La casa tenía todas
las luces encendidas cuando regresaron al rancho, y Maude salió al porche a
recibirlos.
—¡Es tu noche
libre! —exclamó Demi. Maude parecía preocupada.
—Sí, pero no
estabas aquí y el teléfono no funcionaba. Niall no podía localizarte, así que
me llamó y me pidió que me pasara a ver cómo estabas. Acabo de llegar...
Demi se preguntó
distraídamente por qué no funcionaba el teléfono.
—Cash me ha llevado
a un ballet de Houston para celebrar mi mayoría de edad —le explicó Demi, que
caminaba, sonriente, del brazo de Grier—. Hemos brindado con champán y hemos
cenado en un restaurante de cuatro tenedores. ¡He tomado solomillo, Maude!
Maude rio entre
dientes.
—Vaya, vaya. Ha
sido usted muy amable, señor Grier.
—Soy la amabilidad
en persona. Pregúnteselo a Demi —añadió, bromeando. Maude sonrió.
—Comprobaré otra
vez si funciona el teléfono antes de volver a casa de mi hermana. Demi, puedes
dejar la luz del porche encendida cuando entres —añadió con una sonrisa
traviesa—. ¡No hay prisa!
Demi se animó. Al
menos, Niall estaba preocupado por ella, aunque no tanto como para ir al rancho
personalmente. ¿Cómo iba a decepcionar a Tippy, pensó con irritación, y dejar
plantada a la exuberante modelo para ver si su futura ex mujer se encontraba
bien?
—No le des vueltas
—la regañó Grier, y le dio unos golpecitos en la mejilla con el dedo anular—.
Sabes que se preocupa por ti. Si no, ni siquiera se habría molestado en llamar.
—Es la costumbre;
se le pasará en cuanto nos separemos —suspiró y lo miró con una sonrisa
curiosa—. Dentro de poco seré una mujer libre. ¿No vas a darme un beso de
buenas noches?
Cash frunció los
labios.
—Lo he estado
pensando, pero no sé si es buena idea. ¿Y si resulto ser adictivo?
Los ojos de Demi
brillaban como castañas húmedasen su rostro radiante.
—Me encanta correr
riesgos. Vamos, sé osado.
Cash tenía la
certeza de que Niall ya la había besado. Pero, a no ser que se debiera a los
efectos del alcohol, Demi parecía creer que los besos eran un juego. Contempló
sus labios y sopesó las ventajas y desventajas. El que todavía estuviera casada
con Niall lo hacía vacilar.
Por fin, la atrajo
hacia él con suavidad, se inclinó y unió sus labios firmes a los de ella sin
pasión. Se le aceleró el pulso. Demi sabía a ambrosía. Pero notó su
impasibilidad. Ella no sentía ningún chisporroteo, ni escuchaba música. Se
sintió vagamente decepcionado mientras levantaba la cabeza y veía la realidad
de su reacción en su sonrisa. Ni siquiera estaba afectada.
—Gracias por darme
un cumpleaños especial, Cash —le dijo con suavidad. Cash se recuperó deprisa.
—¿Para qué están
los amigos? —bromeó—. Que duermas bien. Si me necesitas, ya sabes cómo
localizarme, ¿no?
—Sí.
La miró a los ojos
y sonrió.
—Me lo he pasado
bien. Me alegro de que te haya gustado. Buenas noches.
—Buenas noches —Demi
se quedó de pie en el porche y lo vio alejarse antes de entrar, cerrar la
puerta con llave y apagar la luz del porche.
Maude apareció en
el comedor, sombría y callada.
—Niall debería
haberte invitado a cenar en un día como
hoy. ¡Cumples veintiún años!
—Ni siquiera ha
llamado para felicitarme, Maude — le dijo Demi con franqueza.
—No recordaba que
hoy era tu cumpleaños, y no he tenido
valor para decírselo cuando he hablado con él. Estaba muy disgustado porque no
había podido localizarte en el móvil. Lo he llamado hace un momento y le he
dicho que estabas bien —sonrió—. No le ha hecho gracia saber que habías vuelto
a salir con Grier —añadió con mirada satisfecha.
—¡Como si me
importara...! Al menos, tenía a alguien con quien celebrar mi cumpleaños
—replicó, con la mirada nublada por el enojo—. ¿Te gusta mi vestido? —se lo
enseñó y giró en redondo—. Lo compré para ponérmelo hoy con Niall.
—Mi pobre niña
—Maude la miraba con compasión. Demi levantó la barbilla con orgullo.
—No soy una niña.
Ya no. Soy una mujer hecha y derecha, y empezaré a comportarme como tal. Voy a
dejar de suspirar por un hombre que jamás me deseará. Sobre todo, ¡cuando hay
uno que sí quiere estar conmigo!
Maude no hizo
ningún comentario; se limitó a sonreír con tristeza.
A la mañana siguiente,
Demi estaba dando de comer a un potro en el granero cuando oyó que se detenía
un vehículo delante de la casa. Lanzó una mirada hacia la entrada y oyó un
portazo. Niall avanzaba hacia ella.
El corazón le dio
un vuelco y empezó a latirle con desenfreno. Daba gusto mirarlo. No recordaba
en qué momento aquellos andares fluidos no le habían acelerado el pulso.
Llevaba su uniforme de ranger, incluida la estrella y el Colt 45 en su funda
hecha a medida. El Stetson de color crema le caía sobre los ojos, dejando al
descubierto únicamente su rostro delgado, la nariz recta, los labios finos y la
mandíbula cuadrada.
Demi se dio cuenta
al instante de que ella llevaba vaqueros rotos, botas embarradas y una blusa
gastada de cuadros verdes a la que le faltaba un botón. Llevaba el pelo medio
salido de la trenza y ni siquiera se había pintado los labios. Cómo no, Niall
siempre aparecía en sus momentos de más desaliño, aunque no debería importarle.
Todavía le dolía que se hubiera olvidado de su cumpleaños y que hubiera salido
con otra mujer.
Adoptó un semblante
inexpresivo cuando él se acercó, y volvió a prestar atención al potro.
—¿Atrapando a los
malos, señor ranger? —bromeó.
Niall se echó el
sombrero hacia atrás, y la miró con brillantes ojos negros.
—¿Qué es eso de que
has estado en Houston con Grier?
Demi enarcó las cejas y se lo quedó mirando como si se hubiera
vuelto loco.
—Hace semanas que
salgo con Cash, ¿no te habías dado cuenta?
—Por Jacobsville,
pero no en lugares elegantes de Houston —replicó—. Maude me contó lo del ballet
— apretó los labios en su rostro bronceado—. Esta mañana, me he pasado a ver a
Grier y me lo ha mencionado.
—Cash me gusta
—dijo con mirada desafiante.
Era una declaración
de guerra, y Niall se la tomó así.
—Grier tiene
treinta y ocho años —señaló—, y un pasado oscuro. Está demasiado curtido para
una bisoña como tú.
—Ya te he dicho que
me gusta —repitió Demi con calma. Terminó de dar el biberón al potrillo, le dio
unas palmaditas y salió del establo.
—Y tú ya me has
oído.
Demi no lo miró a los
ojos. Habría sido un error fatal, y tenía que conservar su determinación.
—Llevas cinco años
cuidando de mí, y te agradezco todo lo que has hecho. Sé que ha sido un
sacrificio en muchos sentidos —prosiguió, mientras limpiaba el biberón en la
pila oxidada y lo guardaba en un estante—. Pero ya casi he terminado mis
estudios y hasta tú tienes que reconocer que sé ocuparme del rancho. Puedo
comprar y vender ganado tan bien como tú, incluso contra- tar a nuestros
ayudantes —se dio la vuelta y se obligó a mirarlo; era un esfuerzo—. Ya es hora
de que asuma la responsabilidad total de mi parte del rancho. Tengo que empezar
a valerme por mí misma, y debes dejarme.
—Cuando cumplas los
veintiuno —empezó a decir Niall con obstinación.
Demi se quitó el
anillo de sello que Niall le había puesto en el dedo hacía cinco años, tomó su
mano grande y delgada, lo depositó en la palma de la mano y se la cerró.
—Ya no lo necesito.
Ayer cumplí los veintiuno — dijo con toda la dignidad de que era capaz. La
expresión de Niall no tenía precio.
—¿Qué?
—Ayer cumplí
veintiún anos —repitió, lanzando chispas por los ojos—. Mientras tú presumías
de supermodelo en tu fiesta de Victoria, ese hombre que está demasiado curtido
para mí me invitó a cenar y a beber champán, y brindamos por mi mayoría de
edad. Hasta me llevó a ver El pájaro
de fuego a Houston.
Niall tenía el
rostro pétreo. Hizo una mueca.
—Demi... —dijo con
suavidad—. ¡Lo siento!
Demi se encogió de
hombros y bajó la mirada, fingiendo que no se le estaba rompiendo el corazón.
—No te preocupes.
Me lo pasé de maravilla. Pero ya puedes solicitar la anulación. Y no esperes
que vaya a quedarme sentada en casa mientras tanto —lo miró a los ojos—. Si tu
puedes irte de fiesta estando casado, yo también.
Echó a andar hacia
la puerta del granero, con el pelo rubio revuelto, la espalda rígida.
Niall la vio
alejarse roído por los remordimientos. ¿Cómo podía haber olvidado una fecha tan
importante de sus vidas? Contempló el sello que Demi había lucido fielmente
durante los últimos cinco años y se sintió culpable. Siempre la había invitado
a cenar el día de su cumpleaños, y le había hecho pequeños regalos.
Recordó el anillo
que Tippy lo había persuadido a comprar y se sintió enfermo. Al menos, Demi no
lo sabía, se consoló pensando.
Se puso el sello en
el dedo meñique y se lo quedó mirando. Demi le había dado luz verde para pedir
la anulación. ¿Sería porque estaba intimando con Cash Grier? Entornó los ojos,
furioso. Pues tendría que esperar a que él estuviera preparado para separarse.
Y no lo estaba. Aún no.
Sus compañeros de
Victoria sabían que conocía a Tippy Moore y le habían pedido como favor
especial que la llevara a la fiesta. Lo había hecho sin pensar Tippy no se
apartaba de él, y a Niall lo halagaba que una mujer tan hermosa, y tan famosa,
lo encontrara atractivo. Pero era un enigma. Lo tocaba, de vez en cuando, pero
no le gustaba que la tocaran a ella. Se volvía de hielo con los hombres que
demostraban su entusiasmo por su cara y su figura. Adoraba a los policías y
siempre sacaba tiempo para hablar con ellos, fuera cual fuera el motivo. Pero,
por lo general, se sentía incómoda en compañía de otros hombres, y se pegaba a
él cuando estaban acompañados de otras personas, sobre todo, cuando ese
ayudante de dirección, Gary Mays, se acercaba a ella.
Era una mujer
compleja. Su compañía le agradaba y lo envanecía. Pero no se había parado a
pensar en lo que Demi, que era legalmente su esposa, pensaría de su relación.
Al salir con Tippy, estaba alentando a Demi a hacer lo mismo con Grier.
Había abierto una
puerta que ya no podía cerrar, y eso lo inquietaba. Detestaba imaginar a Demi
con Cash Grier, cuyo pasado era, en el mejor de los casos, diez grados por
debajo de lo normal. Era peligroso y, solo por estar con él, Demi estaba
corriendo riesgos. Cash tenía enemigos.
Por otro lado, la
propia Demi corría peligro. Grier le había cantado las cuarenta aquella misma
mañana por haberla dejado sola en el rancho después de su encontronazo con Jack
Clark, con las amenazas que este le había dirigido. Había sido negligente en
todos los sentidos, incluso al comprar a Tippy ese lujoso anillo que no podía
permitirse. Estaba acostumbrada a tratar con hombres ricos que la colmaban de
regalos, y él no lo era.
Contempló la
sortija de sello con tristeza. Había herido los sentimientos de Demi, que se
había pasado toda su vida de casada cuidando de él y ocupándose del rancho
cuando él no podía. Había correspondido a esa lealtad haciéndola sentirse
insegura e insignificante. De pronto, ella quería la anulación, cuando él
empezaba a sentir...
Desechó con fuerza
aquel pensamiento. No había futuro para Demi y para él; debía tramitar la
anulación. A continuación, pensó que Cash Grier quería sentar la cabeza y que
estaba muy interesado por Demi.
Apretó los dientes.
Si Cash quería casarse con ella, ya podía esperar sentado. La anulación no
corría prisa. Ninguna prisa.
Tippy Moore regresó
al trabajo el lunes por la mañana, y lo primero que le dijo a Demi fue lo bien
que se lo había pasado con Niall en la fiesta de Victoria.
—Me alegro —dijo Demi
con fluidez, y con una amplia sonrisa—, porque yo fui al ballet con Cash, y
cenamos y bebimos champán en un restaurante de cinco tenedores de Houston. Fue
una velada memorable.
El triunfo de Tippy
parecía insípido. Ignoraba que Cash Grier fuera tan culto, ni que tuviera
dinero suficiente para ir al ballet. Al parecer, la joven pueblerina no sabía
lo caro que era todo aquello. La idea que tenía Niall de la alta cocina era una
hamburguesa con patatas fritas.
Se había encariñado
con él, por supuesto, y, en su mundo, su trabajo lo convertía en una rareza, en
un artículo de colección. Pero Tippy no había tardado en darse cuenta de que no
era rico. Bueno, no era su dinero o la falta del mismo lo que la impresionaba,
se dijo, sino su profesión. Se sentía a salvo con él, a salvo de otros
hombres... hombres como Cash Grier, que eran una amenaza real.
—No sabía que un
policía paleto supiera lo que es el ballet —masculló Tippy.
—Cash tiene una
trayectoria interesante —comentó Demi—. También ha sido ranger de Texas, y ha
trabajado para el gobierno.
Tippy parecía
incómoda.
—¿Sabe qué tenedor
usar con cada plato? —preguntó con sarcasmo.
—A mí me ha
enseñado —dijo Demi—. Eso y muchas otras cosas. Fue una bonita celebración. El
viernes cumplí veintiún años —añadió con fría deliberación. Se sentía mejor, a
pesar de que todavía le dolía el rechazo de Niall.
Tippy bajó la
mirada. Ignoraba que hubiera sido su cumpleaños. Se sentía culpable, y no
entendía por qué. Era evidente que la joven estaba enamorada de Niall y que
habría querido celebrar con él su mayoría de edad, ¡pero no era asunto de ella!
Se dio la vuelta despacio y retomó su trabajo.
El baile anual de
ganaderos se celebraba el sábado previo a Acción de Gracias, y Cash ya le había
pedido a Demi que lo acompañara. Demi estaba encantada de no tener que quedarse
en casa aquella noche, mientras Niall presumía de supermodelo en el baile.
Sabía que Niall no iba a invitarla. Apenas se dirigían la palabra, para
desconsuelo de Maude.
Grier, con su pelo
negro suelto y levemente ondulado, recién afeitado y trajeado, estaba
imponente. Demi se sentía orgullosa de que la vieran con él. Al menos, pensó
con el corazón encogido, ella llevaba su bonito vestido azul, que aún no había
estrenado en Jacobsville. No se sentía tan desaliñada y anticuada como el año
anterior.
Niall ni siquiera
la miró. Llegó tarde, acompañado de la pelirroja, a tiempo de ver a Demi y a
Grier en la pista de baile. Menos mal que casi nadie sabía que seguían casados,
pensó Demi, porque habría causado extrañeza entre la gente que cada uno se
presentara con una pareja distinta. Demi no apartaba los ojos de Grier y
sonreía con total despreocupación.
Cash enarcó una
ceja cuando la orquesta terminó de tocar la balada y vio que Matt Caldweil
hablaba en susurros con el director. No tardaron en ponerse a tocar un popurrí
latino.
—¿Te atreves? —le
preguntó Grier. Ella abrió los ojos de par en par.
—¡Por supuesto!
—rio, acordándose de lo bien que se lo habían pasado en Shea's.
Cash rio entre
dientes mientras la sacaba a la pista de baile, de la que Matt y su esposa eran
los únicos ocupantes hasta el momento.
—Está bien —murmuró
Cash, marcando el ritmo—. ¡Vamos a enseñarles lo que es bueno!
La ayudó a seguir
los pasos, y el resto fue magia. Hasta Matt Caldweil enarcó las cejas mientras
la pareja atravesaba la pista de baile dando vueltas al ritmo palpitante de los
tambores y de la rápida melodía.
Demi reía de puro
gozo. Nunca había tenido una pareja que supiera bailar así. Siempre estaba
deseando que Niall la llevara a un baile, a cualquiera, para poder presumir.
Bueno, pues estaba presumiendo en aquellos momentos, y pasándoselo en grande.
Su resquebrajado corazón sucumbió al delicioso ritmo del fuego musical latino.
Cuando terminaron, Demi
apenas podía respirar. Se apoyó en Grier, que ni siquiera estaba jadeando, y
rio con deleite al oír los aplausos de los demás invitados incluidos los
Caldweil.
Niall Horan les
estaba lanzando miradas asesinas. Tippy, de pie junto a él, también.
—A tu amiga le
gusta presumir, ¿verdad? —dijo con malicia—. Supongo que a él también.
Por nada del mundo
habría dicho Niall que era la primera vez que veía a Grier bailar. Tampoco lo había
visto sonreír muy a menudo, y lo irritaba que estuviera haciendo ambas cosas
con Demi.
— ¡Mira que hacer
el ridiculo delante de todo el pueblo! —continuó Tippy. Niall la miró con
expresión sombría.
—¿Sabes bailar
ritmos latinos?
Tippy bajó la
vista.
—¿Y eso qué tiene
que ver?
Demi y Grier
estaban junto a la ponchera, y Niall advirtió que Demi se arrimaba mucho a él.
Vio el semblante de Grier al mirarla y algo estalló en su interior. Grier era
un buen agente de la ley, fiable y sereno ante el peligro, pero también era un
hombre, y Demi seguía siendo inocente. Niall se sentía protector con ella.
Posesivo. No quería que Grier se aprovechara de ella.
—Disculpa un
momento —le dijo a Tippy, y se acercó a ellos.
—¿No bailas? —le
preguntó Grier con ironía y, de pronto, Niall lo vio sostener la mano de Demi
con fuerza. Entornó sus ojos negros. No sonreía.
—Creía que tenías
que estar en Dallas el lunes por la mañana a primera hora.
—Cierto. Iré en
avión mañana por la tarde —Grier sonrió despacio—. ¿Te molesta? —añadió en un
murmullo, y con visible amenaza en la mirada.
Era un desafío. Niall
entornó los ojos.
—Puede que sí —dijo
en ese tono callado y lento con que paralizaba a sus ayudantes del rancho.
Demi no entendía lo
que estaba pasando, pero sabía que era explosivo. Soltó la mano de Grier y tiró
de la manga de Niall.
—Quiero hablar
contigo un minuto —dijo con firmeza, y echó a andar hacia la puerta lateral que
daba al patio justo cuando las notas de un vals invadían la sala y Harley
Fowler y Janie Brewster salían a la pista.
La insólita firmeza
de Demi hizo que Niall la obedeciera. No reparó en la mirada borrascosa de
Tippy cuando salían.
A la leve luz que
derramaban las ventanas, Demi se volvió hacia Niall.
—¿Se puede saber
qué te pasa? —preguntó con aspereza—. Vamos a pedir la anulación, Niall. Tengo
todo el derecho del mundo a salir con Cash. Yo no te he recriminado lo tuyo con
Tippy Moore, ¿no?
No, no lo había
hecho. Y eso lo molestaba. Durante años, Demi había sido posesiva con él, lo
había pinchado, engatusado, le había hecho insinuaciones sobre negligés rojos.
De pronto, estaba a un mundo de distancia, y con Grier, nada menos.
—Grier desayuna
niñas como tú todas las mañanas —dijo con brusquedad—. Ha vivido en las sombras
gran parte de su vida, trabajando para agencias de gobierno secretas.
—¡Qué emocionante!
—exclamó Demi.
—¡Escúchame!
—masculló—. Ha matado a hombres...
Demi enarcó las
cejas.
—¿Y?
Niall apretó los
labios y exhaló un corto suspiro.
—No es una mascota
entrañable a la que puedas guardar en casa y dar de comer —prosiguió con
obstinación—. Es un renegado, una bala errante. No está amaestrado.
Demi enarcó las
cejas.
—¿Y qué te hace
pensar que quiero tener a un hombre de mascota? —preguntó con una grata
sonrisa—. Ahora que tengo veintiún años, soy libre por primera vez en la
vida... para salir y hacer lo que me apetezca — observó su semblante exasperado
con curioso placer doloroso—. Nunca he podido experimentar. Hasta ahora —añadió con voz ronca,
llevándose las manos deliberadamente a sus caderas de mujer, entreabriendo los
labios con mirada seductora.
Aquellas dos suaves
palabras lo provocaron de forma inesperada. La agarró de la cintura, la
arrastró a las sombras y apretó su cuerpo suave contra el suyo, alto y
poderoso.
—¡Endiablada
coqueta!—masculló junto a sus labios.
El beso fue
eléctrico. Niall la había tocado en muy pocas ocasiones y, cuando lo había
hecho, había sido con ternura, con afecto distante. El único beso de verdad que
le había dado a Demi había sido antes de su primera cita con Grier. Aquello era
distinto. La trataba con brusquedad, como si hubiera perdido el control. Una
mano grande y delgada le recorría la espalda mientras la devoraba con la boca.
La apretaba contra su cuerpo sólido, y Demi volvió a sentir aquella presión
dura e insistente en el vientre, una presión que solo había sentido en una
ocasión, cuando Niall le enseñó lo fácil presa que podía ser para Cash.
Demi profirió una
exclamación, procurándole el acceso que él quería. Niall hundió la lengua entre
los labios de Demi. ¡Nunca había hecho eso! Demi le clavó las uñas en los
brazos mientras unas extrañas palpitaciones recorrían su bajo vientre. Nunca
había sentido nada igual. Se estremeció, impotente mientras una tensión
ardiente le contraía los músculos de su sexo y la hacía sentirse henchida por
todas partes. No había vacilación en los besos de Niall ni en su manera de
abrazarla. Iba en serio, y ella estaba demasiado hambrienta de él para negarle
nada. Se entregó por completo, temblando mientras aceptaba su pasión experta
con fiero entusiasmo.
Cuando por fin
retiró su boca de la de ella, la miró con ojos entrecerrados y un rostro duro
como la piedra.
Demi apenas podía
verlo. Tenía la mirada turbia. Se sentía aturdida, conmocionada, mareada. Le
soltó los brazos y le puso las manos sobre el algodón blanco de la camisa,
alisándola con impotencia, palpando su fuerza.
Niall también
estaba turbado, y decidido a no reflejarlo. La apartó con un suave empujón y se
la quedó mirando con arrogancia. Estaba vibrando de pasión, pero lo ocultaba
con cuidado. Salvo por su pulso acelerado, nada lo delataba exteriormente.
—Diablos, no, no
eres libre de experimentar —le dijo con rotundidad, en tono más grave de lo
normal, pero igual de áspero—. Ni siquiera he puesto en marcha los trámites de
la anulación. Recuérdalo. Si «experimentas» con Grier, ¡estarás cometiendo
adulterio!
Demi se llevó los
dedos a sus labios inflamados. La cabeza le daba vueltas.
—¡Dijiste que ibas a
solicitar la anulación en cuanto cumpliera la mayoría de edad!
—Pues todavía no lo
he hecho —repuso Niall con voz gélida—. No se me ocurrió pensar que estarías
tan ansiosa por darte un revolcón con uno de mis amigos... y, menos aún, ¡con
un hombre de la edad de Grier!
—¡Solo tiene cuatro
años más que tú! —lo acusó con voz ahogada.
—Si yo soy
demasiado viejo para ti, él también lo es —replicó enseguida— Ya te diré cuándo
nos conceden la anulación. Hasta ese momento —añadió en un tono curiosamente
posesivo, con ojos que devoraban su esbelta figura—, eres mía.
A Demi le
flaquearon las rodillas al oír aquello. Detestaba su incapacidad de idear una
réplica ingeniosa. Ni siquiera podía fingir que le hacía gracia. Tenía los
labios henchidos y ardientes, como su joven cuerpo. Ansiaba algo. Estaba
hambrienta, vacía. En los labios llevaba el sabor de Niall, masculino,
almizcleño y mentado, con un regusto a whisky. Olía su aftershave en su propio
rostro. Se estaba ahogando en anhelos desconocidos. Quería acercarse a él y
sentir cómo el cuerpo de Niall reaccionaba al de ella como cuando se habían
besado. Quería volver a sentir sus labios. Quería sentir su piel junto a la de
ella...
—Legalmente —añadió
cuando su silencio lo puso incómodo—. Cuando se apruebe la anulación, lo que
hagas no será asunto mío. Nunca más.
Giró sobre sus
talones y regresó al salón, dejando a Demi de pie sola en la oscuridad, con el
alma por los suelos.
Estaba regresando
al salón de baile cuando vio a Niall salir por la puerta principal con Cash. Al
parecer, también había algún problema entre Leo Hart y Janie Brewster, porque
salían por la misma puerta lateral por la que Demi y Niall acababan de
regresar. Más tarde oyó que Janie y Harley Fowler habían hechizado a los
presentes con un vals improvisado.
Grier y Niall
regresaron al salón de baile y, poco después, Niall llevó a Tippy a su hotel.
Ella pareció protestar, pero él estaba decidido. Grier no quiso contarle a Demi
lo que había hablado con Niall, pero sonreía cuando, a medianoche, dejaron la
fiesta.
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