Poco después de su
regreso de Japón, Demi empezó a echar el desayuno. La primera vez que ocurrió,
Maude no estaba en casa. La segunda, fingió haber olvidado algo en su
dormitorio y llegó al cuarto de baño por los pelos. Hizo una escapada a la
ciudad, compró un test de embarazo y, aprovechando que Maude pasaba el fin de
semana en casa de su hermana, hizo la prueba.
El resultado la
conmocionó. Era culpa de ella. Había dejado creer a Niall que estaba tomando la
pildora, y él había dado por hecho que seguía tomándola cuando se encontraban
en Japón. De pronto, estaba embarazada y Niall no dejaba de esquivarla. Aunque
lo negara, Demi sabía que iba a casarse con Tippy. El personal de rodaje había
regresado al rancho para repetir unas tomas, y Niall se presentaba todas las
tardes para llevar a la modelo a su hotel. Le costaba mirar a Demi a los ojos,
a pesar de tantas noches maravillosas y exquisitas que había pasado en sus
brazos. Pero ¿y si descubría lo del bebé? Se sentiría obligado a seguir casado
con ella. Demi le arruinaría la vida, a él y a Tippy...
Se sentó en el
borde de la bañera deseando que fuera otra vez Nochebuena para decir la verdad.
Ya era demasiado tarde. Además, con el personal de rodaje de nuevo en el
rancho, no tenían intimidad.
Maude se dio cuenta
de que estaba embarazada, por supuesto. Era imposible ocultarle nada. A la
mañana siguiente, cuando Demi perdió el desayuno y tuvo que tumbarse en la
cama, Maude confesó que lo sabía. Lo que no confesó fue que había revelado sus
temores a Cash.
Lanzó una mirada
furibunda a Demi con los brazos cruzados.
—Niall está en el
granero, con los del rodaje. Vete a decírselo ahora mismo o lo haré yo.
—¡No le dirás nada!
—exclamó Demi con furia, secándose la cara con una toalla húmeda—. Tengo que
pensar.
—Y él también —fue
la brusca respuesta—. Es hijo suyo. Querrá tenerlo.
Demi no estaba muy
segura de eso; Niall no había hecho más que rehuirla desde su regreso de Japón.
De hecho, solo se presentaba en el rancho para acompañar a Tippy. No se le
ocurría pensar que Cash también se pasaba por allí y que Niall podía estar
celoso.
—Casi siempre está
con Tippy —dijo con un suspiro—. Además, cualquier día de estos pedirá el
divorcio. No es justo robarle la pequeña oportunidad que tiene de ser feliz.
—Ay, pequeña
—resopló Maude—. No tengo nada en contra de Tippy, ha sido amable con nosotras,
pero le arruinaría la vida a Cash. Él nunca encajaría en su mundo. Ni tú en el
de Cash —añadió.
—La decisión es de Niall,
no mía.
Maude suspiró.
—No puedo discutir
contigo, ¿verdad?
—No sirve de mucho
—sonrió con suavidad—. Pero supongo que tienes razón. No es algo que pueda
ocultarle mucho tiempo.
—Cierto —señaló
Maude, y miró por la ventana—. Está de pie delante del granero, con Gary y con
Tippy. Puedes alcanzarlo antes de que se vaya.
—Me costaría menos
alcanzar la luna —farfulló Demi—. Está bien, está bien, ¡iré! —se levantó de la
cama y siguió a Maude por el pasillo.
Maude le abrió la
puerta de atrás con un brillo travieso en la mirada.
—No te hagas
demasiadas ilusiones —le dijo Demi mientras salía—. Ya sabes que Niall no es un
hombre de familia.
—Espera a que
sostenga en brazos a ese bebé.
Demi confiaba en
que Maude estuviera en lo cierto. Pero tenía un mal presentimiento, y se agravó
a medida que se acercaba al granero. ¿Y si Niall no la creía? Peor aún, ¿y si
pensaba que el bebé era de Grier?
Aun así, le
resultaría imposible ocultar su embarazo en Jacobsville, Texas, donde todo el
mundo se conocía. Sería mejor que zanjara aquel asunto de una vez por todas. A
fin de cuentas, no tenía muchas alternativas...
Al doblar la esquina
del granero, se quedó helada. Gary, el ayudante de dirección, estaba soltando
impertinencias a sus cámaras y técnicos de sonido. Lo vio lanzar una mirada
asesina hacia el granero y darse la vuelta, asqueado. A Demi le extrañó aquella
reacción, hasta que distinguió el interior en penumbra. Niall estaba recostado
en uno de los establos, y Tippy se inclinaba hacia él, con su hermoso cuerpo
prácticamente unido al de Niall, mientras se besaban con algo parecido a la
desesperación.
Demi sintió
náuseas. De ninguna manera entraría allí a decirle a Niall que no podía
divorciarse de ella porque estaba embarazada... no cuando era evidente que
tenía una relación física con Tippy. ¡Era imposible negar un beso como aquel!
¡Y Niall le había asegurado que no deseaba a Tippy!
Se dio la vuelta y
regresó por donde había llegado sin hacer ruido. Las lágrimas la cegaban
mientras avanzaba con paso rígido a su vieja camioneta y se sentaba detrás del
volante. Sacó la llave extra que guardaba debajo de la alfombrilla y arrancó. Se
alejó sin preocuparse por su permiso de conducir ni por el recibo del seguro,
ni siquiera por su bolso.
Poco a poco, fue
recuperando la sensibilidad. El dolor era abrumador. Veía ese beso ávido una y
otra vez. Y no era Tippy quien lo besaba, era una caricia mutua. Al parecer, Niall
estaba tan seguro de que iba a obtener el divorcio que ya estaba urdiendo
planes con la supermodelo. Costaba trabajo ver a Tippy tratando de vivir del
sueldo de un ranger, a pesar de los beneficios que empezaba a dar el rancho.
Era una mujer hermosa y muy cotizada. Viajaba por todo el mundo para participar
en desfiles de moda con los diseñadores más famosos. Debía de estar enamorada
de Niall si estaba dispuesta a renunciar a toda su fama y su dinero por él.
Claro que no la sorprendía. Niall era apuesto, sexy, y muy masculino. Tippy no
sería la primera mujer en encontrarlo irresistible.
No había mucho
tráfico en la carretera. Ya había pasado la hora del almuerzo y todavía quedaba
un rato para que circularan los autobuses del colegio. Sujetó con fuerza el
volante. No tardaría en tener un hijo que iría al colegio. Niall tendría que
saberlo. No había forma humana de ocultarle ese secreto. El bebé echaría a
perder su vida, sus esperanzas para el futuro. Lo aborrecería, y a Demi también.
Salió de la
carretera principal y tomó un estrecho camino de tierra paralelo a la orilla
del río. La cabeza le daba vueltas. No sabía qué hacer. Aunque se marchara, Niall
se enteraría, algún día. No pensaba ir a una clínica a abortar; no soportaría
esa decisión, fuese cual fuese el precio. Ciegamente, pisó con fuerza el
acelerador. Podía ver a Niall besando a Tippy, sentía la agonía que aquella
imagen había causado, como una herida fresca. Niall estaba enamorado de Tippy.
¡Quería a Tippy..!
Gimió. No podía
decirle que estaba embarazada, ¡no podía! Había sido culpa de ella. No había
tenido cuidado, no había tomado precauciones y debía ser ella quien pagara las
consecuencias, no Niall.
Apretó los dientes
y cerró los ojos mientras volvía a ver el beso. No estaba prestando atención al
camino. El río no era muy profundo, pero la orilla quedaba a tres metros por
encima del nivel del agua. Cuando abrió los ojos, se había salido del camino y
se precipitaba hacia la orilla.
Profirió una
exclamación y dio un volantazo. Pisó a fondo el freno, a escasos centímetros de
una muerte segura. La camioneta se detuvo con los neumáticos delanteros a
apenas treinta centímetros del borde de la orilla.
Demi apoyó la
cabeza en el volante, temblando de alivio. Las lágrimas resbalaban por sus
manos. Niall siempre le había dicho que no condujera si estaba alterada. De no
haber abierto los ojos en aquel preciso instante, habría caído al agua. Habrían
muerto, ella y el bebé. Deslizó la mano con gesto protector a su vientre
levemente redondeado.
Salió como pudo del
habitáculo y se acercó al parachoques delantero. Apoyándose en el costado de la
camioneta, contempló la rápida corriente del río. Se sacó un pañuelo de papel
del bolsillo, el mismo que había usado para fijarse la pintura de labios
aquella mañana, y se secó el rostro sudoroso. Le temblaban las manos. Bueno, no
pensaba subir a la camioneta hasta que no estuviera lo bastante serena como
para conducir sin peligro.
Oyó pasar un coche
por la carretera principal; era un vehículo de la policía. Demi vio que reducía
la velocidad unos segundos antes de salir disparado. Seguramente, el agente se
estaría preguntando qué hacía allí sola con el morro de la camioneta suspendida
sobre el río. Pues que siguiera preguntándoselo. No pensaba volver al rancho
todavía. Le daría a Niall tiempo de sobra para marcharse. No quería verlo
cuando el recuerdo de aquel beso aún la estaba royendo.
Niall regresaba a
su todoterreno cuando vio a Maude salir al porche de atrás, con semblante
preocupado. Se volvió hacia ella y se acercó sonriendo con suavidad.
—¿Ocurre algo?
—preguntó.
—Demi... ¿te lo ha
contado?
—¿Qué tenía que
contarme?
Maude vaciló.
—¿La has visto?
—No. ¿Debería?
—inquirió con impaciencia.
—Iba a hablar
contigo —dijo Maude—. Y no veo su camioneta.
Niall se puso
tenso. Si Demi había salido al granero, debía de haberlo visto con Tippy. La
había besado para que el ayudante de dirección, Gary, dejara otra vez de
acosarla. Empezaba a ser un pesado. Había sido un beso inocente, fingido. Pero
si Demi los había visto...
—¿De qué iba a
hablarme? —preguntó, pensando en lo a menudo que tropezaba con Grier cuando se
pasaba por el rancho. Había llegado al punto en que raras veces hablaba con Demi.
Estaba tan celoso que ya no podía disimularlo.
Maude carraspeó.
—No sé, no me lo
dijo —se evadió, e inspiró hondo—. Habrá ido a recoger el correo, o algo así.
No te preocupes.
Maude entró de
nuevo en la casa. Niall vaciló; la había notado rara. Se preguntó por qué Demi
no había dado a conocer su presencia. No era propio de ella pasar por alto lo
que consideraría una traición. La Demi que conocía habría puesto el grito en el
cielo y habría buscado el enfrentamiento directo. Lo preocupaba que se hubiera
ido sin decir nada.
Subió al
todoterreno con intención de ir a la ciudad, y ver si la encontraba en la
oficina de correos. Pero, mientras arrancaba, oyó una llamada en la banda de
frecuencia de la policía.
—¿Está Cash por
ahí? —preguntó un joven.
—Está reunido con
el jefe Blake y el secretario del ayuntamiento. ¿Por qué?
—Cuando salga, dile
que su chica está de pie en la orilla del río, junto a su vehículo, en la
carretera de J. Davis, ¿quieres?
—¿Por qué necesita
saberlo? —preguntó el operador.
—Porque las ruedas
delanteras del coche están en el borde de la orilla, y ella también —dijo el
joven—. Yo en su lugar iría enseguida.
—Se lo diré en
cuanto salga. No tardará mucho.
—Gracias —el joven
dio la clave de su vehículo y dejó de transmitir.
Niall quemó los
neumáticos saliendo a la carretera.
Demi oyó que se
aproximaba un vehículo y se puso tensa. Era un lugar solitario y, por tanto,
peligroso. Quizá fuera el policía que había pasado de largo minutos antes,
resuelto a averiguar qué hacia allí.
Se puso rígida
cuando el enorme todoterreno negro apareció ante sus ojos. La última persona a
la que deseaba ver en aquellos momentos era a Niall Horan. Sus ojos oscuros la
traspasaban como dagas mientras frenaba detrás de la camioneta y se apeaba con
asombrosa economía de movimientos.
Demi iba en
playeras, que le restaban estatura. Niall estaba imponente con sus botas de
cuero y el Stetson de color crema, y la Colt automática del calibre 45 en la
pistolera del cinto. La insignia plateada de los Rangers centelleaba a la luz
del sol, lo mismo que sus ojos negros mientras se acercaba.
—Estás muy cerca de
la orilla —dijo sin preámbulos. Demi cruzó los brazos sobre el pecho y volvió a
observar la corriente.
—No —replicó.
Niall se detuvo
detrás de ella, a la espera de que hablara, de que lo acusara, de que se
explicara. Pero no lo hizo.
—¿Qué haces aquí
sola? —insistió.
—Necesitaba pensar
—respondió Demi con voz extraña. Niall vaciló. No sabía cómo preguntar si lo
había visto con Tippy en el granero.
—¿Sobre qué?
Inspiró hondo y se
volvió hacia él. Tenía los ojos un tanto enrojecidos, pero estaba serena y
resuelta.
—Quiero que me
compres la mitad del rancho.
Era lo último que Niall
había esperado oír. Se quedó mudo durante varios segundos.
—¿Qué?
—He decidido que no
quiero pasar el resto de mi vida criando vacas, a pesar del trato con los japoneses
—dijo con calma—. Tengo un poco de dinero ahorrado. No quiero volver a la
escuela de formación profesional, quiero ir a la universidad.
—Está bien —dijo Niall—.
Hablaré con Murchison, el del banco. Puedes vivir en el rancho mientras vas a
clase...
—No me has
entendido —lo interrumpió—. Voy a estudiar en San Antonio, no aquí.
Demi pensaba irse.
No volvería a verla. El rancho, que había sido su vínculo de unión, pasaría a
ser todo suyo. Ella viviría en otra ciudad, trabajaría en otro lugar. No estaría
en casa cuando él volviera para revisar el ganado o limpiar los establos. No la
vería para nada, ni siquiera con Grier. La idea lo paralizó.
—Me gustaría
marcharme a fin de mes —añadió Demi—. Si no lo tienes todo resuelto para
entonces, no importa. Organízalo como más te convenga. Firmaré lo que sea.
Niall fruncía el
ceño con ferocidad. Allí ocurría algo muy grave. A Demi le encantaba el rancho.
Había pertenecido a su familia durante tres generaciones. De pronto, quería
marcharse para siempre. ¿Por qué?
—Maude dijo que
tenías algo que decirme —le dijo—. ¿Era esto?
—Sí —respondió Demi,
dando gracias por la discreción de Maude. San Antonio no estaba muy lejos, pero
era un buen punto de partida. Se trasladaría allí y, después, buscaría otro
lugar más lejano al que poder huir, antes de que empezara a notársele el
embarazo.
—Demi... —empezó a
decir Niall. Pero antes de poder organizar sus pensamientos, oyó una sirena y
un motor muy potente. Los dos se dieron la vuelta y vieron un coche de policía
de Jacobsville acercándose a toda velocidad por el camino de tierra, levantando
una polvareda. Grier, ¡maldito fuera!
Grier frenó en
seco, apagó la sirena y las luces en un pispas, y se fue derecho hacia Demi.
—¿Estás bien? —le
preguntó con brusquedad, sin prestar atención a Niall. Demi experimentó una
oleada de alivio. Con Cash presente, Niall no lograría sonsacarle información.
—Sí —respondió—.
Solo necesitaba un lugar tranquilo donde poder pensar.
Grier no se lo
tragó, y la miró con ojos entornados.
—Te seguiré de
regreso al rancho —dijo, Demi exhaló un suspiro de enojo.
—¡No necesito un
guardaespaldas!
—Y tanto que sí
—masculló Grier—. Mira dónde has aparcado.
—Estoy a más de
treinta centímetros del borde — protestó. Grier extendió la palma de la mano.
Ella lo miró con enojo, pero le dio la llave de la camioneta.
—La sacaré de ahí.
¿Qué haces aquí? —le preguntó a Niall.
—Hablar con mi
mujer —repuso con burlona arrogancia.
—No soy tu mujer
—replicó Demi con voz ahogada—. Solo soy el servicio.
Grier tuvo el
sentido común de dejarlos solos y se dispuso a mover el vehículo.
—¿Qué diablos
significa eso? —inquirió Niall. Ella no podía mirarlo. Cruzó los brazos con
fuerza.
—Tengo frío.
Vio que tenía los
brazos al aire y su voz se suavizó.
—No me extraña. No
llevas jersey.
Demi no le hizo
caso; se quedó mirando cómo Grier daba la vuelta al coche con pericia. El
suspiro de Niall fue audible.
—Tenemos que
sentamos a charlar tranquilamente.
Ella lo miró a los
ojos.
—No tengo nada que
hablar contigo —dijo con solemnidad—. Las palabras no significan nada.
Niall apretó la
mandíbula.
—Me has visto con
Tippy —gruñó—. Puedo explicártelo.
—¿Y qué más te da
lo que piense? —le espetó—. No soy parte de tu vida; nunca lo he sido.
Niall hizo una
mueca.
—Demi...
—¡Demi, vamonos!
Vas a resfriarte si te quedas ahí —dijo Grier con aspereza. Ella forzó una
sonrisa par él.
—Mira quién fue a
hablar. Tú tampoco llevas chaqueta.
Grier tuvo que
contenerse para no replicar. Ella se encogió de hombros.
—Está bien, ya voy.
Niall tenía los
puños cerrados a los costados.
—Espera un momento.
Ella lo miró a los
ojos.
—A partir de ahora,
tu vida es asunto tuyo. No pienso interferir. Espero recibir la misma
amabilidad por tu parte.
—¡Maldita sea!
—Has salvado el
rancho, Niall —dijo Demi en voz baja—. Me has salvado a mí también. Has
sacrificado cinco años de tu vida manteniéndome solvente. Nunca olvidaré lo que
te debo, pero no espero que sigas haciendo sacrificios por mí —añadió con voz
ronca—. Si alguien se merece un poco de felicidad eres tú. Me... Me alegro de
que tengas a Tippy. No pienso inmiscuirme.
Se apartó de él y
centró su atención en Grier, que le sostenía la puerta de la camioneta. Cash le
pasó la llave.
—No vayas muy
deprisa.
—Nunca voy muy
deprisa —replicó Demi.
—¡Ja!
Demi subió a la
camioneta y se alejó. No miró a Niall cuando pasó junto a él.
Niall se acercó a
Grier, que estaba subiendo a su coche patrulla.
—Todavía no está
divorciada —dijo con patente desafío. Grier lo miró con frialdad.
—Puede que lo esté,
a juzgar por la poca atención que le prestas últimamente.
—¿Cómo voy a
prestarle atención cuando no puedo ir a mi propio rancho sin tropezar contigo?
Además, mi relación con Demi no es asunto tuyo
Grier se limitó a
sonreír.
—Ya lo veremos
—arrancó el coche de policía.
—¿Qué sabes que yo
no sepa? —preguntó Niall con brusquedad. Grier vaciló, algo poco propio en él.
—Pregúntaselo a
ella. Mejor aún, pregúntaselo a Maude. Así fue como yo lo averigüé.
Antes de que Niall
pudiera insistir, Grier se alejó.
Pero Niall no
estaba dispuesto a desistir. Sabía que pasaba algo, y tenía la incómoda
sensación de que él estaba implicado. Siguió a Grier a la ciudad y a la
comisaría de policía.
Entró por la
puerta, furioso como un demonio, decidido a llegar al fondo de un misterio que
no le agradaba.
Grier sabía que no
podía salvar la situación con palabras. Horan se parecía mucho a él. Tenían
trayectorias que deberían haberlos convertido rápidamente en amigos y, sin
embargo, siempre estaban compitiendo.
Niall cerró la
puerta tras él y bajó el estor que el anterior subjefe de policía había usado
para resguardarse de miradas curiosas a la hora del almuerzo, cuando
aprovechaba para hacer ejercicios físicos. Grier usaba el estor en muy contadas
ocasiones. Niall lo estaba bajando para impedir que sus hombres husmearan en un
conflicto personal.
Con un suspiro de
resignación, Grier se puso en pie y empezó a desabrocharse la camisa del
uniforme y a aflojarse la corbata.
—¿No puedes pelear
vestido? —preguntó Niall con sarcasmo. Grier esbozó una media sonrisa y siguió
desabrochándose la prenda.
—No tengo una muda
limpia y no quiero mancharme de sangre.
—¿De la tuya, o de
la mía?
—Da igual. Tú
llevas una camisa blanca —señaló.
Niall no respondió
en aquella ocasión. Se quitó el cinto del arma, y lo dejó sobre el escritorio.
Esperó.
—No tenemos por qué
hacer esto —le dijo Grier.
—No —corroboró Niall
en un tono engañosamente amable—. Dime qué me oculta Demi y regresaré a mi
despacho.
—Eso no puedo
hacerlo —repuso Grier—. Di mi palabra.
Niall se encogió de
hombros.
—Entonces, lo
haremos a mi manera —dijo y, mientras hablaba, dio un paso al frente y le lanzó
un puñetazo vertiginoso.
Grier tenía una
reputación merecida. Bajó la cabeza a tiempo, giró en redondo y golpeó a Niall
con el talón, con una patada digna de Chuck Norris.
Niall recibió el
impacto, pero se incorporó al instante, se secó la sangre del labio y sonrió.
Aquella sonrisa era archiconocida entre los Rangers. Grier tenía una igual.
Cash estuvo a punto
de esquivar la patada, pero impactó en su estómago, y la siguiente, una patada
de empeine, lo lanzó a una silla.
El estrépito llamó
la atención de los agentes. La puerta del despacho se abrió justo cuando Grier
se abalanzaba sobre Niall y lo hacía caer al suelo, al otro lado del
escritorio.
Alguien gritó:
«¡Pelea!» y, de pronto, aparecieron uniformes azules por todas partes, ocupando
posiciones en tomo al ring. Grier creyó oír apuestas, pero le zumbaban los
oídos tras el último puñetazo de Niall. Maldición, ¡aquel hombre pegaba duro!
Igualó el siguiente
golpe de Niall con un salto con patada que arrojó a su rival contra la pared.
Mientras Niall intentaba reponerse, Grier se dio la vuelta y lo golpeó a un
lado de la cabeza con una patada alta que era pura poesía.
Niall aterrizó con
idéntica gracilidad y volvió a incorporarse. Los dos hombres, igualados en
estatura y pericia, se observaban mutuamente. Los puñetazos eran esquivados o
parados, las patadas, también. Los impactos eran duros y rotundos. Los dos
estaban recibiendo magulladuras y sangraban.
Grier consiguió
colarle una patada inesperada amagando un puñetazo. Niall recibió el golpe,
pero giró en redondo y, con otra patada de empeine, lanzó a Grier contra su
escritorio.
Los testigos
crecían. Grier lanzó una mirada al público con unos ojos oscuros casi tan
negros como los de Niall.
—Conseguirás que me
despidan—gruñó.
—Lo dudo. Chet es
primo segundo tuyo —Niall lanzó una patada con el talón que desestabilizó a
Grier y lo hizo caer junto a la mesa—. Levántate —masculló al ver que su
contrincante vacilaba.
Grier se levantó,
pero con un poderoso movimiento de pierna que hizo tambalearse a Niall. Este se
recuperó deprisa, lo levantó agarrándolo del brazo y le dio una sacudida en la
cadera que lo hizo caer en la única silla cómoda del despacho.
Iba a ser empate,
fuera cual fuera el desenlace, concluyó Grier. Niall y él estaban demasiado
equilibrados para derrotarse. Peor aún, el propio Grier había enseñado a Horan
algunos de esos movimientos relámpago que usaba Niall. Se quedó en la silla,
frotándose la mandíbula.
—No pares —dijo Niall
en un tono suave y enojado, con ojos negros brillantes—. Levántate y acabemos
con esto.
—No, gracias —dijo
Grier con regocijo. Rio entre dientes, moviendo la cabeza—. Sé cuándo hay que
parar.
Niall estaba
furioso. No quería desistir tan fácilmente. No había averiguado nada.
—Demi dice que
quiere venderme la mitad del rancho y mudarse a San Antonio. No pienso irme de
aquí hasta que no me cuentes qué le pasa —insistió—. De una forma u otra.
Grier sabía que, si
no se lo decía, Niall volvería al rancho y presionaría a Demi. Podía ser
peligroso; era evidente que ya estaba muy alterada. Conociéndola, suponía que
estaba urdiendo todo tipo de planes alocados para escapar de Jacobsville.
—Está bien —dijo
Grier por fin, con un hondo suspiro—. Hablaré. Pero no delante de testigos
—añadió, lanzando una mirada furibunda a los espectadores—. ¡Fuera, o haréis tumos
dobles durante un mes!
Sus hombres dejaron
estelas de vapor saliendo por puertas y ventanas. Grier se levantó despacio,
sintiendo los moretones que lo cubrían. La cara de Niall Horan parecía un mapa
en relieve del oeste de Texas. Junto con los cortes, había interesantes tonos
púrpura.
Se puso la camisa
del uniforme, se la abrochó, se la remetió
y se anudó la corbata.
—Imagino que Demi
quiere irse a San Antonio porque es una ciudad grande y desde allí puede tomar
un autobús o un tren a cualquier otra parte sin que nadie la descubra hasta que
no sea demasiado tarde.
Niall frunció el
ceño mientras se abrochaba el cinto de la pistola.
—Decía que quería
ir a la universidad.
Grier se sentó en
la esquina de su mesa y miró a Niall con paciencia.
—Cree que quieres a
Tippy —dijo—. Va a irse para no interponerse en tu felicidad.
—Nunca he dicho que
quisiera casarme con Tippy —replicó Niall en actitud defensiva.
—No es asunto mío,
por supuesto. Pero me encantaría que te casaras con ella y salieras de la vida
de Demi. Yo me casaré con Demi y la colmaré de caprichos.
El orgullo estaba
asfixiando a Niall. No soportaba imaginar a Demi con aquel hombre, ni siquiera
de la manera más inocente.
—Es mi esposa —masculló—. Hasta que eso no cambie,
es mía.
—Ella me ha dicho
que has solicitado el divorcio.
—Todavía no
—masculló.
—Imagino que será
cuestión de tiempo, ¿no? Eres tú quien ha insistido en el divorcio desde el
principio.
Era cierto, y
dolía. Había cometido muchos errores estúpidos. Era increíble que un hombre de
su experiencia no pudiera resolver lo que sentía por una chiquilla a la que
había conocido casi toda la vida.
—Nos estamos apartando
del tema —dijo Niall, para evadirse—. ¿Por qué quiere irse?
—No lo adivinas,
claro —suspiró Grier.
—No puede ser por
ti —dijo en tono de burla—, o estaría luchando por conservar su mitad del
rancho.
—No —corroboró
Grier en voz baja—. Es una joven maravillosa. Daría mucho por ser el hombre de
su vida, pero no ha podido ser. Ni siquiera estaba en la parrilla de salida.
Durante un largo
momento de horror, Niall se preguntó si habría otro hombre. No, no era posible.
Pero, si no era Grier, y Demi estaba huyendo...
—No sabes contar,
¿verdad? —dijo Grier en tono irónico—. Hace dos meses que habéis vuelto de
Japón. Llegó a casa esperanzada y soñadora y, después, cayó en una depresión de
la que todavía no ha salido porque tú la rehuías como si fuera la peste. Ahora,
de pronto, ella te rehuye a ti.
—Ya me he dado
cuenta —dijo Niall—. ¡No me estás contando nada que no sepa!
—Sí, si me
escuchas. Piensa. ¿Por qué quiere irse? ¿Por qué es tan importante mudarse a
algún lugar en que no puedas verla?
Debería haberse
dado cuenta mucho antes. Fue como recibir el impacto de un bate de béisbol
entre los ojos. Demi intentaba esconderse porque su cuerpoestaba cambiando,
porque estaba...
—¿Está embarazada?
—la pregunta lo asfixiaba.
Grier se limitó a
asentir.
—Eso es lo que dice
Maude. Tiene náuseas matutinas desde hace quince días y ya no le cabe la ropa.
Niall palideció. Demi
no había estado tomando la pildora y se sentía culpable. Lo había visto con
Tippy en el granero y, como no sabía que había sido un beso fingido, estaba
decidida a no interponerse en su felicidad, a no echar a perder sus
posibilidades con un bebé del que él no tenía noticia. Quizá pensara que
tampoco querría responsabilizarse del niño.
Se dejó caer en el
sofá y se quedó sentado, atónito, taciturno.
—Me gustan los
bebés —dijo Grier—. Estoy en esa edad en la que pienso mucho en ellos. Puedo
vivir en cualquier parte. Si quieres que Demi se vaya, la seguiré. Puede que
ceda algún día y se case conmigo. Adoptaré al niño y lo querré como si fuera
mío.
Las puertas se
estaban cerrando. En algún momento, Niall había perdido a Demi y al bebé, y
ante él se abría un futuro lúgubre.
Miró a Grier con
pesadillas en los ojos. Había adorado la libertad. La idea de pasar su vida con
una mujer, de tener una familia, lo había aterrado. Había vivido, trabajado,
solo casi toda su vida. No había querido ataduras ni responsabilidades. Pero
cuando Demi aceptó una bala que había estado dirigida a él, su actitud cambió
por completo. Había hecho todo lo que estaba en su mano para demostrarle a Demi
que la quería, pero ella se había distanciado de él y había empezado a
aferrarse a Grier. Dolía. ¿Cómo podía creer que prefería aTippy?
¿Qué clase de vida
tendría si dejaba que Demi se marchara de la ciudad, y Grier se iba con ella?
—Yo que tú, y menos
mal que no lo soy, me iría a casa y pensaría detenidamente en lo que te he
dicho — le dijo Grier con leve regocijo—. No dispones de mucho tiempo.
Niall no replicó.
Miró a Grier como si no lo viera. Se puso en pie, vagamente consciente de las
magulladuras y de los cortes sangrantes de la cara.
—Tampoco estaría
mal que te pusieras algunas tiritas —dijo Grier.
—Mírate en el
espejo, Grier —le espetó Niall.
—No lo soportaría.
Si estoy la mitad de horrible que tú, mañana vendré al trabajo con una bolsa de
papel en la cabeza.
—Tendrás suerte si
conservas tu trabajo después de que Chet Blake vea este despacho —gruñó Niall
mientras se dirigía a la puerta.
—Bueno, le diré que
ha sido obra tuya —le aseguró con una sonrisa.
—Inténtalo.
—Lo primero que tienes
que corregir es tu sentido del humor —señaló Grier—. Por no hablar de tu falta
de diplomacia.
—Tu idea de la
diplomacia es una pistola amartillada —señaló Niall.
— Solo con
cabezotas como tú.
Niall tenía la mano
en el pomo cuando se detuvo y volvió la cabeza hacia Grier.
—No le digas a Demi
que sé lo del embarazo.
—No te preocupes.
La gente todavía no sabe lo que de verdad hice en Iraq.
Niall frunció el
ceño.
—No sabía que
hubieras estado en Iraq.
—¿Lo ves? —sonrió
Grier. Niall abrió la puerta—.Una cosa más —le dijo.
—¿El qué?
—La próxima vez que
des esa patada de empeine, manten el eje estable. Perderás el equilibrio si
inclinas la parte superior de tu cuerpo cuando golpeas.
Niall puso los ojos
en blanco y salió moviendo la cabeza.
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