sábado, 13 de abril de 2013

♡Tierra De Pasiones-Adaptacion Diall-Capitulo 27♡


Demi tardó un minuto en digerir la noticia. Exhaló un ronco suspiro.
—Es la camioneta que el viejo Hob vio junto a mi cerca —recordó. Cash asintió.
—Acabo de contárselo a Niall. Esa camioneta era el eslabón que faltaba. Sabíamos que los dos casos estaban relacionados, pero no lográbamos demostrarlo. Al parecer, la camioneta no es de John Clark, sino de un compañero del rancho de las afueras de Victoria en el que trabaja, de un hombre llamado Gould.
—¿Puedes detenerlo? ¿Puede Niall? —preguntó.
Cash hizo una mueca.
—No es tan sencillo. No podemos detenerlo sin pruebas. La camioneta es. la única pista que tenemos ahora mismo.
—Hob me describió a mí la camioneta —replicó Demi.
—Sí, pero eso es algo que solo sabes de oídas. No es prueba suficiente para detener a un hombre por asesinato. Debemos proceder despacio, ver si podemos reunir suficientes pruebas para pedir una orden de registro —le explicó—. Si sospecha algo, podría salir huyendo, incluso con su hermano en la cárcel.
Frunció el ceño y se frotó el brazo con incomodidad.
—Bueno, por lo menos, uno de los hermanos Clark estará en chirona una buena temporada, ¿no?
—Janie lo ha denunciado por agresión con daños físicos graves —dijo Cash—. Harley Fowler y Leo Hart también lo han denunciado por agresión, y yo por resistencia y agresión a un agente de policía. Pero si su hermano le consigue un buen abogado y este llega a un acuerdo... En fin, es un riesgo.
—Para quien viera esa camioneta o supiera algo de ella—adivinó Demi con preocupación.
—No pongas esa cara —dijo Cash con voz ronca—. ¡Yo nunca dejaría que te ocurriera algo así!
Se miraron a los ojos, y Demi advirtió, por primera vez, la emoción que él apenas podía ocultar.
—¡Otra vez el policía! —exclamó Tippy Moore a corta distancia, echándose hacia atrás su larga melena rojiza para beneficio de cualquier hombre que la estuviera mirando. Sonreía a Grier con sarcasmo—. Prácticamente, vives aquí, ¿no? ¿Has venido a detener a alguien o es que Demi no puede pasarse un día sin ti? —añadió con grosería.
Cash desvió sus ojos oscuros a la hermosa mujer que acababa de llegar.
—Estoy reuniendo información para la investigación de un homicidio. A no ser que creas que puedes resolver el caso, eres superflua —dijo con aspereza. Tippy enarcó sus perfectas cejas.
—¿A quién han matado? —lanzó una mirada a Demi, elevando deliberadamente la mano izquierda para que la luz se reflejara en los diamantes de la sortija—. ¿A algún conocido de la señorita Lovato?
—Nadie que tú conozcas —respondió Cash con rotundidad—. Tengo prisa.
—Por Dios, no creas que intento detenerte —se burló Tippy. Lo miró de arriba abajo de manera insultante—. Ya le dije a Demi que no eres mi tipo.
Cash entornó los ojos. Demi pensó que nunca había visto una mirada tan gélida.
—Un cumplido, sin duda —repuso Cash con suavidad, e incluso sonrió—. No me agradan las mujeres como tú. Yo no tengo que pagar a nadie para que salga conmigo.
Tippy Moore se puso colorada como un tomate. Lo miró con puro aborrecimiento.
—No soy una chica de alquiler, pero si lo fuera, amigo, ¡no habría dinero en el mundo para que te metieras en mi cama!
—En eso tienes razón —le espetó Cash con frialdad.
Tippy cerró sus pequeñas manos a los costados. Su pelo parecía refulgir.
—He rechazado a estrellas de cine, a millonarios, incluso a príncipes. ¿Qué te hace pensar que me fijaría en un policía paleto como tú? ¡Ya lo tengo todo!
Cash enarcó una ceja y le lanzó una mirada que habría corroído el metal.
—Lo único que tienes es una cara bonita y una figura pasable. Dentro de cinco o seis años, no habrá ninguna revista de moda que quiera publicar tu foto, ni siquiera en los anuncios. Y ¿qué harás entonces, cuando los hombres que han suspirado por ti no hagan más que buscar excusas para rehuirte?
Era evidente que Tippy había pensado en eso, porque palideció.
—Es evidente que no tienes educación, ni modales, ni cultura, ni consideración por otras personas —prosiguió Cash—. ¿Y crees que un rostro bonito compensa la falta de esos atributos? ¿Por qué no te miras en el espejo? Eres mucho menos atractiva de lo que crees. Y te tengo calada, aunque a Niall Horan lo hayas engañado.
—Me regaló un anillo —masculló—. ¡Está loco por mí!
—Sí, está loco —le espetó—. Lo arruinarías en menos de dos semanas y lo dejarías desangrándose de camino a una cartera más inflada. Ni siquiera volverías la cabeza para ver si había muerto.
—¡Tú no sabes nada de mí! —gritó Tippy con voz ahogada.
—Reconozco la basura cuando la veo —replicó Cash con ojos fríos.
A Tippy le temblaba el labio inferior. Se la veía hundida. Ni siquiera podía pensar en una última ocurrencia. Se dio la vuelta y se alejó con paso trémulo y la espalda rígida hacia el decorado donde la esperaba el director. Pero cuando se acercó a Joel Harper, se derrumbó en sus brazos y lloró como una niña
Cash apretó los dientes
—Puro teatro —dijo con aspereza—. Esa mujer es una manipuladora de primer orden. Niall está loco si cree que siente algo por él.
—Lo sé —dijo Demi con tristeza, pero sentía una extraña lástima por Tippy. Nunca había visto a aquella mujer sofisticada y elegante en aquel estado. Se había disgustado la primera vez que Cash había sido grosero con ella pero, en aquella ocasión, estaba sinceramente hundida. Cash parecía odiarla, y Demi se preguntó por qué su opinión turbaba tanto a Tippy si parecía sentir un desagrado parejo hacia él.
—Tengo que volver a la comisaría —le dijo Cash con suavidad—. Ándate con ojo. Me he asegurado de que Nick esté alerta. No creas que ahora Clark es menos peligroso porque está en la cárcel. He visto a hombres llegar a un acuerdo en peores circunstancias.
Demi suspiró.
—Tendré la pistola a mano. Ten cuidado tú también —añadió con genuina preocupación. Cash se encogió de hombros.
—He sobrevivido a cosas peores que los hermanos Clark —dijo, y sonrió—. Hasta luego.
—Adiós.
Se alejó sin dedicarle una sola mirada a Tippy. Pero, a pesar de tener que competir con ella por la atención de Niall, Demi no podía evitar sentir pena de ella. Cash había sido cruel, y era evidente que su opinión era importante para la hermosa supermodelo. Las lágrimas habían sido reales, aunque Cash no lo creyera.
Mientras el equipo hacía un descanso, para dar tiempo a que la maquilladora reparase el destrozo causado por las lágrimas en el rostro de Tippy, Demi esperó a la entrada de la caravana hasta que la modelo apareció.
—¿Qué quieres, recrearte? —preguntó con mordacidad.
 —Una modelo separó a sus padres —le dijo Demi en voz baja—. No es excusa para que se comporte así, pero ayuda a comprenderlo. Cash no era más que un niño, y quería mucho a su madre.
Empezó a alejarse, pero una mano suave le tocó el hombro con ligereza lo justo para detenerla.
—He sido una arpía contigo —dijo la modelo con solemnidad—. ¿Por qué te importa que me insulte? Además, ¿qué sabes tú de la vida real, con la vida resguardada que has llevado? —añadió con amargura.
Demi contempló sus hermosos ojos verdes con serenidad.
—¿Crees que vivo en un mundo de cuentos de hadas, finales felices y perfecta armonía? Mi padre se emborrachaba y estuvo a punto de matarme. Mi madre murió. Niall y Maude son lo único que tengo en el mundo.
Se dio la vuelta y, en aquella ocasión, Tippy no la detuvo. Seguramente, no debería haberle dado ninguna explicación a la modelo, pero Cash había sido cruel.
Tenía gracia, pensó, que la preocupara ver llorar a la modelo. Tippy Moore había convertido su vida en un infierno, y le había arrebatado a Niall. Pero Niall sentía algo por ella, y Demi era incapaz de hacer daño a una persona querida por él.
Detrás de Demi, la modelo permanecía inmóvil, helada, detestando la compasión de aquella voz suave, la comprensión que escondía. Creyó que la pequeña Demi Lovato había tenido una infancia perfecta. La verdad la sorprendía y la hacía sentirse culpable. Se miró el lujoso anillo del dedo y lo comparó con los vaqueros rotos de Demi y con las botas gastadas.
Regresó hacia el decorado con el orgullo por los suelos. Nunca se había considerado una mujer cruel. Niall la hacía sentirse segura, nada más, pero su instinto protector hacia Demi era un estorbo, y Tippy no podía renunciar a él, ¡no podía! Era lo único que se interponía entre ella y los hombres amenazadores. Hombres como Gary Mays, el ayudante de dirección y, en especial, Cash Grier. A pesar de la compasión de Demi, estaban compitiendo por el mismo hombre. Y era cierto que, en el amor y en la guerra, valía todo.

Las dos últimas semanas previas a la Navidad transcurrieron en un revuelo de actividad. Demi estaba examinándose, y combinando los estudios con las interminables labores del rancho. El caos creado por el rodaje le hacía la vida más difícil, y su impaciencia crecía. Maude procuraba no estorbar, y Niall no se acercaba al rancho más que para llevar y recoger a Tippy. Era educado con Demi, pero su antigua cordialidad parecía haber desaparecido para siempre.
En uno de sus días libres, Demi viajó a Victoria para comprar un alfiler de corbata de plata de ley que Niall había mencionado haber visto. Tardó medio día en encontrarlo, pero por fin lo vio en una pequeña joyería. Lo llevó al rancho con aire triunfante y lo envolvió con papel de regalo. Cuando, con la ayuda de Maude, instaló el árbol de Navidad en el salón, lo colocó entre las ramas, para que no se viera demasiado. Compró a Cash una bonita cartera nueva, porque había visto lo gastada que estaba la que usaba.
Las visitas de Cash se habían multiplicado desde la detención de Clark. Demi había notado que Tippy Moore ya no le lanzaba pullas. Se mostraba extrañamente callada cuando Cash andaba por el rancho. Se apartaba de su camino, y él no le hacía el menor caso.
—Hay fuego en ese humo —comentó Maude una tarde cuando Cash se marchó.
—¿Qué humo? —murmuró Demi, con la cabeza metida en su libro de texto.
—Entre esa modelo y Cash Grier —contestó—. Ahora mismo solo son rescoldos, porque se están rehuyendo, pero, si los juntas, saldrán llamas.
—¡Si se odian! —exclamó Demi, sorprendida.
—Tal vez. O tal vez no —Maude ladeó la cabeza y miró a Demi sin dejar de secar el plato—. ¿Niall y tú os vais a ir a Japón?
—El año que viene, aunque todavía no hemos fijado la fecha. Pero es la mejor noticia que hemos tenido en mucho tiempo —pasó la hoja del libro—. Niall y yo ya habíamos decidido usar parte del dinero que van a darnos por el rodaje para sustituir al toro Salers, pero Nick consultó con un experto en inseminación artificial. Ya habíamos cruzado algunas de nuestras vaquillas con el Salers, y con ese toro Hereford que perdimos. Cuando averiguamos cuántas se habían quedado preñadas, compramos semen de un toro Salers campeón e inseminamos a las vaquillas restantes. Así, la próxima primavera tendremos una remesa de temeros campeones. Eso es lo que interesa a los japoneses. Nada de aditivos, ni de antibióticos innecesarios. Quieren que se alimenten exclusivamente de hierba, salvo por un complemento mínimo de vitaminas y minerales, en ningún caso de procedencia animal.
—Si no me falla la memoria —sonrió Maude—, tuviste que convencer un poco a Niall para que aceptara el enfoque ecológico.
—Sabía que yo ya había hecho los deberes cuando se lo sugerí. Ahora que vamos a hacer este trato con los japoneses, se alegra.
Maude le sonrió con afecto.
—Niña, has nacido para ser ganadera.
—Igual que mi tía abuela Sarah, que dirigió su propio rancho cuando todavía no había mujeres que lo hicieran. Oye, Maude —dijo Demi, acordándose de improviso de su conversación con Cash—. Ten siempre la puerta de atrás cerrada con llave cuando estemos solas. Uno de los Clark está en la cárcel, pero el otro, no.
—No lo he olvidado.
—No podemos bajar la guardia ni un minuto —añadió—. Yo llevo la pistola en la camioneta, debajo del asiento —suspiró con .preocupación—. Fue un día triste para esta región cuando los hermanos Clark se mudaron aquí.
—Quizá no se queden mucho más tiempo —dijo Maude.
Aquellas palabras resultaron ser proféticas. Cuatro días después de que los actores y el personal de rodaje hubieran regresado a sus casas para pasar las vacaciones de Navidad, John Clark se quedó sin trabajo y sin recursos para buscar un abogado para su hermano.
Pensando en conseguir dinero fácil, la víspera de Navidad, se puso una media en la cabeza y entró en el Banco Comercial de Victoria empuñando una escopeta, poco antes del mediodía, hora a la que cerraba el banco aquel día. Tuvo la mala suerte de que al guardia de seguridad le diera tiempo a pedir refuerzos y, además, de que el refuerzo fuera el ranger que tenía asignado aquel condado,Niall Horan.
Clark disparó la escopeta a los hombres uniformados e hirió al guardia de seguridad, pero no antes de que este y Niall Horan hicieran fuego con sus pistolas. Ninguno de los dos erró el tiro. Clark cayó desplomado y no volvió a levantarse.

Niall detuvo su todoterreno delante de la casa del rancho poco antes del atardecer. En el telediario de las seis habían difundido la noticia del intento de robo y del tiroteo resultante. Emitieron sobradas imágenes del cuerpo ensangrentado de John Clark en el vestíbulo del banco.
Maude había visto las noticias con Demi, pero su hermana la había llamado y le había pedido que pasara la noche con ella porque no quería estar sola en Nochebuena. Maude se sentía mal por tener que marcharse, dadas las circunstancias, pero su hermana no se encontraba bien. Demi la convenció para que se fuera. Después, esperó, confiando en que Niall fuera a verla en busca de consuelo.
Por increíble que pareciera, se presentó en el rancho.
Demi se acercó al todoterreno y esperó a que Niall apagara el motor y saliera. Tardó un minuto en hacerlo. Se la quedó mirando a través de la ventanilla polvorienta, con ojos que apenas la veían. Demi abrió la puerta y tiró de la manga larga de su camisa blanca.
—He hecho café, pan y macarrones con queso. Hay tarta de manzana de postre. Pasa.
Niall apagó el motor y salió del vehículo como un zombi. Demi reparó en su palidez. Impulsivamente, le dio la mano y lo condujo al interior de la casa, a la cocina.
—Siéntate —le dijo con suavidad, y lo obligó a ocupar una silla ante la pequeña mesa de madera, que ya tenía el mantel puesto.
—Te has enterado —murmuró, y dejó su sombrero en una silla vacía.
Demi asintió. Llevó a la mesa verduras guisadas y panecillos recién hechos, junto con la cazuela de macarrones con queso. Sirvió café en dos tazas, le pasó una y se sentó.
—Bendice, Niall —dijo con suavidad.
Lo hizo, pero con voz rasposa. No habló mientras comían; Demi no esperaba que lo hiciera. El tiroteo era aún demasiado reciente, demasiado traumático, para que pudiera hablar de él.
Cuando llegaron a la tarta, estaba más sereno y menos rígido. Sonrió débilmente a Demi.
—Sabes cómo tratarme, ¿verdad? —preguntó, mirándola.
—Te conozco —se limitó a decir Demi.
Niall inspiró hondo y se terminó el trozo de tarta. Tomó otro café y la miró por encima del borde de la taza.
—¿Ninguna pregunta?
—Sería cruel —respondió Demi, al ver el dolor y la agitación en su mirada.
Niall hizo una mueca y dejó la taza con fuerza sobre la mesa. Apretó los labios. Quería hablar, lo necesitaba. Pero aquella rígida virilidad que era tan parte de él como su camisa blanca y la insignia plateada de ranger lo frenaba. Detestaba la debilidad; no quería reconocerla.
—¿Qué tal está el guardia de seguridad? —preguntó Demi, para darle pie a que hablara.
—Fuera de peligro —contestó Niall—. Todavía le están sacando perdigones, pero se repondrá. Puede que no pueda mover el brazo tanto como antes. Mala suerte, vio al tipo y pidió refuerzos confiando en que pudiéramos reducirlo sin derramamiento de sangre.
Tomó otro sorbo de café y siguió hablando con la mirada baja.
—Yo estaba investigando un caso a menos de una manzana del banco. Fui corriendo y llegué a la puerta principal justo cuando Clark estaba amenazando a una mujer con la escopeta. El guardia me vio colándome con la pistola en la mano y sacó la suya. Clark giró en redondo. El guardia y yo disparamos a la vez, pero Clark ya había abierto fuego con su escopeta. El guardia resultó herido.
En aquel momento, Niall la miró con expresión atormentada.
—Clark cayó como un saco de arena —dijo, y frunció el ceño—. A las personas se las ve tan indefensas cuando mueren, Demi... —susurró—. Parecen muñecos grandes. Están ahí tumbados, rodeados de gente que invade su intimidad, que los mira fijamente... y no pueden hacer nada para resguardarse de esas miradas curiosas.
—Clark intentó matar a alguien —le recordó Demi—. ¿No puedes pensar en lo que podría haber pasado si no llegas a aparecer a tiempo? Si es como su hermano, puede que no vacilara en disparar a matar.
—Eso es lo que temí que hiciera —confesó—. La mujer del banco lo entretuvo hablando, mientras se resistía. Al parecer, John Clark le dijo que le daba igual que lo colgaran por una oveja que por un cordero. Después, nos preguntamos si había querido decir que ya había asesinado antes.              
Demi asintió.
—Quizá matara al pobre Hob Downey, ¿no crees?
—Sí —jugó con su taza de café—. Los medios de comunicación se han abalanzado como buitres sobre este caso. Pobrecito, su hermano en la cárcel, sin dinero ni trabajo. Y los polis malos lo han matado cuando solo intentaba reunir un poco de dinero.
Demi sonrió con tristeza.
—Son malos tiempos, Niall —dijo en voz baja—. A veces, el mundo entero está patas arriba.
—He hablado con un abogado para que me aconseje. Tiene gracia, llevo años en los Rangers y nunca me había visto envuelto en un tiroteo mortal.
—Has tenido suerte.
Niall alzó la mirada.
— Supongo que sí. Todavía no saben quién de nosotros disparó la bala que mató a Clark —añadió de pronto—. Uno de los disparos era bajo; el otro, alto. Hará falta un examen de balística para determinarlo, porque tanto el guardia como yo usamos armas de calibre cuarenta y cinco. Es Nochebuena, así que el laboratorio está cerrado. No podrán hacer el examen hasta el lunes. Y la autopsia de Clark también tendrá que esperar hasta entonces, imagino.
—Tú no disparas a matar —le recordó Demi.
—Apunté a su cadera, para abatirlo de la manera más rápida posible —dijo con brusquedad—. Pero manaba un río de sangre de esa zona, sangre muy roja, arterial —se pasó una mano por su grueso pelo negro—. Si ese fue mi disparo, le rompió la arteria femoral.
Demi quería consolarlo, pero él estaba perdido en el infierno de sus pensamientos.
—El otro disparo le atravesó el corazón —murmuró—. Supongo que no importa mucho cuál fuera el mío; habría muerto de todas formas. Se celebrará una vista. He prestado declaración y ahora estoy de baja administrativa.
—Es decir, que tienes demasiado tiempo libre para torturarte —dijo Demi con suavidad—. Necesitas mantenerte ocupado. Mañana podemos cavar agujeros para postes y ampliar la alambrada.
—¿El día de Navidad? —preguntó con las cejas levantadas.
—Si prefieres ver una y otra vez esa vieja película en blanco y negro que siempre ponen en la tele... — empezó a decir, y vio un destello de humor en sus ojos negros, por primera vez aquel día.
—Siempre podríamos ver una de esas películas de televisión por cable que tanto te gustan —sugirió.
Demi se sonrojó y sonrió.
—Ya basta. Tengo que aprender como pueda.
—Y ya te he dicho que esas películas no son la vida real.
Demi carraspeó.
—¿Más café?
Niall lo dejó pasar.
—No, ya he tomado bastante. ¿Queda algo de cerveza?
—Unos seis botellines del día de Acción de Gracias. Están en la nevera. ¿Quieres uno?
—No suelo beber, pero hoy haré una excepción —la sometió a un largo y penetrante escrutinio—. Nunca me emborracharía bastante para ponerte en peligro. Lo sabes.
Demi se relajó. Tenía más razones que la mayoría de las mujeres para temer el alcohol, y Niall lo sabía.
Sonrió con nerviosismo.
—¿No es extraño que la infancia nos afecte durante toda nuestra vida?
Niall rio entre dientes.
—Había pensado en pasar la noche en Victoria, en el apartamento. Me alegro de no haberlo hecho.
Demi aceptó el sutil cumplido con una sonrisa.
—Muy sabio —bromeó—. Mi tarta de manzana es mejor que la tuya.
—La masa quemada y las manzanas duras no tienen nada de malo —replicó Niall.
—Te traeré esa cerveza —dijo Demi, y se alejó.
Vieron la televisión en el salón, cerca del árbol de Navidad iluminado, rehuyendo las noticias. Niall estaba repantigado en el sofá, en calcetines, camiseta negra y vaqueros, y se tomó tres cervezas seguidas. La experiencia traumática de aquella mañana lo había afectado mucho. Había quitado una vida humana, y eso ya no tenía remedio. Lo que no sabía era cómo iba a vivir con ese cargo de conciencia.
—Otra vez estás torturándote —dijo Demi desde su cómodo sillón situado a un lado del sofá—. Es una película muy buena; deberías estar prestando atención.
Niall giró la cabeza sobre el respaldo y se la quedó mirando abiertamente. Estaba sentada con las piernas flexionadas a un lado, sobre el sillón. El jersey blanco de escote bajo que llevaba realzaba sus senos pequeños e insolentes y la sutil curva de sus caderas. La melena rubia le caía sobre los hombros y la espalda. Estaba sexy, muy sexy. Normalmente, Niall intentaba no darse cuenta, pero el alcohol le había hecho bajar la guardia.
Aquella mirada era turbadora, pensó Demi. Últimamente, Niall la observaba de una manera que provocaba hormigueos por todo su cuerpo. Recorrió con la vista el cuerpo delgado y fuerte de Niall, envuelto en vaqueros ceñidos y una camiseta negra que realzaba la amplitud de su pecho y los músculos de sus brazos. Físicamente, era devastador. Tampoco era feo, con aquel rostro delgado, frente amplia y nariz recta. Tenía una boca sensual y masculina, y una barbilla cuadrada que delataba su obstinación, tan característica de él como el pelo negro y liso caído sobre la frente, las cejas gruesas que enmarcaban sus ojos hundidos, los pómulos altos de su rostro bronceado...
—Me estás mirando —la acusó.
—Tú también —le espetó Demi.
Niall entornó los ojos despacio. Recorrió con ellos la figura de Demi, como si la estuviera acariciando físicamente. Parecía un momento aislado en el tiempo, con el mundo muy lejano y solo ellos dos en el salón en penumbra, con la televisión a todo volumen, olvidada.
—Supon que te dijera —declaró con voz firme— que un divorcio no cuesta mucho más que una anulación.
Demi se ruborizó. Sabía lo que Niall quería decir. Necesitaba sumirse en el olvido, y ella estaba en la posición ideal para procurárselo. Pero Niall había estado haciendo compañía a una modelo internacional para la que el sexo era un aperitivo, y no quería ser la sustituía de Tippy.
—Supon que te dijera —replicó— que Tippy Moore es un listón muy alto para una mujer experimentada, y mucho más para una novata.
Parecía sorprendido.
—¿Crees que me estoy acostando con ella?
Demi bajó la mirada.
—No intenta ocultar que es una mujer de mundo.
Niall tardó un momento en responder. Parecía estar forcejeando con ideas que no sabía cómo expresar.
—¡Por el amor de Dios! —exclamó con suavidad—. Seguramente, no eres la única persona que lo ve así, ¿no?
—Es lo que se rumorea —reconoció Demi.
—Y hay quien sabe que estamos casados. No se me había ocurrido pensar en lo que parecería, ni que tú tendrías que soportar los chismes.
Demi encogió un hombro con inquietud y se quedó mirando la pantalla de la televisión.
—Yo salgo con Cash —dijo—. Supongo que los dos hemos dado motivos de sobra para que chismorreen sobre nosotros.
—A mí no me haría falta preguntarte si te estás acostando con Grier —dijo Niall—. Te conozco demasiado bien.
Parecía resentido. Demi se puso tensa. Estuvo a punto de ensañarse, hasta que recordó lo que había pasado aquel día. No tenía corazón para torturarlo más de lo que estaba.
—Tippy lleva tu anillo de compromiso, Niall — repuso en tono sumiso—. Sé que piensas casarte con ella. De todas formas, nuestro matrimonio no es más que una formalidad y, dentro de poco, ya no estaremos casados. No te culpo por desear a una mujer bonita, famosa y sofisticada. Yo no puedo competir con mujeres así, siempre lo he sabido.
Niall frunció el ceño y se la quedó mirando, atónito. ¿De verdad tenía un concepto tan bajo de sí misma? ¿Era culpa de él? Había tenido tanto cuidado de mantener la distancia entre ellos, para no alentar una relación íntima cuando Demi todavía no había salido con otros chicos... No había querido aprovecharse de su peculiar relación, ni usar a Demi como muchos otros hombres no habrían dudado hacer, de hallarse en su misma posición. ¡Pero había dicho que pensaba casarse con Tippy!
—¿Por qué crees que quiero casarme con ella? — preguntó despacio.
Demi volvió la cabeza para mirarlo a los ojos.
—Lleva tu anillo de esmeralda y diamantes. ¿Por qué iba un hombre a regalar a una mujer un anillo tan caro si no tuviera intenciones serias? —preguntó en tono práctico.
Niall inspiró hondo y se recostó en el sofá. Quería decir: «Porque me dejé llevar por mi orgullo en una joyería cuando ella se lo probó y se negó a quitárselo. Fui incapaz de decirle que no podía comprarle lo que ella consideraba una baratija». Pero tampoco podía reconocer ante Demi que había sido un idiota. Y, por su culpa, Demi pensaba que estaba prometido a Tippy y contando los días que faltaban para poder deshacerse de ella.

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