Demi tardó un
minuto en digerir la noticia. Exhaló un ronco suspiro.
—Es la camioneta
que el viejo Hob vio junto a mi cerca —recordó. Cash asintió.
—Acabo de
contárselo a Niall. Esa camioneta era el eslabón que faltaba. Sabíamos que los
dos casos estaban relacionados, pero no lográbamos demostrarlo. Al parecer, la
camioneta no es de John Clark, sino de un compañero del rancho de las afueras
de Victoria en el que trabaja,
de un hombre llamado Gould.
—¿Puedes detenerlo?
¿Puede Niall? —preguntó.
Cash hizo una
mueca.
—No es tan
sencillo. No podemos detenerlo sin pruebas. La camioneta es. la única pista que
tenemos ahora mismo.
—Hob me describió a
mí la camioneta —replicó Demi.
—Sí, pero eso es
algo que solo sabes de oídas. No es prueba suficiente para detener a un hombre
por asesinato. Debemos proceder despacio, ver si podemos reunir suficientes
pruebas para pedir una orden de registro —le explicó—. Si sospecha algo, podría
salir huyendo, incluso con su hermano en la cárcel.
Frunció el ceño y
se frotó el brazo con incomodidad.
—Bueno, por lo
menos, uno de los hermanos Clark estará en chirona una buena temporada, ¿no?
—Janie lo ha
denunciado por agresión con daños físicos graves —dijo Cash—. Harley Fowler y
Leo Hart también lo han denunciado por agresión, y yo por resistencia y
agresión a un agente de policía. Pero si su hermano le consigue un buen abogado
y este llega a un acuerdo... En fin, es un riesgo.
—Para quien viera
esa camioneta o supiera algo de ella—adivinó Demi con preocupación.
—No pongas esa cara
—dijo Cash con voz ronca—. ¡Yo nunca dejaría que te ocurriera algo así!
Se miraron a los
ojos, y Demi advirtió, por primera vez, la emoción que él apenas podía ocultar.
—¡Otra vez el
policía! —exclamó Tippy Moore a corta distancia, echándose hacia atrás su larga
melena rojiza para beneficio de cualquier hombre que la estuviera mirando.
Sonreía a Grier con sarcasmo—. Prácticamente, vives aquí, ¿no? ¿Has venido a
detener a alguien o es que Demi no puede pasarse un día sin ti? —añadió con
grosería.
Cash desvió sus
ojos oscuros a la hermosa mujer que acababa de llegar.
—Estoy reuniendo
información para la investigación de un homicidio. A no ser que creas que
puedes resolver el caso, eres superflua —dijo con aspereza. Tippy enarcó sus
perfectas cejas.
—¿A quién han
matado? —lanzó una mirada a Demi, elevando deliberadamente la mano izquierda
para que la luz se reflejara en los diamantes de la sortija—. ¿A algún conocido
de la señorita Lovato?
—Nadie que tú
conozcas —respondió Cash con rotundidad—. Tengo prisa.
—Por Dios, no creas
que intento detenerte —se burló Tippy. Lo miró de arriba abajo de manera
insultante—. Ya le dije a Demi que no eres mi tipo.
Cash entornó los
ojos. Demi pensó que nunca había visto una mirada tan gélida.
—Un cumplido, sin
duda —repuso Cash con suavidad, e incluso sonrió—. No me agradan las mujeres
como tú. Yo no tengo que pagar a nadie para que salga conmigo.
Tippy Moore se puso
colorada como un tomate. Lo miró con puro aborrecimiento.
—No soy una chica
de alquiler, pero si lo fuera, amigo, ¡no habría dinero en el mundo para que te
metieras en mi cama!
—En eso tienes
razón —le espetó Cash con frialdad.
Tippy cerró sus
pequeñas manos a los costados. Su pelo parecía refulgir.
—He rechazado a
estrellas de cine, a millonarios, incluso a príncipes. ¿Qué te hace pensar que
me fijaría en un policía paleto como tú? ¡Ya lo tengo todo!
Cash enarcó una
ceja y le lanzó una mirada que habría corroído el metal.
—Lo único que
tienes es una cara bonita y una figura pasable. Dentro de cinco o seis años, no
habrá ninguna revista de moda que quiera publicar tu foto, ni siquiera en los
anuncios. Y ¿qué harás entonces, cuando los hombres que han suspirado por ti no
hagan más que buscar excusas para rehuirte?
Era evidente que
Tippy había pensado en eso, porque palideció.
—Es evidente que no
tienes educación, ni modales, ni cultura, ni consideración por otras personas
—prosiguió Cash—. ¿Y crees que un rostro bonito compensa la falta de esos
atributos? ¿Por qué no te miras en el espejo? Eres mucho menos atractiva de lo
que crees. Y te tengo calada, aunque a Niall Horan lo hayas engañado.
—Me regaló un
anillo —masculló—. ¡Está loco por mí!
—Sí, está loco —le
espetó—. Lo arruinarías en menos de dos semanas y lo dejarías desangrándose de
camino a una cartera más inflada. Ni siquiera volverías la cabeza para ver si
había muerto.
—¡Tú no sabes nada
de mí! —gritó Tippy con voz ahogada.
—Reconozco la
basura cuando la veo —replicó Cash con ojos fríos.
A Tippy le temblaba
el labio inferior. Se la veía hundida. Ni siquiera podía pensar en una última
ocurrencia. Se dio la vuelta y se alejó con paso trémulo y la espalda rígida
hacia el decorado donde la esperaba el director. Pero cuando se acercó a Joel Harper,
se derrumbó en sus brazos y lloró como una niña
Cash apretó los
dientes
—Puro teatro —dijo
con aspereza—. Esa mujer es una manipuladora de primer orden. Niall está loco
si cree que siente algo por él.
—Lo sé —dijo Demi
con tristeza, pero sentía una extraña lástima por Tippy. Nunca había visto a
aquella mujer sofisticada y elegante en aquel estado. Se había disgustado la
primera vez que Cash había sido grosero con ella pero, en aquella ocasión,
estaba sinceramente hundida. Cash parecía odiarla, y Demi se preguntó por qué
su opinión turbaba tanto a Tippy si parecía sentir un desagrado parejo hacia
él.
—Tengo que volver a
la comisaría —le dijo Cash con suavidad—. Ándate con ojo. Me he asegurado de
que Nick esté alerta. No creas que ahora Clark es menos peligroso porque está
en la cárcel. He visto a hombres llegar a un acuerdo en peores circunstancias.
Demi suspiró.
—Tendré la pistola
a mano. Ten cuidado tú también —añadió con genuina preocupación. Cash se
encogió de hombros.
—He sobrevivido a
cosas peores que los hermanos Clark —dijo, y sonrió—. Hasta luego.
—Adiós.
Se alejó sin
dedicarle una sola mirada a Tippy. Pero, a pesar de tener que competir con ella
por la atención de Niall, Demi no podía evitar sentir pena de ella. Cash había
sido cruel, y era evidente que
su opinión era importante para la hermosa supermodelo. Las lágrimas habían sido
reales, aunque Cash no lo creyera.
Mientras el equipo
hacía un descanso, para dar tiempo a que la maquilladora reparase el destrozo
causado por las lágrimas en el rostro de Tippy, Demi esperó a la entrada de la
caravana hasta que la modelo apareció.
—¿Qué quieres,
recrearte? —preguntó con mordacidad.
—Una modelo separó a sus padres —le dijo Demi
en voz baja—. No es excusa para que se comporte así, pero ayuda a comprenderlo.
Cash no era más que un niño, y quería mucho a su madre.
Empezó a alejarse,
pero una mano suave le tocó el hombro con ligereza lo justo para detenerla.
—He sido una arpía
contigo —dijo la modelo con solemnidad—. ¿Por qué te importa que me insulte? Además,
¿qué sabes tú de la vida real, con la vida resguardada que has llevado? —añadió
con amargura.
Demi contempló sus
hermosos ojos verdes con serenidad.
—¿Crees que vivo en
un mundo de cuentos de hadas, finales felices y perfecta armonía? Mi padre se
emborrachaba y estuvo a punto de matarme. Mi madre murió. Niall y Maude son lo
único que tengo en el mundo.
Se dio la vuelta y,
en aquella ocasión, Tippy no la detuvo.
Seguramente, no debería haberle dado ninguna explicación a la modelo,
pero Cash había sido cruel.
Tenía gracia,
pensó, que la preocupara ver llorar a la modelo. Tippy Moore había convertido
su vida en un infierno, y le había arrebatado a Niall. Pero Niall sentía algo
por ella, y Demi era incapaz de hacer daño a una persona querida por él.
Detrás de Demi, la
modelo permanecía inmóvil, helada, detestando la compasión de aquella voz
suave, la comprensión que escondía. Creyó que la pequeña Demi Lovato había
tenido una infancia perfecta. La verdad la sorprendía y la hacía sentirse
culpable. Se miró el lujoso anillo del dedo y lo comparó con los vaqueros rotos
de Demi y con las botas gastadas.
Regresó hacia el
decorado con el orgullo por los suelos. Nunca se había considerado una mujer
cruel. Niall la hacía sentirse segura, nada más, pero su instinto protector
hacia Demi era un estorbo, y Tippy no podía renunciar a él, ¡no podía! Era lo
único que se interponía entre ella y los hombres amenazadores. Hombres como
Gary Mays, el ayudante de dirección y, en especial, Cash Grier. A pesar de la
compasión de Demi, estaban compitiendo por el mismo hombre. Y era cierto que,
en el amor y en la guerra, valía todo.
Las dos últimas
semanas previas a la Navidad transcurrieron en un revuelo de actividad. Demi
estaba examinándose, y combinando los estudios con las interminables labores
del rancho. El caos creado por el rodaje le hacía la vida más difícil, y su
impaciencia crecía. Maude procuraba no estorbar, y Niall no se acercaba al
rancho más que para llevar y recoger a Tippy. Era educado con Demi, pero su
antigua cordialidad parecía haber desaparecido para siempre.
En uno de sus días
libres, Demi viajó a Victoria para comprar un alfiler de corbata de plata de
ley que Niall había mencionado haber visto. Tardó medio día en encontrarlo,
pero por fin lo vio en una pequeña joyería. Lo llevó al rancho con aire
triunfante y lo envolvió con papel de regalo. Cuando, con la ayuda de Maude,
instaló el árbol de Navidad en el salón, lo colocó entre las ramas, para que no
se viera demasiado. Compró a Cash una bonita cartera nueva, porque había visto
lo gastada que estaba la que usaba.
Las visitas de Cash
se habían multiplicado desde la detención de Clark. Demi había notado que Tippy
Moore ya no le lanzaba pullas. Se mostraba extrañamente callada cuando Cash
andaba por el rancho. Se apartaba
de su camino, y él no le hacía el menor caso.
—Hay fuego en ese
humo —comentó Maude una tarde cuando Cash se marchó.
—¿Qué humo?
—murmuró Demi, con la cabeza metida en su libro de texto.
—Entre esa modelo y
Cash Grier —contestó—. Ahora mismo solo son rescoldos, porque se están
rehuyendo, pero, si los juntas, saldrán llamas.
—¡Si se odian!
—exclamó Demi, sorprendida.
—Tal vez. O tal vez
no —Maude ladeó la cabeza y miró a Demi sin dejar de secar el plato—. ¿Niall y
tú os vais a ir a Japón?
—El año que viene,
aunque todavía no hemos fijado la fecha. Pero es la mejor noticia que hemos
tenido en mucho tiempo —pasó la hoja del libro—. Niall y yo ya habíamos
decidido usar parte del dinero que van a darnos por el rodaje para sustituir al
toro Salers, pero Nick consultó con un experto en inseminación artificial. Ya
habíamos cruzado algunas de nuestras vaquillas con el Salers, y con ese toro
Hereford que perdimos. Cuando averiguamos cuántas se habían quedado preñadas,
compramos semen de un toro Salers campeón e inseminamos a las vaquillas
restantes. Así, la próxima primavera tendremos una remesa de temeros campeones.
Eso es lo que interesa a los japoneses. Nada de aditivos, ni de antibióticos
innecesarios. Quieren que se alimenten exclusivamente de hierba, salvo por un
complemento mínimo de vitaminas y minerales, en ningún caso de procedencia
animal.
—Si no me falla la
memoria —sonrió Maude—, tuviste que convencer un poco a Niall para que aceptara
el enfoque ecológico.
—Sabía que yo ya
había hecho los deberes cuando se lo sugerí. Ahora que vamos a hacer este trato
con los japoneses, se alegra.
Maude le sonrió con
afecto.
—Niña, has nacido
para ser ganadera.
—Igual que mi tía
abuela Sarah, que dirigió su propio rancho cuando todavía no había mujeres que
lo hicieran. Oye, Maude —dijo Demi, acordándose de improviso de su conversación
con Cash—. Ten siempre la puerta de atrás cerrada con llave cuando estemos
solas. Uno de los Clark está en la cárcel, pero el otro, no.
—No lo he olvidado.
—No podemos bajar
la guardia ni un minuto —añadió—. Yo llevo la pistola en la camioneta, debajo
del asiento —suspiró con .preocupación—. Fue un día triste para esta región
cuando los hermanos Clark se mudaron aquí.
—Quizá no se queden
mucho más tiempo —dijo Maude.
Aquellas palabras
resultaron ser proféticas. Cuatro días después de que los actores y el personal
de rodaje hubieran regresado a sus casas para pasar las vacaciones de Navidad,
John Clark se quedó sin trabajo y sin recursos para buscar un abogado para su
hermano.
Pensando en
conseguir dinero fácil, la víspera de Navidad, se puso una media en la cabeza y
entró en el Banco Comercial de Victoria empuñando una escopeta, poco antes del
mediodía, hora a la que cerraba el banco aquel día. Tuvo la mala suerte de que
al guardia de seguridad le diera tiempo a pedir refuerzos y, además, de que el
refuerzo fuera el ranger que tenía asignado aquel condado,Niall Horan.
Clark disparó la
escopeta a los hombres uniformados e hirió al guardia de seguridad, pero no
antes de que este y Niall Horan hicieran fuego con sus pistolas. Ninguno de los
dos erró el tiro. Clark cayó desplomado y no volvió a levantarse.
Niall detuvo su
todoterreno delante de la casa del rancho poco antes del atardecer. En el
telediario de las seis habían difundido la noticia del intento de robo y del
tiroteo resultante. Emitieron sobradas imágenes del cuerpo ensangrentado de
John Clark en el vestíbulo del banco.
Maude había visto
las noticias con Demi, pero su hermana la había llamado y le había pedido que
pasara la noche con ella porque no quería estar sola en Nochebuena. Maude se
sentía mal por tener que marcharse, dadas las circunstancias, pero su hermana
no se encontraba bien. Demi la convenció para que se fuera. Después, esperó,
confiando en que Niall fuera a verla en busca de consuelo.
Por increíble que
pareciera, se presentó en el rancho.
Demi se acercó al
todoterreno y esperó a que Niall apagara el motor y saliera. Tardó un minuto en
hacerlo. Se la quedó mirando a través de la ventanilla polvorienta, con ojos
que apenas la veían. Demi abrió la puerta y tiró de la manga larga de su camisa
blanca.
—He hecho café, pan
y macarrones con queso. Hay tarta de manzana de postre. Pasa.
Niall apagó el
motor y salió del vehículo como un zombi. Demi reparó en su palidez.
Impulsivamente, le dio la mano y lo condujo al interior de la casa, a la
cocina.
—Siéntate —le dijo
con suavidad, y lo obligó a ocupar una silla ante la pequeña mesa de madera,
que ya tenía el mantel puesto.
—Te has enterado
—murmuró, y dejó su sombrero en una silla vacía.
Demi asintió. Llevó
a la mesa verduras guisadas y panecillos recién hechos, junto con la cazuela de
macarrones con queso. Sirvió café en dos tazas, le pasó una y se sentó.
—Bendice, Niall
—dijo con suavidad.
Lo hizo, pero con
voz rasposa. No habló mientras comían; Demi no esperaba que lo hiciera. El
tiroteo era aún demasiado reciente, demasiado traumático, para que pudiera
hablar de él.
Cuando llegaron a
la tarta, estaba más sereno y menos rígido. Sonrió débilmente a Demi.
—Sabes cómo
tratarme, ¿verdad? —preguntó, mirándola.
—Te conozco —se
limitó a decir Demi.
Niall inspiró hondo
y se terminó el trozo de tarta. Tomó otro café y la miró por encima del borde
de la taza.
—¿Ninguna pregunta?
—Sería cruel
—respondió Demi, al ver el dolor y la agitación en su mirada.
Niall hizo una
mueca y dejó la taza con fuerza sobre la mesa. Apretó los labios. Quería
hablar, lo necesitaba. Pero aquella rígida virilidad que era tan parte de él
como su camisa blanca y la insignia plateada de ranger lo frenaba. Detestaba la
debilidad; no quería reconocerla.
—¿Qué tal está el
guardia de seguridad? —preguntó Demi, para darle pie a que hablara.
—Fuera de peligro
—contestó Niall—. Todavía le están sacando perdigones, pero se repondrá. Puede
que no pueda mover el brazo tanto como antes. Mala suerte, vio al tipo y pidió
refuerzos confiando en que pudiéramos reducirlo sin derramamiento de sangre.
Tomó otro sorbo de
café y siguió hablando con la mirada baja.
—Yo estaba
investigando un caso a menos de una manzana del banco. Fui corriendo y llegué a
la puerta principal justo cuando Clark estaba amenazando a una mujer con la
escopeta. El guardia me vio colándome con la pistola en la mano y sacó la suya.
Clark giró en redondo. El guardia y yo disparamos a la vez, pero Clark ya había
abierto fuego con su escopeta. El guardia resultó herido.
En aquel momento, Niall
la miró con expresión atormentada.
—Clark cayó como un
saco de arena —dijo, y frunció el ceño—. A las personas se las ve tan
indefensas cuando mueren, Demi... —susurró—. Parecen muñecos grandes. Están ahí
tumbados, rodeados de gente que invade su intimidad, que los mira fijamente...
y no pueden hacer nada para resguardarse de esas miradas curiosas.
—Clark intentó
matar a alguien —le recordó Demi—. ¿No puedes pensar en lo que podría haber
pasado si no llegas a aparecer a tiempo? Si es como su hermano, puede que no
vacilara en disparar a matar.
—Eso es lo que temí
que hiciera —confesó—. La mujer del banco lo entretuvo hablando, mientras se
resistía. Al parecer, John Clark le dijo que le daba igual que lo colgaran por
una oveja que por un cordero. Después, nos preguntamos si había querido decir
que ya había asesinado antes.
Demi asintió.
—Quizá matara al
pobre Hob Downey, ¿no crees?
—Sí —jugó con su
taza de café—. Los medios de comunicación se han abalanzado como buitres sobre
este caso. Pobrecito, su hermano en la cárcel, sin dinero ni trabajo. Y los
polis malos lo han matado cuando solo intentaba reunir un poco de dinero.
Demi sonrió con
tristeza.
—Son malos tiempos,
Niall —dijo en voz baja—. A veces, el mundo entero está patas arriba.
—He hablado con un
abogado para que me aconseje. Tiene gracia, llevo años en los Rangers y nunca
me había visto envuelto en un tiroteo mortal.
—Has tenido suerte.
Niall alzó la
mirada.
— Supongo que sí.
Todavía no saben quién de nosotros disparó la bala que mató a Clark —añadió de
pronto—. Uno de los disparos era bajo; el otro, alto. Hará falta un examen de
balística para determinarlo, porque tanto el guardia como yo usamos armas de
calibre cuarenta y cinco. Es Nochebuena, así que el laboratorio está cerrado.
No podrán hacer el examen hasta el lunes. Y la autopsia de Clark también tendrá
que esperar hasta entonces, imagino.
—Tú no disparas a
matar —le recordó Demi.
—Apunté a su
cadera, para abatirlo de la manera más rápida posible —dijo con brusquedad—.
Pero manaba un río de sangre de esa zona, sangre muy roja, arterial —se pasó
una mano por su grueso pelo negro—. Si ese fue mi disparo, le rompió la arteria
femoral.
Demi quería
consolarlo, pero él estaba perdido en el infierno de sus pensamientos.
—El otro disparo le
atravesó el corazón —murmuró—. Supongo que no importa mucho cuál fuera el mío;
habría muerto de todas formas. Se celebrará una vista. He prestado declaración
y ahora estoy de baja administrativa.
—Es decir, que
tienes demasiado tiempo libre para torturarte —dijo Demi con suavidad—.
Necesitas mantenerte ocupado. Mañana podemos cavar agujeros para postes y
ampliar la alambrada.
—¿El día de
Navidad? —preguntó con las cejas levantadas.
—Si prefieres ver
una y otra vez esa vieja película en blanco y negro que siempre ponen en la
tele... — empezó a decir, y vio un destello de humor en sus ojos negros, por
primera vez aquel día.
—Siempre podríamos
ver una de esas películas de televisión por cable que tanto te gustan —sugirió.
Demi se sonrojó y
sonrió.
—Ya basta. Tengo
que aprender como pueda.
—Y ya te he dicho
que esas películas no son la vida real.
Demi carraspeó.
—¿Más café?
Niall lo dejó
pasar.
—No, ya he tomado
bastante. ¿Queda algo de cerveza?
—Unos seis
botellines del día de Acción de Gracias. Están en la nevera. ¿Quieres uno?
—No suelo beber,
pero hoy haré una excepción —la sometió a un largo y penetrante escrutinio—.
Nunca me emborracharía bastante para ponerte en peligro. Lo sabes.
Demi se relajó.
Tenía más razones que la mayoría de las mujeres para temer el alcohol, y Niall
lo sabía.
Sonrió con
nerviosismo.
—¿No es extraño que
la infancia nos afecte durante toda nuestra vida?
Niall rio entre
dientes.
—Había pensado en
pasar la noche en Victoria, en el apartamento. Me alegro de no haberlo hecho.
Demi aceptó el
sutil cumplido con una sonrisa.
—Muy sabio
—bromeó—. Mi tarta de manzana es mejor que la tuya.
—La masa quemada y
las manzanas duras no tienen nada de malo —replicó Niall.
—Te traeré esa
cerveza —dijo Demi, y se alejó.
Vieron la
televisión en el salón, cerca del árbol de Navidad iluminado, rehuyendo las
noticias. Niall estaba repantigado en el sofá, en calcetines, camiseta negra y
vaqueros, y se tomó tres cervezas seguidas. La experiencia traumática de
aquella mañana lo había afectado mucho. Había quitado una vida humana, y eso ya
no tenía remedio. Lo que no sabía era cómo iba a vivir con ese cargo de
conciencia.
—Otra vez estás
torturándote —dijo Demi desde su cómodo sillón situado a un lado del sofá—. Es
una película muy buena; deberías estar prestando atención.
Niall giró la
cabeza sobre el respaldo y se la quedó mirando abiertamente. Estaba sentada con
las piernas flexionadas a un lado, sobre el sillón. El jersey blanco de escote
bajo que llevaba realzaba sus senos pequeños e insolentes y la sutil curva de
sus caderas. La melena rubia le caía sobre los hombros y la espalda. Estaba
sexy, muy sexy. Normalmente, Niall intentaba no darse cuenta, pero el alcohol
le había hecho bajar la guardia.
Aquella mirada era
turbadora, pensó Demi. Últimamente, Niall la observaba de una manera que
provocaba hormigueos por todo su cuerpo. Recorrió con la vista el cuerpo
delgado y fuerte de Niall, envuelto en vaqueros ceñidos y una camiseta negra
que realzaba la amplitud de su pecho y los músculos de sus brazos. Físicamente,
era devastador. Tampoco era feo, con aquel rostro delgado, frente amplia y
nariz recta. Tenía una boca sensual y masculina, y una barbilla cuadrada que
delataba su obstinación, tan característica de él como el pelo negro y liso
caído sobre la frente, las cejas gruesas que enmarcaban sus ojos hundidos, los
pómulos altos de su rostro bronceado...
—Me estás mirando
—la acusó.
—Tú también —le
espetó Demi.
Niall entornó los
ojos despacio. Recorrió con ellos la figura de Demi, como si la estuviera
acariciando físicamente. Parecía un momento aislado en el tiempo, con el mundo
muy lejano y solo ellos dos en el salón en penumbra, con la televisión a todo
volumen, olvidada.
—Supon que te
dijera —declaró con voz firme— que un divorcio no cuesta mucho más que una
anulación.
Demi se ruborizó.
Sabía lo que Niall quería decir. Necesitaba sumirse en el olvido, y ella estaba
en la posición ideal para procurárselo. Pero Niall había estado haciendo
compañía a una modelo internacional para la que el sexo era un aperitivo, y no
quería ser la sustituía de Tippy.
—Supon que te
dijera —replicó— que Tippy Moore es un listón muy alto para una mujer
experimentada, y mucho más para una novata.
Parecía
sorprendido.
—¿Crees que me
estoy acostando con ella?
Demi bajó la
mirada.
—No intenta ocultar
que es una mujer de mundo.
Niall tardó un
momento en responder. Parecía estar forcejeando con ideas que no sabía cómo
expresar.
—¡Por el amor de
Dios! —exclamó con suavidad—. Seguramente, no eres la única persona que lo ve
así, ¿no?
—Es lo que se
rumorea —reconoció Demi.
—Y hay quien sabe
que estamos casados. No se me había ocurrido pensar en lo que parecería, ni que
tú tendrías que soportar los chismes.
Demi encogió un
hombro con inquietud y se quedó mirando la pantalla de la televisión.
—Yo salgo con Cash —dijo—. Supongo que los dos hemos dado motivos de sobra para que chismorreen sobre nosotros.
—A mí no me haría
falta preguntarte si te estás acostando con Grier —dijo Niall—. Te conozco
demasiado bien.
Parecía resentido. Demi
se puso tensa. Estuvo a punto de ensañarse, hasta que recordó lo que había
pasado aquel día. No tenía corazón para torturarlo más de lo que estaba.
—Tippy lleva tu
anillo de compromiso, Niall — repuso en tono sumiso—. Sé que piensas casarte
con ella. De todas formas, nuestro matrimonio no es más que una formalidad y,
dentro de poco, ya no estaremos casados. No te culpo por desear a una mujer
bonita, famosa y sofisticada. Yo no puedo competir con mujeres así, siempre lo
he sabido.
Niall frunció el
ceño y se la quedó mirando, atónito. ¿De verdad tenía un concepto tan bajo de
sí misma? ¿Era culpa de él? Había tenido tanto cuidado de mantener la distancia
entre ellos, para no alentar una relación íntima cuando Demi todavía no había
salido con otros chicos... No había querido aprovecharse de su peculiar
relación, ni usar a Demi como muchos otros hombres no habrían dudado hacer, de
hallarse en su misma posición. ¡Pero había dicho que pensaba casarse con Tippy!
—¿Por qué crees que
quiero casarme con ella? — preguntó despacio.
Demi volvió la
cabeza para mirarlo a los ojos.
—Lleva tu anillo de
esmeralda y diamantes. ¿Por qué iba un hombre a regalar a una mujer un anillo
tan caro si no tuviera intenciones serias? —preguntó en tono práctico.
Niall inspiró hondo
y se recostó en el sofá. Quería decir: «Porque me dejé llevar por mi orgullo en
una joyería cuando ella se lo probó y se negó a quitárselo. Fui incapaz de
decirle que no podía comprarle lo que ella consideraba una baratija». Pero
tampoco podía reconocer ante Demi que había sido un idiota. Y, por su culpa, Demi
pensaba que estaba prometido a Tippy y contando los días que faltaban para
poder deshacerse de ella.
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