lunes, 15 de abril de 2013

♡Tierra De Pasiones-Adaptacion Diall-Capitulo 32♡


Poco después de su regreso de Japón, Demi empezó a echar el desayuno. La primera vez que ocurrió, Maude no estaba en casa. La segunda, fingió haber olvidado algo en su dormitorio y llegó al cuarto de baño por los pelos. Hizo una escapada a la ciudad, compró un test de embarazo y, aprovechando que Maude pasaba el fin de semana en casa de su hermana, hizo la prueba.
El resultado la conmocionó. Era culpa de ella. Había dejado creer a Niall que estaba tomando la pildora, y él había dado por hecho que seguía tomándola cuando se encontraban en Japón. De pronto, estaba embarazada y Niall no dejaba de esquivarla. Aunque lo negara, Demi sabía que iba a casarse con Tippy. El personal de rodaje había regresado al rancho para repetir unas tomas, y Niall se presentaba todas las tardes para llevar a la modelo a su hotel. Le costaba mirar a Demi a los ojos, a pesar de tantas noches maravillosas y exquisitas que había pasado en sus brazos. Pero ¿y si descubría lo del bebé? Se sentiría obligado a seguir casado con ella. Demi le arruinaría la vida, a él y a Tippy...
Se sentó en el borde de la bañera deseando que fuera otra vez Nochebuena para decir la verdad. Ya era demasiado tarde. Además, con el personal de rodaje de nuevo en el rancho, no tenían intimidad.
Maude se dio cuenta de que estaba embarazada, por supuesto. Era imposible ocultarle nada. A la mañana siguiente, cuando Demi perdió el desayuno y tuvo que tumbarse en la cama, Maude confesó que lo sabía. Lo que no confesó fue que había revelado sus temores a Cash.
Lanzó una mirada furibunda a Demi con los brazos cruzados.
—Niall está en el granero, con los del rodaje. Vete a decírselo ahora mismo o lo haré yo.
—¡No le dirás nada! —exclamó Demi con furia, secándose la cara con una toalla húmeda—. Tengo que pensar.
—Y él también —fue la brusca respuesta—. Es hijo suyo. Querrá tenerlo.
Demi no estaba muy segura de eso; Niall no había hecho más que rehuirla desde su regreso de Japón. De hecho, solo se presentaba en el rancho para acompañar a Tippy. No se le ocurría pensar que Cash también se pasaba por allí y que Niall podía estar celoso.
—Casi siempre está con Tippy —dijo con un suspiro—. Además, cualquier día de estos pedirá el divorcio. No es justo robarle la pequeña oportunidad que tiene de ser feliz.
—Ay, pequeña —resopló Maude—. No tengo nada en contra de Tippy, ha sido amable con nosotras, pero le arruinaría la vida a Cash. Él nunca encajaría en su mundo. Ni tú en el de Cash —añadió.
—La decisión es de Niall, no mía.
Maude suspiró.
—No puedo discutir contigo, ¿verdad?
—No sirve de mucho —sonrió con suavidad—. Pero supongo que tienes razón. No es algo que pueda ocultarle mucho tiempo.
—Cierto —señaló Maude, y miró por la ventana—. Está de pie delante del granero, con Gary y con Tippy. Puedes alcanzarlo antes de que se vaya.
—Me costaría menos alcanzar la luna —farfulló Demi—. Está bien, está bien, ¡iré! —se levantó de la cama y siguió a Maude por el pasillo.
Maude le abrió la puerta de atrás con un brillo travieso en la mirada.
—No te hagas demasiadas ilusiones —le dijo Demi mientras salía—. Ya sabes que Niall no es un hombre de familia.
—Espera a que sostenga en brazos a ese bebé.
Demi confiaba en que Maude estuviera en lo cierto. Pero tenía un mal presentimiento, y se agravó a medida que se acercaba al granero. ¿Y si Niall no la creía? Peor aún, ¿y si pensaba que el bebé era de Grier?
Aun así, le resultaría imposible ocultar su embarazo en Jacobsville, Texas, donde todo el mundo se conocía. Sería mejor que zanjara aquel asunto de una vez por todas. A fin de cuentas, no tenía muchas alternativas...
Al doblar la esquina del granero, se quedó helada. Gary, el ayudante de dirección, estaba soltando impertinencias a sus cámaras y técnicos de sonido. Lo vio lanzar una mirada asesina hacia el granero y darse la vuelta, asqueado. A Demi le extrañó aquella reacción, hasta que distinguió el interior en penumbra. Niall estaba recostado en uno de los establos, y Tippy se inclinaba hacia él, con su hermoso cuerpo prácticamente unido al de Niall, mientras se besaban con algo parecido a la desesperación.
Demi sintió náuseas. De ninguna manera entraría allí a decirle a Niall que no podía divorciarse de ella porque estaba embarazada... no cuando era evidente que tenía una relación física con Tippy. ¡Era imposible negar un beso como aquel! ¡Y Niall le había asegurado que no deseaba a Tippy!
Se dio la vuelta y regresó por donde había llegado sin hacer ruido. Las lágrimas la cegaban mientras avanzaba con paso rígido a su vieja camioneta y se sentaba detrás del volante. Sacó la llave extra que guardaba debajo de la alfombrilla y arrancó. Se alejó sin preocuparse por su permiso de conducir ni por el recibo del seguro, ni siquiera por su bolso.
Poco a poco, fue recuperando la sensibilidad. El dolor era abrumador. Veía ese beso ávido una y otra vez. Y no era Tippy quien lo besaba, era una caricia mutua. Al parecer, Niall estaba tan seguro de que iba a obtener el divorcio que ya estaba urdiendo planes con la supermodelo. Costaba trabajo ver a Tippy tratando de vivir del sueldo de un ranger, a pesar de los beneficios que empezaba a dar el rancho. Era una mujer hermosa y muy cotizada. Viajaba por todo el mundo para participar en desfiles de moda con los diseñadores más famosos. Debía de estar enamorada de Niall si estaba dispuesta a renunciar a toda su fama y su dinero por él. Claro que no la sorprendía. Niall era apuesto, sexy, y muy masculino. Tippy no sería la primera mujer en encontrarlo irresistible.
No había mucho tráfico en la carretera. Ya había pasado la hora del almuerzo y todavía quedaba un rato para que circularan los autobuses del colegio. Sujetó con fuerza el volante. No tardaría en tener un hijo que iría al colegio. Niall tendría que saberlo. No había forma humana de ocultarle ese secreto. El bebé echaría a perder su vida, sus esperanzas para el futuro. Lo aborrecería, y a Demi también.
Salió de la carretera principal y tomó un estrecho camino de tierra paralelo a la orilla del río. La cabeza le daba vueltas. No sabía qué hacer. Aunque se marchara, Niall se enteraría, algún día. No pensaba ir a una clínica a abortar; no soportaría esa decisión, fuese cual fuese el precio. Ciegamente, pisó con fuerza el acelerador. Podía ver a Niall besando a Tippy, sentía la agonía que aquella imagen había causado, como una herida fresca. Niall estaba enamorado de Tippy. ¡Quería a Tippy..!
Gimió. No podía decirle que estaba embarazada, ¡no podía! Había sido culpa de ella. No había tenido cuidado, no había tomado precauciones y debía ser ella quien pagara las consecuencias, no Niall.
Apretó los dientes y cerró los ojos mientras volvía a ver el beso. No estaba prestando atención al camino. El río no era muy profundo, pero la orilla quedaba a tres metros por encima del nivel del agua. Cuando abrió los ojos, se había salido del camino y se precipitaba hacia la orilla.
Profirió una exclamación y dio un volantazo. Pisó a fondo el freno, a escasos centímetros de una muerte segura. La camioneta se detuvo con los neumáticos delanteros a apenas treinta centímetros del borde de la orilla.
Demi apoyó la cabeza en el volante, temblando de alivio. Las lágrimas resbalaban por sus manos. Niall siempre le había dicho que no condujera si estaba alterada. De no haber abierto los ojos en aquel preciso instante, habría caído al agua. Habrían muerto, ella y el bebé. Deslizó la mano con gesto protector a su vientre levemente redondeado.
Salió como pudo del habitáculo y se acercó al parachoques delantero. Apoyándose en el costado de la camioneta, contempló la rápida corriente del río. Se sacó un pañuelo de papel del bolsillo, el mismo que había usado para fijarse la pintura de labios aquella mañana, y se secó el rostro sudoroso. Le temblaban las manos. Bueno, no pensaba subir a la camioneta hasta que no estuviera lo bastante serena como para conducir sin peligro.
Oyó pasar un coche por la carretera principal; era un vehículo de la policía. Demi vio que reducía la velocidad unos segundos antes de salir disparado. Seguramente, el agente se estaría preguntando qué hacía allí sola con el morro de la camioneta suspendida sobre el río. Pues que siguiera preguntándoselo. No pensaba volver al rancho todavía. Le daría a Niall tiempo de sobra para marcharse. No quería verlo cuando el recuerdo de aquel beso aún la estaba royendo.

Niall regresaba a su todoterreno cuando vio a Maude salir al porche de atrás, con semblante preocupado. Se volvió hacia ella y se acercó sonriendo con suavidad.
—¿Ocurre algo? —preguntó.
—Demi... ¿te lo ha contado?
—¿Qué tenía que contarme?
Maude vaciló.
—¿La has visto?
—No. ¿Debería? —inquirió con impaciencia.
—Iba a hablar contigo —dijo Maude—. Y no veo su camioneta.
Niall se puso tenso. Si Demi había salido al granero, debía de haberlo visto con Tippy. La había besado para que el ayudante de dirección, Gary, dejara otra vez de acosarla. Empezaba a ser un pesado. Había sido un beso inocente, fingido. Pero si Demi los había visto...
—¿De qué iba a hablarme? —preguntó, pensando en lo a menudo que tropezaba con Grier cuando se pasaba por el rancho. Había llegado al punto en que raras veces hablaba con Demi. Estaba tan celoso que ya no podía disimularlo.
Maude carraspeó.
—No sé, no me lo dijo —se evadió, e inspiró hondo—. Habrá ido a recoger el correo, o algo así. No te preocupes.
Maude entró de nuevo en la casa. Niall vaciló; la había notado rara. Se preguntó por qué Demi no había dado a conocer su presencia. No era propio de ella pasar por alto lo que consideraría una traición. La Demi que conocía habría puesto el grito en el cielo y habría buscado el enfrentamiento directo. Lo preocupaba que se hubiera ido sin decir nada.
Subió al todoterreno con intención de ir a la ciudad, y ver si la encontraba en la oficina de correos. Pero, mientras arrancaba, oyó una llamada en la banda de frecuencia de la policía.
—¿Está Cash por ahí? —preguntó un joven.
—Está reunido con el jefe Blake y el secretario del ayuntamiento. ¿Por qué?
—Cuando salga, dile que su chica está de pie en la orilla del río, junto a su vehículo, en la carretera de J. Davis, ¿quieres?
—¿Por qué necesita saberlo? —preguntó el operador.
—Porque las ruedas delanteras del coche están en el borde de la orilla, y ella también —dijo el joven—. Yo en su lugar iría enseguida.
—Se lo diré en cuanto salga. No tardará mucho.
—Gracias —el joven dio la clave de su vehículo y dejó de transmitir.
Niall quemó los neumáticos saliendo a la carretera.
Demi oyó que se aproximaba un vehículo y se puso tensa. Era un lugar solitario y, por tanto, peligroso. Quizá fuera el policía que había pasado de largo minutos antes, resuelto a averiguar qué hacia allí.
Se puso rígida cuando el enorme todoterreno negro apareció ante sus ojos. La última persona a la que deseaba ver en aquellos momentos era a Niall Horan. Sus ojos oscuros la traspasaban como dagas mientras frenaba detrás de la camioneta y se apeaba con asombrosa economía de movimientos.
Demi iba en playeras, que le restaban estatura. Niall estaba imponente con sus botas de cuero y el Stetson de color crema, y la Colt automática del calibre 45 en la pistolera del cinto. La insignia plateada de los Rangers centelleaba a la luz del sol, lo mismo que sus ojos negros mientras se acercaba.
—Estás muy cerca de la orilla —dijo sin preámbulos. Demi cruzó los brazos sobre el pecho y volvió a observar la corriente.
—No —replicó.
Niall se detuvo detrás de ella, a la espera de que hablara, de que lo acusara, de que se explicara. Pero no lo hizo.
—¿Qué haces aquí sola? —insistió.
—Necesitaba pensar —respondió Demi con voz extraña. Niall vaciló. No sabía cómo preguntar si lo había visto con Tippy en el granero.
—¿Sobre qué?
Inspiró hondo y se volvió hacia él. Tenía los ojos un tanto enrojecidos, pero estaba serena y resuelta.
—Quiero que me compres la mitad del rancho.
Era lo último que Niall había esperado oír. Se quedó mudo durante varios segundos.
—¿Qué?
—He decidido que no quiero pasar el resto de mi vida criando vacas, a pesar del trato con los japoneses —dijo con calma—. Tengo un poco de dinero ahorrado. No quiero volver a la escuela de formación profesional, quiero ir a la universidad.
—Está bien —dijo Niall—. Hablaré con Murchison, el del banco. Puedes vivir en el rancho mientras vas a clase...
—No me has entendido —lo interrumpió—. Voy a estudiar en San Antonio, no aquí.
Demi pensaba irse. No volvería a verla. El rancho, que había sido su vínculo de unión, pasaría a ser todo suyo. Ella viviría en otra ciudad, trabajaría en otro lugar. No estaría en casa cuando él volviera para revisar el ganado o limpiar los establos. No la vería para nada, ni siquiera con Grier. La idea lo paralizó.
—Me gustaría marcharme a fin de mes —añadió Demi—. Si no lo tienes todo resuelto para entonces, no importa. Organízalo como más te convenga. Firmaré lo que sea.
Niall fruncía el ceño con ferocidad. Allí ocurría algo muy grave. A Demi le encantaba el rancho. Había pertenecido a su familia durante tres generaciones. De pronto, quería marcharse para siempre. ¿Por qué?
—Maude dijo que tenías algo que decirme —le dijo—. ¿Era esto?
—Sí —respondió Demi, dando gracias por la discreción de Maude. San Antonio no estaba muy lejos, pero era un buen punto de partida. Se trasladaría allí y, después, buscaría otro lugar más lejano al que poder huir, antes de que empezara a notársele el embarazo.
—Demi... —empezó a decir Niall. Pero antes de poder organizar sus pensamientos, oyó una sirena y un motor muy potente. Los dos se dieron la vuelta y vieron un coche de policía de Jacobsville acercándose a toda velocidad por el camino de tierra, levantando una polvareda. Grier, ¡maldito fuera!
Grier frenó en seco, apagó la sirena y las luces en un pispas, y se fue derecho hacia Demi.
—¿Estás bien? —le preguntó con brusquedad, sin prestar atención a Niall. Demi experimentó una oleada de alivio. Con Cash presente, Niall no lograría sonsacarle información.
—Sí —respondió—. Solo necesitaba un lugar tranquilo donde poder pensar.
Grier no se lo tragó, y la miró con ojos entornados.
—Te seguiré de regreso al rancho —dijo, Demi exhaló un suspiro de enojo.
—¡No necesito un guardaespaldas!
—Y tanto que sí —masculló Grier—. Mira dónde has aparcado.
—Estoy a más de treinta centímetros del borde — protestó. Grier extendió la palma de la mano. Ella lo miró con enojo, pero le dio la llave de la camioneta.
—La sacaré de ahí. ¿Qué haces aquí? —le preguntó a Niall.
—Hablar con mi mujer —repuso con burlona arrogancia.
—No soy tu mujer —replicó Demi con voz ahogada—. Solo soy el servicio.
Grier tuvo el sentido común de dejarlos solos y se dispuso a mover el vehículo.
—¿Qué diablos significa eso? —inquirió Niall. Ella no podía mirarlo. Cruzó los brazos con fuerza.
—Tengo frío.
Vio que tenía los brazos al aire y su voz se suavizó.
—No me extraña. No llevas jersey.
Demi no le hizo caso; se quedó mirando cómo Grier daba la vuelta al coche con pericia. El suspiro de Niall fue audible.
—Tenemos que sentamos a charlar tranquilamente.
Ella lo miró a los ojos.
—No tengo nada que hablar contigo —dijo con solemnidad—. Las palabras no significan nada.
Niall apretó la mandíbula.
—Me has visto con Tippy —gruñó—. Puedo explicártelo.
—¿Y qué más te da lo que piense? —le espetó—. No soy parte de tu vida; nunca lo he sido.
Niall hizo una mueca.
—Demi...
—¡Demi, vamonos! Vas a resfriarte si te quedas ahí —dijo Grier con aspereza. Ella forzó una sonrisa par él.
—Mira quién fue a hablar. Tú tampoco llevas chaqueta.
Grier tuvo que contenerse para no replicar. Ella se encogió de hombros.
—Está bien, ya voy.
Niall tenía los puños cerrados a los costados.
—Espera un momento.
Ella lo miró a los ojos.
—A partir de ahora, tu vida es asunto tuyo. No pienso interferir. Espero recibir la misma amabilidad por tu parte.
—¡Maldita sea!
—Has salvado el rancho, Niall —dijo Demi en voz baja—. Me has salvado a mí también. Has sacrificado cinco años de tu vida manteniéndome solvente. Nunca olvidaré lo que te debo, pero no espero que sigas haciendo sacrificios por mí —añadió con voz ronca—. Si alguien se merece un poco de felicidad eres tú. Me... Me alegro de que tengas a Tippy. No pienso inmiscuirme.
Se apartó de él y centró su atención en Grier, que le sostenía la puerta de la camioneta. Cash le pasó la llave.
—No vayas muy deprisa.
—Nunca voy muy deprisa —replicó Demi.
—¡Ja!
Demi subió a la camioneta y se alejó. No miró a Niall cuando pasó junto a él.
Niall se acercó a Grier, que estaba subiendo a su coche patrulla.
—Todavía no está divorciada —dijo con patente desafío. Grier lo miró con frialdad.
—Puede que lo esté, a juzgar por la poca atención que le prestas últimamente.
—¿Cómo voy a prestarle atención cuando no puedo ir a mi propio rancho sin tropezar contigo? Además, mi relación con Demi no es asunto tuyo
Grier se limitó a sonreír.
—Ya lo veremos —arrancó el coche de policía.
—¿Qué sabes que yo no sepa? —preguntó Niall con brusquedad. Grier vaciló, algo poco propio en él.
—Pregúntaselo a ella. Mejor aún, pregúntaselo a Maude. Así fue como yo lo averigüé.
Antes de que Niall pudiera insistir, Grier se alejó.

Pero Niall no estaba dispuesto a desistir. Sabía que pasaba algo, y tenía la incómoda sensación de que él estaba implicado. Siguió a Grier a la ciudad y a la comisaría de policía.
Entró por la puerta, furioso como un demonio, decidido a llegar al fondo de un misterio que no le agradaba.
Grier sabía que no podía salvar la situación con palabras. Horan se parecía mucho a él. Tenían trayectorias que deberían haberlos convertido rápidamente en amigos y, sin embargo, siempre estaban compitiendo.
Niall cerró la puerta tras él y bajó el estor que el anterior subjefe de policía había usado para resguardarse de miradas curiosas a la hora del almuerzo, cuando aprovechaba para hacer ejercicios físicos. Grier usaba el estor en muy contadas ocasiones. Niall lo estaba bajando para impedir que sus hombres husmearan en un conflicto personal.
Con un suspiro de resignación, Grier se puso en pie y empezó a desabrocharse la camisa del uniforme y a aflojarse la corbata.                            
—¿No puedes pelear vestido? —preguntó Niall con sarcasmo. Grier esbozó una media sonrisa y siguió desabrochándose la prenda.
—No tengo una muda limpia y no quiero mancharme de sangre.
—¿De la tuya, o de la mía?
—Da igual. Tú llevas una camisa blanca —señaló.
Niall no respondió en aquella ocasión. Se quitó el cinto del arma, y lo dejó sobre el escritorio. Esperó.
—No tenemos por qué hacer esto —le dijo Grier.
—No —corroboró Niall en un tono engañosamente amable—. Dime qué me oculta Demi y regresaré a mi despacho.
—Eso no puedo hacerlo —repuso Grier—. Di mi palabra.
Niall se encogió de hombros.
—Entonces, lo haremos a mi manera —dijo y, mientras hablaba, dio un paso al frente y le lanzó un puñetazo vertiginoso.
Grier tenía una reputación merecida. Bajó la cabeza a tiempo, giró en redondo y golpeó a Niall con el talón, con una patada digna de Chuck Norris.
Niall recibió el impacto, pero se incorporó al instante, se secó la sangre del labio y sonrió. Aquella sonrisa era archiconocida entre los Rangers. Grier tenía una igual.
Cash estuvo a punto de esquivar la patada, pero impactó en su estómago, y la siguiente, una patada de empeine, lo lanzó a una silla.
El estrépito llamó la atención de los agentes. La puerta del despacho se abrió justo cuando Grier se abalanzaba sobre Niall y lo hacía caer al suelo, al otro lado del escritorio.
Alguien gritó: «¡Pelea!» y, de pronto, aparecieron uniformes azules por todas partes, ocupando posiciones en tomo al ring. Grier creyó oír apuestas, pero le zumbaban los oídos tras el último puñetazo de Niall. Maldición, ¡aquel hombre pegaba duro!
Igualó el siguiente golpe de Niall con un salto con patada que arrojó a su rival contra la pared. Mientras Niall intentaba reponerse, Grier se dio la vuelta y lo golpeó a un lado de la cabeza con una patada alta que era pura poesía.      
Niall aterrizó con idéntica gracilidad y volvió a incorporarse. Los dos hombres, igualados en estatura y pericia, se observaban mutuamente. Los puñetazos eran esquivados o parados, las patadas, también. Los impactos eran duros y rotundos. Los dos estaban recibiendo magulladuras y sangraban.
Grier consiguió colarle una patada inesperada amagando un puñetazo. Niall recibió el golpe, pero giró en redondo y, con otra patada de empeine, lanzó a Grier contra su escritorio.
Los testigos crecían. Grier lanzó una mirada al público con unos ojos oscuros casi tan negros como los de Niall.
—Conseguirás que me despidan—gruñó.
—Lo dudo. Chet es primo segundo tuyo —Niall lanzó una patada con el talón que desestabilizó a Grier y lo hizo caer junto a la mesa—. Levántate —masculló al ver que su contrincante vacilaba.
Grier se levantó, pero con un poderoso movimiento de pierna que hizo tambalearse a Niall. Este se recuperó deprisa, lo levantó agarrándolo del brazo y le dio una sacudida en la cadera que lo hizo caer en la única silla cómoda del despacho.
Iba a ser empate, fuera cual fuera el desenlace, concluyó Grier. Niall y él estaban demasiado equilibrados para derrotarse. Peor aún, el propio Grier había enseñado a Horan algunos de esos movimientos relámpago que usaba Niall. Se quedó en la silla, frotándose la mandíbula.
—No pares —dijo Niall en un tono suave y enojado, con ojos negros brillantes—. Levántate y acabemos con esto.                                       
—No, gracias —dijo Grier con regocijo. Rio entre dientes, moviendo la cabeza—. Sé cuándo hay que parar.
Niall estaba furioso. No quería desistir tan fácilmente. No había averiguado nada.
—Demi dice que quiere venderme la mitad del rancho y mudarse a San Antonio. No pienso irme de aquí hasta que no me cuentes qué le pasa —insistió—. De una forma u otra.
Grier sabía que, si no se lo decía, Niall volvería al rancho y presionaría a Demi. Podía ser peligroso; era evidente que ya estaba muy alterada. Conociéndola, suponía que estaba urdiendo todo tipo de planes alocados para escapar de Jacobsville.
—Está bien —dijo Grier por fin, con un hondo suspiro—. Hablaré. Pero no delante de testigos —añadió, lanzando una mirada furibunda a los espectadores—. ¡Fuera, o haréis tumos dobles durante un mes!
Sus hombres dejaron estelas de vapor saliendo por puertas y ventanas. Grier se levantó despacio, sintiendo los moretones que lo cubrían. La cara de Niall Horan parecía un mapa en relieve del oeste de Texas. Junto con los cortes, había interesantes tonos púrpura.
Se puso la camisa del uniforme, se la abrochó, se la remetió y se anudó la corbata.
—Imagino que Demi quiere irse a San Antonio porque es una ciudad grande y desde allí puede tomar un autobús o un tren a cualquier otra parte sin que nadie la descubra hasta que no sea demasiado tarde.
Niall frunció el ceño mientras se abrochaba el cinto de la pistola.
—Decía que quería ir a la universidad.       
Grier se sentó en la esquina de su mesa y miró a Niall con paciencia.
—Cree que quieres a Tippy —dijo—. Va a irse para no interponerse en tu felicidad.
—Nunca he dicho que quisiera casarme con Tippy —replicó Niall en actitud defensiva.
—No es asunto mío, por supuesto. Pero me encantaría que te casaras con ella y salieras de la vida de Demi. Yo me casaré con Demi y la colmaré de caprichos.
El orgullo estaba asfixiando a Niall. No soportaba imaginar a Demi con aquel hombre, ni siquiera de la manera más inocente.
—Es mi esposa —masculló—. Hasta que eso no cambie, es mía.
—Ella me ha dicho que has solicitado el divorcio.
—Todavía no —masculló.
—Imagino que será cuestión de tiempo, ¿no? Eres tú quien ha insistido en el divorcio desde el principio.
Era cierto, y dolía. Había cometido muchos errores estúpidos. Era increíble que un hombre de su experiencia no pudiera resolver lo que sentía por una chiquilla a la que había conocido casi toda la vida.
—Nos estamos apartando del tema —dijo Niall, para evadirse—. ¿Por qué quiere irse?
—No lo adivinas, claro —suspiró Grier.
—No puede ser por ti —dijo en tono de burla—, o estaría luchando por conservar su mitad del rancho.
—No —corroboró Grier en voz baja—. Es una joven maravillosa. Daría mucho por ser el hombre de su vida, pero no ha podido ser. Ni siquiera estaba en la parrilla de salida.
Durante un largo momento de horror, Niall se preguntó si habría otro hombre. No, no era posible. Pero, si no era Grier, y Demi estaba huyendo...
—No sabes contar, ¿verdad? —dijo Grier en tono irónico—. Hace dos meses que habéis vuelto de Japón. Llegó a casa esperanzada y soñadora y, después, cayó en una depresión de la que todavía no ha salido porque tú la rehuías como si fuera la peste. Ahora, de pronto, ella te rehuye a ti.
—Ya me he dado cuenta —dijo Niall—. ¡No me estás contando nada que no sepa!
—Sí, si me escuchas. Piensa. ¿Por qué quiere irse? ¿Por qué es tan importante mudarse a algún lugar en que no puedas verla?
Debería haberse dado cuenta mucho antes. Fue como recibir el impacto de un bate de béisbol entre los ojos. Demi intentaba esconderse porque su cuerpoestaba cambiando, porque estaba...
—¿Está embarazada? —la pregunta lo asfixiaba.
Grier se limitó a asentir.
—Eso es lo que dice Maude. Tiene náuseas matutinas desde hace quince días y ya no le cabe la ropa.
Niall palideció. Demi no había estado tomando la pildora y se sentía culpable. Lo había visto con Tippy en el granero y, como no sabía que había sido un beso fingido, estaba decidida a no interponerse en su felicidad, a no echar a perder sus posibilidades con un bebé del que él no tenía noticia. Quizá pensara que tampoco querría responsabilizarse del niño.
Se dejó caer en el sofá y se quedó sentado, atónito, taciturno.
—Me gustan los bebés —dijo Grier—. Estoy en esa edad en la que pienso mucho en ellos. Puedo vivir en cualquier parte. Si quieres que Demi se vaya, la seguiré. Puede que ceda algún día y se case conmigo. Adoptaré al niño y lo querré como si fuera mío.
Las puertas se estaban cerrando. En algún momento, Niall había perdido a Demi y al bebé, y ante él se abría un futuro lúgubre.
Miró a Grier con pesadillas en los ojos. Había adorado la libertad. La idea de pasar su vida con una mujer, de tener una familia, lo había aterrado. Había vivido, trabajado, solo casi toda su vida. No había querido ataduras ni responsabilidades. Pero cuando Demi aceptó una bala que había estado dirigida a él, su actitud cambió por completo. Había hecho todo lo que estaba en su mano para demostrarle a Demi que la quería, pero ella se había distanciado de él y había empezado a aferrarse a Grier. Dolía. ¿Cómo podía creer que prefería aTippy?
¿Qué clase de vida tendría si dejaba que Demi se marchara de la ciudad, y Grier se iba con ella?
—Yo que tú, y menos mal que no lo soy, me iría a casa y pensaría detenidamente en lo que te he dicho — le dijo Grier con leve regocijo—. No dispones de mucho tiempo.
Niall no replicó. Miró a Grier como si no lo viera. Se puso en pie, vagamente consciente de las magulladuras y de los cortes sangrantes de la cara.
—Tampoco estaría mal que te pusieras algunas tiritas —dijo Grier.
—Mírate en el espejo, Grier —le espetó Niall.
—No lo soportaría. Si estoy la mitad de horrible que tú, mañana vendré al trabajo con una bolsa de papel en la cabeza.
—Tendrás suerte si conservas tu trabajo después de que Chet Blake vea este despacho —gruñó Niall mientras se dirigía a la puerta.
—Bueno, le diré que ha sido obra tuya —le aseguró con una sonrisa.
—Inténtalo.
—Lo primero que tienes que corregir es tu sentido del humor —señaló Grier—. Por no hablar de tu falta de diplomacia.
—Tu idea de la diplomacia es una pistola amartillada —señaló Niall.
— Solo con cabezotas como tú.
Niall tenía la mano en el pomo cuando se detuvo y volvió la cabeza hacia Grier.
—No le digas a Demi que sé lo del embarazo.
—No te preocupes. La gente todavía no sabe lo que de verdad hice en Iraq.
Niall frunció el ceño.
—No sabía que hubieras estado en Iraq.
—¿Lo ves? —sonrió Grier. Niall abrió la puerta—.Una cosa más —le dijo.
—¿El qué?
—La próxima vez que des esa patada de empeine, manten el eje estable. Perderás el equilibrio si inclinas la parte superior de tu cuerpo cuando golpeas.
Niall puso los ojos en blanco y salió moviendo la cabeza.

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