—Así que lo mejor
será que pidamos la anulación muy pronto —añadió Demi, tratando de abordar
aquel tema doloroso con actitud práctica.
—Pediremos la
anulación cuando yo lo diga —le espetó Niall, furioso—. Además, ahora mismo, no
podemos permitírnoslo.
—Vamos a recibir
bastante dinero por la grabación de la película. Habrá de sobra para pagar a un
abogado —replicó, perpleja.
—Entonces, digamos
que es conveniente seguir casados un tiempo —replicó, con mirada taciturna
mientras la observaba.
—Puede que Tippy Moore
no lo crea así —repuso Demi con más amargura de la que creía—. No es ningún
secreto que está loca por ti. No intenta ocultarlo.
Niall no le contó
lo que sabía de Tippy. Le gustaban los celos que detectaba en la voz suave de Demi.
Le gustaba saber que lo deseaba.
Era bonita y sexy, y Niall empezó a ceder al deseo al contemplar aquellos senos
pequeños y perfectos ocultos tras el jersey.
—Tippy no sabe que
estamos casados —le dijo—. Cree que solo somos socios.
—Y tiene razón
—replicó Demi.
La mirada de Niall
era sombría y serena.
—No. Tú y yo somos
más que eso. Siempre lo hemos sido —bajó los ojos al cuerpo de Demi y los
entornó—. Tienes los pezones duros como guijarros. Me deseas. ¿Creías que no se
notaba? —la atormentó con suavidad cuando ella profirió una exclamación al oír
aquel comentario franco. Demi se levantó del sillón.
—No deberías
haberte tomado tantas cervezas — dijo, insegura de él en aquel estado de ánimo.
No quería que Niall hiciera nada que pudiera lamentar más tarde, aunque ardiera
en deseos de estar con él.
—No estoy borracho.
Puedes acostarte conmigo, si quieres —le sugirió sin rodeos. Demi enarcó las
cejas con elocuencia y rio con nerviosismo.
—¡Imagínate! ¡Y ni
siquiera llevo un negligé rojo!
—Cuidado. No estoy
bromeando —entrelazó las manos detrás de la nuca y la sometió a un escrutinio
abrasador—. Crees que soy un granuja —dijo—. Que he roto mis votos
matrimoniales, aunque solo haya sido un acuerdo legal, y que he tenido
aventuras con otras mujeres. Dios, no me conoces, Demi.
Demi temblaba con
nerviosismo mientras lo miraba desde unos cuantos pasos de distancia.
—No soy virgen
—confesó en tono sombrío—, pero me tomo mis promesas tan en serio como tú las
tuyas. No he estado con una mujer desde que me casé contigo.
Demi no lograba
articular palabra. ¿Por qué no se le había ocurrido pensar que Niall era tan
rígido y convencional como ella, y profundamente religioso?
—¿No has tenido una
aventura? ¡Han pasado cinco años! —dijo por fin con voz ahogada.
-Lo sé —contestó,
en un tono que casi la hizo sonreír.
—Pero... ¿cómo?
—Emiten películas
poco decorosas en la televisión por cable —empezó a decir con una sonrisa
picara—. Y hay otras maneras de hallar satisfacción.
Se puso encarnada.
Era un descubrimiento demasiado íntimo. Pero claro, él conocía todos sus
secretos... al menos, los que importaban. Niall no se estaba acostando con
Tippy Moore. Era la idea que prevalecía en su cabeza, y se sentía exultante.
—¿Te has quedado
muda? —preguntó, mirándola con atención—. ¿Atónita?
Demi asintió. Niall
inspiró hondo.
—He tenido un día
muy duro. No tengo sueño, a pesar de las tres cervezas, y quiero una mujer esta
noche. Teniendo en cuenta la situación, la única mujer disponible eres tú.
Seguía allí de pie,
rígida, inmóvil, con el corazón desbocado. Niall bajó la mirada a sus senos,
donde dos pequeñas puntas duras sobresalían por debajo del jersey blanco.
—Estás madura para
un hombre y te morirías por tenerme —captó el destello de la mirada de Demi y
su sonrisa creció. La acarició con los ojos—. Te deseo, Demi. Ahora mismo.
Ella vaciló, no
porque no quisiera, sino porque seguía temiendo que Niall estuviera bromeando,
poniéndola a prueba. Dudaba que hablara en serio.
Niall se dio
cuenta. Sus ojos negros candentes empezaron a derretirla.
—Sabes que me
deseas. El corazón va a salírsete del pecho. Lo veo desde aquí. Apaga la
televisión y ven conmigo, cielo —dijo con una voz grave y sensual—. Haré
realidad todas tus pequeñas fantasías inconfesables.
Como un autómata,
controlada por una parte de su ser que no reconocía, Demi se acercó a la
televisión y la apagó. Después, se colocó frente a él, excitada, hambrienta,
curiosa, contemplando todos aquellos músculos firmes.
—No te atrevas a
burlarte de mí —dijo con voz
ronca—. No quiero juegos.
—No estoy jugando —Niall
alargó el brazo, le dio la mano y tiró de Demi hasta hacerla caer pesadamente
sobre su cuerpo largo y poderoso. Era una sensación nueva y embriagadora,
sentirse tan íntimamente cerca de él después de tantos años de anhelo
reprimido. Durante los primeros segundos, tuvo la sensación de estar con un
desconocido. Niall tenía las piernas largas y fuertes, y notó el movimiento de
sus músculos cuando las entrelazó con las de ella. Notó algo más, algo que Niall
raras veces la había dejado percibir. La deseaba. Resultaba excitante saberlo,
aunque la intimidaba un poco, porque no tenía ni idea de lo que iba a sentir.
Había oído historias...
Niall la notaba
tensa. La colocó a medias bajo su cuerpo y la miró a los ojos a corta
distancia.
—Sé que eres virgen
—dijo con voz ronca—. Eso me excita, y lo notas, ¿verdad? Pero tendré cuidado.
Mucho, mucho cuidado. Lo último que desearía es asustarte o hacerte daño.
Demi se relajó y lo
rodeó con los brazos, consciente de la leve inflamación de su cuerpo, una nueva
y excitante sensación, de placer que se apoderaba de sus lugares más secretos.
Ansiaba que Niall la tocara, la besara. La sorprendía que hubiera ocurrido de
forma tan inesperada.
—Puede que,
después, lo lamentes —susurró.
—No lo lamentaré. Y
tú tampoco, te lo garantizo — añadió Niall con seguridad.
Demi se quedó
mirando sus labios firmes con verdadera ansia. Casi no podía respirar. Niall
olía a colonia, aftershave y jabón. Parecía un paraíso dulce a aquella
distancia. Tenía el cuerpo cálido y firme y se sentía envuelta por él.
—Puede que esté
soñando —susurró, y deslizó las manos por su cuerpo masculino—. Tantos años
reprimida, sin poder experimentar, me han hecho perder la razón.
Niall rio con
suavidad.
—¿Eso crees? Si
quieres experimentar —murmuró, y hundió la mano en su pelo para sujetar su
rostro con suavidad bajo el suyo—, puedes hacerlo con tu marido. Abre la boca,
pequeña...
Abrió la boca para
proferir una exclamación, y Niall la atrapó con la suya. Fue como en el baile
salvo que, en aquella ocasión, era lento y tierno con ella. Sus labios jugaron
con los de Demi con suavidad, en un silencio jadeante que la hacía ser
consciente del cuerpo firme que se apretaba contra el de ella, del calor de las
manos de Niall en la espalda, de la pericia sensual de sus labios firmes. Los
besos que habían compartido antes parecían inocentes en comparación. En aquella
ocasión, Niall iba en serio, y se notaba.
Demi deslizó los
brazos en tomo al cuello de Niall y se entregó a sus besos con ávido abandono.
Notaba que le estaba sacando el jersey de la cintura de los vaqueros. Segundos
más tarde, notó sus manos cálidas sobre su piel desnuda, sobre las odiosas
cicatrices que su padre le había hecho años atrás.
Se echó hacia atrás.
Niall frenó la
retirada instintiva de Demi colocándola por completo debajo de él, y la miró a
los ojos.
—Yo también tengo
cicatrices, ¿recuerdas? —dijo en voz
baja—. Aquí.
Se levantó la
camiseta negra y acercó la mano de Demi a su caja torácica.
—¿La notas? —le
preguntó—. Me hirieron con una escopeta cuando era un poli novato. Por suerte
para mí, la carga era pequeña y no penetró mucho. Pero dejó una cresta, como la
del hombro dejó una cavidad.
Demi la acarició
despacio.
—Lo había olvidado.
Él sonrió despacio.
—Yo no —le acarició
la melena, suave y fina—. Tu pelo es uno de tus mejores atributos —murmuró,
mientras sus dedos empezaban a desabrochar los botones del jersey—. Junto a
estos...
—Eh... Niall,
espera. ¡No puedes quitarme el jersey! —protestó al recordar que llevaba un
sujetador con relleno.
—Claro que puedo
—siguió desabrochándoselo, hasta que se lo abrió y su sujetador quedó al
descubierto. Entonces, comprendió por qué había querido ocultárselo. Frunció el
ceño—. ¿Por qué diablos usas un sujetador con relleno?
Demi suspiró.
—No quería que lo
vieras. Pensé que, si parecía más grande, te interesaría más mirarme —confesó—.
¿Es que a los hombres no os gustan las mujeres grandes?
—Los gustos son
algo individual, cariño —murmuró, mientras buscaba el broche. La levantó con un
brazo mientras soltaba el cierre con dedos expertos— A mí no me atraen las
mujeres grandes. Nunca me han atraído.
Mientras Demi se
acostumbraba a la idea, Niall la movió para poder quitarle toda la prenda y
desnudarla de cintura para arriba. A Demi le produjo el mismo impacto que un
rayo. Sus sueños sobre él no habían sido tan explícitos. Estaba volando de puro
gozo.
Niall sonrió
despacio al mirarla. Era embriagador pensar que no había hecho el amor con
nadie. Quería que su primera vez fuera con él. Nunca había deseado nada tanto
como aquello.
Demi intentó
hablar, pero Niall ya estaba bajando la cabeza, y abrió la boca sobre un pezón
para tomar gran parte de su suave y pequeño seno dentro de ella. Acarició con
la lengua la punta sensible mientras la saboreaba en un silencio interrumpido
únicamente por los latidos frenéticos de Demi y sus suaves sollozos de placer.
Hundió los dedos en los músculos firmes de los bíceps de Niall mientras este
exploraba su cuerpo con la boca.
Niall deslizó la
mano por la espalda de Demi y la atrajo hacia él con avidez. Soltó su seno solo
para buscar su boca, y la hizo deslizarse por debajo de su camiseta para poder
sentir sus senos contra su torso desnudo y salpicado de vello.
—Niall —gimió Demi
junto a sus labios—. Nunca pensé que sería así...
—Ni yo —susurró con
aspereza—. No sabes cuánto te deseo. ¿Sigues tomando la pildora o tengo que
ponerme algo?
A Demi no le
respondía el cerebro. No podía pensar.
—¿Cómo sabes...?
—Las vi en tu
mesilla la última vez que estuve aquí —levantó la cabeza y la inmovilizó con la
mirada—. ¿Las estabas tomando para Grier, por si acaso? —inquirió de improviso,
con enojo.
—¡No! —jadeó—. ¡Nunca...!
—Entonces, ¿por
qué? —insistió con ardor.
Demi estaba casi
temblando por el contacto íntimo. Niall estaba excitado; la deseaba. Ella no
podía pensar. Su joven cuerpo estaba encendido de ansia, de de hambre, de sed.
Si Niall paraba, se moriría. ¿Qué le había preguntado?
—Tenía... periodos
irregulares, y el médico me recetó la pildora... solo para un par de meses,
hasta que se me regularan —no añadió que eso había sido hacía seis meses, y que
había dejado de tomarlas al segundo mes, sin ni siquiera terminar la
prescripción. Nunca tiraba nada hasta que Maude no la obligaba. Había dejado la
caja de pildoras sobre la cómoda para buscar un bolígrafo en el cajón, y no la
había devuelto a su sitio—. No pares —le suplicó cuando Niall vaciló—. Por
favor, ¡no pares, Niall!
Niall frunció el
ceño mientras ella tomaba su mano y la acercaba a sus senos, en un intento de
persuadirlo para que siguiera tocándola.
—¿No es peligrosa
la pildora? —susurró Niall.
—El médico dijo
que, a mi edad, no, porque no fumo ni suelo tener dolores de cabeza —arqueó la
espalda hacia los dedos que la acariciaban y cerró los ojos con delirio—. Qué
delicia. No pensé que era tan maravilloso cuando veía esas películas.
Niall entornó los
ojos. Sonrió despacio, con ojos negros relucientes mientras bajaba la mirada al
seno pequeño y suave que estaba acariciando.
—Si es seguro,
puedo tenerte como yo quiero —dijo con voz ronca—, sin nada entre nosotros
salvo la piel.
—Sí. Como tú
quieras, Niall, aquí mismo, ahora mismo... —se le quebró la voz con un gemido
de placer y buscó su boca, aferrándose a él, ansiando más—. Por favor, no
pares. Por favor...
—No voy a parar
—masculló Niall junto a los labios henchidos de Demi—. Estoy sediento de ti.
¡Tengo que hacerte mía, pequeña! —añadió con aspereza—. ¡Mía!
Demi apenas lo oía.
Se estaba sumergiendo en una verdadera riada de pasión. Las caricias expertas
de Niall la hacían perder el control. Arqueaba la espalda, se movía con desazón
bajo el peso lento y sensual de las caderas estrechas de Niall, abría la boca a
los besos devoradores que hacían que su joven cuerpo ansiara aún más.
Entre caricias, Niall
la despojó de los vaqueros y de las braguitas, y asaltó sus senos y su vientre
con su boca cálida y firme. Demi estaba jadeando, aferrándose a él, ahogándose
en sensaciones nuevas mientras él atormentaba todo su cuerpo. La tocó como nunca
había esperado que un hombre la tocara, pero él cubrió con la boca su pequeño
grito avergonzado. Deslizaba la lengua entre los labios de Demi para realizar
exploraciones lentas y sensuales que amplificaban las caricias expertas de sus
manos.
En algún momento,
la camiseta de Niall cayó a la alfombra, seguida de sus vaqueros, y se quedó en
calzoncillos. No camuflaban el ávido empuje de su cuerpo.
Niall se detuvo
para mirarla a la cara, y vio la falta de comprensión, la falta de cordura que
reflejaba. Demi le rodeó el cuello con los brazos y arqueó el cuerpo hacia él,
como si se ofreciera en sacrificio. Tenía los párpados entrecerrados y gemía
con suavidad, moviéndose contra él con impotencia y delirio. Lo hacía sentirse
como un gigante, como el mejor amante del mundo.
El atrevimiento de
la mirada de Niall logró captar su atención. Reparó en su escrutinio embelesado
y empezó a sentirse incómoda con su desnudez.
—No te dé vergüenza
—dijo Niall con aspereza—. Eres mía. Estamos casados, Demi. No hay nada de qué
avergonzarse.
—No, no me da
vergüenza, en serio —dijo con voz ronca—. Pero es que están todas las luces
encendidas —añadió con una tímida carcajada—. Y es la primera vez que hago
esto.
—¿Quieres hacerlo
con las luces apagadas la primera vez? —preguntó con suavidad. Ella asintió—.
Está bien —no añadió que a él también le iba a resultar difícil con las luces
encendidas. Como Demi, tenía inhibiciones que no le gustaba reconocer.
Se puso en pie y la
levantó con suavidad en los brazos. Buscó su mirada aturdida un segundo antes
de volver a besarla con ternura, y pasó de largo el árbol de Navidad iluminado
para dirigirse por el pasillo hacia el cuarto que usaba cuando dormía en el
rancho.
No encendió la luz.
La dejó de pie sobre el suelo el tiempo justo para cerrar la puerta con llave
antes de llevarla a la cama. Ella sentía la boca de Niall sobre su cuerpo en la
tibia oscuridad del dormitorio, los suaves roces de piel contra piel y los
pequeños jadeos. Resultaba más íntimo de lo que había imaginado, sobre todo,
cuando Niall se quitó los calzoncillos y lo sintió de verdad, completamente en
contacto con ella.
—Tranquila —susurró
Niall al ver que se ponía involuntariamente rígida—. No va a ser como crees.
Tenemos todo el tiempo del mundo. Desliza tus piernas entre las mías, cielo.
Aquel apelativo
cariñoso la dejó perpleja, pero hizo lo que le pedía y, de pronto, sintió su
cuerpo fuertemente musculoso aún más en contacto con el de ella, y experimentó
un intenso relámpago de placer.
Niall notó su
movimiento sensual y rio con voz ronca.
—¿No te lo
esperabas? ¿A pesar de todas esas películas tan gráficas?
—No son tan
gráficas como esto —susurró Demi con una ronca carcajada, y jadeó cuando él
volvió a moverse—. No pensé que... que podría ser tan placentero. ¡Ni tan
íntimo!
Niall también rio.
Tomó el suave labio superior de Demi entre los dientes y lo lamió mientras
desplegaba su magia acariciando las terminaciones nerviosas hiperestimuladas de
su feminidad. Demi volvió a moverse, de forma convulsiva en aquella ocasión,
arqueando la espalda para tentarlo a que se acercara.
Demi notó cómo Niall
deslizaba las manos por debajo de sus caderas al tiempo que unía su boca a la
de ella para realizar una lenta exploración con la lengua. Al mismo tiempo, la
penetró con ternura, y sintió la sacudida de su joven cuerpo. Repitió el
movimiento. Demi profirió una suave exclamación, y él notó cómo movía las
piernas entre las de él. La tercera vez, Demi emitió un gemido que Niall nunca
había oído salir de sus labios y le clavó las uñas en los bíceps antes de
deslizarías con avidez por el vello denso de su pecho.
Niall alzó la
cabeza mientras movía las caderas con suavidad de lado a lado y Demi sollozaba
y arqueaba la espalda. Fuera lo que fuera lo que ella estaba sintiendo, no era
dolor. Tiraba de él con las manos, en lugar de empujarlo.
Niall le acarició
los párpados, las mejillas, con los labios, y la besó en profundidad mientras
la penetraba muy despacio, con total sensualidad. Demi no estaba reaccionando
como si le doliera. Cerró aún más sus poderosas piernas entorno a las de ella
al tiempo que la llenaba, y Demi gimió de forma vacilante. Niall sintió el eco
de un pequeño estremecimiento de placer cuando ella siguió el rápido y cuidadoso
movimiento con uno propio.
—¿Te duele?
—susurró Niall junto a sus labios.
—No —dijo con voz
ahogada—. ¡No, no me duele! Es... ¡maravilloso!
Niall le mordisqueó
el labio inferior mientras él volvía a moverse.
—¿Puedes sentirme
dentro de tí? —susurró.
—¡ Vaya pregunta!
—jadeó Demi.
Él le mordió el
labio superior con ternura.
—Esto no es un
ritual de silencio, cariño —dijo con
voz ronca—. Me gusta oír tu voz sensual cuando me muevo dentro de ti. Dime qué
es lo que sientes. Hablame.
—No... No puedo hablar.
—¿Por qué no?
Demi deslizó las
manos sobre los poderosos músculos de la espalda de Niall y arqueó el cuerpo de
manera sinuosa, temblando.
—Estoy en llamas
—dijo con voz ahogada, con los ojos cerrados mientras buscaba algún lejano y
elevado destino de placer—, agonizando por todas partes. Y es una agonía tan
dulce... sí, sigue así. ¡Es delicioso... delicioso...! —su voz se fue haciendo
más aguda mientras empezaba a temblar al ritmo de las embestidas lentas de Niall—.
Nunca había deseado nada tanto como... ¡como te he deseado a ti! Durante tanto
tiempo, Niall... — jadeó, y se incorporó con ansia—. ¿Lo estoy haciendo bien?
—Sí. Muy bien —el
placer de Demi acrecentaba el de él. No había esperado que ella disfrutara
tanto, sobre todo, en su primera vez. Se sentía orgulloso de su propia destreza
mientras ella se movía al compás de él, y sus pequeños jadeos eran música para
sus oídos.
—¡Ay! —se quedó
rígida de improviso, mordiéndose el labio inferior, cuando el placer se
transformó de improviso en un intenso dolor—. Lo siento. Me duele, Niall —
sollozó, decepcionada.
—Sí, y noto por qué
—dijo con suavidad, vacilando. Respiraba con dificultad. No iba a aguantar mucho
más tiempo, pero no quería hacerle más daño del imprescindible. Tuvo una
inspiración, y se inclinó sobre el hombro de Demi para morder la carne suave.
—Niall, ¿qué haces?
¡Ay! —exclamó de dolor.
Pero, segundos más
tarde, lo notó completamente dentro de su cuerpo, poseyéndola por entero.
Mientras ella se preocupaba por su hombro, él había roto la minúscula barrera
que los separaba. Tembló una vez, y se relajó mientras él se movía con firmeza
y con ritmo contra ella. El placer reemplazó el dolor con sorprendente
inmediatez. Demi empezó a moverse con él, con frenesí, y los pequeños mordiscos
de placer fueron creciendo segundo a segundo, prolongándose y prometiendo algo
cercano al cielo a medida que se intensificaba la urgencia.
—Esto no duele
—susurró, y rio cuando el placer creció de forma inesperada. Buscó el cuello de
Niall con los labios y lo besó con ansia. Su pequeño cuerpo se movía
febrilmente mientras él la penetraba con pasión—. ¡Sí...! ¡Es tan dulce...!
—gimió, buscando la posesión—. ¡No pares...! ¡No pares! —sollozó.
—¡Como si pudiera!
—le dijo Niall al oído.
El placer lo tenía
subyugado, y estaba buscando la satisfacción con total desconsideración por la
virginidad de Demi. Pero a ella no parecía importarle. Estaba emitiendo
pequeños gemidos rítmicos que coincidían con sus profundas embestidas, y lo
buscaba en cada descenso de Niall. Le susurraba al oído palabras excitantes
que, después, a la luz del día, la avergonzarían. Lo seguía hasta el final,
moviéndose, elevándose, mientras el placer crecía en oleadas de urgencia que
buscaban una meta distante y difusa que no podía... alcanzar...
De pronto, cuando
estaba frenética y delirante, se vio allí, atrapada en una locura que arrancó
un pequeño grito de su garganta. Deseaba poder ver a Niall. Deseaba que él
pudiera verla. Oyó cómo los muelles se movían como pistones mientras él la
penetraba con toda su fuerza en busca de la satisfacción. Oyó los jadeos
ásperos y desesperados de Niall justo antes de que unas luces cegadoras
estallaran tras sus párpados cerrados y se arqueara de forma convulsiva.
Sollozó durante aquel éxtasis de completa satisfacción al oído de Niall.
Demi no podía
parar. No podía dejar de moverse debajo de Niall, ni siquiera cuando él se
quedó rígido y se estremeció sobre ella. Niall tenía la piel empapada en sudor.
Respiraba con aspereza, gimiendo. A Demi le temblaba todo el cuerpo, con total
gozo físico. Era parte de Niall. Lo notó henchirse y estallar dentro de ella.
Lo abrazó, sintiendo su peso, mientras se estremecía en el eco del placer más
explosivo que había experimentado en su corta vida.
Demi deslizó las
piernas en torno a las de él, y cerró los brazos alrededor de su espalda. Lo
besó en el pecho, en la garganta, en la barbilla, con labios suaves y aturdidos
por el deleite, por el amor.
Niall exhaló un
suspiro trémulo y Demi notó aún más el peso de su cuerpo, pero solo durante
unos segundos, porque él se apartó con una áspera inhalación y se tumbó sobre
el colchón.
Niall sentía el
cuerpo de goma, y era repentinamente consciente de lo que acababa de hacer. No
lo consolaba estar saciado hasta la médula, ni saber que Demi había
experimentado tanta satisfacción como él. Tampoco que ella hubiera sido virgen,
y que la hubiera hecho alcanzar el climax la primera vez. Se había aprovechado
de ella, y no tenía derecho, aunque estuvieran casados.
—¡Maldita
sea!—masculló.
—Y ahora querrás
flagelarte —dijo Demi con un
sonoro suspiro—. Vas a quedarte ahí tumbado, sintiéndote culpable, después de
haberme dado un orgasmo la primera vez.
Niall parpadeó. No
podía haber oído bien.
—¿Cómo sabes lo que
es un orgasmo?
—¿Cómo no voy a
saberlo, si hablan de eso en todos los programas de la tele y en todas las revistas
de los quioscos? —se dio la vuelta y apoyó la cabeza en el hombro húmedo de Niall,
para acurrucarse contra él con la misma naturalidad que si llevara haciéndolo
toda la vida—. Se supone que las vírgenes debemos pasarlo muy mal y sangrar mucho, y llorar después. Lo
sé porque dos chicas de mi clase de informática viven con hombres y me lo han
contado. Pensaban que estaba loca porque a mi edad todavía no me había acostado
con nadie.
Niall le acarició
el pelo distraídamente, intentando no sentirse orgulloso de sí mismo.
—No leo las
revistas.
Demi enredó los
dedos en el denso vello negro que cubría los poderosos músculos de su pecho. Niall
arqueó la espalda involuntariamente por el placer de la caricia.
—Te sientes
culpable, ¿verdad? —insistió. Él suspiró.
—Sí, me siento
culpable. He bebido demasiado y mis defensas se derrumbaron.
—Tenía que ocurrir
alguna vez —apuntó Demi con suavidad—. Y tú mismo lo dijiste, estamos casados.
No podía hacerlo con ningún otro.
Sobre todo, no con
el condenado Grier, pensó Niall, y sintió un primitivo estallido de placer
porque la primera vez de Demi hubiese sido con él.
—Me alegro de haber
esperado, Niall —susurró con voz ronca—. Nunca pensé que sería tan maravilloso.
¡Ha sido increíble! ¡Increíble!
Él también se
alegraba, pero no sabía cómo reconocerlo. Demi cerró la mano sobre su piel.
—Me está entrando
sueño, y tengo estremecimientos cada vez que respiro, junto con fantásticas
pequeñas sacudidas de placer —susurró—. ¿Es normal?
Después de aquel
terremoto de pasión, pensó Niall con regocijo, tenía que serlo. Él también
tenía sueño.
—Es normal
—contestó.
—¿Puedo dormir
contigo?
Niall hablaba con
voz somnolienta y regocijada.
—Acabas de hacerlo.
Demi le dio un
puñetazo suave en el pecho.
—Toda la noche —le
explicó.
Niall inspiró
hondo. No quería estar solo aquella noche. Yacería despierto y se torturaría
por lo ocurrido aquel día. Además, a lo hecho, pecho. ¿Qué más daba si ella se
quedaba dormida en sus brazos? Estaba tan relajado, tan satisfecho, que apenas
podía mantener los ojos abiertos... También sentía estremecimientos de
saciedad. Ninguna mujer le había procurado un deleite tan desenfrenado como Demi.
—Puedes quedarte
—dijo Niall.
Ella sonrió junto a
su hombro. Ni siquiera hizo ademán de querer buscar un camisón o algo con que
cubrirse, y se quedó dormida casi enseguida, ajena al rostro tenso y taciturno
del hombre que estaba a su lado.
Demi parpadeó al
sentir la luz. Se movió con intranquilidad y gimió al experimentar unas
punzadas de incomodidad nada familiares. Abrió los ojos y vio a Niall de pie,
vestido con los vaqueros y la camiseta negra, inmóvil.
—Hola —dijo con
leve nerviosismo.
—Hola —la saludó.
No estaba sonriendo.
—¿Qué haces?
Niall frunció el
ceño.
—Verte dormir —dijo
con brusquedad—. He preparado el desayuno.
—¿El café también?
—murmuró, somnolienta.
—El café también.
Sal cuando estés preparada.
Se dio la vuelta
con cierta desgana y salió del dormitorio. Demi apartó la sábana y advirtió que
estaba desnuda. Había una mancha elocuente en las sábanas blancas. Maude la
vería. Hizo una mueca. Era un secreto, y no quería compartirlo todavía con
nadie, ni siquiera con Maude.
Se dio una ducha
rápida, se puso ropa limpia y quitó las sábanas de la cama para meterlas en la
lavadora antes de recorrer el pasillo hacia la cocina. Los deliciosos olores
del tocino frito y del pan impregnaban la casa. Inspiró y sonrió.
—Cada vez lo haces
mejor —comentó, al ver la hornada de panecillos dorados cuando se sentó junto a
él a la mesa.
—Tú quemaste los
panecillos todos los días durante un mes y, al final, aprendiste —repuso Niall
con despreocupación. La miró servir café, observando su rostro con intensidad.
Sonrió de forma involuntaria al verla recién lavada, sin maquillaje, con el
pelo largo, limpio y suelto. Parecía mayor aquella mañana, más madura. Más
sexy. Aquello lo hizo sentirse culpable y volvió la cabeza.
Demi lo miró y
advirtió su intenso escrutinio. Se llevó la mano al pelo.
—No me he pintado
—dijo, malinterpretando la mirada.
—Estaba pensando en
lo natural que estás —murmuró.
—Gracias—sonrió Demi.
Niall no le
devolvió la sonrisa. Lo notaba más incómodo que nunca. Inspiró hondo. La mirada
de sus ojos negros no era definible.
—Bueno, adiós a la
anulación, señora Horan —reflexionó Niall en voz alta, empleando su nombre de
casada por primera vez en cinco años.
Demi bajó la mirada
a la taza de café y le echó azúcar.
—No me importa
—repuso con voz ronca—. Ha merecido la pena.
Se produjo una
larga pausa. Demi alzó la mirada y contempló el rostro delgado de Niall con
intensidad, deseando que ratificara aquel sentimiento. Pero no lo hizo. Se lo
veía confuso. En sus ojos brillaba una tibieza extraña que Demi nunca había
visto en ellos. No era afecto, era... algo más. Algo que no sabía interpretar.
—¿Va a venir Maude
a almorzar?
— Sí. Pero quiere
llevarle una fuente de comida a su hermana para cenar.
Niall asintió despacio. Después, entornó los ojos con mirada
posesiva.
—¿No has invitado a
Grier? —preguntó con sarcasmo.
Demi se sonrojó.
—No.
—¿Vas a llevarle la
cena? —insistió.
—Maude dijo que le
llevaría una fuente de camino a casa de su hermana —contestó, turbada por la
mirada intensa de Niall. Este bajó la vista. No dijo nada, pero sonrió
débilmente.
Demi removió el
café más tiempo del necesario. ¿Seguiría sintiendo celos de Grier, a pesar de
lo ocurrido?, se preguntó. ¿Podía ser que la quisiera solo para él, y que por
eso le estuviera haciendo aquellas preguntas explícitas? Ella, desde luego,
solo quería estar con él. Prometía ser un día mágico, si lograba penetrar la
repentina reserva fría que envolvía a Niall aquella mañana.
Niall comió sin
hacer más comentarios, y Demi lo imitó. Cuando terminaron, ella lavó los platos
mientras él los aclaraba y secaba a su lado, ante la pila.
—Si pudiéramos
permitírnoslo, te compraría un lavavajillas—comentó Niall. Ella sonrió.
—No me importa
fregar a mano. Los electrodomésticos modernos me convertirían en una holgazana.
Niall rio entre
dientes, y le dio un empujón juguetón con la cadera. Era la primera vez que lo
hacía, y Demi sintió un hormigueo de placer por todo el cuerpo.
—Está bien.
Entonces, te compraremos unas botas nuevas —dijo Niall, y lanzó una mirada a las
que llevaba, con las puntas levantadas de haberse mojado y secado en más de una
tormenta.
—¿Justo cuando
estas se empiezan a adaptar a mi pie? ¡Ni hablar! —exclamó Demi. Niall observó
su rostro radiante con una mirada tan tierna que a Demi se le encogió el
corazón.
—Nunca me pides
nada —le dijo con suavidad—. Me he sentido tan culpable por el condenado anillo
que le compré a Tippy... No quería que te enteraras. Diamantes y esmeraldas
para ella cuando tú ni siquiera tienes un abrigo decente.
—Estaría horrible
con diamantes y esmeraldas — comentó Demi, tratando de eludir una discusión
potencialmente explosiva. Aunque Niall no se hubiera acostado con Tippy, le
había dado un anillo. Tenía demasiados principios para acostarse con otra mujer
cuando todavía estaba casado, pero a ella ni siquiera le había hecho un regalo
de cumpleaños, y tampoco había visto ningún paquete bajo el árbol de Navidad.
Aquello dolía. Además, Niall se sentía culpable por lo ocurrido la noche
anterior, y se notaba.
—Estás rehuyendo el
problema. No es propio de ti.
Demi lo miró con el
corazón en la mano.
—No quiero discutir
—dijo, tratando de expresar la turbulencia de sus emociones—. Después de lo de
anoche, no.
Niall vaciló; su
rostro se tomaba más grave con cada segundo que pasaba.
—Escucha, Demi
—empezó a decir, despacio—. En cuanto a lo de anoche...
Demi pasó por alto
la mirada y se puso de puntillas. Le mordisqueó con suavidad los labios firmes
y, después, con sensualidad deliberada, abrió la boca y la unió a la de él con
repentino atrevimiento. Niall contuvo el aliento. Ella contuvo el suyo,
imaginando que la apartaría con firmeza, pero la reacción de Niall fue
chocante. Soltó el paño que tenía en las manos y la apretó contra él con sus
manos jabonosas. La estrechó con fuerza y la besó apasionadamente, con avidez,
hasta que ella se quedó sin aire.
El poderoso cuerpo
de Niall tembló una vez, débilmente, y Demi supo de inmediato que la deseaba.
Ni siquiera intentaba disimularlo. Al parecer, era tan vulnerable como ella, y
se enorgulleció al darse cuenta. Sus ojos negros lanzaban destellos de deseo
mientras la miraba.
Demi volvió a
buscar sus labios, y se besaron. Gimió al sentir la presión furiosa y firme de
los labios de Niall, y su total abrazo, con el que la levantaba del suelo.
Se moría por él. No
había reserva, ni inhibiciones, ni tímido coqueteo. Ella le rodeó el cuello con
ánimo febril. Niall levantó la cabeza a tiempo de ver el rostro sonrojado y
dócil de Demi, y su semblante se contrajo de anhelo.
—Te deseo —susurró Demi
con voz ronca, temblando—. Volvamos a la cama. ¡Te deseo tanto, Niall! Quiero
desnudarme y dejarte hacer lo que quieras conmigo, ahora mismo, a plena luz del
día.
Niall gimió.
Imágenes de indecible deleite revoloteaban por su cabeza solo de pensarlo. Pero
antes de poder ceder a aquel anhelo, el ruido de un coche lo paralizó.
—¿Maude? —murmuró
con voz ronca.
—Tan pronto, no
puede ser —dijo Demi. Niall enarcó una ceja.
—No has mirado la
hora, ¿no?
—Acabamos de
desayunar.
Niall le señaló con
la cabeza el reloj del homo. Eran las diez de la mañana. Demi profirió una
exclamación.
—¡Cielos! Y ni
siquiera he empezado a asar el pollo ni a preparar el relleno ni la masa de
pan...
—Menos mal que
Maude ha llegado pronto —dijo Niall con brusquedad, y la apartó con firmeza.
Estaba sonriendo, pero su expresión era de deseo sensual apenas contenido.
—¿Qué pensará
cuando vea que acabamos de desayunar?
Lanzó a Demi una
mirada grave, y la angustia del día anterior lo envolvió como una sábana
oscura.
—Podemos decirle
que nos quedamos hablando hasta muy tarde de lo ocurrido en Victoria—sugirió.
Demi hizo una
mueca. Había olvidado los acontecimientos del día anterior, la pérdida de
control que los había lanzado a los dos a un mutuo abrazo. ¿Cómo podía haberlo
olvidado?
—Tómatelo día a
día, Niall —sugirió, despacio—. Lo
superarás.
Niall no respondió.
Oyeron un portazo. Cuando Maude entró por la puerta de atrás, estaban
terminando de secar los platos en incómodo silencio.
Maude se detuvo en
el umbral, sintiéndose como una intrusa sin saber por qué. Frunció el ceño. Niall
no parecía abatido, pero sabía que debía de estarlo.
—¿Estás bien? —le
preguntó con suavidad. Niall sonrió débilmente.
—Tirando. Acabamos
de desayunar. Nos acostamos tarde.
—Os quedaríais
hablando, imagino —corroboró Maude mientras se dirigía a la nevera, de modo que
no vio la expresión de culpabilidad de sus rostros—Me alegro de que no te
quedaras en Victoria. No tienes por qué estar solo.
—Eso pensé yo
—afirmó Niall.
Maude los miró con
curiosidad, pero no dijo ni una palabra. Había tanta tensión en el ambiente que
casi se podía tocar. Se limitó a asentir y empezó a sacar alimentos del
frigorífico y a disponerlos sobre la mesa de la cocina.
Cuatro horas más
tarde, saboreada la comida de Navidad, aunque no con mucho deleite por los
dormilones, Maude estaba llenando una fuente para llevársela a su hermana.
—Volveré en cuanto
se la lleve —dijo, y se preguntó por qué Niall parecía aliviado y Demi,
decepcionada.
—Bien —dijo Niall
con brusquedad—. Demi no debería quedarse sola, aunque Jack Clark siga en la
cárcel. Recordad que debéis cerrar bien puertas y ventanas. Hablaré con Nick
antes de irme.
—¿Te vas ya? —le
preguntó Demi, intentando no dar la impresión de que su mundo se estaba
viniendo abajo. Porque así era.
—Ya mismo —le dijo
sin mirarla a los ojos—. No debería haber venido.
—¿Quieres que le
prepare una fuente a Cash Grier? —preguntó Maude de improviso.
—No te molestes
—dijo Demi con ánimo lúgubre—.
Puede cenar con nosotros.
A Niall le
llamearon los ojos de furia, pero apretó los labios y no dijo nada más. Salió
de la cocina para vestirse.
—¿Qué pasa?
—preguntó Maude, atónita. Demi levantó la barbilla con orgullo.
—Nada. Es que está
abatido, y le cuesta digerir lo ocurrido. Tendrá que superarlo a su manera.
—Si tú lo dices,
cariño... —suspiró Maude.
Maude esperó a que Niall
se fuera. Diez minutos después, las dos mujeres lo vieron salir por la puerta.
Le dirigió a Demi una última mirada e hizo una mueca al ver su semblante
dolido. Pero no se detuvo. Les deseó una feliz Navidad y se marchó.
Niall ya estaba a
medio camino de Victoria cuando recordó que ni siquiera le había dicho a Demi
que le había comprado un collar de perlas y unos pendientes a juego por
Navidad. Teniendo en cuenta las circunstancias, tal vez fuera mejor así. Había
perdido la cabeza y se había acostado con ella. Demi estaba esperando el
«fueron felices y comieron perdices», y él estaba más confuso que nunca sobre
lo que quería en la vida. Necesitaba tiempo para aclarar sus ideas. De momento,
era incapaz de tomar decisiones.
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