sábado, 13 de abril de 2013

♡Tierra De Pasiones-Adaptacion Diall-Capitulo 25♡


La casa tenía todas las luces encendidas cuando regresaron al rancho, y Maude salió al porche a recibirlos.
—¡Es tu noche libre! —exclamó Demi. Maude parecía preocupada.
—Sí, pero no estabas aquí y el teléfono no funcionaba. Niall no podía localizarte, así que me llamó y me pidió que me pasara a ver cómo estabas. Acabo de llegar...
Demi se preguntó distraídamente por qué no funcionaba el teléfono.
—Cash me ha llevado a un ballet de Houston para celebrar mi mayoría de edad —le explicó Demi, que caminaba, sonriente, del brazo de Grier—. Hemos brindado con champán y hemos cenado en un restaurante de cuatro tenedores. ¡He tomado solomillo, Maude!
Maude rio entre dientes.
—Vaya, vaya. Ha sido usted muy amable, señor Grier.
—Soy la amabilidad en persona. Pregúnteselo a Demi —añadió, bromeando. Maude sonrió.
—Comprobaré otra vez si funciona el teléfono antes de volver a casa de mi hermana. Demi, puedes dejar la luz del porche encendida cuando entres —añadió con una sonrisa traviesa—. ¡No hay prisa!
Demi se animó. Al menos, Niall estaba preocupado por ella, aunque no tanto como para ir al rancho personalmente. ¿Cómo iba a decepcionar a Tippy, pensó con irritación, y dejar plantada a la exuberante modelo para ver si su futura ex mujer se encontraba bien?
—No le des vueltas —la regañó Grier, y le dio unos golpecitos en la mejilla con el dedo anular—. Sabes que se preocupa por ti. Si no, ni siquiera se habría molestado en llamar.
—Es la costumbre; se le pasará en cuanto nos separemos —suspiró y lo miró con una sonrisa curiosa—. Dentro de poco seré una mujer libre. ¿No vas a darme un beso de buenas noches?
Cash frunció los labios.
—Lo he estado pensando, pero no sé si es buena idea. ¿Y si resulto ser adictivo?
Los ojos de Demi brillaban como castañas húmedasen su rostro radiante.
—Me encanta correr riesgos. Vamos, sé osado.
Cash tenía la certeza de que Niall ya la había besado. Pero, a no ser que se debiera a los efectos del alcohol, Demi parecía creer que los besos eran un juego. Contempló sus labios y sopesó las ventajas y desventajas. El que todavía estuviera casada con Niall lo hacía vacilar.
Por fin, la atrajo hacia él con suavidad, se inclinó y unió sus labios firmes a los de ella sin pasión. Se le aceleró el pulso. Demi sabía a ambrosía. Pero notó su impasibilidad. Ella no sentía ningún chisporroteo, ni escuchaba música. Se sintió vagamente decepcionado mientras levantaba la cabeza y veía la realidad de su reacción en su sonrisa. Ni siquiera estaba afectada.
—Gracias por darme un cumpleaños especial, Cash —le dijo con suavidad. Cash se recuperó deprisa.
—¿Para qué están los amigos? —bromeó—. Que duermas bien. Si me necesitas, ya sabes cómo localizarme, ¿no?
—Sí.
La miró a los ojos y sonrió.
—Me lo he pasado bien. Me alegro de que te haya gustado. Buenas noches.
—Buenas noches —Demi se quedó de pie en el porche y lo vio alejarse antes de entrar, cerrar la puerta con llave y apagar la luz del porche.
Maude apareció en el comedor, sombría y callada.
—Niall debería haberte invitado a cenar en un día como hoy. ¡Cumples veintiún años!
—Ni siquiera ha llamado para felicitarme, Maude — le dijo Demi con franqueza.
—No recordaba que hoy era tu cumpleaños, y no he tenido valor para decírselo cuando he hablado con él. Estaba muy disgustado porque no había podido localizarte en el móvil. Lo he llamado hace un momento y le he dicho que estabas bien —sonrió—. No le ha hecho gracia saber que habías vuelto a salir con Grier —añadió con mirada satisfecha.
—¡Como si me importara...! Al menos, tenía a alguien con quien celebrar mi cumpleaños —replicó, con la mirada nublada por el enojo—. ¿Te gusta mi vestido? —se lo enseñó y giró en redondo—. Lo compré para ponérmelo hoy con Niall.
—Mi pobre niña —Maude la miraba con compasión. Demi levantó la barbilla con orgullo.
—No soy una niña. Ya no. Soy una mujer hecha y derecha, y empezaré a comportarme como tal. Voy a dejar de suspirar por un hombre que jamás me deseará. Sobre todo, ¡cuando hay uno que sí quiere estar conmigo!
Maude no hizo ningún comentario; se limitó a sonreír con tristeza.

A la mañana siguiente, Demi estaba dando de comer a un potro en el granero cuando oyó que se detenía un vehículo delante de la casa. Lanzó una mirada hacia la entrada y oyó un portazo. Niall avanzaba hacia ella.
El corazón le dio un vuelco y empezó a latirle con desenfreno. Daba gusto mirarlo. No recordaba en qué momento aquellos andares fluidos no le habían acelerado el pulso. Llevaba su uniforme de ranger, incluida la estrella y el Colt 45 en su funda hecha a medida. El Stetson de color crema le caía sobre los ojos, dejando al descubierto únicamente su rostro delgado, la nariz recta, los labios finos y la mandíbula cuadrada.
Demi se dio cuenta al instante de que ella llevaba vaqueros rotos, botas embarradas y una blusa gastada de cuadros verdes a la que le faltaba un botón. Llevaba el pelo medio salido de la trenza y ni siquiera se había pintado los labios. Cómo no, Niall siempre aparecía en sus momentos de más desaliño, aunque no debería importarle. Todavía le dolía que se hubiera olvidado de su cumpleaños y que hubiera salido con otra mujer.
Adoptó un semblante inexpresivo cuando él se acercó, y volvió a prestar atención al potro.
—¿Atrapando a los malos, señor ranger? —bromeó.
Niall se echó el sombrero hacia atrás, y la miró con brillantes ojos negros.
—¿Qué es eso de que has estado en Houston con Grier?
Demi enarcó las cejas y se lo quedó mirando como si se hubiera vuelto loco.
—Hace semanas que salgo con Cash, ¿no te habías dado cuenta?
—Por Jacobsville, pero no en lugares elegantes de Houston —replicó—. Maude me contó lo del ballet — apretó los labios en su rostro bronceado—. Esta mañana, me he pasado a ver a Grier y me lo ha mencionado.
—Cash me gusta —dijo con mirada desafiante.
Era una declaración de guerra, y Niall se la tomó así.
—Grier tiene treinta y ocho años —señaló—, y un pasado oscuro. Está demasiado curtido para una bisoña como tú.
—Ya te he dicho que me gusta —repitió Demi con calma. Terminó de dar el biberón al potrillo, le dio unas palmaditas y salió del establo.
—Y tú ya me has oído.
Demi no lo miró a los ojos. Habría sido un error fatal, y tenía que conservar su determinación.
—Llevas cinco años cuidando de mí, y te agradezco todo lo que has hecho. Sé que ha sido un sacrificio en muchos sentidos —prosiguió, mientras limpiaba el biberón en la pila oxidada y lo guardaba en un estante—. Pero ya casi he terminado mis estudios y hasta tú tienes que reconocer que sé ocuparme del rancho. Puedo comprar y vender ganado tan bien como tú, incluso contra- tar a nuestros ayudantes —se dio la vuelta y se obligó a mirarlo; era un esfuerzo—. Ya es hora de que asuma la responsabilidad total de mi parte del rancho. Tengo que empezar a valerme por mí misma, y debes dejarme.
—Cuando cumplas los veintiuno —empezó a decir Niall con obstinación.
Demi se quitó el anillo de sello que Niall le había puesto en el dedo hacía cinco años, tomó su mano grande y delgada, lo depositó en la palma de la mano y se la cerró.
—Ya no lo necesito. Ayer cumplí los veintiuno — dijo con toda la dignidad de que era capaz. La expresión de Niall no tenía precio.
—¿Qué?
—Ayer cumplí veintiún anos —repitió, lanzando chispas por los ojos—. Mientras tú presumías de supermodelo en tu fiesta de Victoria, ese hombre que está demasiado curtido para mí me invitó a cenar y a beber champán, y brindamos por mi mayoría de edad. Hasta me llevó a ver El pájaro de fuego a Houston.
Niall tenía el rostro pétreo. Hizo una mueca.
—Demi... —dijo con suavidad—. ¡Lo siento!
Demi se encogió de hombros y bajó la mirada, fingiendo que no se le estaba rompiendo el corazón.
—No te preocupes. Me lo pasé de maravilla. Pero ya puedes solicitar la anulación. Y no esperes que vaya a quedarme sentada en casa mientras tanto —lo miró a los ojos—. Si tu puedes irte de fiesta estando casado, yo también.
Echó a andar hacia la puerta del granero, con el pelo rubio revuelto, la espalda rígida.
Niall la vio alejarse roído por los remordimientos. ¿Cómo podía haber olvidado una fecha tan importante de sus vidas? Contempló el sello que Demi había lucido fielmente durante los últimos cinco años y se sintió culpable. Siempre la había invitado a cenar el día de su cumpleaños, y le había hecho pequeños regalos.
Recordó el anillo que Tippy lo había persuadido a comprar y se sintió enfermo. Al menos, Demi no lo sabía, se consoló pensando.              
Se puso el sello en el dedo meñique y se lo quedó mirando. Demi le había dado luz verde para pedir la anulación. ¿Sería porque estaba intimando con Cash Grier? Entornó los ojos, furioso. Pues tendría que esperar a que él estuviera preparado para separarse. Y no lo estaba. Aún no.
Sus compañeros de Victoria sabían que conocía a Tippy Moore y le habían pedido como favor especial que la llevara a la fiesta. Lo había hecho sin pensar Tippy no se apartaba de él, y a Niall lo halagaba que una mujer tan hermosa, y tan famosa, lo encontrara atractivo. Pero era un enigma. Lo tocaba, de vez en cuando, pero no le gustaba que la tocaran a ella. Se volvía de hielo con los hombres que demostraban su entusiasmo por su cara y su figura. Adoraba a los policías y siempre sacaba tiempo para hablar con ellos, fuera cual fuera el motivo. Pero, por lo general, se sentía incómoda en compañía de otros hombres, y se pegaba a él cuando estaban acompañados de otras personas, sobre todo, cuando ese ayudante de dirección, Gary Mays, se acercaba a ella.
Era una mujer compleja. Su compañía le agradaba y lo envanecía. Pero no se había parado a pensar en lo que Demi, que era legalmente su esposa, pensaría de su relación. Al salir con Tippy, estaba alentando a Demi a hacer lo mismo con Grier.
Había abierto una puerta que ya no podía cerrar, y eso lo inquietaba. Detestaba imaginar a Demi con Cash Grier, cuyo pasado era, en el mejor de los casos, diez grados por debajo de lo normal. Era peligroso y, solo por estar con él, Demi estaba corriendo riesgos. Cash tenía enemigos.
Por otro lado, la propia Demi corría peligro. Grier le había cantado las cuarenta aquella misma mañana por haberla dejado sola en el rancho después de su encontronazo con Jack Clark, con las amenazas que este le había dirigido. Había sido negligente en todos los sentidos, incluso al comprar a Tippy ese lujoso anillo que no podía permitirse. Estaba acostumbrada a tratar con hombres ricos que la colmaban de regalos, y él no lo era.
Contempló la sortija de sello con tristeza. Había herido los sentimientos de Demi, que se había pasado toda su vida de casada cuidando de él y ocupándose del rancho cuando él no podía. Había correspondido a esa lealtad haciéndola sentirse insegura e insignificante. De pronto, ella quería la anulación, cuando él empezaba a sentir...
Desechó con fuerza aquel pensamiento. No había futuro para Demi y para él; debía tramitar la anulación. A continuación, pensó que Cash Grier quería sentar la cabeza y que estaba muy interesado por Demi.
Apretó los dientes. Si Cash quería casarse con ella, ya podía esperar sentado. La anulación no corría prisa. Ninguna prisa.

Tippy Moore regresó al trabajo el lunes por la mañana, y lo primero que le dijo a Demi fue lo bien que se lo había pasado con Niall en la fiesta de Victoria.
—Me alegro —dijo Demi con fluidez, y con una amplia sonrisa—, porque yo fui al ballet con Cash, y cenamos y bebimos champán en un restaurante de cinco tenedores de Houston. Fue una velada memorable.
El triunfo de Tippy parecía insípido. Ignoraba que Cash Grier fuera tan culto, ni que tuviera dinero suficiente para ir al ballet. Al parecer, la joven pueblerina no sabía lo caro que era todo aquello. La idea que tenía Niall de la alta cocina era una hamburguesa con patatas fritas.
Se había encariñado con él, por supuesto, y, en su mundo, su trabajo lo convertía en una rareza, en un artículo de colección. Pero Tippy no había tardado en darse cuenta de que no era rico. Bueno, no era su dinero o la falta del mismo lo que la impresionaba, se dijo, sino su profesión. Se sentía a salvo con él, a salvo de otros hombres... hombres como Cash Grier, que eran una amenaza real.
—No sabía que un policía paleto supiera lo que es el ballet —masculló Tippy.
—Cash tiene una trayectoria interesante —comentó Demi—. También ha sido ranger de Texas, y ha trabajado para el gobierno.
Tippy parecía incómoda.
—¿Sabe qué tenedor usar con cada plato? —preguntó con sarcasmo.
—A mí me ha enseñado —dijo Demi—. Eso y muchas otras cosas. Fue una bonita celebración. El viernes cumplí veintiún años —añadió con fría deliberación. Se sentía mejor, a pesar de que todavía le dolía el rechazo de Niall.
Tippy bajó la mirada. Ignoraba que hubiera sido su cumpleaños. Se sentía culpable, y no entendía por qué. Era evidente que la joven estaba enamorada de Niall y que habría querido celebrar con él su mayoría de edad, ¡pero no era asunto de ella! Se dio la vuelta despacio y retomó su trabajo.

El baile anual de ganaderos se celebraba el sábado previo a Acción de Gracias, y Cash ya le había pedido a Demi que lo acompañara. Demi estaba encantada de no tener que quedarse en casa aquella noche, mientras Niall presumía de supermodelo en el baile. Sabía que Niall no iba a invitarla. Apenas se dirigían la palabra, para desconsuelo de Maude.
Grier, con su pelo negro suelto y levemente ondulado, recién afeitado y trajeado, estaba imponente. Demi se sentía orgullosa de que la vieran con él. Al menos, pensó con el corazón encogido, ella llevaba su bonito vestido azul, que aún no había estrenado en Jacobsville. No se sentía tan desaliñada y anticuada como el año anterior.
Niall ni siquiera la miró. Llegó tarde, acompañado de la pelirroja, a tiempo de ver a Demi y a Grier en la pista de baile. Menos mal que casi nadie sabía que seguían casados, pensó Demi, porque habría causado extrañeza entre la gente que cada uno se presentara con una pareja distinta. Demi no apartaba los ojos de Grier y sonreía con total despreocupación.
Cash enarcó una ceja cuando la orquesta terminó de tocar la balada y vio que Matt Caldweil hablaba en susurros con el director. No tardaron en ponerse a tocar un popurrí latino.
—¿Te atreves? —le preguntó Grier. Ella abrió los ojos de par en par.
—¡Por supuesto! —rio, acordándose de lo bien que se lo habían pasado en Shea's.
Cash rio entre dientes mientras la sacaba a la pista de baile, de la que Matt y su esposa eran los únicos ocupantes hasta el momento.
—Está bien —murmuró Cash, marcando el ritmo—. ¡Vamos a enseñarles lo que es bueno!
La ayudó a seguir los pasos, y el resto fue magia. Hasta Matt Caldweil enarcó las cejas mientras la pareja atravesaba la pista de baile dando vueltas al ritmo palpitante de los tambores y de la rápida melodía.
Demi reía de puro gozo. Nunca había tenido una pareja que supiera bailar así. Siempre estaba deseando que Niall la llevara a un baile, a cualquiera, para poder presumir. Bueno, pues estaba presumiendo en aquellos momentos, y pasándoselo en grande. Su resquebrajado corazón sucumbió al delicioso ritmo del fuego musical latino.
Cuando terminaron, Demi apenas podía respirar. Se apoyó en Grier, que ni siquiera estaba jadeando, y rio con deleite al oír los aplausos de los demás invitados incluidos los Caldweil.
Niall Horan les estaba lanzando miradas asesinas. Tippy, de pie junto a él, también.
—A tu amiga le gusta presumir, ¿verdad? —dijo con malicia—. Supongo que a él también.
Por nada del mundo habría dicho Niall que era la primera vez que veía a Grier bailar. Tampoco lo había visto sonreír muy a menudo, y lo irritaba que estuviera haciendo ambas cosas con Demi.
— ¡Mira que hacer el ridiculo delante de todo el pueblo! —continuó Tippy. Niall la miró con expresión sombría.
—¿Sabes bailar ritmos latinos?
Tippy bajó la vista.
—¿Y eso qué tiene que ver?
Demi y Grier estaban junto a la ponchera, y Niall advirtió que Demi se arrimaba mucho a él. Vio el semblante de Grier al mirarla y algo estalló en su interior. Grier era un buen agente de la ley, fiable y sereno ante el peligro, pero también era un hombre, y Demi seguía siendo inocente. Niall se sentía protector con ella. Posesivo. No quería que Grier se aprovechara de ella.
—Disculpa un momento —le dijo a Tippy, y se acercó a ellos.
—¿No bailas? —le preguntó Grier con ironía y, de pronto, Niall lo vio sostener la mano de Demi con fuerza. Entornó sus ojos negros. No sonreía.
—Creía que tenías que estar en Dallas el lunes por la mañana a primera hora.
—Cierto. Iré en avión mañana por la tarde —Grier sonrió despacio—. ¿Te molesta? —añadió en un murmullo, y con visible amenaza en la mirada.
Era un desafío. Niall entornó los ojos.
—Puede que sí —dijo en ese tono callado y lento con que paralizaba a sus ayudantes del rancho.
Demi no entendía lo que estaba pasando, pero sabía que era explosivo. Soltó la mano de Grier y tiró de la manga de Niall.
—Quiero hablar contigo un minuto —dijo con firmeza, y echó a andar hacia la puerta lateral que daba al patio justo cuando las notas de un vals invadían la sala y Harley Fowler y Janie Brewster salían a la pista.
La insólita firmeza de Demi hizo que Niall la obedeciera. No reparó en la mirada borrascosa de Tippy cuando salían.
A la leve luz que derramaban las ventanas, Demi se volvió hacia Niall.
—¿Se puede saber qué te pasa? —preguntó con aspereza—. Vamos a pedir la anulación, Niall. Tengo todo el derecho del mundo a salir con Cash. Yo no te he recriminado lo tuyo con Tippy Moore, ¿no?
No, no lo había hecho. Y eso lo molestaba. Durante años, Demi había sido posesiva con él, lo había pinchado, engatusado, le había hecho insinuaciones sobre negligés rojos. De pronto, estaba a un mundo de distancia, y con Grier, nada menos.
—Grier desayuna niñas como tú todas las mañanas —dijo con brusquedad—. Ha vivido en las sombras gran parte de su vida, trabajando para agencias de gobierno secretas.
—¡Qué emocionante! —exclamó Demi.
—¡Escúchame! —masculló—. Ha matado a hombres...
Demi enarcó las cejas.
—¿Y?
Niall apretó los labios y exhaló un corto suspiro.
—No es una mascota entrañable a la que puedas guardar en casa y dar de comer —prosiguió con obstinación—. Es un renegado, una bala errante. No está amaestrado.
Demi enarcó las cejas.
—¿Y qué te hace pensar que quiero tener a un hombre de mascota? —preguntó con una grata sonrisa—. Ahora que tengo veintiún años, soy libre por primera vez en la vida... para salir y hacer lo que me apetezca — observó su semblante exasperado con curioso placer doloroso—. Nunca he podido experimentar. Hasta ahora —añadió con voz ronca, llevándose las manos deliberadamente a sus caderas de mujer, entreabriendo los labios con mirada seductora.
Aquellas dos suaves palabras lo provocaron de forma inesperada. La agarró de la cintura, la arrastró a las sombras y apretó su cuerpo suave contra el suyo, alto y poderoso.
—¡Endiablada coqueta!—masculló junto a sus labios.
El beso fue eléctrico. Niall la había tocado en muy pocas ocasiones y, cuando lo había hecho, había sido con ternura, con afecto distante. El único beso de verdad que le había dado a Demi había sido antes de su primera cita con Grier. Aquello era distinto. La trataba con brusquedad, como si hubiera perdido el control. Una mano grande y delgada le recorría la espalda mientras la devoraba con la boca. La apretaba contra su cuerpo sólido, y Demi volvió a sentir aquella presión dura e insistente en el vientre, una presión que solo había sentido en una ocasión, cuando Niall le enseñó lo fácil presa que podía ser para Cash.
Demi profirió una exclamación, procurándole el acceso que él quería. Niall hundió la lengua entre los labios de Demi. ¡Nunca había hecho eso! Demi le clavó las uñas en los brazos mientras unas extrañas palpitaciones recorrían su bajo vientre. Nunca había sentido nada igual. Se estremeció, impotente mientras una tensión ardiente le contraía los músculos de su sexo y la hacía sentirse henchida por todas partes. No había vacilación en los besos de Niall ni en su manera de abrazarla. Iba en serio, y ella estaba demasiado hambrienta de él para negarle nada. Se entregó por completo, temblando mientras aceptaba su pasión experta con fiero entusiasmo.
Cuando por fin retiró su boca de la de ella, la miró con ojos entrecerrados y un rostro duro como la piedra.
Demi apenas podía verlo. Tenía la mirada turbia. Se sentía aturdida, conmocionada, mareada. Le soltó los brazos y le puso las manos sobre el algodón blanco de la camisa, alisándola con impotencia, palpando su fuerza.
Niall también estaba turbado, y decidido a no reflejarlo. La apartó con un suave empujón y se la quedó mirando con arrogancia. Estaba vibrando de pasión, pero lo ocultaba con cuidado. Salvo por su pulso acelerado, nada lo delataba exteriormente.
—Diablos, no, no eres libre de experimentar —le dijo con rotundidad, en tono más grave de lo normal, pero igual de áspero—. Ni siquiera he puesto en marcha los trámites de la anulación. Recuérdalo. Si «experimentas» con Grier, ¡estarás cometiendo adulterio!
Demi se llevó los dedos a sus labios inflamados. La cabeza le daba vueltas.
—¡Dijiste que ibas a solicitar la anulación en cuanto cumpliera la mayoría de edad!
—Pues todavía no lo he hecho —repuso Niall con voz gélida—. No se me ocurrió pensar que estarías tan ansiosa por darte un revolcón con uno de mis amigos... y, menos aún, ¡con un hombre de la edad de Grier!
—¡Solo tiene cuatro años más que tú! —lo acusó con voz ahogada.
—Si yo soy demasiado viejo para ti, él también lo es —replicó enseguida— Ya te diré cuándo nos conceden la anulación. Hasta ese momento —añadió en un tono curiosamente posesivo, con ojos que devoraban su esbelta figura—, eres mía.
A Demi le flaquearon las rodillas al oír aquello. Detestaba su incapacidad de idear una réplica ingeniosa. Ni siquiera podía fingir que le hacía gracia. Tenía los labios henchidos y ardientes, como su joven cuerpo. Ansiaba algo. Estaba hambrienta, vacía. En los labios llevaba el sabor de Niall, masculino, almizcleño y mentado, con un regusto a whisky. Olía su aftershave en su propio rostro. Se estaba ahogando en anhelos desconocidos. Quería acercarse a él y sentir cómo el cuerpo de Niall reaccionaba al de ella como cuando se habían besado. Quería volver a sentir sus labios. Quería sentir su piel junto a la de ella...
—Legalmente —añadió cuando su silencio lo puso incómodo—. Cuando se apruebe la anulación, lo que hagas no será asunto mío. Nunca más.
Giró sobre sus talones y regresó al salón, dejando a Demi de pie sola en la oscuridad, con el alma por los suelos.
Estaba regresando al salón de baile cuando vio a Niall salir por la puerta principal con Cash. Al parecer, también había algún problema entre Leo Hart y Janie Brewster, porque salían por la misma puerta lateral por la que Demi y Niall acababan de regresar. Más tarde oyó que Janie y Harley Fowler habían hechizado a los presentes con un vals improvisado.
Grier y Niall regresaron al salón de baile y, poco después, Niall llevó a Tippy a su hotel. Ella pareció protestar, pero él estaba decidido. Grier no quiso contarle a Demi lo que había hablado con Niall, pero sonreía cuando, a medianoche, dejaron la fiesta.

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