Tras el baile de
ganaderos, en el rancho reinaba la tranquilidad, porque Niall y Demi no se
dirigían la palabra. El personal de rodaje se marchó el martes por la tarde
para que todo el mundo pudiera celebrar Acción de Gracias en sus casas. Hasta
la famosa modelo tenía familia en la Costa Este, porque se fue. Demi había
temido que se pegara a Niall durante aquellos días festivos.
Como no se hablaba
con él, pensó que Maude y ella tendrían la casa para ellas solas. Pero Niall se
presentó en el rancho la mañana de Acción de Gracias, silencioso y taciturno.
Echaba de menos a Tippy, pensó Demi con malicia. Lo trataba con educación, pero
nada más. Maude los miraba a los dos con claro enojo.
Comieron en cómodo
silencio. Niall seguía dándole vueltas en la cabeza al caso de la mujer
asesinada y a la ausencia de sospechosos. Estaba preocupado por Demi, sobre
todo desde que Jack Clark se había presentado en el rancho y la había abordado.
Niall había hablado a Nick, y el capataz le había contado lo de las cercas
cortadas. Con retraso, creía la teoría de Demi de que el toro había sido
envenenado. Debería haberla escuchado, en lugar de descartar sus
preocupaciones, pensando que eran meras fantasías infantiles. De pronto, tenían
dos toros envenenados y un vecino asesinado.
También lo
preocupaba que no hubiera suficientes hombres en el rancho para ocuparse de las
tareas. Su capataz, Nick, era bueno, pero llevaba demasiados años sin ejercer
de policía y sus sentidos no estaban tan afinados como los de Niall. Demi sabía
disparar pero ¿y si Clark irrumpía en la casa en mitad de la noche, mientras
Maude y ella dormían?
—¿Podríais
esforzaros un poco más por echarme a perder mi día de Acción de Gracias? —les
preguntó Maude a los dos después de un silencio especialmente largo—. Vamos, ya
que os lo habéis propuesto, al menos, hacedlo bien.
Los dos parecían
avergonzados.
—El pavo está en su
justo punto —dijo Demi.
—Y la salsa es algo
fuera de serie —corroboró Niall.
Maude se mostró vagamente
aplacada mientras servía el puré de patatas.
—¿Tenéis alguna
pista sobre el asesino de Hob Downey? —preguntó Demi de repente. Niall la miró
y lo negó con la cabeza.
—Jack Clark era mi
mejor sospechoso. Tiene una coartada a prueba de bomba.
—Eso fue lo que dijo Cash.
Niall soltó el
tenedor con estrépito. Lanzaba chispas por los ojos.
—¿Podrías aguantar
más de cinco minutos sin mencionarme a Grier?
Demi soltó su
propio tenedor y lo miró con enojo.
—¡Es mi amigo!
—Escuchadme...
—empezó a decir Maude.
—¡Es un
superviviente de misiones secretas y tiene la misma constancia que una liebre!
¡Jamás será capaz de sentar la cabeza en una pequeña ciudad!
—Si pudiéramos
llevamos bien... —prosiguió Maude.
—¿Y tú qué sabes de
sentar la cabeza? —inquirió Demi con fiereza—. ¿Cuánto tiempo crees que tu
sofisticada novia duraría aquí? ¿O te la imaginas empujando un carrito en el
supermercado del pueblo? —añadió.
—¡Basta! —los
interrumpió Maude—. ¡Dejadlo ya! No voy a arbitrar una pelea durante la comida
de Acción de Gracias.
Se callaron a mitad
de frase y se la quedaron mirando. Se había puesto en pie, tenía los brazos
cruzados y los labios apretados. Niall y Demi se miraron y volvieron a empuñar
el tenedor con resignación. Maude se sentó.
—¿Por qué iba a
esperar que sentara la cabeza aquí? —masculló Niall en voz baja. Demi masticó
un pedacito de pavo.
—Porque lleva ese
anillo de esmeralda y diamantes que le compraste en el dedo de compromiso, y
dice que nuestros asuntos son también sus asuntos, por eso —le dijo a Niall
entre dientes—. Así que, dime, ¿cuándo será la boda? —añadió con sarcasmo.
Niall no dijo nada.
Maude lo estaba mirando como si le hubieran salido cuernos. Demi seguía
masticando, sin alzar la mirada. Lástima. Su rostro delataba su
culpabilidad.
Niall dejó el
tenedor en el plato y se puso en pie; se limpió los labios con la servilleta y
la dejó con suavidad sobre la mesa.
—Tengo que volver a
Victoria. Feliz día de Acción de Gracias —su voz era tan dócil como pesarosa la
mirada que lanzó a Demi, que seguía con la cabeza baja, sin mirarlo. Hizo una
mueca y miró a Maude, que lo observaba con recriminación, y salió por la puerta
sin tomar el postre.
Hasta que no lo
oyeron alejarse en su todoterreno, Demi no miró a Maude.
—No sabía que era
un anillo de compromiso —murmuró Maude.
—Tippy no te lo
dijo porque era a mí a quien quería hacer daño —dijo Demi con frialdad.
—Niall creía que no
sabías lo del anillo, ¿verdad? — adivinó Maude.
—Pues ya lo sabe
—le espetó Demi. Se levantó y empezó a colocar fuentes vacías y papel de
aluminio sobre la encimera—. Cash no ha querido celebrar con nosotras la comida
de Acción de Gracias, así que voy a llevarle la cena.
Maude quería decir
algo, pero no sabía si sería apropiado. Demi estaba sufriendo y, seguramente, Niall
también. No sabía por qué le había comprado a la modelo ese anillo tan caro,
pero estaba convencida de que lo lamentaba, y de que no había querido que Demi
se enterara. Quizá pensó que Tippy no se lo contaría. Los hombres eran así,
pensó Maude con tristeza, ciegos a la verdadera naturaleza de las mujeres
cuando estas reconocían a una rival.
—Si no solicita
pronto la anulación, lo haré yo — añadió Demi mientras llenaba una fuente—.
Adelante, que se case con Tippy. No tardará en descubrir que su supermodelo no
esperará cinco años a que se fije en ella.
Maude hizo una
mueca.
—Niña, Grier es un
lobo solitario. No está hecho para el matrimonio.
Demi miró a la
mujer con curiosidad.
—Cash es mi amigo.
Me cae muy bien, pero no quiero casarme con él ni nada parecido.
—Niall cree que te
casarías con él —suspiró—. Y Grier confía en que lo hagas.
Demi abrió los
ojos, sorprendida.
— ¡ Será una broma!
Maude lo negó con
la cabeza.
—No has visto cómo
te mira. Niall, sí. Por eso ha empezado a ser hostil con un hombre al que solía
considerar su amigo. Está celoso, Demi.
Demi sintió fuego
en las mejillas, pero retomó su tarea.
—Claro... Por eso
le ha comprado a Tippy un anillo de compromiso y la ha llevado a una fiesta el
día de mi cumpleaños, por el que ni siquiera me ha regalado una miserable
tarjeta.
Maude deseaba poder
explicarlo, pero no podía.
Tampoco podía el
hombre que conducía como alma que llevaba el diablo hacia Victoria. Niall
estaba asqueado. No imaginó que Tippy anunciaría a los cuatro vientos que había
empleado sus contados ahorros en comprarle una cara baratija. Desde luego, no
había sido su intención que Demi se enterara. Llevaba mucho tiempo
prescindiendo de lujos para que el rancho se mantuviera a flote. Había
sacrificado su juventud por ello, y él le había devuelto el sacrificio
comprando regalos caros a una mujer a la que apenas conocía, y olvidando el
cumpleaños más importante de Demi. Estaba amargado y dolido, y no podía
culparla a ella. Pensándolo bien, su propio comportamiento lo dejaba atónito.
No le extrañaba que Demi estuviera apoyándose en Grier. Maldito fuera, tenía
todo de su parte cuando se trataba de atraer a una mujer. Podía bailar
complicados ritmos latinos, y era un hombre culto. Como conquistador, no tenía
rival, cosa que Demi no sabía. ¿O sí?
Dio un manotazo al
volante, furioso por su incapacidad de dar sentido a sus turbulentas emociones.
Pasear a Tippy halagaba su vanidad. Había atraído a una mujer que cualquier
soltero se moriría por tener de acompañante, pero su relación estaba causando
estragos en su vida personal, y en la profesional. Sabía que Tippy no era una
mujer capaz de soportar el riesgo de su trabajo y de su estilo de vida, aunque
se hubiese sentido atraída físicamente hacia él... lo cual no era así. Estaba
acostumbrada a los lujos y a la vida sofisticada. Tenía gracia que aborreciera
a Cash Grier cuando eran tal para cual.
Pero Grier deseaba
a Demi. Lo veía en sus ojos cada vez que Grier la miraba. Estaba colado. Se
casaría con ella en un abrir y cerrar de ojos si Demi estuviera libre. Ella no
parecía darse cuenta, pero Niall sí.
Apretó los labios al considerar
lo que haría Demi en cuanto firmaran los papeles de la anulación. Su conciencia
no la frenaría cuando no se sintiera sujeta por un matrimonio legal.
¡Pues no le daría
la anulación! Al menos, todavía. Después de Año Nuevo, cuando los ánimos se
hubieran calmado, reevaluarían sus respectivas posiciones. De momento, él
todavía tenía dos asesinatos sin resolver en la zona, y ningún sospechoso
viable. No obstante, sabía que el homicidio de la mujer de Victoria y el brutal
asesinato de Hob Downey estaban relacionados. Los hermanos Clark habían estado
mezclados en envenenamientos de ganado en otras ocasiones, así que, a pesar de
sus sólidas coartadas, no podía desecharlos como principales sospechosos. Si,
al menos, contaran con una prueba física que apuntara a ellos... Pero, hasta la
fecha, no había ninguna.
Volvió a pensar en
la comida de Acción de Gracias y se sintió desgraciado por haberle gritado a Demi.
Era la mención de Grier. No podía decir dos frases seguidas sin sacar a
colación su nombre. ¡Si hubiera alguna manera de echar a Grier de Jacobsville
para siempre...! Pero no sabía cómo conseguirlo. Ni comprendía, en aquellos
momentos, por qué deseaba alejar a Grier de sus vidas.
Demi cenó con Grier
el día de Acción de Gracias y, después, volvió a casa y telefoneó a los Hart.
Leo no estaba en casa, así que probó a hablar con Rey Hart. Sentía curiosidad
por los contactos japoneses de los dos hermanos y su interés por el mercado
internacional. Rey era el responsable de la comercialización de su ganado, y
nadie sabía mejor que él cómo encontrar nuevas vías de ingresos.
—Me había
preguntado si Niall y tú estaríais interesados en esta oportunidad —contestó
Rey cuando Demi le preguntó por los empresarios japoneses que iban a
visitarlo—. Cy Parks también me había llamado, pero ya ha comprometido su
ganado para el año que viene, lo mismo que los Tremayne. Vuestros novillos
serían perfectos, si estáis interesados. Hacéis lo mismo que nosotros, criáis
carne ecológica. Eso es lo que nuestros contactos buscan para su cadena de
restaurantes de Osaka y Tokio.
A Demi le dio un
pequeño vuelco el corazón.
—¿Y pagan bien?
—Muy bien —rio
Rey—. Sobre todo, ahora. El año pasado, Japón sufrió pérdidas en su propio
mercado de carne. Ahora tienen que volver a empezar. Están buscando sementales
y reses ecológicas de primera calidad. Es el mejor momento para formar alianzas
—Rey le dijo una cifra y Demi tuvo que sentarse.
—Eso sería
estupendo. Llevamos tanto tiempo en números rojos...
—A mí me lo vas a
contar —repuso Rey—. ¿Te interesa?
— ¡Sí! Y a Niall
también, en cuanto se lo cuente.
—¿Qué tal si venís
a verme mañana a eso de la una y conocéis a nuestros invitados? Van a alojarse
con Corrigan y Dorie.
—¿Podríamos ir el
sábado? Yo no tengo clases mañana, pero Niall tiene que trabajar.
—Lo siento, se me
había olvidado. Claro, el sábado a la una. ¿Te parece bien?
—Perfecto. Rey, no
sabes cuánto te lo agradezco.
—Todo el mundo está
pasando una mala racha ahora mismo —la interrumpió—. Entre todos, nos estamos
ayudando. Es lo que hacen los ganaderos... y ganaderas, ¿no?
Demi sonrió.
—Sí. Ojalá pudiera
devolverte la ayuda.
—Bueno, podrías.
— ¿Cómo? — preguntó
con fervor.
—Tráete
a Cash Grier. Habla japonés con fluidez, y me
gustaría contar con alguien que tradujese bien lo que nosotros decimos para
asegurarnos de que no hay malentendidos.
Demi rio entre
dientes.
—A Cash le
encantará.
—¡Estupendo!
Entonces, hasta el sábado.
Rey Hart colgó, y Demi
apretó los labios. Sabía que Cash acudiría a la cita si ella se lo pedía, pero
a Niall no le haría gracia. Aun así, si querían salvar el rancho de la quiebra,
aquella era su oportunidad. Parecía un regalo caído del cielo.
Marcó el número de Niall
antes de poder arrepentirse. Sonó varias veces, y ya estaba a punto de colgar
cuando oyó su voz grave.
—Tenemos una
oportunidad de venta —se apresuró a decir.
Se produjo un
silencio.
—¿De qué tipo?
Le describió
brevemente el trato de los Hart, y los beneficios que sacarían, y esperó a oír
su reacción.
—No hablo japonés
—empezó a decir Niall.
—Ni yo. Pero tienen
traductores —añadió, rezando para no tener que mencionar a Cash y para que Niall
no se pusiera como un energúmeno.
Niall profirió un
sonido ronco.
—Grier lo habla
bien. Podría acompañarnos como traductor. Si crees que puedes convencerlo,
claro —añadió con velado sarcasmo.
—Ya lo han hecho
los Hart —mintió Demi—. Quieren asegurarse de que comprenden todos los detalles
de la negociación.
—Ah —Niall pareció
relajarse, y se produjo otro silencio—. Oye, en cuanto a la comida de hoy —dijo
despacio—. No era mi intención gritarte de esa manera.
Niall nunca se
disculpaba, aquella era su manera de pedir perdón. Demi sonrió para sus
adentros.
—Ni la mía —dijo
con rigidez—. Feliz día de Acción de Gracias, Niall.
—Sí —se produjo
otro silencio—. ¿Te casarías con Grier?
El corazón le dio un vuelco.
—¿Cómo dices?
—Si él te lo
pidiera.
Demi no acertaba a
reaccionar. La pregunta era descabellada.
—Olvídalo —dijo Niall con brusquedad, al ver que ella
vacilaba—. En cuanto nos den la anulación, dejará de ser asunto mío. Te veré el
sábado a eso de las doce y media.
—Está bien.
Estaré...
Niall no le dio
tiempo a terminar la frase. Demi se quedó mirando el auricular y colgó. Era el
hombre más exasperante que había conocido. Pero, al menos, estaban hablando
otra vez.
Grier accedió de
buena gana a acompañarlos, pero fue al rancho de los Hart en su propio
vehículo. Niall llevó a Demi en su todoterrenó. Para sorpresa de Demi, iba de
uniforme.
—Estoy trabajando
en un caso —le dijo—. He pedido un rato libre para la entrevista, pero tengo
que volver enseguida.
—¿Otro asesinato?
—preguntó Demi.
—El mismo —dijo Niall—.
Tenemos una pista. Hubo un testigo que vio una camioneta sospechosa merodeando
cerca de la casa de la mujer.
—No vivía en
Victoria, ¿verdad?
Niall lo negó con
la cabeza.
—Su marido y ella
tenían un pequeño rancho mera de los límites de la ciudad. Estamos intentando
averiguar si los hermanos Clark han trabajado alguna vez para ellos.
—No me sorprendería
que estuvieran implicados de alguna manera —dijo. Niall frunció el ceño.
—No menciones este
nuevo dato a nadie. Punto.
Quería contárselo a
Grier, pero la mirada de Niall resultaba amenazadora.
—Está bien, no se
lo diré a nadie.
Niall volvió a
centrar su atención en la carretera.
—Parece que la
suerte nos sonríe.
—Si logramos cerrar
este trato, desde luego —repuso Demi—. Imagínate ganar todo ese dinero por
exportar nuestra carne a otro país, cuando ni siquiera podemos regalarla aquí.
—Es un pequeño
milagro, y lo necesitábamos.
Demi estuvo a punto
de morderse el labio en su intento de no discrepar. El anillo que le había
comprado Niall a Tippy la estaba comiendo viva. La falta de capital disponible
era una amenaza real, y Niall había puesto en peligro el rancho con ese lujoso
regalo. Debía de saberlo, sin que nadie se lo dijera.
—Rey dice que esos
caballeros son muy amables, y hombres de negocios honrados —añadió antes de que
él pudiera extrañarse de su silencio.
—Los Hart son
grandes negociantes. Reconocen un buen trato cuando lo ven —la miró con
curiosidad—. ¿Cómo se te ocurrió esto? ¿Te llamó Rey?
Demi lo negó con la
cabeza.
—Había oído que
iban a recibir la visita de unos empresarios japoneses que estaban interesados
en comprar ganado ecológico y me pareció buena idea telefonearles para
preguntar si podíamos entrar en el trato — se sonrojó—. No me había dado cuenta
hasta ahora de lo fresca que debí parecerle.
—Al contrario,
actuaste como una profesional competente. Si tuviera menos asesinatos que
resolver, hasta se me habría ocurrido a mí la idea —cambió de tema—. ¿Has
tenido noticias de Joel Harper?
—Sí. Ha dicho que
volverán a rodar el cuatro de diciembre —respondió con acritud. Sus miradas se
cruzaron antes de que Niall volviera a mirar a la carretera.
—Las navidades
están a la vuelta de la esquina — comentó Niall, pensando en el bonito collar
de perlas y pendientes a juego que le había comprado a Demi como regalo
combinado de cumpleaños y de Navidad. Eran de oro de ley y de perlas rosadas,
las favoritas de Demi. Le encantarían.
Demi contemplaba el
paisaje por la ventanilla.
—Cierto —dijo. Ella
se estaba preguntando si la hermosa supermodelo tendría planes para Niall en
aquellas fechas festivas. Pero no podía revelarle sus preocupaciones. Niall no
la deseaba, no iba a arrojarse en sus brazos.
Niall detuvo el
coche ante las oficinas del rancho de los Hart y apagó el motor. Demi saltó a
tierra justo cuando Cash frenaba su camioneta. Iba de uniforme; él también
trabajaba aquel día.
—Tengo entendido
que precisáis de mis habilidades de traductor —le dijo a Demi en tono de guasa.
Ella le sonrió.
—Tú traduce bien y
te recomendaré a quien quieras.
Cash rio entre
dientes. Niall les dio la espalda y echó a andar hacia la oficina,
Los empresarios
japoneses eran encantadores y muy inteligentes. Los dos hablaban inglés, aunque
su acento y el acento texano eran grandes obstáculos para la comprensión.
Cash hablaba el
japonés con una fluidez que arrancó sonrisas de deleite a los japoneses, e
incluso a sus dos traductores. Parecía encontrarse como en casa, y los saludó
con inclinaciones de cabeza en lugar de estrechándoles la mano. Además, sabía
cómo formular las preguntas sin que resultaran ofensivas.
—El señor Kosugi
quiere invitaros a ir a Osaka en enero —les dijo Cash a Demi y a Niall—. Si
aceptáis, encargará a uno de sus empleados que os ayude a organizar el viaje,
que vaya a recibiros al aeropuerto y que os enseñe Osaka. Cuando veáis las
instalaciones de su rancho, y conozcáis a su familia y empleados, firmaréis un
acuerdo formal.
Niall frunció el ceño.
—Es un viaje caro,
Cash —empezó a decir.
—Será nuestro
regalo —les dijo el señor Kosugi con una sonrisa—. Es nuestra manera de hacer
negocios en Japón.
Niall seguía
frunciendo el ceño.
—Soy agente de la
autoridad, no puedo aceptar regalos.
—Pero puedes
hacerme a mí un regalo de dos billetes de avión —dijo Demi con fluidez—. Y
vendrás conmigo a Japón.
—Demi... —empezó a
replicar Niall. Ella lo apartó del grupo y lo miró con enojo.
—De momento,
seguimos casados —dijo con decisión—. Lo que es mío, es tuyo. Si consigo dos
billetes de avión, puedo darle uno a quien yo quiera, incluido a ti. Ni
siquiera tu jefe puede protestar si tu esposa te hace un regalo. Lo único que
tienes que hacer es pedir unos días libres para poder acompañarme.
Niall vaciló. Lanzó
una mirada a Grier, que los observaba con sumo interés. Se le ocurrió pensar
que Grier sería un mejor compañero de viaje para Demi porque hablaba japonés.
Empezaron a escocerle los ojos, y la miró.
—Está bien. No me
gusta, pero lo haré.
—No es como si el
señor Kosugi te estuviera pidiendo que atracaras un banco ni le hicieras un
favor personal —insistió Demi—. Son acuerdos entre rancheros, Niall. Y si no
vamos, no tardaremos en quedamos sin rancho.
Niall se había
quedado sin argumentos. Demi tenía razón, y no quería renunciar al legado de su
tío por culpa de un orgullo tonto. Tampoco podía reconocer que su despilfarro
les había hecho mucho daño.
—Iré —dijo con un
suspiro—. Pero tendré que explicarle a mi jefe todos los detalles.
Demi sonrió con
suavidad.
—No te imagino no
siendo sincero con nadie.
Niall frunció el
ceño.
—No he sido sincero
contigo —dijo despacio. Ella se sonrojó. Bajó la vista y sintió una honda
amargura.
—Tu vida privada ya
no es asunto mío, Niall. Concentrémonos en el rancho.
Se dio la vuelta y
se reunió con el grupo antes de que él pudiera añadir palabra.
Pasó el fin de
semana, y la semana siguiente y, antes de que se dieran cuenta, el personal de
rodaje estaba otra vez de vuelta. Demi lanzó miradas asesinas a Tippy Moore
cuando regresó de la escuela, sobre todo, cuando Niall se presentó al término
del primer día de rodaje para llevar a Tippy en coche a su hotel. La pesadilla
se repetía justo cuando Demi y Niall empezaban a entenderse de nuevo con el
acuerdo con los japoneses. Era mucho pedir, con la Luciérnaga de Georgia de por
medio. Todavía llevaba el endiablado anillo.
Demi se volcó en
sus estudios e intentó no fijarse en lo que pasaba a su alrededor. Empezaba a
creer que el personal de rodaje iba a quedarse a vivir en el rancho y tenía los
nervios de punta.
Cash se pasó a
verla un lunes por la mañana a primera hora, cuando ya llevaban quince días de
rodaje y los empleados estaban haciendo una pausa para café y donuts. Iba de
uniforme y tenía el semblante solemne. A Demi le habían anulado la clase ese
día, y estaba en casa, tratando de no estorbar. Salió a recibirlo. Llevaba
vaqueros y una sudadera, y el pelo limpiamente recogido en una trenza, a la
espalda.
—Qué grata sorpresa
—le dijo con una sonrisa—. ¿Qué pasa?
—Nada del otro
mundo, pero necesito hablar contigo —la llevó aparte—. ¿Te has enterado de lo
que ha pasado el sábado por la noche?
—No —dijo,
sorprendida—. Hoy no he ido a clase porque mi profesora estaba enferma, así que
no me he enterado de nada.
—Al parecer, Jack
Clark se pasó de la raya con Janie Brewster en el Shea's y la golpeó. Incluso
la amenazó con un cuchillo. Ahora mismo está en la cárcel.
—Pobre Janie —dijo,
atónita—. Pero tiene suerte de que Clark esté entre rejas. Yo también —añadió—.
¿Quién lo detuvo?
—Yo —confesó Cash—.
Después de que Leo Hart y Harley Fowler probaran suerte con él. Es un experto
en artes marciales, y muy competente. Empleé trucos que casi había olvidado.
Demi todavía estaba
saboreando la noticia. Jack Clark la había hecho pasar miedo. Por fin, estaba a
salvo, igual que la pobre Janie.
—Su hermano John
vino anoche a última hora a hacerle una visita a la cárcel. Prometió
conseguirle un buen abogado —Cash suspiró—. Le costará un poco. Quizá pierda su
trabajo en Victoria. No sé de dónde cree que va a sacar el dinero para un buen
abogado defensor.
—Te noto muy
preocupado —señaló Demi, y se acercó, consciente de que la supermodelo
pelirroja no andaba muy lejos—. ¿Qué pasa, Cash?
Cash apoyó la mano
en la empuñadora de su revólver del calibre 45, enfundado como lo llevaba en el
cinto reglamentario.
—Demi, John Clark tiene un amigo que conduce una
camioneta negra con una franja roja.
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