sábado, 13 de abril de 2013

♡Tierra De Pasiones-Adaptacion Diall-Capitulo 21♡


Capitulo 21

Como Demi sospechaba, la cerca estaba cortada en el mismo lugar que la primera, muy cerca de los soportes verticales del alambre de pinchos. Desmontó y examinó los cortes con atención. Los alicates que habían usado en las dos ocasiones no estaban afilados y los cortes no eran limpios ni precisos.
Se dio la vuelta y, conduciendo al caballo por las riendas, suspiró con enojo, con la mirada puesta en el horizonte. Jack Clark los había robado, y lo habían despedido con razón. Pero era un hombre muy vengativo. Demi temía que no se conformara con envenenar toros y cortar alambradas. Confiaba en que Duke Wright tuviera noticias sobre los hermanos Clark cuando Nick lo llamara.
Divisó a Hob Downey en su porche y se acercó a saludar al anciano.            
Hob tenía más de setenta años. Había sido vaquero toda su vida, hasta que su jefe lo obligó a jubilarse. Sabía más de caballos que la mayoría de los rancheros, y era un hombre solitario. Se pasaba casi todo el día sentado en su porche, confiando en que alguien se pasara a charlar con él. Era una mina de oro de información sobre cualquier aspecto de la cría de ganado desde la Segunda Guerra Mundial hasta la actualidad. Demi iba a verlo cuando podía pero, como la mayoría de los jóvenes, el tiempo era lo que menos le sobraba.
—Hola, Hob —lo saludó.
—Venga a sentarse un poco, señorita Demi —la invitó con una sonrisa.
—Ojalá tuviera tiempo, Hob. Nick dice que esta mañana ha visto a unos tipos bajarse de una camioneta junto a nuestra cerca.
El anciano asintió.
—Ya lo creo. Andaban con mucho sigilo. No tengo teléfono, si no, la habría llamado.
—¿Se fijó si uno de ellos era alto y calvo? —preguntó Demi con cautela. El anciano hizo una mueca.
—Uno llevaba un sombrero bien calado, así que no sé si estaba calvo. Tampoco sabría decirle lo alto que era. El otro llevaba una camisa que podría haber cegado a un hombre, de lo chillona que era. Se mantuvo al otro lado de la camioneta, así que no pude verlo muy bien.
Demi suspiró.
—¿Qué me dice de la camioneta?
—Tenía una buena mancha de óxido en el parachoques delantero —contestó—. Por lo demás, era negra, con una delgada franja roja. Tenía una valla hecha a mano, sin pintar. Yo creo que iban a llevarse una vaca o dos, señorita Demi.
Tendría que averiguar si los hermanos Clark tenían una camioneta o conducían una de Wright que encajaba con esa descripción.
—Cortaron la alambrada, ¿verdad? —dijo el anciano. Demi asintió.
—Pero no deje que se corra la voz, ¿de acuerdo? — preguntó—. Podrían ser peligrosos, y usted está aquí solo.
El anciano rio entre dientes.
—Tengo una escopeta.
—No puede permanecer despierto las veinticuatro horas del día—señaló Demi.
—Alguien está furioso con usted, ¿es eso? —quiso saber Hob.
—Algo así. Gracias, Hob. Cuídese, y eche la llave por la noche.
—Usted también, señorita Demi. ¿Seguro que no quiere sentarse un rato?
Demi sonrió.
—Volveré en cuanto pueda. Ahora mismo estoy hasta arriba de trabajo con el personal de cine en el rancho. Tengo que irme.
—Había oído que iban a rodar esa película en su rancho. ¿Va a actuar?
— ¡ Yo no! — rio Demi —. Hasta pronto, Hob.
—Adiós.
Montó sobre el caballo y lo guió hacia la carretera de tierra que conducía al rancho. Era desconcertante pensar que Jack Clark y su hermano John podían ser responsables de dos intentos de mermar su ganado. No podían permitirse muchas pérdidas, a pesar de los ingresos extras que aportaría el rodaje de la película. Necesitaban cambiar de táctica o se hundirían.
La especialización, pensó, era la única respuesta al problema. Podían hacer lo mismo que Cy Parks y criar ganado purasangre... o, mejor aún, imitar a otros productores e intentar comercializar la carne de su ganado criado ecológicamente. Claro que eso supondría mejorar la calidad de sus métodos de producción y buscar a un comprador que quisiera carne ecológica... quizá un empresario extranjero, porque los beneficios eran muy altos, según aseguraba Leo Hart, que vendía carne ecológica a Japón. Por eso Demi había estado sacando el ganado a los pastos, para alimentarlos con forraje en lugar de pienso... y había perdido a su toro premiado Salers en el intento.
Pero no era la hierba, o mejor dicho, los tréboles, lo que había matado al toro. Y la cerca cortada no había sido una coincidencia. Los hermanos Clark habían envenenado al animal. Demi lo sabía, aunque Niall no quisiera escucharla. Cash lo haría. ¡Y lograría demostrárselo!

Llevó al caballo al granero, y advirtió que el enorme Ford había desaparecido, lo mismo que el todoterreno de Niall. Qué alivio. Al menos, aquel día no tendría que preocuparse por la compañía.
Pero el alivio duró poco. Después de ensillar y cepillar a su montura, y de devolverle el rifle a Nick, recibió una mala noticia.
—Duke Wright no tiene ninguna camioneta negra con una franja roja —le dijo el capataz con un suspiro, retirándose el sombrero de su sudado pelo rubio. Demi hizo una mueca.
—¡Estaba tan segura...!
—Puede que la pidieran prestado —dijo. Ella enarcó las cejas.
—¿Tú crees?
—Todo es posible —la miró largamente—. Niall quería saber dónde estabas. Le he dicho que habías ido a echar un vistazo a las vacas que se habían escapado del pasto —levantó una mano—. No le he dicho que habían cortado la cerca. Ya se lo contarás tú cuando creas conveniente.
—Gracias, Nick —le sonrió—. Te debo una.
El capataz se encogió de hombros.
—No es nada. Ya les he dicho a los chicos que estén alerta por si ven algún vehículo sospechoso.
—Buena idea. Y manten el pasto al que has trasladado el ganado con vigilancia las veinticuatro horas, aunque haya que pagar horas extras —añadió con firmeza, gimiendo para sus adentros al pensar en otro gasto que no podían permitirse—. Asegúrate de que lleven rifle.
Nick asintió con gravedad.
—Lo haré.
—Y saca fotografías de cómo está la cerca ahora mismo, y guarda el alambre cortado —añadió—. Si sacamos algo en claro, necesitaremos pruebas.
—Lo guardaré en el cobertizo de herramientas.
—Gracias, Nick.
Demi regresó a paso lento a la casa. Maude estaba envolviendo rodajas intactas de bizcocho, gruñendo.
—La modelo no puede comer bizcocho —dijo—. Tiene calorías —miró a Demi con enojo, que estaba reprimiendo una sonrisa—. Y no toma café, porque la cafeína es mala para la salud. De todas formas, tenían prisa y no podían entretenerse a tomar nada.
—No estarán aquí mucho tiempo —la consoló.
—¡Eso es lo que tu crees! Oí al director decirle a Niall que tardarán un par de meses en rodar la película y que, después, quizá tengan que volver para repetir alguna toma.
Aquello significaba que se quedarían hasta Navidad. La perspectiva de que Niall estuviera tratando a la modelo todo ese tiempo la abatía. Era peor de lo que había imaginado.
—Esa actriz no hacía más que tontear con él —mascullaba Maude—. Se le pegaba como una lapa, le sonreía, bromeaba... No lo dejaba ni a sol ni a sombra.
—Y él tampoco se despegaba de ella, ¿verdad, Maude? —preguntó Demi en voz baja. Maude enrojeció.
—Está casado, cariño.
—Él no lo ve así —se dejó caer en la silla más cercana—.Sé un cielo y pásame esa taza de café. Estoy molida.
Demi le contó a Maude sus sospechas sobre la cerca cortada.
—¿Se lo has dicho a Niall?
Demi vaciló.
—No.
—Eso es una temeridad —Maude la miraba con reprobación—. Los fines de semana, cuando voy a casa de mi hermana, tú te quedas aquí sola. El barracón no está lo bastante cerca para que los hombres te oigan chillar. Deberías decírselo a Niall.
—No me creyó cuando le dije que el toro había sido envenenado, Maude —replicó, aceptando la taza de café solo—. Y tampoco creerá que la cerca la han cortado a propósito.
—Enséñasela.
—Aunque le enseñe las pruebas, seguirá sin creerme. Está convencido de que solo intento llamar su atención.
Maude sonrió.
—Y es cierto.
—No es ningún secreto —Demi se encogió de hombros—. Pero no miento —tomó un sorbo de café—. ¿Cuándo empezarán a rodar?
—Mañana a primera hora.
Se atragantó con el café.
—¿Tan pronto? —gimió.
—Quieren aprovechar que hace buen tiempo. Ya se han instalado en el Hotel Comercial, en Jacobsville. Han contratado a una empresa de catering para que les traiga el desayuno y el almuerzo, y los electricistas han estado hablando en marciano a Niall sobre lo que quieren hacer con sus generadores portátiles —añadió en tono jocoso. Movió la cabeza—. Ese director dice que van a traer enormes camiones con todo el equipo, y caravanas para que las estrellas las usen como vestuarios y salas áe maquillaje. Han contratado a Autobuses Bailey's para que lleven y traigan a los actores y al resto del personal todos los días.
—¿Van a traer servicios portátiles? —preguntó Demi en tono esperanzado.
—Niall les dijo que podían usar los del barracón. No habrá vaqueros ahí en horas de trabajo, salvo los vigilantes nocturnos, y ni un tornado despertaría a Billy y a Ted cuando duermen.
—Tiene razón —dijo Demi, y tomó un sorbo de café.
—El alcalde saldrá en la película, junto con el jefe de policía. Van a rodar algunas escenas en la ciudad — Maude movió la cabeza—. Será una pesadilla, cariño —dijo con pesar—. ¡Y esa modelo...! —arrugó la nariz—. Mataría a un asmático con todo el perfume que se echa.
Demi bajó la mirada.
—Pero es hermosa.
—Cierto.
—Jamás podré competir con una mujer así —dijo Demi con melancolía. Maude se dio la vuelta.
—Niall te conoce desde que eras pequeña. Eres buena, y amable, y sabes hacer que un hombre se sienta especial y tierno. Además, pocas cosas hay en el rancho de las que no puedas hacerte cargo. Eres inteligente. A la mayoría de los hombres los atrae la belleza, pero solo si hay algo detrás que los mantenga interesados. Esa mujer es una cara y una figura bonitas con malos modales. Niall se dará cuenta.
—¿Tú crees? —apuró el café—. Me alegro de tener clase —dijo cuando dejó la taza en la pila—. Así no tendré que verlos mucho.
—También rodarán los fines de semana —dijo Maude con vacilación. Demi se dio la vuelta en el umbral, con el ceño fruncido.
—¿Has dicho algo de unos generadores?
Maude asintió.
—Para encender todos los focos que usarán dentro de la casa y en el granero...
Se quedó helada; su rostro parecía una caricatura de su semblante habitual.
—¿Dentro de la casa? ¡De mi casa!
Maude hizo una mueca.
—¿No te lo mencionó Niall?
—¡No!
—Solo en el salón y en la cocina —dijo con suavidad—. Van a cambiar unas cuantas cosas aquí y allá... ¡pagarán de más por el trastorno! —exclamó al ver que Demi empezaba a enrojecer.
—¿Y Niall les dio permiso?
—Me dijo que necesitábamos el dinero —dijo la mujer con suavidad—. Solo serán unas semanas, Demi. Solo unas semanas.
—Y nos estamos arruinando, lo sé —fue la respuesta afligida de Demi—. Es que no esperaba nada de esto. Es... ¡Es como una invasión! ¡No tendremos intimidad!
Maude asintió.
—Lo sé, pero lo superaremos. Tú mantente al margen y deja que el barullo se pase solo —le aconsejó—. En otras palabras, cariño, toma el dinero y sal corriendo. ¡Los días pasarán volando! ¡En serio!

No fue así. Al día siguiente, cuando Demi regresó al rancho después de sus clases, encontró la carretera de acceso cortada. Había cinco o seis coches aparcados a un lado del camino de tierra que conducía al rancho, y algunos curiosos habían extendido mantas en la hierba y observaban con prismáticos a los empleados de rodaje, mientras tomaban tentempiés. Demi divisó media docena de caravanas, dos camiones de caja abierta, doscamiones remolque y lo que parecía un pequeño ejército de personal trasladando equipo.
Demi no podía rodear el camión remolque que había interceptado el camino, así que tuvo que dejar su vieja camioneta donde estaba y recorrer a pie los ochocientos metros que la separaban de la casa. Al llegar a los peldaños, sudorosa, cansada y manchada de polvo, la detuvo uno de los hombres de Cash Grier, encargado de la seguridad.
—Lo siento, señorita Lovato —dijo el agente en tono de disculpa—, pero están rodando una escena en el salón. No puede entrar por aquí.
Se dio la vuelta sin decir palabra y entró por la parte de atrás. En el interior, un técnico de sonido trabajaba con un magnetófono; dos perfectos extraños, un hombre y una mujer, estaban sentados ante la mesa de la cocina, con sendas tazas vacías de café, y técnicos de fotografía vagaban con cintas métricas y equipo de luz portátil.
Maude le hizo una seña desde el pasillo y la condujo a su dormitorio.
—No podemos hacer ruido —susurró—. Están rodando una escena en el salón.
—¿Cuándo terminarán? —preguntó Demi.
—Bueno, empezaron esta mañana, al poco de irte. Ya han rodado la misma toma diez veces.
Demi gimió.
—La jirafa se vio en una escena. En la siguiente, tosió alguien. La modelo se equivocó con su guión tres veces porque anoche no ha dormido bien por culpa del tren que pasa cerca del hotel. Después, el protagonista tropezó con esa vieja alfombra persa que no quieres tirar porque a tu madre le encantaba y, en la toma siguiente, se fue una luz...
—Quiero mudarme a Alaska —dijo Demi en tono lastimero. Soltó los libros y se dejó caer sobre la cama.
—Pero el director cree que terminarán antes de la cena —concluyó Maude.
—Y esto es solo una escena —pensó Demi en voz alta—. ¡Dios mío!
—Se les dará mejor a medida que avance el rodaje —le aseguró Maude—. Las cosas siempre son difíciles al principio —frunció el ceño—. Aunque no sé si dejarán de pelearse.
—¿De pelearse?
—Según parece, al protagonista no le cae bien el ayudante de dirección. Han trabajado juntos antes y se pelearon por una mujer. El actor salió perdiendo. Así que ahora se niega a hacer la escena como él quiere. A la señorita Moore tampoco le cae bien el ayudante de dirección, y este la acosa menos cuando ella está con Niall. El guionista tendrá que venir también, porque el actor dice que no piensa hacer la escena del granero como está escrita. Dice que su parte es ridicula y que Tippy Moore actúa más. Dice que su contrato le garantiza tanto diálogo como a ella.
Demi movió la cabeza.            
—¿Qué cambios quieren hacer en mi casa?
—Unos cuantos muebles nuevos, alfombras, cortinas y cosas así, porque en la película la heroína redecora la casa del héroe.
—¿Y si no nos gusta? —quiso saber Demi.
—Nos gustará —le aseguró a Maude—. El director le dijo a Niall que comprarían electrodomésticos nuevos para la cocina, y que podríamos quedárnoslos. Tippy Moore va a ir con él y con un cámara para escogerlos. Dice que la cocina necesita un toque femenino.
Aquello resultaba desalentador. Era la casa de Demi, no de Tippy Moore. Su opinión debería haber contado, pero a nadie le importaba lo que ella pensara. Tenía la sensación de haber aterrizado en el infierno. La situación no podía ser peor, no podía. Debía procurar pensar en el dinero. Lo necesitaban.
Maude le dio una palmadita en la espalda.
—Anímate. Solo serán unos días. Ella se irá y él volverá a poner los pies en la tierra.

Al término de aquella primera semana, Demi ya había ideado la manera de desayunar antes de que el autobús llegara cargado con el personal de rodaje... levantándose antes del alba. Gimió al ver el número y tamaño de los camiones y caravanas desperdigados por el rancho, y el número de trabajadores que eran necesarios para hacer una película. Parecía una invasión de técnicos, y Demi estaba impaciente por irse.
Recogió sus libros y salió corriendo por la puerta lateral hacia la vieja camioneta con la que iba a la escuela. Había pertenecido a su padre, y era una de sus contadas posesiones. Estaba vieja, y necesitaba una mano de pintura, pero funcionaba muy bien, gracias a Nick.
Justo cuando abría la puerta de la camioneta, vio a Niall deteniendo su vehículo delante del porche. A Demi se le aceleró el pulso, y vaciló. Niall se apeó del todoterreno y lo rodeó para abrir la puerta del pasajero. La modelo pelirroja se bajó del vehículo, mirándolo con aquella sonrisa que había adornado media docena de portadas de revista. Demi sonrió con melancolía y subió a su camioneta.
Mientras se alejaba, vio que Niall deslizaba el brazo por los delicados hombros de Tippy Moore mientras avanzaban juntos hacia el granero, donde la esperaba el personal de rodaje. Adiós a sus patéticos sueños, pensó Demi.

Los días del rodaje transcurrían muy despacio. Por fortuna, la escuela ocupaba casi todo el tiempo de Demi. Cuando estaba en el rancho, trabajaba con los vaqueros, supervisando los distintos proyectos que debían completar antes del invierno. No se molestaba en vestirse mejor ni en maquillarse más, ni se soltaba el pelo. Era imposible competir con la belleza de Tippy Moore, y no quería que Niall la sorprendiera intentándolo.
Claro que Niall no se fijaba mucho en ella. En el trabajo, lo ocupaba la investigación del asesinato ocurrido en Victoria. Cash la había mantenido informada. Creía que la mutilación del cuerpo y la postura en que había sido dejado formaban parte del ritual de una venganza personal.
—No están sacando mucho en claro sobre el caso — le dijo a Demi un sábado por la tarde, mientras charlaban junto al coche patrulla, cerca de la entrada principal de la casa—. Ni siquiera tienen un sospechoso.
Dentro de la casa, la cocina estaba invadida por focos, cámaras y cientos de gruesos cables eléctricos que se unían a un generador portátil capaz de iluminar todo Jacobsville.
—Puede que el asesino sea uno de los hermanos Clark —dijo Demi, medio de guasa. Cash no sonrió, como ella había esperado—. ¡Era broma!
Cash seguía sin sonreír, pero no era por el tema de la conversación. Observaba algo situado a la espalda de Demi con tal semblante de odio y desprecio que parecía que hubieran soltado a todos los sabuesos del infierno por el rancho.
—¿Has venido a detener a Demi? —dijo una voz dulce por detrás de Demi—. No será por exceso de velocidad, con esa camioneta vieja que lleva.
Demi se dio la vuelta y vio a la modelo. Tippy Moore estaba impecable con una falda blanca, un exiguo corpino azul y un cinturón ancho a juego. Llevaba tacones de aguja, y su melena larga y ondulada, de tono rubio rojizo, caía en precioso alboroto en tomo a su hermoso rostro. Sonrió a Cash con ese resplandor cegador que hacía que su rostro llamara la atención por su vitalidad. Se puso en jarras y se echó la melena hacia atrás, cómoda en presencia de cualquier hombre que se le acercara.
Pero Cash no parecía estar impresionado. De hecho, se puso hostil al instante. Miró a la mujer con pura malicia.
Sorprendida por aquella reacción, Tippy rio con su alegre tintineo y volvió a retirarse la melena.
—¿Te ha comido la lengua el gato, señor policía? — bromeó.
Cash entornó sus ojos oscuros. La miró como miraría a una res en una subasta, y volvió a centrar su atención en Demi.
—¿Te apetece una hamburguesa con patatas fritas? —le preguntó con sonrisa tierna—. Puedes venir en mi coche, así te dejaré jugar con la sirena.
Demi rio, indeciblemente complacida porque la prefiriera a ella antes que a una modelo internacional.
—Me encantaría. ¿Puedo ir así? —añadió, señalando sus vaqueros gastados y manchados, la vieja camiseta y las botas sucias. Había estado ayudando a los hombres a trasladar el ganado a un pasto nuevo. Cash se encogió de hombros.
—Yo te veo bien —lanzó a Tippy una mirada elocuente—. Me gustan las mujeres de verdad, no las que parecen muñecas pintadas y disfrazadas.
Tippy se puso colorada, giró sobre sus talones, y a punto estuvo de perder el equilibrio antes de echar a andar hacia la casa.
—¿Por qué diablos se pone una mujer unos tacones tan altos cuando ni siquiera puede caminar con ellos —preguntó en voz alta. Tippy apretó el paso.
Demi agarró a Cash del brazo y tiró de él hacia el coche patrulla.
—Vamonos antes de que encuentre el armero —dijo en un susurro dramático. Grier sonrió.
—Aguafiestas.

Se sentaron en un reservado del Café de Jacobsville y Cash le habló un poco más de la investigación.
—No tienen ni idea de quién ha podido cometer el asesinato —dijo—, ni por qué. Fue violada y asesinada brutalmente con un cuchillo, de una forma que ni siquiera voy a describirte. Pero ella no tenía enemigos ni se trataba con ningún delincuente.
—¿Están seguros de que no fue su marido?
—Segurísimos —respondió—. Estaba tan conmocionado cuando encontraron el cuerpo que tuvo que ser hospitalizado —añadió en voz baja—. Nunca había visto a un hombre así en toda mi vida. Y eso no es todo —añadió entre dientes—. Estaba embarazada de tres meses. Era su primer hijo.
—¡Dios mío! —susurró Demi—. Es horrible.
—Su marido ni siquiera sabe si quiere conservar el rancho —añadió—. Un ranchero llamado Handiey le estaba alquilando las tierras para criar toros, pero todos los animales murieron envenenados.
Demi enarcó las cejas.
—Allí es donde se criaba el semental del que provenía nuestro toro y el de Fred Brewster —murmuró en tono pensativo—. ¿Sabes? Cortaron nuestra cerca en el pasto en el que apacentaba nuestro toro joven, y luego en otro pasto del que escaparon algunas vacas. Examiné los cortes de los dos alambres y encargué al capataz que sacara fotografías —le dijo a Cash—. Eran iguales. Estoy convencida de que fue Jack Clark quien cortó las alambradas, pero Nick llamó a Duke Wright y este le dijo que no tiene ninguna camioneta negra con una delgada franja roja...
—¿Cómo has dicho? —preguntó Cash con cautela. Demi vaciló.     
—Hob Downey vive en el límite norte de nuestros pastos. Vio una camioneta negra con una delgada franja roja en el costado y una mancha de óxido en el paragolpes delantero cerca de mi cerca. De la camioneta se bajaron dos hombres que se pusieron a examinar la cerca. Hob no llegó a ver si la cortaron.
Cash había sacado un bloc y un bolígrafo.
—Hob Downey —dijo, y comprobó con Demi que había escrito bien el nombre—. ¿Tiene teléfono?
—No. El pobre ni siquiera puede permitirse calefacción. Tiene una cocina de leña. Vive de su pensión, y no es gran cosa —le dio indicaciones para llegar a la casa de Hob—. ¿Por qué te interesa tanto?
Cash la miró e hizo una mueca.
—No puedo decírtelo —dijo por fin—. Lo siento. No estoy autorizado para hablar de esto.
Demi sonrió.
—¿Te he ayudado a resolver un caso sin saberlo?
Cash se guardó el bloc.
—Si es así, te lo diré en cuanto pueda —le prometió.
Demi tomó un sorbo de café.
—Has sido muy grosero con la señorita Moore — comentó—. No te cae nada bien, ¿verdad?
—Me recuerda a mi madrastra.
—A mí me recuerda a una serpiente pelirroja — murmuró sin mirar a Cash—. Tengo la sensación de que ya no vivo en mi casa. No puedo entrar sin tropezar con un actor o con un cable.
—¿Has visto a Niall últimamente?
Demi se puso tensa.
—Viene desde Victoria todas las tardes, después del trabajo, para recoger a la señorita Moore y llevarla a su hotel. A ella no le gusta ir en el autobús, con los simples mortales —añadió con una sonrisa traviesa.
Cash la observó con curiosidad por encima de su taza de café, viendo el dolor que escondía la broma.
—Niall no es ingenuo. Tippy Moore es una novedad. Acabará cansándose de ella.
—¿Tú crees? —Demi rio sin humor—.Nunca lo había visto tan animado.
—Todos los hombres aprecian a las mujeres bonitas.
—Tú no —barbotó, y lo miró a los ojos con intensidad—. La señorita Moore no podía creer que no hubieras caído de rodillas ante ella a primera vista.
—He conocido a cientos de mujeres como ella a lo largo de los años —dijo con frialdad—. Son egoístas, vanidosas, egocéntricas. Debe de tener veintiséis o veintisiete años, y sus días de modelo están contados. Si no triunfa en el celuloide, dentro de pocos años estará sin empleo.
—No te alegres tanto —lo regañó.
—La inteligencia dura. La belleza, no.
—Tiene gracia, eso es lo que me dijo Maude el otro día —recordó mientras apuraba su café—. Pero no pongas esa cara tan lúgubre —murmuró, y le puso la mano en el antebrazo—. Asustarás a la gente.
Cash le cubrió la mano con la suya y le sonrió.
—Eres una novedad en mi vida, ¿sabes? No recuerdo haber tenido a una mujer por amiga.
A Demi le brillaron los ojos.
—Todos necesitamos a alguien con quien hablar — le dijo a Cash—. Considérame un hombre con pendientes y gusto por la moda.
Cash enarcó una ceja.
—Conozco a hombres que llevan pendientes. A decir verdad —añadió—, yo solía llevar uno.
—¡Qué emocionante! ¿Por qué te lo quitaste?
—Mi primo Chet no lo consideraba apropiado para mi cargo de subjefe, y temía que alentara a los agentes jóvenes a saltarse las normas de uniformidad —le explicó con contrariedad.
Demi le dio una palmadita en la mano.
—Así estás bien. Gracias por rescatarme de los maníacos del rodaje, por cierto. A veces, tengo ganas de mudarme a una casa más tranquila.
—Se marcharán antes de Navidad.
—¿Tú crees? —suspiró—. Espero que no te equivoques. Si tengo que hacer de Papá Noel, conozco a una modelo pelirroja que encontrará a una serpiente de cascabel debajo del árbol.
Cash rio, y ella también. Desde lejos, parecían hablar con más intimidad que dos simples amigos. Niall Horan lo vio desde el umbral, donde vaciló. Lo dominaban emociones contradictorias, entre ellas, una inexplicable urgencia de estrellar a Cash Grier contra el escaparate del café.

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