sábado, 13 de abril de 2013

♡Tierra De Pasiones-Adaptacion Diall-Capitulo 26♡


Tras el baile de ganaderos, en el rancho reinaba la tranquilidad, porque Niall y Demi no se dirigían la palabra. El personal de rodaje se marchó el martes por la tarde para que todo el mundo pudiera celebrar Acción de Gracias en sus casas. Hasta la famosa modelo tenía familia en la Costa Este, porque se fue. Demi había temido que se pegara a Niall durante aquellos días festivos.
Como no se hablaba con él, pensó que Maude y ella tendrían la casa para ellas solas. Pero Niall se presentó en el rancho la mañana de Acción de Gracias, silencioso y taciturno. Echaba de menos a Tippy, pensó Demi con malicia. Lo trataba con educación, pero nada más. Maude los miraba a los dos con claro enojo.
Comieron en cómodo silencio. Niall seguía dándole vueltas en la cabeza al caso de la mujer asesinada y a la ausencia de sospechosos. Estaba preocupado por Demi, sobre todo desde que Jack Clark se había presentado en el rancho y la había abordado. Niall había hablado a Nick, y el capataz le había contado lo de las cercas cortadas. Con retraso, creía la teoría de Demi de que el toro había sido envenenado. Debería haberla escuchado, en lugar de descartar sus preocupaciones, pensando que eran meras fantasías infantiles. De pronto, tenían dos toros envenenados y un vecino asesinado.
También lo preocupaba que no hubiera suficientes hombres en el rancho para ocuparse de las tareas. Su capataz, Nick, era bueno, pero llevaba demasiados años sin ejercer de policía y sus sentidos no estaban tan afinados como los de Niall. Demi sabía disparar pero ¿y si Clark irrumpía en la casa en mitad de la noche, mientras Maude y ella dormían?
—¿Podríais esforzaros un poco más por echarme a perder mi día de Acción de Gracias? —les preguntó Maude a los dos después de un silencio especialmente largo—. Vamos, ya que os lo habéis propuesto, al menos, hacedlo bien.
Los dos parecían avergonzados.
—El pavo está en su justo punto —dijo Demi.
—Y la salsa es algo fuera de serie —corroboró Niall.
Maude se mostró vagamente aplacada mientras servía el puré de patatas.
—¿Tenéis alguna pista sobre el asesino de Hob Downey? —preguntó Demi de repente. Niall la miró y lo negó con la cabeza.
—Jack Clark era mi mejor sospechoso. Tiene una coartada a prueba de bomba.
 —Eso fue lo que dijo Cash.
Niall soltó el tenedor con estrépito. Lanzaba chispas por los ojos.
—¿Podrías aguantar más de cinco minutos sin mencionarme a Grier?
Demi soltó su propio tenedor y lo miró con enojo.
—¡Es mi amigo!
—Escuchadme... —empezó a decir Maude.
—¡Es un superviviente de misiones secretas y tiene la misma constancia que una liebre! ¡Jamás será capaz de sentar la cabeza en una pequeña ciudad!
—Si pudiéramos llevamos bien... —prosiguió Maude.
—¿Y tú qué sabes de sentar la cabeza? —inquirió Demi con fiereza—. ¿Cuánto tiempo crees que tu sofisticada novia duraría aquí? ¿O te la imaginas empujando un carrito en el supermercado del pueblo? —añadió.
—¡Basta! —los interrumpió Maude—. ¡Dejadlo ya! No voy a arbitrar una pelea durante la comida de Acción de Gracias.
Se callaron a mitad de frase y se la quedaron mirando. Se había puesto en pie, tenía los brazos cruzados y los labios apretados. Niall y Demi se miraron y volvieron a empuñar el tenedor con resignación. Maude se sentó.
—¿Por qué iba a esperar que sentara la cabeza aquí? —masculló Niall en voz baja. Demi masticó un pedacito de pavo.
—Porque lleva ese anillo de esmeralda y diamantes que le compraste en el dedo de compromiso, y dice que nuestros asuntos son también sus asuntos, por eso —le dijo a Niall entre dientes—. Así que, dime, ¿cuándo será la boda? —añadió con sarcasmo.
Niall no dijo nada. Maude lo estaba mirando como si le hubieran salido cuernos. Demi seguía masticando, sin alzar la mirada. Lástima. Su rostro delataba su culpabilidad.            
Niall dejó el tenedor en el plato y se puso en pie; se limpió los labios con la servilleta y la dejó con suavidad sobre la mesa.
—Tengo que volver a Victoria. Feliz día de Acción de Gracias —su voz era tan dócil como pesarosa la mirada que lanzó a Demi, que seguía con la cabeza baja, sin mirarlo. Hizo una mueca y miró a Maude, que lo observaba con recriminación, y salió por la puerta sin tomar el postre.
Hasta que no lo oyeron alejarse en su todoterreno, Demi no miró a Maude.
—No sabía que era un anillo de compromiso —murmuró Maude.
—Tippy no te lo dijo porque era a mí a quien quería hacer daño —dijo Demi con frialdad.
—Niall creía que no sabías lo del anillo, ¿verdad? — adivinó Maude.
—Pues ya lo sabe —le espetó Demi. Se levantó y empezó a colocar fuentes vacías y papel de aluminio sobre la encimera—. Cash no ha querido celebrar con nosotras la comida de Acción de Gracias, así que voy a llevarle la cena.
Maude quería decir algo, pero no sabía si sería apropiado. Demi estaba sufriendo y, seguramente, Niall también. No sabía por qué le había comprado a la modelo ese anillo tan caro, pero estaba convencida de que lo lamentaba, y de que no había querido que Demi se enterara. Quizá pensó que Tippy no se lo contaría. Los hombres eran así, pensó Maude con tristeza, ciegos a la verdadera naturaleza de las mujeres cuando estas reconocían a una rival.
—Si no solicita pronto la anulación, lo haré yo — añadió Demi mientras llenaba una fuente—. Adelante, que se case con Tippy. No tardará en descubrir que su supermodelo no esperará cinco años a que se fije en ella.
Maude hizo una mueca.
—Niña, Grier es un lobo solitario. No está hecho para el matrimonio.
Demi miró a la mujer con curiosidad.
—Cash es mi amigo. Me cae muy bien, pero no quiero casarme con él ni nada parecido.
—Niall cree que te casarías con él —suspiró—. Y Grier confía en que lo hagas.
Demi abrió los ojos, sorprendida.
— ¡ Será una broma!
Maude lo negó con la cabeza.
—No has visto cómo te mira. Niall, sí. Por eso ha empezado a ser hostil con un hombre al que solía considerar su amigo. Está celoso, Demi.
Demi sintió fuego en las mejillas, pero retomó su tarea.
—Claro... Por eso le ha comprado a Tippy un anillo de compromiso y la ha llevado a una fiesta el día de mi cumpleaños, por el que ni siquiera me ha regalado una miserable tarjeta.
Maude deseaba poder explicarlo, pero no podía.

Tampoco podía el hombre que conducía como alma que llevaba el diablo hacia Victoria. Niall estaba asqueado. No imaginó que Tippy anunciaría a los cuatro vientos que había empleado sus contados ahorros en comprarle una cara baratija. Desde luego, no había sido su intención que Demi se enterara. Llevaba mucho tiempo prescindiendo de lujos para que el rancho se mantuviera a flote. Había sacrificado su juventud por ello, y él le había devuelto el sacrificio comprando regalos caros a una mujer a la que apenas conocía, y olvidando el cumpleaños más importante de Demi. Estaba amargado y dolido, y no podía culparla a ella. Pensándolo bien, su propio comportamiento lo dejaba atónito. No le extrañaba que Demi estuviera apoyándose en Grier. Maldito fuera, tenía todo de su parte cuando se trataba de atraer a una mujer. Podía bailar complicados ritmos latinos, y era un hombre culto. Como conquistador, no tenía rival, cosa que Demi no sabía. ¿O sí?
Dio un manotazo al volante, furioso por su incapacidad de dar sentido a sus turbulentas emociones. Pasear a Tippy halagaba su vanidad. Había atraído a una mujer que cualquier soltero se moriría por tener de acompañante, pero su relación estaba causando estragos en su vida personal, y en la profesional. Sabía que Tippy no era una mujer capaz de soportar el riesgo de su trabajo y de su estilo de vida, aunque se hubiese sentido atraída físicamente hacia él... lo cual no era así. Estaba acostumbrada a los lujos y a la vida sofisticada. Tenía gracia que aborreciera a Cash Grier cuando eran tal para cual.
Pero Grier deseaba a Demi. Lo veía en sus ojos cada vez que Grier la miraba. Estaba colado. Se casaría con ella en un abrir y cerrar de ojos si Demi estuviera libre. Ella no parecía darse cuenta, pero Niall sí.
Apretó los labios al considerar lo que haría Demi en cuanto firmaran los papeles de la anulación. Su conciencia no la frenaría cuando no se sintiera sujeta por un matrimonio legal.
¡Pues no le daría la anulación! Al menos, todavía. Después de Año Nuevo, cuando los ánimos se hubieran calmado, reevaluarían sus respectivas posiciones. De momento, él todavía tenía dos asesinatos sin resolver en la zona, y ningún sospechoso viable. No obstante, sabía que el homicidio de la mujer de Victoria y el brutal asesinato de Hob Downey estaban relacionados. Los hermanos Clark habían estado mezclados en envenenamientos de ganado en otras ocasiones, así que, a pesar de sus sólidas coartadas, no podía desecharlos como principales sospechosos. Si, al menos, contaran con una prueba física que apuntara a ellos... Pero, hasta la fecha, no había ninguna.
Volvió a pensar en la comida de Acción de Gracias y se sintió desgraciado por haberle gritado a Demi. Era la mención de Grier. No podía decir dos frases seguidas sin sacar a colación su nombre. ¡Si hubiera alguna manera de echar a Grier de Jacobsville para siempre...! Pero no sabía cómo conseguirlo. Ni comprendía, en aquellos momentos, por qué deseaba alejar a Grier de sus vidas.

Demi cenó con Grier el día de Acción de Gracias y, después, volvió a casa y telefoneó a los Hart. Leo no estaba en casa, así que probó a hablar con Rey Hart. Sentía curiosidad por los contactos japoneses de los dos hermanos y su interés por el mercado internacional. Rey era el responsable de la comercialización de su ganado, y nadie sabía mejor que él cómo encontrar nuevas vías de ingresos.
—Me había preguntado si Niall y tú estaríais interesados en esta oportunidad —contestó Rey cuando Demi le preguntó por los empresarios japoneses que iban a visitarlo—. Cy Parks también me había llamado, pero ya ha comprometido su ganado para el año que viene, lo mismo que los Tremayne. Vuestros novillos serían perfectos, si estáis interesados. Hacéis lo mismo que nosotros, criáis carne ecológica. Eso es lo que nuestros contactos buscan para su cadena de restaurantes de Osaka y Tokio.
A Demi le dio un pequeño vuelco el corazón.
—¿Y pagan bien?
—Muy bien —rio Rey—. Sobre todo, ahora. El año pasado, Japón sufrió pérdidas en su propio mercado de carne. Ahora tienen que volver a empezar. Están buscando sementales y reses ecológicas de primera calidad. Es el mejor momento para formar alianzas —Rey le dijo una cifra y Demi tuvo que sentarse.
—Eso sería estupendo. Llevamos tanto tiempo en números rojos...
—A mí me lo vas a contar —repuso Rey—. ¿Te interesa?
— ¡Sí! Y a Niall también, en cuanto se lo cuente.
—¿Qué tal si venís a verme mañana a eso de la una y conocéis a nuestros invitados? Van a alojarse con Corrigan y Dorie.
—¿Podríamos ir el sábado? Yo no tengo clases mañana, pero Niall tiene que trabajar.
—Lo siento, se me había olvidado. Claro, el sábado a la una. ¿Te parece bien?
—Perfecto. Rey, no sabes cuánto te lo agradezco.
—Todo el mundo está pasando una mala racha ahora mismo —la interrumpió—. Entre todos, nos estamos ayudando. Es lo que hacen los ganaderos... y ganaderas, ¿no?
Demi sonrió.
—Sí. Ojalá pudiera devolverte la ayuda.
—Bueno, podrías.
— ¿Cómo? — preguntó con fervor.
—Tráete a Cash Grier. Habla japonés con fluidez, y me gustaría contar con alguien que tradujese bien lo que nosotros decimos para asegurarnos de que no hay malentendidos.
Demi rio entre dientes.
—A Cash le encantará.
—¡Estupendo! Entonces, hasta el sábado.
Rey Hart colgó, y Demi apretó los labios. Sabía que Cash acudiría a la cita si ella se lo pedía, pero a Niall no le haría gracia. Aun así, si querían salvar el rancho de la quiebra, aquella era su oportunidad. Parecía un regalo caído del cielo.
Marcó el número de Niall antes de poder arrepentirse. Sonó varias veces, y ya estaba a punto de colgar cuando oyó su voz grave.
—Tenemos una oportunidad de venta —se apresuró a decir.
Se produjo un silencio.
—¿De qué tipo?
Le describió brevemente el trato de los Hart, y los beneficios que sacarían, y esperó a oír su reacción.
—No hablo japonés —empezó a decir Niall.
—Ni yo. Pero tienen traductores —añadió, rezando para no tener que mencionar a Cash y para que Niall no se pusiera como un energúmeno.
Niall profirió un sonido ronco.
—Grier lo habla bien. Podría acompañarnos como traductor. Si crees que puedes convencerlo, claro —añadió con velado sarcasmo.
—Ya lo han hecho los Hart —mintió Demi—. Quieren asegurarse de que comprenden todos los detalles de la negociación.
—Ah —Niall pareció relajarse, y se produjo otro silencio—. Oye, en cuanto a la comida de hoy —dijo despacio—. No era mi intención gritarte de esa manera.
Niall nunca se disculpaba, aquella era su manera de pedir perdón. Demi sonrió para sus adentros.
—Ni la mía —dijo con rigidez—. Feliz día de Acción de Gracias, Niall.
—Sí —se produjo otro silencio—. ¿Te casarías con Grier?
El corazón le dio un vuelco.
—¿Cómo dices?
—Si él te lo pidiera.
Demi no acertaba a reaccionar. La pregunta era descabellada.
—Olvídalo —dijo Niall con brusquedad, al ver que ella vacilaba—. En cuanto nos den la anulación, dejará de ser asunto mío. Te veré el sábado a eso de las doce y media.
—Está bien. Estaré...
Niall no le dio tiempo a terminar la frase. Demi se quedó mirando el auricular y colgó. Era el hombre más exasperante que había conocido. Pero, al menos, estaban hablando otra vez.

Grier accedió de buena gana a acompañarlos, pero fue al rancho de los Hart en su propio vehículo. Niall llevó a Demi en su todoterrenó. Para sorpresa de Demi, iba de uniforme.
—Estoy trabajando en un caso —le dijo—. He pedido un rato libre para la entrevista, pero tengo que volver enseguida.           
—¿Otro asesinato? —preguntó Demi.
—El mismo —dijo Niall—. Tenemos una pista. Hubo un testigo que vio una camioneta sospechosa merodeando cerca de la casa de la mujer.
—No vivía en Victoria, ¿verdad?
Niall lo negó con la cabeza.
—Su marido y ella tenían un pequeño rancho mera de los límites de la ciudad. Estamos intentando averiguar si los hermanos Clark han trabajado alguna vez para ellos.
—No me sorprendería que estuvieran implicados de alguna manera —dijo. Niall frunció el ceño.
—No menciones este nuevo dato a nadie. Punto.
Quería contárselo a Grier, pero la mirada de Niall resultaba amenazadora.
—Está bien, no se lo diré a nadie.
Niall volvió a centrar su atención en la carretera.
—Parece que la suerte nos sonríe.
—Si logramos cerrar este trato, desde luego —repuso Demi—. Imagínate ganar todo ese dinero por exportar nuestra carne a otro país, cuando ni siquiera podemos regalarla aquí.
—Es un pequeño milagro, y lo necesitábamos.
Demi estuvo a punto de morderse el labio en su intento de no discrepar. El anillo que le había comprado Niall a Tippy la estaba comiendo viva. La falta de capital disponible era una amenaza real, y Niall había puesto en peligro el rancho con ese lujoso regalo. Debía de saberlo, sin que nadie se lo dijera.
—Rey dice que esos caballeros son muy amables, y hombres de negocios honrados —añadió antes de que él pudiera extrañarse de su silencio.
—Los Hart son grandes negociantes. Reconocen un buen trato cuando lo ven —la miró con curiosidad—. ¿Cómo se te ocurrió esto? ¿Te llamó Rey?
Demi lo negó con la cabeza.
—Había oído que iban a recibir la visita de unos empresarios japoneses que estaban interesados en comprar ganado ecológico y me pareció buena idea telefonearles para preguntar si podíamos entrar en el trato — se sonrojó—. No me había dado cuenta hasta ahora de lo fresca que debí parecerle.
—Al contrario, actuaste como una profesional competente. Si tuviera menos asesinatos que resolver, hasta se me habría ocurrido a mí la idea —cambió de tema—. ¿Has tenido noticias de Joel Harper?
—Sí. Ha dicho que volverán a rodar el cuatro de diciembre —respondió con acritud. Sus miradas se cruzaron antes de que Niall volviera a mirar a la carretera.
—Las navidades están a la vuelta de la esquina — comentó Niall, pensando en el bonito collar de perlas y pendientes a juego que le había comprado a Demi como regalo combinado de cumpleaños y de Navidad. Eran de oro de ley y de perlas rosadas, las favoritas de Demi. Le encantarían.
Demi contemplaba el paisaje por la ventanilla.
—Cierto —dijo. Ella se estaba preguntando si la hermosa supermodelo tendría planes para Niall en aquellas fechas festivas. Pero no podía revelarle sus preocupaciones. Niall no la deseaba, no iba a arrojarse en sus brazos.                                    
Niall detuvo el coche ante las oficinas del rancho de los Hart y apagó el motor. Demi saltó a tierra justo cuando Cash frenaba su camioneta. Iba de uniforme; él también trabajaba aquel día.
—Tengo entendido que precisáis de mis habilidades de traductor —le dijo a Demi en tono de guasa.
Ella le sonrió.
—Tú traduce bien y te recomendaré a quien quieras.
Cash rio entre dientes. Niall les dio la espalda y echó a andar hacia la oficina,

Los empresarios japoneses eran encantadores y muy inteligentes. Los dos hablaban inglés, aunque su acento y el acento texano eran grandes obstáculos para la comprensión.
Cash hablaba el japonés con una fluidez que arrancó sonrisas de deleite a los japoneses, e incluso a sus dos traductores. Parecía encontrarse como en casa, y los saludó con inclinaciones de cabeza en lugar de estrechándoles la mano. Además, sabía cómo formular las preguntas sin que resultaran ofensivas.
—El señor Kosugi quiere invitaros a ir a Osaka en enero —les dijo Cash a Demi y a Niall—. Si aceptáis, encargará a uno de sus empleados que os ayude a organizar el viaje, que vaya a recibiros al aeropuerto y que os enseñe Osaka. Cuando veáis las instalaciones de su rancho, y conozcáis a su familia y empleados, firmaréis un acuerdo formal.
Niall frunció el ceño.
—Es un viaje caro, Cash —empezó a decir.
—Será nuestro regalo —les dijo el señor Kosugi con una sonrisa—. Es nuestra manera de hacer negocios en Japón.
Niall seguía frunciendo el ceño.
—Soy agente de la autoridad, no puedo aceptar regalos.
—Pero puedes hacerme a mí un regalo de dos billetes de avión —dijo Demi con fluidez—. Y vendrás conmigo a Japón.
—Demi... —empezó a replicar Niall. Ella lo apartó del grupo y lo miró con enojo.
—De momento, seguimos casados —dijo con decisión—. Lo que es mío, es tuyo. Si consigo dos billetes de avión, puedo darle uno a quien yo quiera, incluido a ti. Ni siquiera tu jefe puede protestar si tu esposa te hace un regalo. Lo único que tienes que hacer es pedir unos días libres para poder acompañarme.
Niall vaciló. Lanzó una mirada a Grier, que los observaba con sumo interés. Se le ocurrió pensar que Grier sería un mejor compañero de viaje para Demi porque hablaba japonés. Empezaron a escocerle los ojos, y la miró.
—Está bien. No me gusta, pero lo haré.
—No es como si el señor Kosugi te estuviera pidiendo que atracaras un banco ni le hicieras un favor personal —insistió Demi—. Son acuerdos entre rancheros, Niall. Y si no vamos, no tardaremos en quedamos sin rancho.
Niall se había quedado sin argumentos. Demi tenía razón, y no quería renunciar al legado de su tío por culpa de un orgullo tonto. Tampoco podía reconocer que su despilfarro les había hecho mucho daño.
—Iré —dijo con un suspiro—. Pero tendré que explicarle a mi jefe todos los detalles.
Demi sonrió con suavidad.
—No te imagino no siendo sincero con nadie.
Niall frunció el ceño.
—No he sido sincero contigo —dijo despacio. Ella se sonrojó. Bajó la vista y sintió una honda amargura.
—Tu vida privada ya no es asunto mío, Niall. Concentrémonos en el rancho.
Se dio la vuelta y se reunió con el grupo antes de que él pudiera añadir palabra.

Pasó el fin de semana, y la semana siguiente y, antes de que se dieran cuenta, el personal de rodaje estaba otra vez de vuelta. Demi lanzó miradas asesinas a Tippy Moore cuando regresó de la escuela, sobre todo, cuando Niall se presentó al término del primer día de rodaje para llevar a Tippy en coche a su hotel. La pesadilla se repetía justo cuando Demi y Niall empezaban a entenderse de nuevo con el acuerdo con los japoneses. Era mucho pedir, con la Luciérnaga de Georgia de por medio. Todavía llevaba el endiablado anillo.
Demi se volcó en sus estudios e intentó no fijarse en lo que pasaba a su alrededor. Empezaba a creer que el personal de rodaje iba a quedarse a vivir en el rancho y tenía los nervios de punta.
Cash se pasó a verla un lunes por la mañana a primera hora, cuando ya llevaban quince días de rodaje y los empleados estaban haciendo una pausa para café y donuts. Iba de uniforme y tenía el semblante solemne. A Demi le habían anulado la clase ese día, y estaba en casa, tratando de no estorbar. Salió a recibirlo. Llevaba vaqueros y una sudadera, y el pelo limpiamente recogido en una trenza, a la espalda.
—Qué grata sorpresa —le dijo con una sonrisa—. ¿Qué pasa?
—Nada del otro mundo, pero necesito hablar contigo —la llevó aparte—. ¿Te has enterado de lo que ha pasado el sábado por la noche?
—No —dijo, sorprendida—. Hoy no he ido a clase porque mi profesora estaba enferma, así que no me he enterado de nada.
—Al parecer, Jack Clark se pasó de la raya con Janie Brewster en el Shea's y la golpeó. Incluso la amenazó con un cuchillo. Ahora mismo está en la cárcel.
—Pobre Janie —dijo, atónita—. Pero tiene suerte de que Clark esté entre rejas. Yo también —añadió—. ¿Quién lo detuvo?
—Yo —confesó Cash—. Después de que Leo Hart y Harley Fowler probaran suerte con él. Es un experto en artes marciales, y muy competente. Empleé trucos que casi había olvidado.
Demi todavía estaba saboreando la noticia. Jack Clark la había hecho pasar miedo. Por fin, estaba a salvo, igual que la pobre Janie.
—Su hermano John vino anoche a última hora a hacerle una visita a la cárcel. Prometió conseguirle un buen abogado —Cash suspiró—. Le costará un poco. Quizá pierda su trabajo en Victoria. No sé de dónde cree que va a sacar el dinero para un buen abogado defensor.
—Te noto muy preocupado —señaló Demi, y se acercó, consciente de que la supermodelo pelirroja no andaba muy lejos—. ¿Qué pasa, Cash?
Cash apoyó la mano en la empuñadora de su revólver del calibre 45, enfundado como lo llevaba en el cinto reglamentario.
—Demi, John Clark tiene un amigo que conduce una camioneta negra con una franja roja.

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