —preguntó Cash con aspereza, mirando a Tippy con el ceño fruncido—. Demi y Niall todavía están casados, ¿no? —le preguntó a Maude.
—Van a divorciarse —dijo Maude—. ¿No te lo ha dicho Demi? Imagino que ya habrán puesto en marcha los trámites.
—¿Que están casados? —exclamó Tippy, palideciendo—. ¿Demi es la esposa de Niall?
—Llevan cinco años casados —confirmó Maude con tristeza—. Para él nunca ha significado nada. Solo una formalidad, para poder ocuparse del rancho y de Demi cuando el padre de ella fue a la cárcel.
—No tenía ni idea —dijo Tippy con aflicción.
—Como si te hubiera importado —repuso Cash, destilando sarcasmo. La modelo lo miró con enojo.
—Claro que me habría importado —replicó con frialdad—. No salgo con hombres casados. Nunca.
Cash enarcó las cejas. Aquello era una novedad.
Un cirujano alto y pelirrojo entró por las puertas giratorias que conducían a los quirófanos y miró alrededor hasta que vio a Niall. Echó a andar hacia él con semblante sombrío y grave.
—¿Cómo está? —preguntó Niall enseguida. Copper Coltrain se encogió de hombros.
—Hemos controlado la hemorragia e inflado el pulmón. Pero ha perdido mucha sangre y la zona estaba afectada por la bronquitis. Eso complicará su recuperación.
—¿Bronquitis? —repitió Niall.
—Le notaba la voz ronca —afirmó Maude—, pero Demi decía que no era más que un resfriado y que no quería ir al médico —hizo una mueca—. Dijo que no podía permitírselo. Su seguro no cubre las consultas puntuales.
En cuanto pronunció las palabras, deseó poder retirarlas. Niall cerró los ojos; parecía atormentado. Tippy contempló el odioso anillo que llevaba en el dedo y se maldijo por haber convencido a Niall de que se lo comprara. Cash Grier suspiró, consumido por la tristeza.
—¿Qué hacemos ahora? —preguntó Niall en tono sumiso.
—Rezar —contestó Coltrain—. No hago promesas que no puedo cumplir. Ahora mismo, es cara o cruz. Lo siento. He hecho lo que he podido.
—Lo sé, gracias —dijo Niall, abstraído—. ¿Puedo verla?
—Ahora mismo está en reanimación —respondió—. Convendría esperar a que la traslademos a cuidados intensivos.
—Yo me quedaré con ella —lo interrumpió Maude, justo antes de que Grier pudiera decir lo mismo.
—No es posible. En cuidados intensivos, no. Pueden verla tres veces al día, durante no más de diez minutos por visita —añadió con firmeza, y miró a Niall—. La vigilaré de cerca. Intenta no preocuparte —se despidió con una inclinación de cabeza y se alejó por donde había entrado.
Niall miró a las tres personas que lo acompañaban.
—Me alegro de que estéis aquí, pero si alguien entra en esa habitación, aunque solo sea un minuto, seré yo —declaró con brusquedad. Cash parecía dispuesto a replicar, pero el semblante de Niall lo disuadió.
—Si quieres que nos quedemos aquí fuera contigo, a mí no me importa —se ofreció Tippy.
—Ni a mí —añadió Maude.
—Preferiría que os fuerais a casa —dijo Niall—. No voy a marcharme de aquí hasta que no sepa algo, sea lo que sea.
—Yo las llevaré —dijo Cash—. Después, volveré al hospital.
Niall miró a su amigo a los ojos. No replicó. Ni siquiera habló; se limitó a asentir. Después, se dio la vuelta y se alejó hacia la unidad de cuidados intensivos.

—Le quitaste las pistolas, ¿verdad? —le preguntó  Maude a Cash cuando este detuvo el coche en el rancho, delante de la casa. Cash asintió.
—Están en mi despacho, bajo llave —dijo con expresión lúgubre—. Pero todavía hay una pistola y una escopeta en la casa, en alguna parte. Se lo oí decir a Demi. Será mejor que las busques y las escondas en alguna parte.
—En cuanto entre —prometió Maude.
Tippy los miraba con incredulidad.
—No hablaréis en serio —comentó. Cash la miró a los ojos.
—Si Demi fuera mi esposa, eso es lo que Maude estaría haciendo por mí —dijo con voz inexpresiva—. Y, sí, hablo en serio. Puede que Niall todavía no se haya dado cuenta, pero no le quedará vida si ella se muere. No es lógico, pero es lo que hacen algunos hombres cuando enloquecen de dolor. No queremos que ocurra otra tragedia.
—Y tanto que no —dijo Maude, y se frotó los ojos—. Bueno, ya puedes llevar a la señorita Moore a su hotel —le dijo a Cash—. Estaré pendiente del teléfono.
—Te llamaré en cuanto sepa algo; te lo prometo —le aseguró Cash.
—Gracias —dijo Maude, y sonrió a Tippy con suavidad—. Quédese con ese jersey. Le devolveré el suyo lavado y planchado.
—Es muy amable —repuso Tippy en voz baja, y sonrió.
Cash la llevó de vuelta a la ciudad. Ninguno de los dos habló durante el trayecto. De hecho, ella estaba sentada con los brazos firmemente cruzados contra el pecho, con semblante incómodo.
—Para tener fama de comehombres, eres sorprendentemente mansa —comentó Cash cuando detuvo el vehículo delante del hotel. Ella lo miró con frialdad.
—He cometido algunas estupideces. No me gusto mucho en estos momentos —se encogió de hombros—. ¿Viste lo que hizo Demi? Se colocó delante de la pistola. Lo vio venir y ni siquiera vaciló. Debe... debe de quererlo mucho —añadió, casi atragantándose con las palabras.
—Sí —corroboró Cash, detestando su propia sinceridad. Tippy lo miró con intriga.
—Estás enamorado de ella, ¿verdad?
—Si lo estoy, es asunto mío y de nadie más —le espetó Cash. Tippy suspiró.
—Vuelves a ponerte hostil. Oye, tengo problemas con los hombres, problemas muy graves. Gary Mays, el ayudante de dirección, me ha estado sacando de quicio tratando de acostarse conmigo. Niall fingía estar interesado en mí para mantenerlo a raya, y yo me volví un poco posesiva, nada más —lo miró con enojo—. No querría un hombre para toda la vida ni aunque me lo regalaran envuelto en un lazo.
Él enarcó las cejas y la miró con intensidad.
—Es lo que me pasa a mí con las mujeres.
Tippy se relajó un poco. Deslizó la mirada por él con cautela.
—Confío en los hombres que llevan uniforme — barbotó—. La policía me ha sacado de algunos de los peores apuros de mi vida.
Empezaba a hacerse una idea de ella un poco turbadora. En lugar de una mata-hari, era tímida e introvertida, y tenía miedo de él cuando estaban los dos solos.
—Me voy —dijo Tippy—. Espero que Demi se ponga bien. Y Niall.
—¿Por qué no miras a Gary Mays a la cara y le dices que lo denunciarás por acoso sexual si no te deja en paz? —le preguntó de improviso. Ella lo miró con sorpresa.
—No funcionaría.
—Sí. Si puedes parar a un hombre, puedes dominarlo.
—Una filosofía interesante.
—No es mía. Leí la autobiografía de Juan Belmente. Fue un famoso torero de principios del siglo XX. Decía que funcionaba con los hombres igual que con los toros. Y es cierto.
—Si tú lo dices...
—Lo digo.
Tippy salió del vehículo extrañamente despacio.
—Gracias por traerme.
Cash frunció el ceño y la miró con atención.
—¿Puedes verme? —inquirió de forma inesperada. Ella se quedó sorprendida por la pregunta.
—Más o menos.
—Eres hipermétrope y no quieres ponerte gafas — adivinó. Tippy rio. Parecía el tintineo de una campanilla de plata.
—Y no puedo llevar lentes de contacto.
Cash la observó. A pesar de la tragedia del día, sentía curiosidad por ella.
—Eres un enigma. Te he dicho algunas cosas que no te merecías. No eres como pensaba.
Ella lo estaba mirando con un nuevo respeto.
—Tú tampoco.
—Piensa en lo que te he dicho —le recordó mientras arrancaba—. No tienes por qué aguantar que ese ayudante de dirección se pase de la raya contigo. Si no consigues pararle los pies, dímelo. Lo haré por ti.
Ella se encogió de hombros y alcanzó a sonreír.
—Estaré en contacto con Maude.
Cash asintió. No dijo nada más. Segundos más tarde, emprendía el camino de regreso al hospital.

Niall estaba sentado en la capilla, solo. Le habían permitido pasar un par de minutos a la UCI para contemplar el rostro pálido y tenso de Demi. Si hubiera podido ir a un bar se habría tomado una botella entera de whisky. Resultaba chocante verla así. Estaba enganchada a media docena de monitores y tenía una aguja en el brazo que le aportaba nutrientes y analgésicos. Del costado le salía un tubo de drenaje. Quizá fuera el mismo que habían utilizado para volver a inflar el pulmón.
Niall le había tocado la mano y había recordado sus últimas palabras antes de la aparición de Clark. Creía que estaba asqueado de ella, que no quería verla, ni que corriera tras él con el corazón en la mano. Si no sobrevivía, Demi lo recordaría con dolor y traición.
No era cierto. No estaba asqueado. Yacía despierto todas las noches reviviendo la pasión que habían compartido. La echaba de menos. Era como estar sin una pierna o un brazo. Le había dicho a Demi que no quería nada permanente y, de pronto, tal vez la elección no fuera suya. Al final, podía quedarse solo, como había creído anhelar cuando le había dicho a Demi que iba a pedir el divorcio.
Recordó un viejo adagio. «Cuidado con lo que deseas; podría hacerse realidad». Contempló el cuerpo inmóvil de Demi y vio el final de todo lo que amaba.
Un ruido captó su atención. Grier había vuelto. Se sentó en el banco, al lado de Niall, incómodo.
—Dios está enfadado conmigo —dijo Cash con un suspiro, mirando a su alrededor. Puede que le traiga mala suerte a Demi por haber entrado en una capilla.
—Dios no es vengativo —repuso Niall—. Suele darnos más margen del que nos merecemos.
—Demi me dijo que tu padre había sido sacerdote —comentó Cash. Niall asintió—. Disparar a John Clark fue más duro para ti de lo que imaginabas —añadió en voz baja.
Niall lo miró con curiosidad.
—¿Porque mi padre era sacerdote?
—Porque te enseñaron a creer que matar siempre está mal —Grier miró hacia el pulpito—. A mí, no. Lo primero que aprendes en el ejército es que matar es necesario, y te enseñan a hacerlo con la máxima eficacia. Los hombres no matan a otros de cerca a no ser que para ellos sea un acto reflejo. Después de varias semanas de adiestramiento, matar es instintivo. Yo era un buen estudiante —añadió con voz fría.
Niall entornó los ojos.
—¿Y no te molesta?
—Antes, no. Hasta que conocí a Demi —añadió, sonriendo débilmente—. Ha sido la primera mujer en muchos años que cuando me mira no ve a un asesino. Tiene la irritante manera de hacer que te sientas importante, necesario, útil. Ha hecho que me sintiera bien solo con mirarme.        
Niall detestaba oír aquello de su rival.
—Siempre ha sido así —comentó pasado un minuto—. Por muchos problemas que haya, siempre sonríe.
—Me ha hecho pensar que podía encajar aquí, en Jacobsville, si lo intentaba —repuso Grier—. Es la primera vez en mi vida que quiero echar raíces en un lugar.
Niall se lo quedó mirando con ojos entornados.
—Te agradezco tu compañía, pero será mejor que sepas que, si vive, nunca le daré el divorcio —dijo con brusquedad.
Cash se lo quedó mirando.
—No la engañarás con lástima —replicó—. Se dará cuenta.
Niall bajó la mirada. No iba a revelarle sus sentimientos más hondos a su único rival.
—La única persona por la que siento lástima ahora mismo soy yo. Soy el idiota que debía estar protegiéndola. ¿Cómo diablos recibió ese disparo? —preguntó de improviso—. Sé que Clark no pretendía matarla a ella. No fue Demi quien disparó a su endiablado hermano.
Cash vaciló, mirándose las manos. No podía contarle a Niall lo que sabía. Todavía no. No hasta que no estuviera seguro de que Demi viviría.
—Con el tiempo, se sabrá —dijo, sin comprometerse.                    
Niall enterró el rostro entre las manos con un largo suspiro trémulo.
—Daría todo lo que tengo por volver atrás y arreglar las cosas.
—Tú y todos nosotros —filosofó Cash.

Fue una larga noche. A la mañana siguiente, Niall, con semblante agotado, entró en la UCI con el corazón en un puño. Demi yacía en la cama con el mismo aspecto del día anterior. Tenía otra vía intravenosa, pero daba la impresión de estar muerta.
Niall se inclinó y le retiró el pelo de la cara. Le dolía verla así.
—Lo siento mucho —susurró—. Lo siento mucho, cariño.          
Demi parpadeó y abrió sus ojos castaños. Todavía respiraba ruidosamente, y tenía el semblante cadavérico. Pero parecía verlo.
—¿Demi? —susurró. Ella tenía los ojos clavados en su rostro, pero no reaccionaba—. ¿Me oyes, cielo? —preguntó con suavidad.
Ella frunció el ceño e hizo una mueca.
—Duele —susurró con voz áspera. Niall le acarició el pelo, la cara, con dedos trémulos.
—Gracias a Dios que sigues viva —dijo, fallándole la voz a pesar de su acerado control. Se inclinó y besó con suavidad sus labios resecos—. Gracias a Dios — gimió.
Demi parpadeó. Apenas era consciente de nada salvo del dolor.
—Duele mucho —susurró, y volvió a cerrar los ojos.                                 .
Niall la soltó a regañadientes y llamó a la enfermera por el interfbno para decirle que Demi estaba despierta y quejándose del dolor. Segundos más tarde, entro la ATS, seguida de un especialista, y lo echaron con sonrisas tranquilizadoras. Demi viviría. Era la esperanza por la que había estado rezando.
Coltrain lo saludó con una inclinación de cabeza cuando entró a verla. Salió a los pocos minutos, sonriendo.
—Se pondrá bien —le dijo a Niall, y le dio una palmadita en el hombro—. Ya solo es cuestión de tiempo ; puedes dejar de contener el aliento.
Niall le dio las gracias, se alejó por el pasillo y se recostó en la pared, tratando de recomponerse. Había vivido un infierno durante tantas horas que el alivio era devastador. Demi viviría. Viviría. Se secó la humedad de los párpados.
Cash se acercó a él con una pregunta en la mirada.
—Se pondrá bien —dijo Niall con voz ronca.
—¡Gracias a Dios! —exclamó Cash con sentido alivio.
—¿Qué ha sido de Clark? —preguntó de repente, porque acababa de acordarse de él.
—Lo han remendado y está en la cárcel. Es posible que pase entre rejas el resto de su vida, después del juicio —le aseguró. Estaba observando a Niall con atención—. Creo que deberías saber lo que me contó Tippy —añadió, detestando tener que revelarlo incluso en aquellos momentos. Suponía el final de sus esperanzas.
—¿El qué?—lo apremió Niall.
—Vio a Clark salir y apuntarte con su arma. No tuvo tiempo de reaccionar, y Demi tampoco. Dijo que Demi comprendió que no podrías salvarte y se interpuso deliberadamente en la trayectoria de la bala.
Niall inspiró con brusquedad.
—Tippy se quedó muy abatida cuando lo vio —prosiguió—. Dice que se sentía fatal por todos los problemas que ha causado entre vosotros al darse cuenta de lo mucho que Demi te quería —movió la cabeza—. No te lo habría dicho si Demi hubiera muerto, pero ahora debes saberlo. Voy a llamar a Maude para darle la buena noticia.
Se dio la vuelta y se alejó. Niall permaneció inmóvil, como una estatua, absorbiendo la afirmación con una sensación total de humildad. Demi había recibido un impacto dirigido a él. Había estado dispuesta a dar su propia vida para salvarlo. Nunca imaginó que ella podía quererlo tanto.
Tendría que salvar el abismo que él mismo había creado entre ellos, y sabía que no resultaría fácil.

Demi estuvo perdiendo y recuperando la conciencia de forma intermitente durante los primeros días, mientras su cuerpo iniciaba el lento proceso de recuperación de la herida, que le había costado parte de la región inferior del pulmón y un trozo de bazo. Por fortuna, la bala se había quedado alojada en el tejido dañado que habían tenido que extirpar para controlar la hemorragia.
Fue trasladada a una habitación privada al cuarto día. Desde entonces, Niall no se apartaba ni un momento de su lado. Su segundo tiroteo en el espacio de dos semanas lo había vuelto a relegar a un permiso administrativo, pero era oportuno. Su capitán y su teniente lo habían llamado por teléfono dos veces para interesarse por la salud de Demi. Tenía buenos compañeros de trabajo. Uno de ellos, el de San Antonio, lo estaba sustituyendo temporalmente en Victoria. También debía ocuparse del rancho, aunque Niall detestaba el tiempo que debía separarse de Demi. Delegaba en Nick, el capataz, lo más que podía.
Grier también era un visitante fiel, pero se mostraba extrañamente sumiso y se mantenía en un segundo plano. Tippy Moore se pasaba por el hospital después del rodaje para ver cómo estaba la paciente, y llevaba a Maude con ella. La actriz había sorprendido a muchas personas con su compasión, sobre todo, a Grier. Este escuchó accidentalmente una conversación que la modelo mantuvo por su móvil. Al principio, pensó que estaba conversando con un hombre, porque mantenía la voz suave y llena de afecto. Después, la oyó hablar de exámenes y notas y de no pelearse con otros chicos, y comprendió que su interlocutor era un niño. Resultó ser su hermano pequeño, que estaba estudiando en una academia militar. Tippy se lo confesó con una extraña reserva y, después, se alejó antes de que Grier pudiera preguntarle nada más.
Cuando no tenía visitas, Demi se comportaba con Niall con cierto recelo. Nunca lo miraba a los ojos. Sonreía cuando Grier y Maude entraban, y se esforzaba por conversar con ellos, aunque estaba muy débil. Con Tippy era educada, aunque distante. Pero con Niall se mostraba visiblemente incómoda.
—Deberías volver al trabajo —le dijo una mañana cuando la auxiliar la ayudó a sentarse en una silla para poder hacerle la cama—. Solo estaré ingresada unos días más. Nick puede ocuparse del rancho. Ya estoy fuera de peligro.
Niall, silencioso, no respondió. Observó cómo hacían la cama y volvían a acostarla, pero se mantuvo callado.
Por fin, se acercó a ella y la miró con semblante taciturno. Tenía el pelo sucio, enmarañado y lacio. Estaba agotada del simple esfuerzo de sentarse en una silla y volver a la cama pero, para Niall, que la había observado con angustia desde que había salido de la anestesia hasta aquel momento, estaba hermosa.
—Perderás tu trabajo por mi culpa —insistió Demi.
—No. Tengo permiso para estar aquí —le levantó la mano izquierda y acarició con el pulgar el anillo de sello que ella le había devuelto hacía un par de meses. Niall se lo había vuelto a colocar en el dedo anular cuando Demi estaba inconsciente—. Nos has dado un susto de muerte —añadió con solemnidad.
Demi probó a mover el dedo, advirtiendo en aquel momento que tenía otra vez el anillo.
—¿Cómo ha llegado aquí? —preguntó con voz somnolienta.
—Te lo he puesto yo —dijo Niall con voz queda—. Seguimos casados. Tuve que ingresarte con tu nombre legal.
Demi bajó la mirada y se desasió.
—Tippy debe de haberse quedado a cuadros —dijo con voz inexpresiva—. Confío en que no le importe esperar a que nos divorciemos.
Niall inspiró y hundió las manos en los bolsillos.
—Ya hablaremos de eso cuando te hayas repuesto.
Demi enarcó una ceja.
—¿Por qué hay que esperar? Ya te he arruinado bastante la vida.
Niall le besó la palma de la mano con fervor.
—No lo entiendes.
Demi lo miró a los ojos.
—Claro que lo entiendo —susurró con voz cansina—. Te sientes culpable por lo que le dijiste a Tippy de que yo te avergonzaba. Después, me dispararon e intentas sacrificar tu vida para hacer las paces. No es necesario. Puedes quedarte con este anillo. Te daré el divorcio...
Niall tomó la mano de Demi para impedir que se quitara el anillo. No iba a resultar fácil convencerla de lo que sentía. Creía que estaba mintiendo por equivocados sentimientos de culpa y lástimas.
—La perderás si esperas demasiado —insistió Demi, perdiendo fuerza en la voz, somnolienta.
—Ya he esperado demasiado —masculló Niall, detestando el nudo que sentía en la garganta y que no lograba deshacer. Contemplaba el semblante pálido de Demi con mirada intensa y torturada.
Pero ella no lo escuchaba. Se había quedado dormida.

A los pocos días, la llevaron a casa, y Demi no tardó en querer ayudar en la cocina. Maude la acompañó de nuevo a la cama. Al día siguiente, fue Niall quien la acostó, con los labios apretados, haciendo caso omiso de sus protestas.
—¡No puedo estar tumbada sin hacer nada! Así no me repondré —protestó cuando empezó a meterla en la cama—. ¡Copper dijo que me convenía hacer ejercicio!
—Poco a poco, y no de golpe, como tú quieres — replicó Niall con aspereza. La acomodó sobre las almohadas y la miró con reprobación. Se había dado una ducha y se había lavado el pelo con la ayuda de Maude, y tenía infinitamente mejor aspecto que en días anteriores.
—Está bien, me quedaré quieta —murmuró, eludiendo su mirada—. Deberías estar con Tippy. El viernes van a dar los últimos toques al rodaje y, después, se irán.
Niall no había logrado hacerla entender nada de lo que le había contado sobre su relación con Tippy; Demi lo interrumpía cada vez que intentaba explicárselo por enésima vez. Tippy le había devuelto el anillo de esmeralda y diamantes con todo tipo de disculpas balbucientes, y en la joyería le habían reembolsado casi todo el dinero. Niall había querido contárselo a Demi, pero ella no quería escuchar. Tampoco había aceptado el regalo de Navidad de Niall, convencida de que era una compensación tardía por no haberle comprado uno en su momento. Niall ya no sabía qué hacer para convencerla de su sinceridad.
Grier se había dejado caer por el rancho más a menudo últimamente, y era otra fuente de preocupación, porque Demi se animaba en cuanto lo veía. Reía con él como ya no lo hacía con Niall.
—No quieres escucharme —dijo en tono de derrota.
Ella lo miró con ojos turbulentos.
—Ni tú a mí. Ya te he dicho que te daría el divorcio cuando me lo pidieras. Ahora que tenemos el talón de la compañía cinematográfica en el banco, podemos permitírnoslo.
Niall contrajo la mandíbula.
—¡No quiero el maldito divorcio! —le espetó—. ¡No quiero casarme con Tippy Moore! ¡Nunca quise hacerlo!
Demi intentó incorporarse y, sin querer, tiró el vaso de zumo de naranja que tenía en la mesilla y se manchó.
—¡Mira lo que he hecho por tu culpa! —le gritó a Niall.
—¡Si no lo he tocado! —.le espetó Niall, furioso.
Tippy Moore oyó los gritos y asomó la cabeza.
—Por el amor de Dios —murmuró, y volvió a salir.
Regresó momentos más tarde con un paño y una toalla húmeda—. Sal —le dijo a Niall, sosteniendo la puerta de par en par. Él empezó a protestar.
—Ya la has oído —la secundó Demi—. ¡Fuera!
Niall elevó las manos en señal de impotencia y salió dando un portazo. Tippy rio.
—¿No son insufribles los hombres? —pensó en voz alta. Recogió el zumo de naranja con el paño— ¿Dónde tienes los camisones? —preguntó en tono práctico.
Demi se lo dijo, sorprendida por la eficiencia de la mujer. La limpió con la toalla húmeda, le quitó el camisón sucio y le puso uno limpio.
—Me he pasado muchos años cuidando de mi hermano pequeño y, después, de un hombre por el que sentía... un gran afecto —dijo Tippy—. Mi hermano tiene nueve años y está en una academia militar —tenía mirada atormentada—. Me he gastado una fortuna arrebatándole la custodia a mi madre y a su último amante, pero no me extrañaría que intentaran secuestrarlo para reunir más dinero. Nadie sabe dónde está salvo yo.
Demi estaba fascinada por aquella faceta desconocida de la vida personal de la modelo.
—Debes de quererlo mucho.
—Es mi vida —asintió. Recogió la toalla y el paño y la miró con tristeza—. He causado muchos problemas entre Niall y tú. Quiero que sepas que lo lamento mucho. Me sentía a salvo con él. Es el mejor hombre que he conocido en mi vida, y me volví posesiva. Pero, créeme, de haber sabido que estabais casados, nunca...
—No importa —la interrumpió Demi, avergonzada—. No se puede evitar lo que se siente por otra persona.
Tippy suspiró.
—Qué gran verdad —murmuró, pensando en Cas Grier y en su frialdad, a pesar de sus intentos de que revisara la opinión que tenía de ella.
Demi pensó que lo decía por Niall y se deprimió aún más.
—Le devolví a Niall el anillo —añadió Tippy con firmeza—. Y siento haberlo animado a que me lo comprara. No sabía lo apurados que estabais.
—No lo estaremos mucho más tiempo —dijo Demi—. Estamos negociando un acuerdo con una empresa extranjera. Si sale bien, me iré de aquí en cuanto nos divorciemos, y así Niall podrá tener lo que quiera.
—¿Sin ti? —preguntó Tippy, atónita—. ¿No ves lo que siente?
—Se siente culpable —dijo Demi con rotundidad—. Se le pasará con el tiempo —se echó y cerró los ojos—. Estoy harta de estar casada con un hombre que me considera una carga. Quiero el divorcio.
Tippy no sabía qué decir. Se quedó en pie, roída por los remordimientos. Por fin, salió del dormitorio y cerró la puerta. Ya había causado bastantes problemas por un día, aunque su intención hubiese sido buena.

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